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El Sistema Nacional de Investigadores y su impacto en el sistema de educación superior
Este País | Salvador Vega y León | 03.06.2012 | 0 Comentarios

Cada vez más, el desarrollo de una nación depende de su capacidad tecnológica y científica. En México se han dado pasos importantes en el impulso a la investigación, pero todavía queda mucho por andar. ¿Es necesaria una renovación del Sistema Nacional de Investigadores, el principal instrumento con que contamos en esta materia, de la mano de reformas más amplias?

©iStockphoto.com/Nataliya Kuvaeva

Desde su creación en 1984, el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) ha tenido una importancia muy significativa para nuestro país. En la tarea de diagnosticar, revisar y evaluar críticamente el desempeño de este organismo público, conviene iniciar reconociendo ampliamente su importante papel en el desarrollo tecnológico, científico e incluso educativo de México, antes de plantear reflexiones sobre la problemática existente y propuestas para abordarla.

En este contexto, resulta importante subrayar que, como comunidad científica, es deseable que tengamos un papel más activo en el proceso de toma de decisiones respecto a los ajustes útiles y necesarios que requiere el sni de cara a la nueva dinámica mundial y nacional que hemos estado enfrentando y enfrentaremos en este primer cuarto del siglo XXI. Pensando en ello, en la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana organizamos el foro “Reflexiones en torno al Sistema Nacional de Investigadores. Retos y perspectivas de la ciencia en México”, que pretendió servir como una gran vitrina en torno a esta problemática y potenciar el papel del sni en el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la educación superior en México.

Este es un año clave que nos favorece como comunidad científica pues nos permite tener un diálogo directo con los representantes de los partidos políticos y los candidatos que aspiran a la presidencia de la República, sobre la base de una política pública nacional clara, consensuada y de largo plazo (no solo sexenal) en torno a la ciencia, la tecnología y la educación superior. Debe quedar manifiesta la impostergable necesidad de incorporar en la agenda pública nacional un renovado impulso a favor de las políticas científica, tecnológica y de educación superior para la primera mitad del siglo XXI.

En este sentido, se distingue por un lado la política gubernamental para el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTI), de la cual el sni es solo un instrumento, si bien fundamental, y, por otro lado, la política para el sistema de educación superior, que dispone de sus propios instrumentos.

El funcionamiento óptimo del SNCTI es impensable sin el funcionamiento óptimo del sistema de educación superior. La política para lograr lo primero tiene que ser congruente con la política para lograr lo segundo y viceversa. El efecto multiplicador entre educación superior e investigación científica y tecnológica es la clave del círculo virtuoso de la ciencia y el desarrollo.

Aunque el SNI es un instrumento, básicamente, de la política del SNCTI, es indudable que tiene un impacto decisivo y también fundamental en el sistema de educación superior.

Así, se debe incrementar la competitividad de las actividades y productos científicos y tecnológicos, generados casi totalmente en las instituciones de educación superior, y replantear los mecanismos para expandir su impacto innovador tanto “hacia atrás” —hacia la formación educativa superior de los futuros investigadores— como “hacia delante” —hacia los procesos productivos—, esto es, el efecto multiplicador circular mencionado. Asimismo, se deben realizar mayores esfuerzos para que la modificación de las políticas y evaluaciones del sni tome en cuenta procesos tan vitales como los descritos, de manera que se desarrolle una sólida articulación a nivel nacional entre el SNCTI, el sistema de educación superior y los procesos productivos. Consideramos que el SNI debe ser el gozne dinámico de ello.

©iStockphoto.com/Christos Georghiou

El principal nicho de desarrollo científico en México está en las universidades públicas, por su calidad y por su tradición. La más representativa es la Universidad Nacional Autónoma de México, la cual aporta cerca de 20% de los investigadores nacionales, seguida por otras instituciones federales como la Universidad Autónoma Metropolitana y el Instituto Politécnico Nacional.

El proceso de descentralización ha logrado que el sistema de universidades públicas estatales tenga mayor presencia en el volumen de investigadores miembros del sni. Sin embargo, hay muy poca colaboración académica entre las instituciones de educación superior. Por ello, y para posibilitar una sólida articulación nacional entre los sistemas mencionados, es menester promover una interacción laboral más dinámica y colaborativa entre ellos.

En el sistema de educación superior, las necesidades de inversión en ciencia y tecnología son ingentes y crecientes. Debido a ello, se debe seguir insistiendo en que la investigación no es un lujo ni un aditamento secundario de la docencia. La salida que nuestro país tiene a la mano para alcanzar el nivel de bienestar económico y social que puede y debe tener, y para asegurar la estabilidad y la soberanía, condiciones ambas indispensables, es destinar de manera creciente y sistemática mayores recursos a la investigación y la educación superior. Es necesario impulsar fuertemente el desarrollo de infraestructura y crear las condiciones para que un mayor número de académicos e investigadores de alto desempeño o potencial científico, tecnológico y humanístico —sobre todo los jóvenes— sean miembros del SNI y puedan desarrollarse en su seno como investigadores nacionales. A su vez, tal flexibilización sería un importante basamento para el proceso de mejora continua de la calidad educativa en el que estamos también empeñados en el sistema de educación superior.

