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Crecer es una pérdida de tiempo*
Blog | Long Play | Rocío Franco López | 03.05.2013 | 1 Comentario

RocioLongPlay

Ya sé que es un cliché, pero ahora que está tan cerca el pasado día del niño no resistí la tentación de rememorar a uno de mis músicos favoritos.

Mis preferencias por él se deben no a que era un músico para niños, si no a detalles como la diversidad de géneros para la que compuso —de los que en particular me interesan los géneros mexicanos, como el son o la música ranchera—,  sus canciones o los temas de las mismas: personajes de la gran ciudad y objetos cotidianos, entre otros.

Si usted tiene poco más de treinta años conoce a Francisco Gabilondo Soler, mejor recordado como Cri-crí, el grillito cantor.

¿Y quién es este señor? El guasón del teclado (mote con el que comenzó su carrera radiofónica en la estación XYZ haciendo sketchs radiofónicos) nació en Orizaba en 1907, repudiaba la escuela (como todo espíritu libre), así que sólo estudió de manera formal hasta el sexto grado de la primaria. De manera informal nunca dejo de aprender ni de estudiar, pues era un ávido lector: le encantaban las matemáticas, la geografía y su gran pasión, la astronomía, incluso regaló un telescopio a la Sociedad Astronómica de México (dicha afición, declaraba él mismo, le venía de las lecturas de Julio Verne y Emilio Salgari, pues decía querer ser como alguno de esos grandes viajeros o piratas que protagonizaban dichas historias).

gabilondo-soler-1948

Fue nadador, boxeador, torero (práctica que abandono pues le molestaba matar a la bestia), e incluso linotipista. Alguna vez estuvo matriculado en el Conservatorio Nacional, pero tuvo que abandonarlo debido a su escasez de recursos económicos; así que al final, autodidacta como siempre (otro de los motivos de mi admiración) terminó aprendiendo a tocar en una pianola de unos baños públicos.

En la década de 1930, Gabilondo ya colaboraba en la radio, pero estaba decidido a ir por más, así que pidió una oportunidad a Emilio Azcárraga (el viejo), quien le hizo ver las pocas posibilidades que tenía ante compositores como Agustín Lara, así que le pidió poner letra infantil a la “Marcha de Zacatecas”.

CRI CRI-211x300

Rebelde como era, Gabilondo Soler decidió hacer algo totalmente distinto, así que el 15 de octubre de 1934 se presentó en la XEW, con su espacio radiofónico de 15 minutos de duración, con las primeras canciones de lo que sería una carrera musical inagotable: El chorrito, El batallón de plomo, Bombón I y El ropero. Comenzó en estos 15 minutos sin patrocinador ni publicidad, sin nombre, sin paga, con apenas un piano y su voz, y con el augurio de durar algunas semanas.

Sin embargo, el programa de “Cri-crí, el grillito cantor”, permaneció 27 años al aire (hasta el 30 de julio de 1961), y décadas y décadas más en la memoria colectiva mexicana. Bueno, hasta que murió en 1990, y dejó de aparecer en la televisión gracias a las disputas de sus herederos por su legado… económico, sobre todo.

Pero hablemos del Gabilondo músico y compositor. Hace tiempo en alguna entrevista, que ahora no encontré, leí que había declarado que se dedicó a la música infantil porque fue el único “género” en el que no tuvo limitantes, pues él quería componer todo tipo de ritmos, lejos de las canciones de amor:

Gabilondo Soler: Es difícil convencer a los editores, sólo quieren canciones de amor.
María Silva: ¿Y tú no puedes escribir canciones de amor?
Gabilondo Soler: Claro que puedo pero no quiero.

Soler compuso polkas, tangos, sones, jotas, fox-trot, jazz, danzones, sus canciones llegaron a ser algo así como 220, y hablaba de temas diversos, llenos de fantasía y de personajes que podían ser animales, como en la fábulas, o extraídos de la realidad citadina y cotidiana. Y ésta es la parte que más me gusta.

