Rituales: el acto sexual, el nacimiento, el recuerdo del nacimiento, la comida, la muerte. El primero parte del despojo de todo vestido y la lógica multitudinaria; el final de nuestras vidas, en cambio, está marcado por la reunión social y la organización de distintas producciones: la ceremonia, la locación y el vestido.
Twiggy revolucionó el mundo de la imagen personal con un ánimo también mortuorio; si los estudiosos de la psicología de masas han hallado un chivo expiatorio para encontrar el origen de nuestra obsesión por la delgadez, ésa es la modelo inglesa. El cuerpo desprovisto de vitalidad y de curvas es un cuerpo esquelético.
Casi todos nuestros antecedentes históricos apuntan a la preparación y vestimenta del cuerpo inerte. Las formas de los egipcios son bien conocidas hoy en día, pero también los antiguos griegos escenificaban un rito mortuorio muy parecido al del Occidente contemporáneo; una vez preparado el cadáver, era vestido para el velatorio público. Simplemente se dejaron de lado las telas de momificación y se convirtieron en elegantes ornamentos.
Poison es una de las fragancias más populares en el mundo de la moda. Veneno. La casa que la firma es Dior. La imagen seductora de un agente embriagante está íntimamente ligada al Romanticismo y la modernidad temprana, en donde erotismo y muerte fluyen también junto a los ríos de lo exótico, lo arriesgado, lo gitano.
Además de la apariencia del entonces occiso, los estilos necrófilos se adueñaron de aquellos más cercanos a él. La Inglaterra victoriana hizo de las viudas portadoras del negro, para que se convirtieran así en cuerpos invisibles para las almas en pena; la superstición hacia que el luto no fuera más que una suerte de green screen para el inframundo.
A la par, coincide la historia en que las representaciones de la muerte han diferido en poco con el pasar de los años. Un esqueleto desprovisto de toda carne o una parca escuálida y oscura son constantes en el imaginario occidental desde los años del medioevo. Las imágenes constantes en los diseños del heavy metal son observables en Durero, Van Eyck o cualquier retablo flamenco.
La simple pregunta de por qué es que estas ideas no han evolucionado en mucho al pasar los siglos es de mucha significancia, aunque no corresponda con los lineamientos del presente texto. Será en otro momento.
Quizá el rostro de muerte más popular en nuestros días sea el ícono mercadológico de Misfits, legendaria banda de punk de Nueva Jersey. La enorme cantidad de playeras con esta calaca inquieta y burlona es sin duda mayor ala venta de discos histórica de los autores de “Die, Die My Darling”.
Es difícil detectar los primeros usos de una simbología de la muerte en el universo de las apariencias. Si la moda no es más que un teatro sin diálogo, ahí está el célebre ser o no ser de Hamlet, con el asir de un cráneo al declamarse. También sucede una idealización de la muerte en muchas pautas musicales de la Edad Media inglesa, y todo el Romanticismo. El primer artista que hizo de la plástica un medio de glamour y estilo, hablamos de Andy Warhol, logró frivolizar lo antes considerado intocable y trascendente, en parte, por sus retratos de muerte. Como iconografía, también resuena la memoria de la piratería naval, toda siempre bien embelezada por sus diversos vestidos.
Se calcula que ocho millones de personas sufren de anorexia en los Estados Unidos. Bethaney Wallace es el nombre y apellido de la última víctima célebre del padecimiento, una modelo juvenil de apenas 19 años. Murió mientras dormía.