Friday, 15 November 2024
Artículos relacionados
Ojalá seas un fonógrafo
Blog | Palimpsestos | Antonio Santiago Juárez | 23.08.2012 | 2 Comentarios

AntonioSantiago

En alguna enciclopedia juvenil ya antigua en mi niñez, leí del mecanismo usado para grabar un acetato: sobre una superficie moldeable se inscribe el sonido transformado en surcos de vibración mecánica (antes es necesario inventar un cuerno y una estilográfica sensible al ruido). Semanas fueron papel aluminio, cera y plastilina la materia sobre la que intenté transformar una vieja consola portátil, en grabador y reproductor de discos caseros. ¿Qué haces? Me preguntaba una y otra vez el estricto hermano de mi madre, mi tío aguafiestas. Este niño es un antisocial —asediaba día y noche—, y en lugar de convivir, lee.

Bueno, aquí me tienes reinventando el fonógrafo: el brazo con su aguja, desconectado y vuelto a conectar ahora a la salida de las bocinas de la radio, y giro el plato y al blando disco cubierto por la lámina aplico esta púa vibradora. ¿Pero por qué explicarte si crees que soy tan raro? Así que enmudecido, seguí desbaratando radio, bocinas, tocadiscos, porque eran míos. Ah, ya entendí qué quieres hacer. No vas a poder. Y efectivamente no pude y odié a mi tío por el fracaso y por algunas que otras ofensas a mi ensueño.

Era un niño extraño. Intenté inscribir, grabar, conservar la esencia de las flores en alcohol, coleccionar, moldear, pintar, retratar lo vivo y muerto. Escribí cuando a los nueve años me regalaron un cuaderno de hojas blancas y tapas plateadas. ¿Un diario? A veces, pero también un libro de cuentos. En el primero, paseando por la playa un par de amigos se encuentran sobre la arena un medallón antiguo, el auténtico de la ciudad perdida. Siglos antes lo llevaba al pecho el acuático gobernante, gema de colores verde y sepia que con fuerza los arrastra al mar permitiéndoles nadar sin ahogarse, mientras los guía a través de una docena de mini capítulos visionarios: se enfrentan con un cíclope de seis brazos, parlamentan con el unicornio canciller del viejo imperio y azulosos recorren el océano. Mi madre decretó: te estás dejando influenciar por los libros que lees. Tienes que ser tú mismo. Mi padre argumentó: todos necesitamos de modelos hasta lograr cantar con voz propia. ¿Quién de ellos tenía razón? Seguí escribiendo unos capítulos más: los dos amigos se aconsejan del sabio vidente, conocen al genio del mal, el camino es demasiado largo y sinuoso y uno de ellos cae dentro de una profunda gruta subterránea y con seguridad, me pareció, se había muerto. ¿Qué hacer sin él? Sin doble no pude continuar aquella historia y durante algunos años así me la llevé, abandonando una y otra vez proyectos imperfectos. No podía escribir. Algo me hacía falta y además estaba obsesionado por la muerte. Así, adelantaba intentos tales como “Breve historia de una piedra melancólica” o “Pequeña fábula del topo que desconocía la luz del sol”.

Siempre pensando en la muerte, porque la observé apoltronada en los brazos del niño junto al parque, lúcido de mortandad, ¿para qué escribir? ¿Viviré de más si escribo que te escribo? ¿Si el día de mañana me lees y dices: “que bonito escribió este hombre, muerto ya cuando lo hacía?”

La vida se nos va, en cada bocanada se halla menos a sus anchas y entre las uñas y el suspiro diariamente nos exhuma. Escribo y la vida se me escapa en tinta. ¿Y quieren hacerme creer que podré guiñarte un ojo desde el limbo de los libros? ¿El día de mañana, atrapado entre volúmenes de enciclopedia, podrás saber quién soy, arqueólogo extraterrestre? ¿Para qué? Ya estamos muertos. Y aunque pudiera escribir como quiero, ¿para qué? Inmortalidad, cuento de bobos.

¿No te das cuenta de que, más que contar una historia, lo que deseas es escribirte, no decir, sino ser? Estas palabras tintineaban en mis oídos rememorando a Narciso sermoneado por Goldmundo: ¿cómo vas a morir Narciso, si no aceptas la muerte?

