NACER EN MÉXICO
César Tejeda
Después de una desgracia ocurrida en 1990, México es aún más caótico y está aún más mutilado. El gobierno emprende una política de concursos nacionales para distraer a los habitantes de la vorágine. Uno de esos certámenes anima la historia de Cristóbal nonato: “El niño de sexo masculino que nazca precisamente a las 0:00 del día 12 de octubre de 1992 […] será proclamado Hijo Pródigo de la Patria”. Ante la oportunidad, Ángel Fagoaga (joven de 22 años), que había resuelto no hacer nada, plantar nada o decir nada que no durara cinco siglos, decide concebir a un niño que se convirtiera en el hijo pródigo de la patria y, de paso, solucionar sus problemas morales y económicos.
Carlos Fuentes procura rescatar la oralidad, a pesar de hacerlo en su antítesis escrita. El narrador neonato, desde el vientre de su madre y en un monólogo constante, se pregunta si vale la pena nacer en un país como México: lugar de hombres tristes y niños alegres.
Fuentes engendró a Cristóbal, y Cristóbal más que un personaje es la novela en sí. Novela estructurada en nueve partes coincidentes con el proceso incubatorio. Cristóbal nonato se impone al lector; es un carnaval escatológico. Aunque ha pasado inadvertida, el tiempo habrá de convertirla en una de las obras más importantes de la farsa mexicana. Es mi pronóstico.
CÉSAR TEJEDA ARGÜELLES es narrador. Ha sido colaborador en las revistas Playboy México, El Fanzine y Conexión GS1, y es coautor de Reflexiones desde abajo. Sobre la promoción cultural en México. Fue director de la revista Los suicidas.
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URBE DE TINTA
Fabiola Camacho Navarrete
Fernando Benítez no se equivocaba en estimar que a partir de la edición de La región más transparente, la novela mexicana dejaría de ser ninguneada. Personalmente agregaría su condición creadora de una tradición iniciática para el conocimiento de nuestra ciudad. A los 20 años, cursando la licenciatura de sociología, esta fue la obra que me determinó para involucrarme directamente con la ciudad desde el arte. La secuencia de imágenes sobre una urbe moderna en ciernes desdobla las voces y las historias de los diversos personajes, quienes inscriben sobre las calles la eterna duda que hace honor a las líneas de Reyes en “Palinodia del polvo”: la incertidumbre por una vida digna, savia corrompida, casi extinguida desde la decena trágica. La perfección del trazo con que Fuentes edificó la primera estructura crítica frente al monolito revolucionario fue el elemento que me hizo una lectora furtiva de su legado, distendido no solo en su obra sino también en la conformación de nuestra sociedad contemporánea. Seguramente en algún punto alto de esta ciudad que se disuelve al alba, Carlos se encuentra al lado de Ixca; ambos nos miran, se nos aparecen, nos siguen diciendo la verdad sobre la región donde hemos elegido vivir.
FABIOLA EUNICE CAMACHO NAVARRETE (Ciudad de México, 1984) es licenciada en Sociología por la FES-Acatlán y maestra en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Ha dado clases en el departamento de sociología de la UAM-Iztapalapa. Fue asistente editorial en la revista Generación y coordinadora editorial en la revista Código 06140. Escribe el blog La Valija de Eunice
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LA NOVELA FANTASMA
Erik Alonso
De un momento a otro empezamos a ver, intempestivamente, lo que antes parecía no existir. Cuando iba en la preparatoria, por ejemplo, descubrí en el estudio de la casa todos los libros ignorados durante mi infancia. A partir de eso comencé a leer con voracidad, con desesperación. Ahí encontré un ejemplar de Los años con Laura Díaz de Carlos Fuentes. Su título me sonó a radiografía personal. Corrijo. Su título era una radiografía personal de mis años de entonces. No pude leerla. Leí otras cosas de él, no esa novela de la que no se dijo nada en las notas necrológicas sobre su muerte. Es una novela que parece no existir. Una especie de libro fantasma. Me pasé la preparatoria viendo su portada, imaginándome una historia que no contaba: la mía. En ese libro invisible caben mis recuerdos, el ímpetu con que me sumergía en las cosas que me parecían nuevas, la vida que olvidé. Nunca más estaré con Laura Díaz. No importa. A lo mejor todos necesitamos de una novela fantasma, de un texto sin historia que nos permita imaginar las palabras y los recuerdos que no podemos decir. Los libros de Fuentes dejaron de interesarme –aunque cada año trato de leer, sin éxito, Terra nostra– pero siempre disfruté escucharlo, leer sus columnas, saber que existía mi novela fantasma. Aún creo que se veía, que siempre se verá, más joven que yo.
