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Manual para zurdos (miscelánea) Diciembre 2013
Cultura | Este País | Manual Para Zurdos | Claudio Isaac | 01.12.2013 | 0 Comentarios

Y cuatrocientos años después…

Con el instinto adormecido, la sensibilidad mermada y las herramientas de la expresión personal herrumbrosas, los humanos de la era cibernética nos comunicamos tan precariamente que ahora lo común en un correo electrónico es acompañar alguna frase con un paréntesis que encierre la interjección “ja, ja, ja” para denotar que nuestra intención no es seria. Es como incorporar las risas enlatadas de la televisión a nuestra correspondencia privada. En el más leve de los casos, equivale a celebrar nuestra propia gracejada, lo cual también es bastante penoso. ¿Cómo es que, disponiendo del idioma con el que contaba un Lope de Vega (más lo que se haya enriquecido en cuatro siglos) no nos podamos dar a entender cabalmente con precisión y matices? Imagino tristemente una obra teatral de Lope en la que las indicaciones escénicas tuviesen que instruir al lector del ánimo humorístico:

NUÑO: Sancha, tente;

tente Sancha; que me matas,

me enfurias y me ensandeces… (ja, ja, ja)

 

Insospechada jactancia

Ya en otro lugar he consignado observaciones sobre el uso de la palabra pero en frases reveladoras de una mentalidad retardataria e hipócrita: “Son pobres pero honrados”, “Tu sobrino es moreno pero, ¡vieras qué listo!”, “La casa es humilde pero limpia”. Toda una veta de la inconsciencia oratoria donde lucen nuestras contradicciones y valores vetustos.

Aun equivocadas las ecuaciones, lo que pretenden postular es un ingrediente positivo que compensa algo negativo: “incumplido pero leal”, “desordenado pero genial”, “alocado pero en el fondo confiable”. Una variante se da en proverbios tradicionales como: “Lo cortés no quita lo valiente”. Un ejemplo de esta fórmula que me deja pasmado es la declaración del cantante Alejandro Fernández, conocido como El Potrillo, quien recientemente afirmó: “Lo vanidoso no quita lo macho”. Acaso la aseveración pudiera ser acertada pero pareciera que, obediente a un código de lo venial, quien la emite cree que habla de una virtud que no es afectada por un defecto leve y no se percata de que en realidad se está acreditando —al menos para la mentalidad que impera en el siglo XXI— la suma de dos deficiencias, y encima se jacta de ello.

 

Apuntes

Octavio Paz dejó planteada la convicción de que el lenguaje hablado está más cerca de la poesía que de la prosa y de ahí que sea más fácil ser poeta sin saberlo que prosista. Esto mismo siente Pilar Jiménez, autora del libro Jaime Sabines: Apuntes para una biografía, quien señala que el poeta Sabines hablaba con un tono y una dicción envolventes y asombrosamente cercanas a su poesía. La de la señora Jiménez es una valiosa labor: aunque es ella quien articula el texto y le da estructura y sentido último, permite que sea Sabines quien narre de principio a fin. La autora desaparece y se torna invisible. Por sensibilidad e inteligencia estratégica decide no obstruir el decir singular del bienamado poeta y el gesto de humildad le brinda al libro fluidez y eficacia. Desde luego, existe una labor de armado, de edición y colocación de los pasajes, pero ahí ha intervenido una intuición espléndida de la oralidad, de cuánto una transcripción admite giros coloquiales y reiteraciones y cuánto de procesamiento literario, todo en función de recrear con un pulso auténtico. Una verdadera tarea de zurcido invisible que resucita la voz de Sabines. A las revelaciones sorprendentes y pasajes de sinceridad entrañable se suma el valor testimonial de una buena cantidad de fotografías —muchas de ellas inéditas— del archivo de la familia.

Con vida propia

A menudo da la impresión de que ciertos íconos y ciertos símbolos cuentan con vida propia y brotan o renacen donde no se les espera, donde tienen menos pertinencia. Así, encontramos una esvástica en la salpicadera de una bicicleta desvencijada, la efigie de Frida Kahlo en todo lugar pero también en los billetes de quinientos pesos, la del Che Guevara tatuada en la espalda de una desnudista, o una bandera con la hoz y el martillo siendo ondeada por un grupo de manifestantes que defienden viejas prebendas que ninguna ética laboral admitiría. Un caso extremo se dio durante un periodo del pasado reciente cuando en el logotipo del Gobierno del estado de Morelos, surgiendo justo de la letra o del nombre heroico, aparecía el rostro de Emiliano Zapata. Me pregunto a qué estratega político y a qué diseñador embelesado disparatado se les pudo haber ocurrido tal palimpsesto que explotaba el glamour de la moda zapatista ignorando que si el país ha tenido próceres superlativos, uno de estatura formidable es José María Morelos. Claro, acostumbrados a los embustes y continuas falsificaciones de la solemne historia oficial, todos tendemos a sospechar de los méritos de nuestros libertadores y a Morelos también le toca ese trato.

