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Los primeros reflexiones que hacemos sobre nuestra propia lengua tienen que ver casi siempre con las palabras, sobre ellas emitimos juicios y damos explicaciones. Decimos que una palabra significa esto, que tal otra es una palabra grosera, que “usted” se usa para dirigirse a personas mayores para mostrarles respeto. Siendo aquello de lo que estamos más concientes, resulta tentador pensar por ejemplo que una lengua es un compendio de palabras.
Sin embargo, lo primero que percibimos sobre una lengua distinta que no entendemos es su sonoridad. Un discurso o una conversación en una lengua ajena se erige ante nosotros como una masa sonora en la que no hay silencio que indique en dónde termina una palabra y en dónde comienza otra. En cuanto las palabras comienzan a tomar sentido, la masa sonora se vuelve lengua, se vuelvo una cadena que comunica.
El hecho de que la capacidad reflexiva impacte sobre las palabras hace que sea siempre contra ellas que se emprendan campañas puristas. Es común escuchar a la gente quejarse de todos los préstamos del inglés que hay en español y en el caso del mixe es común escuchar lamentos de todas las palabras en español que usamos al hablar esta lengua. Por el contrario, nunca he escuchado quejas sobre lo contaminada que está la sintaxis del español o lo bonito que son los mecanismos morfológicos del huave o lo triste que es que el inglés no tenga marcas de caso morfológicas. Aunque el léxico de las lenguas es muy importante, una lengua es mucho más que palabras, las lenguas están hechas de mecanismos, relaciones y estructuras de las cuáles no estamos concientes. José Saramago escribió “mi cerebro sabe de mí, yo no sé nada de él”. Casi lo mismo podríamos decir de nuestras lenguas maternas. Hablar una lengua no implica que automáticamente puedas saber cómo funciona.
Así que decir que alguien habla bien o mal su lengua materna es una apreciación muy subjetiva que normalmente se hace no sobre la lengua en sí misma sino sobre los prejuicios a los que asociamos el uso de una lengua. Si nadie debe ser discriminado por el color de su piel nadie debería serlo por la manera en la que habla, después de todo, todas las formas de hablar una lengua son tan complejas en sus mecanismos, estructuras y relaciones, el andamiaje oculto a la conciencia del hablante es el mismo para todos los hablantes de una lengua. Qué más da si usas “dijistes” o “dijiste”. Después de todo, lo que todos compartimos de una lengua va siempre más allá de las palabras.