Paul Fournel plantea que la escritura y el ciclismo son ejercicios solitarios y especulativos. “Permiten internarse fácilmente en uno mismo y, no obstante, dejan abierta la posibilidad de voltear hacia el mundo, contemplar su rostro vigoroso y cómplice. La bicicleta y la literatura son máquinas que nos reconcilian con la naturaleza”, afirmó en una entrevista con Carlos Chimal. El escritor francés expuso su pasión por la bicicleta en Besoin de vélo (Seuil, 2001), libro en el que esboza el paseo como un arte.
La fascinación de Fournel por los paseos en bicicleta me recuerda el encanto que el ciclismo ha ejercido sobre la imaginación de David Byrne. Desde principios de los años ochenta, el ex líder de Talking Heads ha usado la bicicleta como principal medio de transporte en Nueva York. Le ha dado una sensación de energía y libertad. “Tenía una vieja bicicleta de tres velocidades, una reliquia de mi infancia en las afueras de Baltimore, y para la ciudad de Nueva York no necesitas mucho más”, escribió Byrne en Diarios de bicicleta (Sexto Piso, 2011). Descubrió que moverse de un sitio a otro en bicicleta era sorprendentemente rápido y eficaz.
“Así que me quedé con la bicicleta, a pesar de su aura demodé y del peligro que entrañaba, ya que por entonces muy poca gente circulaba en bici por la ciudad. […] Me sentía bien deambulando por aquellas sucias calles llenas de baches”, narró Byrne, quien concibe las andanzas como una forma de meditación.
Lleva décadas tomando notas de giras y viajes en un diario. Las anotaciones originaron Diarios de bicicleta, articulación de reflexiones, sentimientos e ideas, muchas de las cuales se le ocurrían mientras viajaba, “a menudo en bicicleta”, por las calles de alguna urbe. Para Byrne, recorrer las ciudades en bicicleta “es como navegar por las vías neuronales colectivas de una especie de enorme mente global. Es realmente una excursión por el interior de la psique colectiva de un grupo compacto de gente”.
En Diarios de bicicleta constata su recorrido por las calles de diversas ciudades del orbe, como Berlín, Estambul, Buenos Aires, Manila, Sydney, Londres, San Francisco y Nueva York. Gran parte de lo que ha escrito puede ser entendido como “una forma de exploración introspectiva, usando la ciudad como espejo”.