El siguiente es un extracto del documental que describe Claudio Isaac en el texto Fuentes a contrarreloj y que debemos a la generosidad de su gestión personal. Se trata de una transcripción textual de las respuestas a contrarreloj del entrevistado. Los párrafos que hemos elegido corresponden a las letras que forman el acróstico de Carlos Fuentes. Para cada una de ellas incluimos las tres palabras que se le propusieron, y subrayamos la que él eligió. En la R, optó por abarcar las tres opciones. En el caso de las letras E y S, que se repiten en su nombre, dividimos la respuesta en dos partes, de acuerdo con los cortes naturales que el propio Fuentes marcó con sus pausas.
Crepúsculo, Conrad, Cavafis
Joseph Conrad es un caso extraordinario de un escritor que pasa de una lengua a otra. Es sumamente difícil dejar la lengua materna y embarcarse en una lengua nueva. Es el caso de Conrad, que empezó a escribir tarde, a los 40 años: abandonó el polaco, se cambió de nombre y creó una prosa inglesa que es solo de Conrad. No se parece a nada, es absolutamente original, extraña, excéntrica, atractiva, poderosa.
Ardor, Ataduras, Amenaza
La amenaza es insoportable. Una persona que te amenaza es una persona que pierde tu crédito, el crédito ante ti para siempre. Las amenazas se las dejo a los dictadores —y son los que suelen hacerlas—, pero fuera de eso hay el diálogo, que es lo contrario de la amenaza, hay el entenderse con el prójimo, el saber hablar con los demás.
Revolución, Rivalidades, Renacimiento
Todas van juntas, son inseparables. Las épocas históricas tienen inicios, culminan, maduran y empieza su decadencia. El momento más interesante de una civilización es la decadencia, mucho más que el inicio. Yo recuerdo que daba una clase en Harvard sobre el mundo hispánico y me iba a la filosofía griega, me iba a Roma, al derecho romano, me iba a la Edad Media —porque nosotros no somos inteligibles sin San Agustín y Santo Tomás, que son los creadores del pri y de casi toda la política latinoamericana— y el Renacimiento y todo lo que sigue. Y los chicos americanos me decían: “¿Pero por qué se va usted tan lejos? No entendemos qué tiene que ver San Agustín o Aristóteles con nosotros”. Y yo: “Bueno, para ustedes, ¿cuándo empieza la historia?”, les preguntaba a los estudiantes americanos, y me respondían a coro: “1776”. La fundación de la nación americana es el inicio de la historia para los americanos. Nosotros no, sabemos que hubo Moctezuma, que hubo Quetzalcóatl, tenemos que irnos muy lejos. En cambio el americano vive con una historia muy reciente. De ahí la incapacidad que muchas veces tienen para entender al resto del mundo, que vive con historias mucho más antiguas y con raíces mucho más profundas que ellos.
Latitudes, Lozanía, Limpieza
Yo viví en muchas latitudes debido a la función diplomática de mi padre. Me crié en Río de Janeiro, en Montevideo, en Washington, en Santiago de Chile, en Buenos Aires. Vine a dar a México a los 15 años, aunque venía en los veranos a pasarlos con mis abuelas y a ellas les debo muchas cosas de México, de saber lo que era México.
Pero yo me recuerdo de niño haciendo unos viajes absolutamente dignos de Julio Verne, porque no había aviones todavía, había muy pocos aviones. Entonces, tú salías de Nueva York por el Canal de Panamá al Pacífico, ibas a Valparaíso para poder llegar a Santiago de Chile, luego cruzabas en tren, y luego en automóvil porque no había un ferrocarril completo, de Santiago de Chile a Buenos Aires.
Luego hice un viaje de latitudes durante la Segunda Guerra Mundial, de Buenos Aires a Miami. Era solo de día porque era época de guerra y no podías ver: podías ser agente nazi, agente del Eje y estar fotografiando instalaciones militares. Íbamos con las ventanas cerradas y nada más aterrizábamos a las cinco de la tarde y al día siguiente continuaba el viaje, de manera que tomaba cinco días llegar de Buenos Aires a Miami. Vaya latitud.
Oriundo, Opacidad, Oropel
¿De dónde venimos, de dónde somos oriundos? Todos somos migrantes, no hay una sola persona que no venga de otra parte. Cuando yo encuentro este rechazo al inmigrante, cosa que se siente en este momento en Europa o en Estados Unidos —en Europa respecto al inmigrante del norte de África o del África negra y en Estados Unidos respecto al inmigrante mexicano o de la América Central. Pero, ¿en qué están pensando? ¿No se dan cuenta de que ellos llegaron de otra parte? Los peregrinos puritanos que desembarcaron en Plymouth Rock en 1621: ¿tenían pasaportes, tenían cédulas de trabajo, tarjetas de identidad? No tenían nada, llegaron y ocuparon un país, expulsaron y mataron a sus habitantes. No hay posibilidad de establecer que hay razas puras, naciones puras, todos somos mestizos, todos somos migrantes.
