Me han perseguido varios demonios: el del asma, el de la falla, el demonio de lo efímero —aunque ese no sea estrictamente de un solo día pero todo es pasajero. Y todavía es más efímero lo placentero, la frescura de las rosas, lo bello (Lo bello y lo triste, aludiendo a la bellísima novela del Nobel japonés Yasunari Kawabata), la puesta de sol, el beso recordado, la certeza de un logro, los hijos pequeños que crecen cada segundo, el cuerpo de la juventud. ¿Quizá la falla está en lo cambiante, en lo vivo? La evocación del té cuando es para curar parte de un recuerdo amargo, como la valeriana. Si considero que una falla es lo que pierde su resistencia, se rompe o deja de servir, que una persona no responda también es una falla. También cuando uno se decepciona de sí mismo al no lograr lo que esperaba, y tiene miedo a hacer el ridículo. A veces las fallas son mínimas y las vamos acumulando cotidianamente hasta que no es posible ignorarlas. Le atribuyo una falla a la valeriana puesto que ofrece lo contrario a lo amargo, una suerte de calma, de respiro para el asma.
La valeriana, una planta y raíz buena, que sabe y huele mal, me recuerda cuando, de niña, me la daban en infusión por alguna crisis asmática nocturna, después de ver que la pastilla de aminofilina no había cumplido su misión de despejar ese velo imaginario que bloqueaba mis bronquios. Se ponían entonces las esperanzas en el té de valeriana. Endulzado con miel de abeja dejaba escapar un olor repulsivo y no había más remedio, ante el imperativo de beberlo, que taparme la nariz y apresurarlo (tomarlo de un hilo, como me decía mi padre). Olía, el té de mis recuerdos amargos, a tubería con aguas putrefactas y sabía no tan feo, lo admito. Todo un esfuerzo y luego a esperar que cediera el asma aguda, lo cual no sucedía. Ahí su segunda falla, la peor, porque no importaría su amargura si cumpliera su propósito.
Leo los beneficios de la valeriana: para el sistema nervioso, tranquilizante, antiespasmódico, ¿el asma es un espasmo?, y busco la definición de asma: “enfermedad de los bronquios con accesos nocturnos e infebriles, respiración difícil y anhelante, tos y silbidos respiratorios”. Me gusta lo de “respiración anhelante”, la frase se escucha bella, un anhelo que falla. En mi caso no había tos, mi asma era silenciosa, los ataques de mi hermana menor, en cambio, se escuchaban por toda la casa en su tos eterna y escandalosa.
De niña imaginaba que el asma era como un demonio que invadía mi cuerpo para arruinar su funcionamiento, la primera falla de mi vida, ahora me percato. Y el demonio asmático y yo nos batíamos a duelo largas horas, noches frecuentes de jadeos profundos sin poder dormir, luz tenue, sentada en las piernas de mi madre en el comedor de una casa de dos recámaras, ambas luchando contra el sueño, mi cabeza recargada en su hombro tibio cubierto por un camisón.
Nos batimos a duelo durante los años de mi infancia y adolescencia, con visitas mensuales al médico del ISSSTE a la una de la tarde, por lo que mi madre me sacaba temprano de la primaria mientras mis compañeras me miraban con asombro y algo de envidia. Pasaron años de vacunas dos veces a la semana y una lista de delicias prohibidas: las fresas, el cacahuate, los chocolates. Las peores, las que me garantizaban un asma segura en la noche eran las fresas y, de todas formas —porque me gustaban tanto—, me decía a mí misma, parodiando al rey que lo dijo, “París bien vale una, fresa… no una misa”, y valía una noche de asma por deleitarme con su sabor.
El doctor decía que era un asma alérgica pero vecinas y familiares le atribuían una causa nerviosa. Y yo me preguntaba cómo se hereda la alergia al polvo. Mi padre y mi abuelo paterno tuvieron asma cuando jóvenes o ¿acaso se hereda también el ser aprensivo y nervioso? Yo me respondía: “No soy nerviosa”. Claro, mientras no hubiera falla en la respiración, ¿cómo no ponerse nervioso cuando no puedes jalar el aire completamente?
Con el paso del tiempo, en el inicio de mi veintena, logré desterrar al demonio. Las pocas veces que me llegó a visitar posteriormente, mis padres creían que yo permitía que se albergara en mí porque somatizaba mis preocupaciones. Siempre lo negué porque precisamente pasaba cuando iba de visita a casas donde había gatos, a los que no necesitaba tocar, ni siquiera saber que existían, para recibir su efecto nocivo.
Fue en la casa paterna donde el polvo de los libros en mi recámara acuñó mis primeros brotes de asma, y por eso los libros se mudaron a la sala. Me identificaba con los escritores asmáticos como Proust o Carpentier. Me sorprendía también que con todo y su asma hubiera andado en la selva de frío y humedad, haciendo esfuerzos físicos tremendos, mi admirado de entonces, el Che Guevara.
Alguna vez escribí un cuento sobre uno de mis recuerdos más lejanos de asma, en la casa de Cuetzalan de los Flores Hernández, cuando tenía cuatro años. A media noche mi madre me cargaba y mis tías ponían sus esperanzas en un té de valeriana, en ese bello pueblo húmedo y con una neblina tan densa que a veces no se alcanzan a ver los techos ni las cabezas de la gente, y adonde no regresé durante toda mi niñez y juventud porque la humedad excesiva invocaría de nuevo al demonio del asma. El cuento lo estuve buscando en estos días para que por fin se publicara pero los duendes me lo tienen escondido. ~
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NORMA GARIBAY (Ciudad de México, 1959) es amante de la palabra escrita, como lectora y a veces escribana. Desde niña escuchó poesía en voz alta y voló su imaginación con las narraciones de piratas, y también de las aventuras del alma. Desde 1988 ha hecho entrevistas por radio y publicado artículos y reseñas literarias. Guarda retratos escritos, diarios y cuentos para cuando pronta o lejanamente sea viejita.
Lo disfruté mucho; es tan exacto en su descripción del asma que casi sentí que me faltaba la respiración… excelente texto. Gracias a la revista, felicidades a Norma y abrazos. Adei
Norma, felicidades por la cantidad de Shares que has tenido de tu artículo en sólo 2 días, y gracias por invitarme a poner mis fotos.
Que dulce relato de una enfermedad tan amarga! Es lindo constatar que aun situaciones desagradables pueden traer recuerdos agradables. Impresionante como tocas tantos temas en tan corto relato, y clarito transmites tu agonia nocturna y la de tus padres, y sobre todo tu frustracion con el te de Valeriana. Gracias por compartir!
Me encanto el texto del asma y el te de valeriana. Sensible, emotivo, bien escrito.
Mariana García Olsina, @olsinamx, toma fotos con su iPhone y su cámara. Y experimenta con aplicaciones para subirlas a Instagram. Es comunicóloga y su amante es el cine. Ella confiesa que es escéptica y curiosa, realista y crítica, la disciplina es el faquir que lleva dentro pero le gusta reírse de sí misma.