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Poemas: Jorge Gutiérrez Reyna
Becarios De La Fundación Para Las Letras Mexicanas | Cultura | Este País | Jorge Gutiérrez Reyna | 01.04.2013 | 0 Comentarios

La edad de los árboles

 

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Al fondo del patio crece un árbol.

Mucho antes de que mi abuela

sembrara las primeras piedras de la casa,

ya en su cumbre maduraba el vuelo de los pájaros;

por sus laderas empinadas ya fluía

el lento río de los musgos;

y en sus faldas los faunos que pueblan

la espesura de los montes

celebraban ya nocturnos aquelarres.

Este árbol es tan antiguo como los rebaños

de tortugas que deshojan

los tréboles a su alrededor.

 

Sus ramas secas crepitaron en el fondo

del fuego circular de las fogatas

que otros niños antes de nosotros encendieron

para espantar el miedo a las lechuzas,

brujas mentidas,

ululando en la penumbra espeluznante.

Los dedos nudosos de sus raíces sujetan

los tesoros que mis mayores ocultaron

de la tropa revolucionaria y que en la oscuridad

reclaman ser desenterrados

con unos gritos azules de lumbre.

Al verlo mi abuela soñó con construir

una casa para los hijos de sus hijos sobre el reino

de secos maizales y serpientes

que en torno de su tronco se extendía.

 

Al fondo del patio crece un árbol.

Un día mi abuela, yo, esos rebaños

de tortugas nos tenderemos a sus pies

y en las cuencas de los cráneos y caparazones

germinará la semilla de las altas hierbas.

Pero las brujas seguirán acunando entre sus ramas,

el oro no se librará de la prisión de sus raíces,

volverán los faunos, viejos pobladores de los cerros,

y con las piedras de la casa en ruinas cercarán

el fuego de sus danzas en la noche de luciérnagas.

Se escuchará entonces solamente

el suave silbido entre las cañas de una flauta

y el árbol susurrando sus conjuros

en la lengua verde del follaje,

como un anciano que presidiera un antiguo ritual

con el rostro arrugado frente a la llama de la hoguera.

 

 

El nombre de los árboles

Conozco apenas el nombre de los árboles,

estos quietos pobladores del jardín,

coloquio florecido incomprensible.

Este que por mi ventana arroja,

parado de puntillas,

miradas verdes parece un fresno;

y ese meditabundo, el más callado

en la arboleda, debe ser un pino;

esa hoy enlutada, confundida

en el tumulto del follaje,

novia ayer de los abriles:

hacedora de paisajes, jacaranda;

a ti te conozco, buganvilia,

tus pulseras en llamas igual trepan

estas paredes que las de mi patio;

aquel penacho prehistórico,

pastura de animales que hoy son piedra,

es seguramente un plátano;

caballo de jade hundido,

las crines flotando sobre el lago:

quiero pensar que eres un sauce.

 

Pero pino, sauce, buganvilia,

plátano, fresno, jacaranda

apenas dicen lo que dicen.

En dos, tres sílabas no cabe

el árbol:

palabras murmuradas al oído

del viento, surtidor

de alas, casa de todos

los pájaros del mundo,

bastón de cíclopes,

raíz de primaveras,

pilar del firmamento,

lecho de la luz,

pálido profeta de la lluvia,

testigo persistente de los siglos

de los hombres y otras múltiples

edades de la tierra.

Esos y no otros,

esos y otros miles son tus nombres.  ~

 

Fotografía tomada de: flickr.com/photos/wwarby

___________

JORGE GUTIÉRREZ REYNA (Monterrey, Nuevo León, 1988) estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Actualmente es becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, generación 2012-2013, en el área de poesía.

 

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