 

No se olvida

Sin necesidad de dejar el escepticismo personal, cuando uno repasa lo que ocurría en el seno de las sociedades civilizadas en 1968 o 1973 y pondera lo que se ha avanzado en términos de libertades y garantías, colectivas e individuales, es inevitable que surja el beneplácito que acompaña al sentido de progreso verídico. Piénsese en el lugar que ocupan hoy las mujeres en el mundo laboral, la consideración que se le guarda a los niños y los adolescentes como entes particulares, la creciente comprensión de lo que es la diversidad sexual, el peso que se le concede a las opiniones de los jóvenes, los derechos legalmente establecidos para los minusválidos: todo ello da pauta de un cambio cualitativo efectuado en unas cuantas décadas y una toma de conciencia sin precedentes. Por eso me resulta difícil entender a fondo el espíritu que mueve las conmemoraciones del 2 de octubre en México o el 11 de septiembre en Chile, teñidas de protesta y beligerancia. Parecería que lo natural sería (otra vez, sin dejar un sano escepticismo) celebrar el margen de avance. Dos de octubre no se olvida, reza la consigna, pero una parte mayoritaria del contingente que lleva esas pancartas no vivió el suceso trágico ni padeció al régimen que lo generó, de modo que, ¿cómo pueden recordar aquello que no les tocó atestiguar, que no figura entre sus vivencias? ¿Cómo podrían, en base a qué, comparar el clima social de ahora con el opresivo de entonces? Por supuesto, persisten las desigualdades y la injusticia, pero no son las de aquella era. El tan mencionado escepticismo nos inclina a juzgar que contamos con pocos motivos de celebración, pero en todo rigor el avance de nuestras libertades sí es uno de ellos y soslayarlo, negar la evolución, es grosero para con la vida misma. Se entiende que no olvidar es la clave para no repetir errores, pero pasar por alto los aciertos hace difusas las metas a seguir, nos puede dejar perdidos a medio camino.

 

Lo humano y lo diabólico

Por más que procurara afanarse en la maldad, una inteligencia de las llamadas diabólicas se ajustaría —precisamente por tratarse de inteligencia— a ciertos patrones de lógica y orden. En cambio, la estupidez humana es impredecible: no sigue patrones fijos y se acerca más al caos, que —en oposición al orden— es lo más parecido a la índole de lo maligno. Por lo mismo se concluiría que lo verdaderamente temible y diabólico se encuentra en la estupidez, cuyo poder destructivo es infinito.

 

Frase del mes

“La hipocresía es el homenaje que el vicio le ofrece a la virtud”.

La Rochefoucauld

Animal ridens

Hace apenas unas semanas se cumplieron sesenta años de la aparición de Las aventuras de Augie March, la tercera novela de Saul Bellow, que a la fecha conserva los sorprendentes destellos de una inventiva proteica y una vertiginosa trama impulsada por personajes que escapan a los paradigmas de la narrativa norteamericana de su época. A la par destaca el equilibrio logrado entre la frescura de una jerga coloquial y un estilo literario brillante y directo. El protagonista es un pillo de buen corazón, cuya constante es desafiar toda fuerza que tienda a conformarlo. De este modo es repartidor de leche, de folletos, dependiente de una floristería, ladronzuelo, apostador, bañador de perros y gnomo acompañante de un Santa Claus de tienda departamental; pasa de involucrarse con una mujer a enamorarse de otra, sin hallar con quién ha de compartir su destino. Su perfil queda más definido por lo que rechaza: matrimonios ventajosos, trabajos bien remunerados, posición social ventajosa, todo con tal de no sentirse atado.

Tras haber escrito dos novelas breves de atmósfera grave, Bellow inaugura aquí su sello distintivo. Este libro marca la apertura a un registro tonal tragicómico, rico en texturas disímbolas (que van de la sátira a la introspección psicológica). El rasgo más claro de la obra es su tumultuosa vivacidad, la frescura que la conduce en primera persona, como si se tratase de la voz misma del animal ridens, un bípedo que ríe. Mientras que J.M. Coetzee señala que “desde Mark Twain nadie había expresado lo popular con tal vigor”, Philip Roth alaba “la inextinguible pasión por la enormidad de detalles deslumbrantes”. Si bien la obra anterior de Bellow llegó a ser considerada dostoyevskiana por su tesitura, esta extensa novela posee sin duda otro atributo del ruso: la concisión. Por más que la narración se prolongue hasta rebasar las setecientas páginas, en cada párrafo —como en El príncipe idiota o Los demonios— ocurren multitud de sucesos, internos y externos, mismos que podrían dar pie, por su lado, a otras novelas enteras. Augie pasa de los brazos de Anna a los de Hilda, de estos a los de Sophie, Thea y Stella. Sin embargo, creo que es en el episodio al lado de Mimi, que es tan solo su amiga, donde el protagonista luce con mayor fuerza su nobleza interior: por acompañarla a un consultorio de abortos clandestinos cancela sus posibilidades de casarse con una heredera.

(Debo esta tardía pero tonificante lectura a la guía del narrador y ensayista Geney Beltrán Félix: este es mi agradecimiento.)  ~

_______

Escritor, artista plástico y cineasta, CLAUDIO ISAAC (1957) es autor de Alma húmeda; Otro enero; Luis Buñuel: a mediodía; Cenizas de mi padre, y Regreso al sueño. Su novela más reciente se titula El tercer deseo (Juan Pablos Editor, 2012).

(1957) es autor de Alma húmeda; Otro enero; Luis Buñuel: a mediodía; Cenizas de mi padre, y Regreso al sueño. Su novela más reciente se titula El tercer deseo (Juan Pablos Editor, 2012).

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