¿De qué hablas?, le replicaba a mi analista desde el diván, ¿no soy yo el que estoy aquí contándote mis problemas? Además, ¿no busca todo ser humano decirse? Pero el psicoanálisis nunca se equivoca. Me había pasado lo que a muchos en estos tiempos de neurosis: por miedo a morirme había hecho al muerto y así la parca pasaría de largo al verme. Ya estoy muerto, muertito, remuerto. No estaba viviendo y lo que en verdad quería en esta vida, era vivirla; más allá de otras historias, registrar la mía propia. No les voy a decir lo que pasé para entenderlo pero un día descubrí que quien se había caído a las profundidades del océano no había sido mi doble, sino yo. Y que desde allí mi Yo genuino atrapado como un niño en una grieta, grabado entre el sonido de los surcos, esperaba la ocasión para saltar al barco. ¿Y quién había tomado mi lugar? Al parecer el hijo bueno de mis padres, a quien ahora era preciso ahogar. Y entonces desperté de mi ensueño de la muerte y observé viviendo al mar, nadar a los delfines y en el cielo cien mil guiños.

¿Se acuerdan ustedes de la epidemia de encefalitis letárgica que azotó al mundo al terminar la primera guerra mundial? El terror pasmó a diez millones de entre los cuales se enterró a la tercera parte (nunca se repitió, jamás se supo su causa, quizá haya sido el miedo). Pero más curioso fue el destino de los supervivientes: un dormir comatoso los tumbó diez, veinte, treinta años. Sólo algunos despertaron cinco décadas más tarde gracias a los experimentos de Oliver Sacks: una droga milagrosa trajo de vuelta a una mujer que si antes bailaba foxtrot, hoy languidecía en plena psicodelia (eran los años sesenta); un sexagenario no se reconoce al espejo, era un niño noches antes. La droga los mantuvo lúcidos unos cuantos días, armaron una fiesta, se divirtieron ciertas noches, y poco a poco, mientras la sustancia perdía efecto, aterrados caen en cuenta de que pronto continuarán de bellas durmientes de aquí a la eternidad. ¿No es ese el destino de todos nosotros, metáfora de la vida? ¿Un chispazo de consciencia y luego nada, al vacío?

Cuando desperté, temí sufrir lo mismo. Pero ¿no vale mil veces vivir el chispazo a fingirse muerto? Vivir, y ya en esas, escribir porque entonces no se escribe en busca de la vida eterna. Viviendo se descubre la pulpa de la pluma: se toma la palabra y se renueva en los océanos de uno mismo. Escribir para escuchar, para ser y también para aprender de quienes nos preceden en el uso de la escucha. Y resulta que ahora puedo conciliar las palabras de mi tío el estricto, que algo hubiera querido enseñarme, con las de mi madre, quien quería que yo fuera Yo mismo, y las de mi padre, que intuía como escritor de poesía que es, que toda escritura fuera de la tradición es un plagio. Pero sin duda la lección más importante fue la de Goldmundo: nadie vive si no acepta antes la muerte.

Aunque esperen un momento. ¿No es la nada demasiado eterna? ¿No está la idea de Dios detrás de la promesa y la ilusión de vida, de luz, del truco de sembrar un árbol y escribir un libro? Grabar, inscribir, registrar y esperar a que alguien pueda traducir mis garabatos y al final de los tiempos, mis ímpetus en carne. Si Dios aún no existe, ¿no podría llegar a ser creado a partir de la energía que hemos puesto en nuestro intento?

Si algún día te inventas, señor, a ti mismo, después de conocer y de maravillarte el mundo de estas criaturitas curiosas que te hemos descrito por siglos, luminosa y minuciosamente señor, ojalá tomes la forma de un lector y si ya en esas andamos, de un fonógrafo que toque suavemente, a las revoluciones exactas, ni más ni menos que a mi ritmo con tu pluma de escritor magnífico y eterno, los surcos que en mi pecho hacen de letras y sonido. A cambio de mi muerte señor, inventándote, te ruego tener piedad de mis registros.

2 Respuestas para “Ojalá seas un fonógrafo
  1. Antonio Santiago dice:

    Le agradezco mucho su comentario, Bartolomé, me hace estar muy feliz

  2. Bartolomé dice:

    El texto es maravilloso.

