Como explica Elisa Ramírez en el libro La educación indígena en México, lo que nombramos como “educación indígena” siempre se ha referido a aquello que se considera que los indígenas debemos saber, aquello que se ha diseñado para educarnos; por el contrario “educación indígena” nunca se usa para referirse al sistema o enseñanza que hemos utilizado para educarnos a nosotros mismos a lo largo de la historia o a las propuestas actuales que en manera de educación surgen desde nuestras propias comunidades indígenas.
Esta unidireccionalidad en la educación se encuentra también muy relacionada con la enseñanza de las lenguas de México como segundas lenguas. Por un lado, se da por sentado que, por vivir en este país, los niños que tienen por lengua materna una lengua distinta del español aprenderán a hablar esta última de manera eficiente sin planeación alguna. Yo no conozco ningún profesor del sistema educativo indígena que tenga nociones sobre enseñanza del español como segunda lengua. Si existen deben ser realmente muy escasos. Casi todos los profesores mexicanos que han sido formados en la enseñanza de español como segunda lengua trabajan con extranjeros, mientras que son muy pocos los que trabajan con los mexicanos cuya lengua materna es una lengua indígena. Por ejemplo, existe un Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE) de la UNAM con diferentes sedes en México y en otros países, que cuenta con 90 años de experiencia en la enseñanza del español como segunda lengua. Sin lugar a dudas, el trabajo del CEPE es loable y definitivamente su labor es imprescindible para estrechar lazos entre culturas distintas, lo lamentable es que, por contraste, los espacios de formación para enseñar español a población hablante de lenguas otomangues o mixe-zoques, por decir, sean prácticamente inexistentes.
Por el otro lado, las personas que desean aprender una lengua indígena como segunda lengua no cuentan con profesores que hayan sido formados para enseñarlas. La mayoría de las personas que hablan mixe como segunda lengua, por poner un ejemplo, lo han aprendido por inmersión y son pocas personas las que pueden utilizar este método. Los espacios para aprender mazahua o chichimeco como segunda lengua son casi imposibles de hallar. La enseñanza de las lenguas indígenas como segundas lenguas, no solo aportaría nuevos horizontes a las reflexiones sobre la didáctica en la enseñanza de idiomas, también ayudaría a establecer mejores puentes de comprensión y colaboración entre las culturas que habitamos en el territorio nacional. Aprender las lenguas de los otros puede ser un acto de respeto y de solidaridad, expresa una primera voluntad para entendernos, literal y figuradamente. Por eso, es deseable exigir más espacios en donde esto sea posible.
A pesar de todo, esta situación no ha sido la misma con el paso del tiempo, mientras que en la época colonial, desde el siglo XVI, la Real y Pontificia Universidad de México instituyó las cátedras de náhuatl y otomí para enseñarlas como segundas lenguas, fue hasta hace muy poco que la actual UNAM incluyó la enseñanza del náhuatl dentro de los cursos que ofrece en su prestigiado Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras. Ojalá los espacios para aprender las lenguas de México se multipliquen cada vez más como ya está sucediendo y que los espacios para formar a los profesores sean también más numerosos. Sería sin lugar a dudas, un gran comienzo.
Dadas estas condiciones, sostengo que el ataque sistemático que el uso de las lenguas indígenas ha sufrido durante tanto tiempo no solo afecta a los que hablamos una de estas lenguas sino que también vulnera las oportunidades de todos los mexicanos: a todos se nos niegan los espacios para aprender y disfrutar de la diversidad lingüística de nuestro país, a los que no se nos enseña español como segunda lengua con métodos adecuados y a los que no tenemos espacios para aprender otro idioma que se habla en nuestro propio país. En este sentido, los reclamos al estado mexicano deberían ser formulados por todos. Una vez más, la diversidad lingüística no solo es del interés de los que hablamos una lengua indígena, es y debería ser preocupación de todos los habitantes del país. ¿Ustedes que no hablan una lengua indígena no se sienten también afectados? La indignación es una y debería ser la misma.
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Algunos espacios para aprender otras lenguas de México
Traductores indígenas de México: DF
Facebook/Traductores Indígenas de México
Website: http://www.traductoresindigenasdemexico.com.nu/
Centro Académico y Cultural San Pablo: Oaxaca
Cursos de lenguas
Aprender maya en Instituto para el desarrollo de la cultura maya: Yucatán
Clases de maya y cultura maya
El artículo me parece excelente y toca un punto sensible en la conformación curricular de la formación de profesores de español como segunda lengua. Ojalá que la UNAM y otras escuelas modifiquen su enseñanza en estas áreas. Respecto a la promoción de clases de lenguas indígenas, creo que es un objetivo para una segunda etapa en la reivindicación de la población indígena y de nuestra cultura. Quisiera primero que los indígenas fueran ciudadanos plenos con actividades productivas que les permitiera su desarrollo para involucrar a los mestizos en tratos que los obligaran a conocer estas lenguas. Me gustaría ver más a un comerciante aprendiendo náhuatl o zapoteco para negociar la compra de la cosecha que a la hija con conciencia social de un industrial aprendiendo maya en el centro cultural de moda.
Creo que en un proyecto diverso para conocer y difundir las culturas y lenguas indígenas, sería formar lingüistas que a manera de los cronistas oficiales se encargaran de aprender y estudiar las distintas lenguas para elaborar diccionarios y gramáticas, así como de formar archivos escritos y orales. Si en este momento se quisiera impartir clases de las distintas lenguas indígenas de México, no habría material lingüístico para la enseñanza porque muchas de estas lenguas no están formalmente estudiadas. Ojalá que se concibiera un gran plan nacional que integrara con justicia social a la población indígena y que como consecuencia se propagara su cultura en bien de nuestra conciencia como nación.