Conozco una callejuela que a nadie le importa
a veces la atraviesan
sin darse cuenta sin exhalar un respiro de amistad
puertas traseras y muros ciegos
la vida y el sol escatimados
como si fuera la espalda
de un animal sin frente
Uno diría pudiste no existir
cuestión de milímetros en el mapa
un parpadeo en el compás del cartógrafo
una recta rigurosa
y paf!
De un lado Beaubourg (que no es gran cosa)
y sin embargo es Beaubourg
vientre de mil vidas
del otro Quincampoix
maltrecha pero con garbo
orgullosa de su nombre “soy piedra a quien le pese”
Pero la callecita
una hebra de ciudad casi hilacho
2.20 x 60 m
más que un secreto es un pasadizo
dejó de ser una intriga y se volvió casi nada
nadie se cita en ella ni se da cuenta si la mira
tampoco yo
que nunca busqué encontrarla
Su humildad es digna
como alguien que hereda
la estúpida ruina de los abuelos
la epopeya de la bancarrota
voceada escandalosamente
por papeletas sin valor
aquellos billetes vacíos
que son nuestra ley
y a la calle!
con los labios sellados
Los muros que la aprietan
la obligan a vivir a la sombra
sombra de invierno y sombra en el verano
sombra de polvo reseco y llagas de salitre
pero no se doblega
le basta con el sol de su nombre
todo un mediterráneo
rue de Venise ! ~
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Profesor de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, ALBERTO PAREDES (Pachuca, 1956) investigó la obra de Flaubert en la Universidad de Rouen. Además de colaborar periódicamente en la sección de cultura de Proceso, Paredes ha publicado dos libros de poesía, Derelictos (1992) y Cantapalabra (2005), y diversas obras de crítica literaria, entre ellas El arte de la queja (1995), sobre López Velarde.