Brasil, dicen, está encendido por alguna suerte de llama. La de la injusticia, la inequidad, el hartazgo a la corrupción, el alza de precios, el engaño de los poderosos, la irresponsabilidad ambiental, etcétera. Una llama cargada por uno de cada diez pero prendida e ilusionada por otros siete.
La injusticia, la inequidad, el hartazgo a la corrupción, el alza de precios, el engaño de los poderosos, la irresponsabilidad ambiental, etcétera. Los males de todo país desarrollado o en vías de desarrollo. Los males del último siglo XX. Males que se asumen terribles pero, de ser otra época y segundo de la historia, hubiéramos visto con envidia.
“¿Sabes que aquellos viven hasta los ochenta, han logrado producir comida desde una fábrica de espacios mínimos y pueden cruzar el planeta en menos de un día? ¿Tienes idea de que se pueden comunicar desde cualquier punto hasta cualquier punto, y nadie se lo pregunta, y nadie se lo cuestiona, y puedes ver a la muchacha argentina desnuda en el minuto en el que se quita la ropa?”
“¿Sabes que ellos se quejan por la sencilla razón de que pueden quejarse? ¿Sabes que se quejan de un mundo que les ha dado la posibilidad de quejarse? ¿Sabes lo absurdo que es eso, que suena? ¿Sabes que ellos no se dan cuenta, ni se darán, del lujo que es quejarse por el medio ambiente?”
“¿Estarán mal? ¿Estaremos mal? ¿Por qué han llegado hasta esos puntos? ¿Por idiotas? ¿Habrán sido idiotas? ¿Nosotros estaremos bien? ¿Sabes que ellos ya llegaron a un punto en donde se debaten entre si se deben hacer afirmaciones así? ¿Sobre lo que está mal y lo que está bien? ¿Se darán cuenta del lujo que eso implica?”
Porque ellos, digamos que llevan por nombre “todos”, se han encontrado con paradojas y contradicciones que solo la naturaleza de lo paradójico y lo contradictorio puede brindarles: ¿por qué el mundo se queja de pronto, al unísono, por medio de un aparatejo que lleva a las redes sociales? ¿Es a razón de que en el mundo se vive peor o porque el mundo nos ha dado, más y más, la oportunidad de tener mejores espacios de vida?
La revolución es un fenómeno burgués, eso lo sabemos todos, pero poco se discute ahora que, quizá, Brasil y Egipto y Turquía y México y España y los Estados Unidos y Libia y Siria y el mundo suceden así por ser dinámicas propias de su bienestar. Porque los han alejado de la miseria más terrible y absoluta. Porque los que se paran a protestar son muchachos, en su mayoría, más o menos bien educados, con ingresos familiares que los han tentado a vivir mejor.
Y eso no está mal, pero a veces los desacomoda: un amigo querido argumentó que Brasil no podía hacer despilfarros de dinero así por asuntos del mundial. Que tenía que ser, al menos, ecológicamente responsable.
El muchacho en cuestión estudió en una escuela británica. Su entorno, aunque no propio de un millonario, fue siempre el de un burgués hecho y derecho. Ahora vive en Londres, lugar al que se fue después de terminar la universidad. Tuvo coche desde que recuerdo, aunque fuera prestado, y el celular a la mano. Desde su perspectiva, estructuralmente, el mundo parte y nace en contextos así.
Porque lo que exigía de Brasil habría que exigirlo, en realidad, a países que llevan en eso de la industrialización un par de siglos más que el gigante sudamericano. Países que ya hicieron el despilfarro ecológicamente irresponsable y pueden entonces enmendar el curso.
Ahí el asunto de muchos de nosotros, de donde no me excluyo: el joven burgués tercermundista no hace más que pedirle peras al olmo, porque fue criado en un oasis de olmos de entre puros perales. Pueden derribar un par de árboles, pero para cambiar la naturaleza verdadera de donde habitan se necesitan muchas, muchas más acciones.