Con motivo de la muerte de Gore Vidal, han aparecido en nuestro medio varios artículos sobre él (uno de los mejores es de José Joaquín Blanco), pues fue un personaje indispensable en la historia de Estados Unidos del siglo XX.
Todos han mencionado su amplia producción de ensayos, reseñas, novelas, la no tan amplia de obras de teatro, guiones cinematográficos y prólogos. Apareció incontables veces en los medios, dando entrevistas sobre todo tipo de temas, pero con especial énfasis en lo político, lo religioso, lo cultural. Era provocador en sus opiniones y suscitó la animadversión de muchos de sus compatriotas, pues fue muy crítico del papel que ha jugado Estados Unidos en la escena internacional y que, según su opinión, explicaba en parte el terrible ataque de las Torres Gemelas en septiembre de 2001. En consecuencia, fustigó al gobierno de Bush, al que tachaba directamente de mentiroso, por haber inventado el cuento de las armas de destrucción masiva que usó como pretexto para invadir Iraq.
En YouTube, afortunadamente, es posible ver varias de las entrevistas que concedió. Entre estas, una relativamente reciente, que dio a la cadena Al-Jazeera. Su acento es de Nueva Inglaterra, claro como su prosa. Aún a su provecta edad, su vocabulario es rico y variado; conoce el peso de cada palabra, el efecto que puede causar cada una de ellas. Al final de esa entrevista, el periodista le pregunta cuál será su legado, a lo que Vidal responde siempre con humor y una media sonrisa: “Pese a las provocaciones, nunca asesiné a nadie”.
Intentó ser parte de la escena política en puestos de elección popular, pero no tuvo éxito. Cuando perdió, John Kennedy le comentó que era bueno que no hubiera llegado al capitolio, porque hubiera odiado ese trabajo. “Yo lo odié”, le dijo a Vidal, la cámara es un “nido de ratas”.
Se codeó con lo más interesante del mundo cultural, no solo de Estados Unidos sino en el ámbito internacional, pues pasó temporadas en Londres, así como estancias más largas en Roma y en Ravello, donde compró una casa.
Tiene dos libros de memorias, el primer volumen, Palimpsest: A Memoir, se publicó en 1995 y en español al año siguiente. Casi diez años después, en el 2006, publicó lo que puede considerarse como la segunda parte: Point to Point Navigation (traducida como Navegación a la vista, en la Biblioteca de bolsillo, 2009). La prosa en ambos casos es directa, fluye al parecer sin esfuerzo; es gozosa, admirable y divertida.
Los dos volúmenes están llenos de chismes, de anécdotas, todo escrito con una pluma altamente irónica y no pocas veces satírica y malévola. Alguien lo llegó a comparar, por ejemplo, con el célebre humorista inglés del siglo xviii, Alexander Pope —a quien, por cierto, podía citar desde muy joven. Alguien más dijo que era el heredero de Oscar Wilde en su manejo irónico del lenguaje para producir epigramas memorables y citables.
La segunda parte, Point to Point Navigation, es similar. Dado que escribió este texto cuando no pocos de sus amigos ya han muerto —entre ellos Howard Austen quien fue su pareja durante más de cincuenta años—, varios capítulos hablan de ellos, al grado que escribe, siempre con humor, que el texto se está volviendo una suerte de líneas entre un obituario y el siguiente. No le gustaba ni el término gay, ni el de homosexual; prefería homosexualista. La muerte ronda este libro, la de los demás y la proximidad de la propia —que parece aguardar con serenidad y buen humor.
Hay un capítulo dedicado a Howard, quien murió varios años antes que él, de cáncer. Aunque siempre mantiene una distancia, y nunca cae en lo sentimentaloide ni lo cursi —nada más ajeno a su personalidad—, es perceptible una alta dosis de cariño hacia el hombre que lo acompañó durante medio siglo. En este capítulo sigue explícitamente las enseñanzas de Montaigne, escritor a quien admiraba profundamente. Si bien ya desde niño Gore nunca tuvo una buena relación con su madre, la puntilla llegó cuando Nina atacó a Howard, pese a la buena disposición de este hacia ella. A partir de ese momento, Vidal no volvió a verla.
Entre los muertos menciona su amistad con Federico Fellini, a quien Vidal llamaba Fred, mientras que el italiano se refería a él como Gorino. El escritor apareció en alguna de las películas del célebre director, interpretándose a sí mismo.
Otro de los capítulos cuenta una anécdota terrible de la muerte de Pío xii, que le narró un amigo jesuita. Al parecer, el papa era partidario de ciertas prácticas médicas alternativas. Cuando murió, se le embalsamó de una manera no convencional. Durante las ceremonias luctuosas, escribe con humor cáustico Vidal, los que estaban cerca del cuerpo del cadáver del papa observaron cómo empezó a adquirir un alarmante color verde, para luego explotar, literalmente, explotar. Varios de los guardias suizos se desmayaron de la impresión —y supongo del olor, aunque Vidal no lo menciona explícitamente.
Entre los guiones de cine que escribió está el multimencionado de la película Ben-Hur, a la que añadió toques homosexualistas (para usar su término) de los que el macho Charlton Heston nunca se percató. Fue también autor de I Accuse! (1958), dirigida y actuada por José Ferrer, en el papel del capitán Dreyfus —una película que recuerdo con admiración. Al respecto, añade una nota chusca: durante el proceso de edición, Eddie Mannix le pidió a Ferrer que eliminara las referencias a los judíos.
Sus observaciones son agudas e inteligentes y a menudo jocosas. Menciona, al pasar, haber conocido a Jacqueline Susann, la famosa autora del best-seller Valley of the Dolls. Confiesa no haber leído nunca sus libros, si bien se topó con ella varias veces, “con sus grandes ojos oscuros, cuyas espesas pestañas parecían un par de tarántulas después del coito”.
El libro de memorias termina con una foto de Gore Vidal sentado en la terraza de su casa en Ravello. El último párrafo de su libro es también el de esta muy breve reseña sobre un personaje fuera de serie: “Pasé buena parte de treinta años en el balcón que da al mar Tirreno. Se cree que Ulises, las más de las veces fuera de curso, navegó… bueno, remó a través de la ruta escénica en su camino a Ítaca. Varias millas hacia el fondo están los templos de Paestum”. ~
——————————
ADRIANA SANDOVAL estudió literatura inglesa y tiene posgrados en la UNAM y en Cambridge, Inglaterra. Es profesora e investigadora del Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas. Es también traductora y ha escrito guiones para televisión. Su libro más reciente es Los novelistas sociales.