Dejar un comentario



El timbre de las campanas: Dos encuentros con la lengua de los otros
En el mixe de Ayutla, tääy significa “ser chistoso/ser gracioso/ser ocurrente” y en el mixe de Tlahuitoltepec significa “mentir”. Una sutil diferencia que en ciertos contextos me ha puesto en aprietos: “¿me estás mintiendo?” me preguntan y yo entiendo “¿estás siendo graciosa? ” a lo que, con entusiasmo, y con un guiño en el ojo, […]
Maxu’nk: Duérmase mi niño, duérmaseme ya Canciones de cuna en las lenguas del mundo
En algunas comunidades mixes se cree que los recién nacidos traen consigo un torta lingüística bajo el brazo: entienden una lengua universal que después se irá puliendo con las palabras de los adultos hasta sacar de ella un diamante prístino: el ayuujk. En sueños, algunas veces podemos recordar esa lengua universal con la que nacemos […]
México en el mundial: crónica de una mediocridad anunciada
Hace cuatro años, el director técnico de la selección mexicana, Javier Aguirre, ofreció una opinión honesta de las posibilidades de su equipo en la Copa Mundial de 2010:   “Se genera mucha expectativa respecto al equipo mexicano y luego hay voces que salen de tono, ¿Campeones? México es lo que es, fue 15 en Alemania, […]
Sexciudadanía
  Los vínculos entre sexualidad y ciudadanía son múltiples y vitales; entender su relación permite visualizar las problemáticas y soluciones del desarrollo humano y social con mayor nitidez desde una perspectiva integral. Existe una distancia entre la declaración de derechos y la posibilidad real de su observancia, exigencia y respeto, pues entre estas dos situaciones […]
El novelista: esa marmota indescifrable
Hace como dos años en la Feria del Libro Independiente que se organiza en el Museo de Arte Carrillo Gil, me encontré con una obra de la editorial alemana Bom dia, Boa tarde, Boa noite. Para ser honestos, lo más llamativo del stand era el vendedor. Me acerqué y me dijo algo así como que […]
Más leídos
Más comentados
Los grandes problemas actuales de México (152.766)
...

La economía mexicana del siglo xx: entre milagros y crisis (65.695)
...

Con toda la barba (47.637)
...

¿Por qué es un problema la lectura? (30.413)
Desarrollar el gusto por la lectura no es cuestión meramente de voluntad individual. El interés por los libros aparece sólo en ciertas circunstancias.

La distribución del ingreso en México (26.505)
...

Presunto culpable: ¿Por qué nuestro sistema de justicia condena inocentes de forma rutinaria?
Bas­tan­te han es­cri­to y di­cho ter­ce­ros so­bre Pre­sun­to cul­pa­ble....

Los grandes problemas actuales de México
Se dice que el país está sobrediagnosticado, pero en plenas campañas y ante...

I7P5N: la fórmula
Homenaje al ipn con motivo de su 75 aniversario, este ensayo es también una...

China – EUA. ¿Nuevo escenario bipolar?
No hace mucho que regresé de viaje del continente asiático, con el propósito...

La sofocracia y la política científica
Con el cambio de Gobierno, se han escuchado voces que proponen la creación...

1
Foro de Indicadores
Debates que concluyen antes de iniciarse
El proceso legislativo reciente y sus números

Eduardo Bohórquez y Javier Berain

Factofilia: Programas sociales y pobreza, ¿existe relación?
Eduardo Bohórquez y Paola Palacios

Migración de México a Estados Unidos, ¿un éxodo en reversa?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Donar no es deducir, donar es invertir. Las donaciones en el marco de la reforma fiscal
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Impuestos, gasto público y confianza, ¿una relación improbable?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Los titanes mundiales del petróleo y el gas
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La pobreza en perspectiva histórica ¿Veinte años no son nada?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La firme marcha de la desigualdad
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia. 2015: hacia una nueva agenda global de desarrollo
Roberto Castellanos y Eduardo Bohórquez

¿Qué medimos en la lucha contra el hambre?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Bicicletas, autos eléctricos y oficinas-hotel. El verdadero umbral del siglo XXI
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Parquímetros y franeleros: de cómo diez pesitos se convierten en tres mil millones de pesos
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Una radiografía de la desigualdad en México
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Más allá de la partícula divina
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: El acento está en las ciudades. Algunos resultados de la base de datos ECCA 2012
Suhayla Bazbaz y Eduardo Bohórquez