ERIK ALONSO (Ciudad de México, 1988) estudió Psicología en la UNAM. Fue becario de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la misma universidad (2009-2010).
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RECURSOS A ESCALA
Édgar Yépez
El libro de Carlos Fuentes que me interesa, en realidad, son dos anécdotas. Una nace de su entrevista con The Paris Review, realizada en 1981 en su casa de Princeton. En ella contesta que escribe en las mañanas; que primero tiene que escribir mentalmente el libro para después hacerlo sobre papel; que las páginas del día se escriben el día anterior durante una caminata triangular: yendo de la casa de Einstein en Mercer Street a la de Thomas Mann en Stockton Street, para acabar finalmente en la de Hermann Broch en Evelyn Place. Una lista de mecanismos que aceitaron su literatura. La otra: esa conciencia con la que le respondió a Martín Caparrós cuando este quiso saber qué sentía al escuchar todo el tiempo tantos elogios: “Me mato de risa, me muero de risa. […] Además recuerda que detrás de todo gran hombre entre comillas hay una gran mujer diciéndole ‘Che no sos tan grande, no te lo creas, no seas pendejo…’. Y yo por fortuna tengo esa mujer”. Yo no he escrito Terra nostra y nadie tendría por qué elogiarme. Sin embargo, tengo una mujer que me dice, luego de contarle las anécdotas, que igualmente soy más productivo en la mañana y que siempre hablo de lo que pienso escribir mientras caminamos. Son tus propias formas, dice, de aceitar tu productividad.
ÉDGAR YÉPEZ (Estado de México, 1982) es licenciado en Diseño Industrial por la UAM. Tradujo poemas de Russell Edson para la revista Letras Libres. Ha publicado ensayos en las revistas digitales Hermano Cerdo y Radiador.
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LA NOVELA COMO FILME
Pablo Mata Olay
Cuando descubrí en la literatura mi vocación, hice un trato secreto conmigo mismo: “Escribe como si estuvieras viendo una película”. De nadie aprendí mejor el secreto para lograrlo que de Carlos Fuentes en Gringo viejo. Y no me refiero a un lenguaje cinematográfico (zoom in, paneo, tilt shot). Hablo de una historia narrada a la perfección, con personajes cargados de símbolos, dentro de una relación que siempre llenó de preguntas a Fuentes: Estados Unidos y México, vistos desde la otredad.
Es posible que la obra más temprana de Fuentes eclipse un poco a Gringo viejo; a mi parecer, esto no le resta brillo propio. En tan solo 187 páginas se concentran los temas en los que el autor siempre escarbó: la muerte del padre, la Revolución mexicana, la redención.
Fuentes nos envuelve con música de fondo, nos narra flashbacks e introspecciones de los tres personajes principales y comete la osadía de escribir sobre nosotros desde el punto de vista gringo, a través de un añoso Ambrose Bierce. La película de cuatro años después casi se hace sola. Gringo viejo, prueba contundente de que, en la literatura, las herramientas son infinitas, es mi película, digo, mi novela favorita de Fuentes.
PABLO MATA OLAY (Ciudad de México, 1982) es escritor y periodista. Estudió Ciencias de la Comunicación en la UAM-Xochimilco. Al descubrir su vocación, ingresó al diplomado de escritores de la Sogem y a los talleres de cuento impartidos por Alberto Chimal y Mónica Brozon. Obtuvo la beca de jóvenes creadores del Fonca en 2010. Es autor de Llaves a otros mundos, obra que lo hizo acreedor del Premio Barco de Vapor.