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De igual manera, es importante promover la participación de los jóvenes doctorantes en proyectos estratégicos desde las mismas universidades y centros de investigación, pues ello permitirá que estos proyectos contribuyan a la preparación de esos doctorantes, reduciendo así la fuga de cerebros y talentos. Así también, debe apoyarse desde el sistema de educación superior la indispensable flexibilización del sni y su mayor eficiencia dentro del SNCTI.

Adicionalmente, en las instituciones de educación superior se deben tener prioridades de investigación con orientación a la innovación como recurso estratégico. La labor científica, tecnológica y educativa superior debe dedicar mucha atención a problemas públicos reales y altamente complejos, por ejemplo de salud, alimentación, medio ambiente, energía, nuevos materiales, nuevas técnicas de producción y organización productiva, en el contexto de la tercera revolución industrial en curso; todos ellos son ejes fundamentales de nuestro tiempo. Hay que fortalecer las capacidades de los investigadores y tener una agenda de prioridades que contenga los aspectos más relevantes de la innovación, sin perder de vista la pertinencia pública de los conocimientos científicos, tecnológicos e incluso humanísticos.

El SNI y el sistema de educación superior serán mejores mientras más promuevan, convergentemente, la articulación entre actores con perspectivas, adscripciones e intereses diversos en materia de innovación. Mientras más se promueva la interacción entre investigadores, más maduro será el tejido necesario para la generación y aplicación de innovación y mayor pertinencia social tendrá esta.

Uno de los grandes aciertos del sni ha sido su capacidad para dar distintas respuestas a las diversas áreas teóricas y prácticas del conocimiento: científicas, humanísticas, sociales, básicas y aplicadas. Sin embargo, preocupa el reducido número de patentes registradas, debido a la falta de vinculación entre la investigación y el sector empresarial. A este reto, enorme y vital para el desarrollo económico, deben responder también de manera convergente el SNI y el sistema de educación superior, promoviendo de manera muy agresiva la vinculación de la investigación con el sector industrial mexicano.

Los actuales desafíos exigen una revisión profunda que aporte propuestas viables y susceptibles de ser implementadas en el corto plazo.

El entorno económico del sni es difícil. Al ritmo que crece el Sistema, en una década será todavía más difícil la obtención de un presupuesto que permita cubrir sus necesidades de desarrollo.

El diagnóstico recupera los problemas ya conocidos: el número de investigadores nacionales es reducido y se concentra en el nivel III del SNI, la proporción de hombres es mucho mayor que la de mujeres, la planta de investigadores envejece, la cantidad de investigadores eméritos es baja, etcétera. Estos y otros problemas nos llevan a considerar que existe la necesidad urgente de modificar la normativa para eficientar y hacer más eficaz el importante papel del SNI en el desarrollo nacional.

Para impulsar el desarrollo de la ciencia, la tecnología, la innovación y la educación superior, es indispensable una política pública de largo plazo que articule coherentemente la política de ciencia, tecnología e innovación con la política educativa superior. El propósito de incrementar sostenidamente la cantidad y calidad de los investigadores y sus múltiples impactos expansivos en la educación superior y en la innovación y la producción solo se alcanzará mediante el desarrollo de esa política articuladora, el aumento de la inversión pública y el fomento de la inversión privada. Sin ello, el círculo virtuoso entre ciencia y desarrollo no será posible.

Los cambios más urgentes en el SNI son de carácter estructural

Es necesario revisar la propia naturaleza y los alcances de la evaluación, debido a que los criterios establecidos deben acercarse con mayor objetividad al académico investigador. La pregunta es si las formas de evaluar son las más pertinentes o si es posible proponer otras nuevas, aunque se trabaje mucho para construirlas y aprobarlas.

Buscar un sistema de interacción de los distintos niveles del sni conducirá a tener perfiles deseables y cumplir con la productividad requerida para acceder a las categorías superiores del Sistema. Esto implica modificar el esquema y las normas de la evaluación, tomando en cuenta las peculiaridades de cada campo o disciplina del conocimiento pues, entre otras cosas, no ha sido fácil para algunas comisiones dictaminadoras del sni aceptar que los criterios válidos para un área no necesariamente lo son para otras. También implica impulsar las áreas de conocimiento estratégicas para el país. Y debe existir mayor equilibrio entre las distintas áreas de conocimiento, específicamente entre las ciencias sociales y las humanidades y las áreas específicamente tecnológicas.

También se requiere mayor equilibrio en la distribución regional de los recursos por medio del establecimiento de fondos mixtos y de consejos estatales de Ciencia y Tecnología.