A la par de Chava Flores, Gabilondo Soler hizo crónica urbana, según esto desde la perspectiva infantil, aunque yo en particular no logró ver este tono; lo que sí logro distinguir es una crítica social fina, cruda, humorística; una crítica que sólo podría hacer alguien que tenía los ojos muy abiertos a lo que sucedía en su entorno. Estas canciones de Cri-crí (entre las que se hayan: El comal y la olla, El gato de barrio, El jicote aguamielero, El velador, y otras tantas que no alcanzo a mencionar) son postales de las décadas de 1930 a 1950, de una sociedad salpicada de prejuicios, sobre todo de clases y económicos, letras que hacen recordar a personajes que aún existen, como obreros, carteros, ropavejeros, salvajes profesores, señoras muy pipiris nice (o ladys de Polanco, según desde donde las mire), y señores elegantes de bombín y bastón.

Chonita es una de mis favoritas, una mujer (me atrevo a decir, empleada doméstica, lo que se infiere por el nombre y por los sonidos que aderezan la canción, como un jarro que se rompe para representar el corazón de Chonita) se enamora de un loro catrín, un loro que no le hace caso porque sabe que no están “a la altura”, que no son del mismo nivel (y entonces todo es comiquísimo, porque en realidad, Soler se mofa de un tipo engreído que es reducido a un vil perico). Además de esta burla, me encanta la alusión a la relación epistolar en la que jugaba un papel importantísimo “el correo mayor”.

 

 Chonita Audio MP3

Chonita tiene un cotorro
que es el tormento de su corazón.
Le dice: “vidita, mi cielo,
mi rorro, mi güero, mi dulce pasión”.

El loro jamás le hace caso
no le echa ni un lazo por castigador,
y Chonita dentro de un jarrito
recoge las lágrimas de su dolor.

“Desde que te divisé
con tu precioso pico
yo con locura pensé:
‘ese cotorro es mi tipo’, ah,
pero ni cuenta te das
de que te quiero tanto
huyes de mí, te entripas nomás
remedas mi triste llanto.

En el correo mayor
puse un certificado,
una misiva de amor
con el filito dorado,
y te comiste el papel
sin dejar ni una hoja
eres muy cruel, no quieres leer
las letras de mi congoja.

Creo que me voy a morir
porque no me haces caso,
el corazón que te di
ya lo quebraste en pedazos,
pero es inútil fingir
tu ingratitud me mata,
¡ándale dime, dime que sí
lorito dame la pata!

 

Querría hablar de muchas otras canciones, pero el espacio no me da para tanto; así que le recomendaré otra, La guacamaya, ésta en particular me gusta por la música. Es de las composiciones de Gabilondo en las que la música está tan bien lograda, hay un arpa que acompaña tan maravillosamente a la letra y al tema, que uno puede dejarse ir con el ave en cuestión hasta las sierras de la misma Huasteca mexicana.

La Guacamaya Audio MP3

Aunque Gabilondo Soler murió a los 83 años de edad, nunca envejeció, ya lo ve, eso de crecer le parecía una pérdida de tiempo. Usted es libre de escuchar a Cri-crí como quiera, yo incluso le inculcaría la misión de dejárselo escuchar a sus hijos (si es que aún no lo hace); sin embargo, me tomaré el atrevimiento de sugerirle al menos otras diez que son mis favoritas: Canción de las brujas, El chorrito, El teléfono, El ropavejero, El calendario, Ché araña, Chinescas, El baile de los muñecos, Chong Ki Fu y Rusiana. Si no tiene grabaciones de Cri-crí, puede escucharlas y leerlas en el siguiente enlace no oficial, que está disponible gracias a Gabriel Orozco,

Screen Shot 2013-05-03 at 12.37.34 PM

 

* El título viene de una declaración de Francisco Gabilondo Soler en una entrevista que le hizo Mary Silva, http://www.diariodecomitan.com.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=7642:entrevista-a-francisco-gabilondo-soler-cri-cri&catid=59:entrevista-por-mary-silva&Itemid=79

Una respuesta para “Crecer es una pérdida de tiempo*
  1. Eunice dice:

    Como siempre Rocio, nos llenas con poesia nuestros corazones infantiles. Muy buen artículo!!!

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