A veces (o casi siempre) uno en su sectarismo musical reniega de ciertos ritmos, estilos o músicos porque siente que lo popular es vulgar; sin embargo, estoy convencida de que en esos ritmos populares se esconden los mensajes más revolucionarios. Como ya he dicho en alguna ocasión (¿sí lo dije?), no se necesita un fusil ni andar haciendo bloqueos ni ser violentamente transgresor para revolucionar o mostrar la rebeldía que se lleva dentro.
Así es que como uno puede encontrar a los seres más rebeldes en las manifestaciones más alejadas de uno mismo. Así es como hoy recuerdo a Chico Ché.
¿Por qué Chico Ché me parece rebelde? (De una vez le advierto, que con 45 discos grabados, es probable que no alcancé a agotar todos los temas a los que Chico Ché cantó en vida.) Porque a través de sus canciones “inofensivas” y vaciladoras se burlaba de la realidad mexicana. Qué mejor muestra de ello que su banda se llamase La Crisis, en el momento justo en que ésta más apretaba al pueblo mexicano.
…que el dólar va para arriba, y el peso sigue bajando, / uy, qué miedo, mira cómo estoy temblando (bis) / la canasta va pa arriba mi peligro que bajando / uy, qué miedo, mira cómo estoy temblando…
¡Uy, qué miedo!
Porque a través de su imagen particularísima ensalzaba el sencillo y siempre festivo proletariado del país. Porque qué puede haber de más transgresor que cerrar una calle (como mucho se acostumbraba en la década de los setentas y de los ochentas, y ya muy escasamente en la actualidad) para armar el tibirí y que todo el barrio se dedique a la fiesta y el bailongo hasta el amanecer, claro, alterando el sagrado “orden público”.
Porque era un poeta de barrio, experimentaba con el lenguaje dotándolo de significados sicalípticos e irónicos (“Quén pompó”, “De quén con”, “No le hace, que le aunque”). Porque en la década de los setentas fue de los primeros músicos que implementó recursos electrónicos a sus composiciones, que abrevaban del funky y del soul.
Me llamo Próculo González Pícolo, / hijo de Píndaro González Arreguín. / Yo soy esdrújulo, pero sin brújula, / me gusta el cántico porque es mi porvenir. / Tengo una fémina, se llama Cándida, / pero es muy díscola para eso del amor. / Es de Jerécuaro, cerca de Pátzcuaro, / pero es muy gélida si le hablo con pasión…
El esdrújulo
Porque le componía rolas a la mota y se las “tronaba” con “la tira”: En una mata de mota, sí, mi hamaca yo la colgué / y como estaba grandota a su rama yo me trepé. / Me puse a cortar sus hojas, carrujo yo forjé, / y cuando llegó la tira junto con ellos me la troné…
La mata de mota
Porque se pronunciaba contra el ejército (“Que no me quiso el ejército”), contra las elecciones (“El partido por la mitad”), contra la crisis y contra todo lo que era (y sigue siendo) criticable en este país: …A mí sólo me encontraron una cruda realidad. / En la sangre un 99% de alcohol, y un 92% de colesterol, / como 1,520 piedras en cada riñón, y unos tres o cuatro litros de agua en cada pulmón…
Que no me quiso el ejército
Porque bautizó al tercero de sus hijos con el nombre de su moto, Harley Gabriel. Porque aunque tocaba tropical, vivió como una estrella de rock & roll: a su muerte, le surgieron al menos cinco hijos todos falsos pues nunca lograron demostrar su legitimidad, y al final, el más notable de ellos Chico Ché Jr. se suicidó.
Ya no hay Beatles, ya no hay Rolling Stones,… / pues ya tengo mi conjunto y de verdad, ése sí, es el mejor. / El que toca batería se parece a John Lennon, / hay que ver al Flaco Eugenio, cómo toca el saxofón… / El que toca la guitarra, ése sí que es el mejor, hay que oír a mi conjunto cómo toca el rock & roll…
Ya no hay Beatles
Porque se aventó un round “máscara vs. cabellera” con Rigo Tovar y su Costa Azul. Y porque incluso le cantó a “La mujer moderna” y al cigarro, ahora tan satanizado.
Pobrecito mi cigarro, un día te han de culpar, / cuando el corazón cansado me dejé de funcionar. / Y a lo largo de la vida, fumar, fumar y pensar, / sueños envueltos en humo, que son humo nada más… / Qué larga la madrugada, cuánto tarda en aclarar, / bien haya mi cigarrito, hermano en mi soledad…
Pobrecito mi cigarro
Y como es imposible terminar con el repertorio de Chico Ché, mejor expliquemos quién era. Francisco José Hernández Mandujano, Chico (porque era el más pequeño de sus tres hermanos) Ché (porque era el apócope que daban en su familia a José) nació en 1945 en Azcapotzalco, aunque muy pequeño se fue a vivir a Tabasco. De joven se dedicó a diversas labores, incluso trabajó de albañil. Y aunque estudió derecho, nunca lo ejerció y abandonó esta carrera para dedicarse a la música.
Su idea era ser rockero, y de hecho así comenzó en los sesentas, luego de irse de mojado a Estados unidos, en donde armó una banda llamada Los Venturosos, y otras con las que no tuvo demasiado éxito. Hasta que se encontró con los ritmos tropicales, en Los Klippers, que no le darían descanso durante los 45 LP’s que hizo durante sus 44 años de vida.
La imagen que lo caracterizó fue por completo azarosa: alguien le regaló un overol que se puso un día para ir a tocar; luego de ello, regresó a casa contándole a su mujer que al parecer a la gente le había gustado esa facha. La mujer le respondió que experimentará con ella y viese la respuesta del público, y como bien ha visto, su look de pantalón de peto y gafas de pasta jamás lo abandonó. Incursionó en cinco películas del cine de ficheras ficheras y actores albureros como Alfonso Zayas, Rafael Inclán, Eduardo de La Peña y otros: Despedida de soltero, Taquito de ojo, Huele a gas, Delincuente y Duro y parejo en la casita del pecado.
El 29 de marzo de 1989 un infarto lo golpeó y le dio muerte, y truncó así su carrera que ya comenzaba a tomar vuelos internacionales; le quedaron pendientes una gira por toda Europa y una grabación ¡con la mismísima Madonna! Sin embargo, el pueblo de Tabasco (y de México entero) lo recuerdan aún con gran simpatía. En aquel estado tropical, el Ciclón del Sureste (como se le apodaba) tiene incluso una estatua y una capilla en su memoria.
Y acaso aquello que más lo dote de rebeldía sea su infinito humor y la incansable alegría que ha dado a generaciones de mexicanos, tan necesitados antes y ahora, de alegría y jocosidad para pasar las terribles crisis de todo tipo que nos aquejan.
¡Hoy es viernes, así que súbale al volumen, y baile hasta desfallecer con Chico Che y por hoy, olvidémonos de La Crisis!
¿Por qué es un problema la lectura? (30.873)
Desarrollar el gusto por la lectura no es cuestión meramente de voluntad individual. El interés por los libros aparece sólo en ciertas circunstancias.