Me tranquiliza saber que ahora las cosas están siendo distintas. Hace seis años no solamente se le dio un uso faccioso a la ley con el asunto del desafuero aprobado por zombis diputados a instrucciones de Fox y del PRI, sino que el lado oscuro del Consejo General del IFE (el de aquél entonces: Alejandra Latapí, Andrés Albo, Arturo Sánchez, Teresa González Luna y Rodrigo Morales, todos alineados a los intereses del panismo) se hizo de la vista gorda respecto de la ley, que era muy clara, y tomaron la peor decisión de todas —que ya es mucho decir; la que desde mi punto de vista más daño le hizo a la elección, volcando y echando por la borda el trabajo que el IFE ciudadano había realizado desde 1990.
¿Qué parte de la obligación que tenían los partidos de abstenerse de cualquier expresión que implicara diatriba, calumnia, infamia, injuria, difamación, o que denigrara a los ciudadanos, a las instituciones públicas o a otros partidos políticos y sus candidatos durante las campañas electorales y en la propaganda política utilizada durante las mismas, no les quedaba clara a esos Consejeros?
En aquél entonces me indignó —y lo sigue haciendo—, el argumento de ese lado oscuro “entendido en libertades”, que objetaba “el paternalismo con que se quería tratar al ciudadano”, y argumentaba que la autoridad electoral no podía ni debía ser censora de las buenas conciencias”…”la conducta que se somete a procedimiento no configura delito, y tampoco implica un rompimiento del orden público, pues los spots no ponen en riesgo la convivencia social”. ¿Y si la ley establecía otra cosa?
Nunca creí en el fraude a la antigüita ni en el cibernético, y los delirios sobre el algoritmo del PREP, parafraseando a José Woldenberg, si no hubieran movido a desconfianza habrían provocado risa. La película de Mandoki cundía de malos entendidos producto de la fiebre del momento –y del entendible desconocimiento electoral. Pero hoy puede leerse muy claramente el enojo público: los consejeros electorales habían sido parciales al pretender interpretar la ley (violentándola) cuando su papel era aplicarla. Y aunque el Tribunal Electoral les corrigió la plana, el daño estaba hecho. El IFE nos había fallado, y hoy resulta claro que si existió un fraude, el único posible estuvo allí, en ese momento en que el Consejo General permitió la guerra sucia continuando el argumento que Fox había iniciado con el desafuero.
Ahora las cosas son muy distintas, pero aún así la mayoría de la población no confía en la autoridad electoral. Desde mi particular punto de vista, en esta ocasión el IFE no lo ha hecho mal, y ha respondido adecuadamente las dudas sobre absurdos como Hildebrando, de las boletas repetidas, o acerca de los lápices “borrables” para marcarlas. Pero el 2006 nos ha enseñado a no dar cheque en blanco. Así, la sociedad y en particular sus jóvenes, está más vigilante que nunca y el domingo concurrirá a la elección mejor supervisada de nuestra historia. Esa ha sido la gran lección del 2006: no dejar el poder en manos de nadie sin pesos ni contrapesos, porque se ha hecho mal uso de él.
¿Aceptarán la derrota quienes no resulten victoriosos el próximo domingo? Espero no equivocarme, pero si el IFE se apega a la norma y cumple con su papel —conforme a sus atribuciones—, si los actores políticos y los intereses empresariales no actúan de la forma irresponsable en que lo hicieron antes, no debería existir razón para un problema como el de hace seis años. Y si esto ocurre así, ¿cómo evitar que los partidos vuelvan a secuestrar a la institución electoral como hicieron en 2006?
Si este proceso electoral sale como debe, el IFE estaría en condiciones de emprender una revisión histórica de lo que se hizo bien y mal rumbo a la elección presidencial previa. Una vez pasada esta elección y contando con nuevos poderes de la Unión, el acceso a las boletas de aquella otra tendría que ser abierto al público. La ciudadanía tiene derecho a saber lo que sucedió, pero sobre todo, la necesidad de comprender quiénes hicieron bien su trabajo y quiénes no, para evitar que el IFE llegue a desprestigiarse de nuevo. Mientras tanto, es importante para todos los actores involucrados en la elección, el saber que la ciudadanía los está vigilando.
Muchas gracias por sus comentarios Prudencio. Comparto totalmente con usted su punto de vista respecto a la democracia sujeta a los intereses privados.
ME PARECE ACERTADA LA OPINION SIN EMBARGO EN NUESTRO PAIS CAPITALISTA LA BALANZA SE INCLINA HACIA LOS INTERESES ECONOMICOS DE ALGUNOS GRUPOS EN EL PODER Y POR LO TANTO LA DEMOCRACIA ESTA SUJETA A ESE TENOR.
El eslabón más débil de lo electoral, como lo ha dicho Ciro Murayama, es el de la FEPADE y su función de persecución del delito de compra y coacción del voto. Me preocupan los videos que circulan en redes sobre las presuntas bodegas del SNTE con productos destinados a ayudar a un candidato.