Stendhal, Situaciones, Sosiego
Mucha gente cree que la experiencia es indispensable para escribir y hasta cierto punto es cierto, pero luego no es cierto, en el sentido de que la imaginación cobra derechos que tienen poco que ver con lo que uno ha vivido. Flaubert tenía un letrerito encima de la entrada de su oficina que decía: “Sé prudente, sosegado en tu vida para que puedas ser explosivo en tu literatura”. Es una buena regla porque hay gente que se gasta mucho en la vida y luego no tiene tiempo ni energía para escribir. Es un dictamen también norteamericano que hay que tener mucha experiencia, hay que trabajar en los ferrocarriles, hay que ser boxeador, hay que ser gángster para poder escribir sobre esos temas… No es cierto.
Farsa, Fortuna, Fútil
¿Cómo se cuentan las monedas de la fortuna? Es imposible decirlo porque cada persona tiene una contabilidad anímica, una contabilidad interior en la que dice: “Esto es lo que vale la pena, esto es mi fortuna”. Cuando yo era discípulo del maestro José Campillo Sáinz, en la Facultad de Derecho, un alumno aventajado, me dijo que si quería yo dirigir una oficina de la Organización Internacional del Trabajo en México. Le dije: “No, maestro, mi vocación no es ser abogado. Esto lo hago por mi cultura y porque mi papá me lo pidió, pero yo quiero ser escritor”. Entonces, Campillo dijo: “Muy bien”, y escogió para ese puesto a Miguel de la Madrid. Así que yo le fallé a ser presidente de México por esa decisión de irme con la dama literatura, que ha sido mi amante toda la vida.
Utilidad, Urbe, Utopía
Hay dos suertes de utopías, ambas son peligrosas. Una es la utopía del origen: esa es la edad de oro primigenia, original, que existe como nostalgia. Y hay otra edad de oro prometida en el futuro: si siguen estas reglas políticas, si siguen este camino político, vamos a llegar a la felicidad finalmente, a la nueva edad de oro. Esa es más peligrosa que la primera edad de oro porque te obliga a someterte a una ideología estrecha, exigente y que acaba por traicionarse a sí misma.
Estado, Eclecticismo, Energía
Yo doy gracias, en la vida que llevo vivida, de haber tenido siempre mucha energía. Mucha energía para escribir, para amar, para viajar, para enojarme, para estar alegre. Creo que ha sido una característica mía, excesiva a veces. Cuando me ha faltado me entristezco mucho, dependo mucho de la energía.
Nada, Nombres, Nunca
Nombrar personajes es una de las exigencias más grandes que tiene un escritor, un novelista, un autor de teatro. Los nombres acaban asociándose a las cualidades de sus personajes o las cualidades de los personajes a los personajes que son. Es un gran misterio, es muy difícil ir al libro de teléfonos y escoger al azar un nombre. Tienen que ser nombres que nacen de tu imaginación, de la resonancia: Gregorio Samsa. Cuando piensas en Gregorio Samsa inmediatamente piensas en un hombre que se convirtió en escarabajo, un día amaneció convertido en escarabajo y sin embargo se quedó pensando y sintiendo como hombre, qué cosa terrible, ¿no?
Timidez, Tortilla, Talmud
A mí me duele mucho vivir fuera de México porque me falta el olor de la tortilla. Yo necesito saber que hay manos haciendo esto [palmea las manos imitando el movimiento para hacer una tortilla] y dándome ese maravilloso olor que es irrepetible, no lo encuentras en otra parte del mundo, una tortilla enlatada pues no es una tortilla, tiene que ser fresquecita, recién hecha, salidita del horno. Y bueno, eso es una de las muchas cosas que me da México. Yo vivo fuera de México parte del año para poder escribir. Aquí es muy difícil escribir por muchos motivos, pero a veces tengo una nostalgia que me obliga a regresar y me guían las narices, vengo por el olor de la tortilla, me guía de regreso a México. Ese olor cruza a veces el Atlántico y me convoca de regreso a México.
Estado, Eclecticismo, Energía
Sé que la energía la heredo, en gran medida, por una parte de mis abuelos —muchos son inmigrantes de Alemania, de España, otros son indios yaquis de Sonora— y, además, de mi educación en los Estados Unidos de América. Una cosa que te enseñan los Estados Unidos es la energía. Ellos tienen muchos defectos, pero tienen una gran virtud que es la energía. Para bien y para mal, pero es un país sumamente enérgico y, como me crié ahí, sentí que era la obligación de un mexicano demostrarles que yo era más enérgico que ellos.
Stendhal, Situaciones, Sosiego
Stendhal es un hombre que tuvo una experiencia limitada. ¿Cómo imaginó Stendhal la batalla de Waterloo? La imaginó literariamente, a través de Fabrizio del Dongo, que se pierde en una batalla que no entiende, no sabe de dónde vienen los tiros ni qué tiene que hacer ni para dónde correr. Pero es puramente la imaginación de Waterloo, no un plano de batalla —aquí están las tropas de Napoleón, aquí están las tropas de Wellington y hubo una batalla, no, es la confusión total de la guerra, es lo que nos entrega la verdadera experiencia literaria que nos demuestra Stendhal en La cartuja de Parma.
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