De igual manera, es pertinente modificar el reglamento del sni para darle cabida a investigadores en áreas tecnológicas, promover centros de investigación y detonar la investigación en los que ya existen, dado que la comunidad científica mexicana es muy reducida y la mayor parte de sus integrantes se encuentran en instituciones de educación superior.

©iStockphoto.com/Antonis Papantoniou

La movilidad de candidatos hasta el nivel III del SNI debe responder a una dinámica más equilibrada y eficaz, con recursos altamente calificados y desarrollo de infraestructura. El intercambio de investigadores debe darse por periodos cortos y buscar la preparación de científicos en los campos de mayor interés para nuestro país.

Por su parte, el SNI y el sistema de educación superior deben conjuntamente promover la cultura científica y tecnológica entre los jóvenes, ampliando la difusión y divulgación de la ciencia y la tecnología e incluso demandando una modificación profunda de la política educativa básica. Asimismo, deben fortalecer la cooperación internacional en ciencia y tecnología mediante acciones variadas e imaginativas, como convenios de colaboración y redes que favorezcan la presencia internacional de académicos e investigadores; robustecer la infraestructura orientada a fomentar la competitividad y la innovación tecnológicas mediante la creación de centros públicos y privados de servicios tecnológicos, e impulsar estancias de investigación de los miembros del SNI en centros de investigación y en las empresas del sector productivo.

Sería muy provechoso poner en contacto a grupos de investigación con intereses comunes para la resolución de problemas públicos de gran dificultad y relevancia. La articulación de expertos en diferentes áreas y con distintas visiones en una búsqueda de soluciones, compartiendo infraestructura y resultados, apunta a una colaboración del tipo que exige el investigador del siglo XXI.

Estos cambios podrían ser de suma relevancia para sentar las bases de una política pública estratégica que incida en el uso y aprovechamiento del nuevo conocimiento, con un fin social y de manera productiva y generalizada.

En este contexto, resulta de la mayor importancia la propuesta de crear una Secretaría de Ciencia y Tecnología. Esta idea se ha convertido en el centro de un debate fundamental en los últimos tiempos. En septiembre de 2011, un grupo de senadores presentó un proyecto de reforma a la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, cuyo Artículo 26 menciona el número de dependencias de Estado que integran la estructura centralizada. Actualmente son 19 (18 secretarías y la Consejería Jurídica del Ejecutivo Federal) y uno de los cambios que se proponen es añadir un párrafo más al mismo Artículo para agregar la Secretaría de Ciencia y Tecnología. El conjunto de funciones sería coincidente con las de cualquier secretaría en su propio ramo y con lo que ya realiza el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Esta iniciativa se justifica debido a que el Conacyt carece de personalidad jurídico-institucional para coordinar este sector.

La función que tendría la Secretaría de Ciencia y Tecnología sería la de formular y conducir las políticas nacionales en materia de ciencia, tecnología e innovación; apoyar la investigación científica básica y aplicada, así como la formación y consolidación de grupos de investigadores, e impulsar la innovación, el desarrollo tecnológico y el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas de la planta productiva nacional.

Así, esta iniciativa permitiría, entre otras cosas, actualizar y coordinar la ejecución del programa especial de ciencia, tecnología e innovación en los términos de la ley; impulsar la realización de actividades de ciencia, tecnología e innovación por parte de las dependencias y entidades de la administración pública federal, los gobiernos de las entidades federativas y los municipios, y los sectores social y privado, y establecer las prioridades, lineamientos programáticos y criterios de asignación del gasto público para la ciencia y la tecnología.

En 2006, el Foro Consultivo Científico y Tecnológico, ante la misma problemática, sugirió crear una Secretaría de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, tal como estaba organizada la subsecretaría correspondiente dentro de la Secretaría de Educación Pública cuando se creó, precisamente, el SNI.

La profunda interrelación entre el sncti y el sistema de educación superior impone la estrecha imbricación de las políticas gubernamentales hacia ambos sistemas y sugiere que, en términos de administración pública, hoy es deseable que ambas políticas sean responsabilidad de una misma dependencia del Gobierno federal.

En todo caso, es importante que esta iniciativa forme parte de la agenda nacional y, en este contexto, adquiere vigencia la propuesta de ley para crear la Secretaría de Ciencia y Tecnología, para el dictamen de la cual se han iniciado las consultas con especialistas.

Este es un momento crucial para plantear y apoyar, por todos los medios al alcance, este importante proyecto legislativo ante quienes aspiran a gobernar el país, de forma que ahora o en el próximo sexenio se cree lo que podría ser un pilar decisivo de la política pública para el impulso del desarrollo de la ciencia, la tecnología y la educación superior en México.

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* Ponencia presentada en el foro “Reflexiones en torno al Sistema Nacional de Investigadores. Retos y perspectivas de la ciencia en México”, realizado por la Rectoría de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, el 26 y 27 de abril de 2012.

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SALVADOR VEGA Y LEÓN es profesor, investigador y rector de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

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