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A Gerardo Guzmán Montoya
I
A los treinta años de edad y con varios de experiencia de trabajo en periódicos, Therese Frare decide regresar a la universidad para graduarse como periodista. La vida universitaria le devuelve algo de la energía creativa malversada en la rutina laboral diaria. Se le ocurre un singular proyecto fotoperiodístico: hará un registro de enfermos de sida y sus cuidadores. El año es 1990, una gruesa baba de prejuicio en torno a la enfermedad escuece al mundo. La ignorancia no da señales de disiparse, nombrarla genera rechazo, las sociedades confunden asepsia con discriminación. Derechos claudicados y dignidad colapsada es el corredor común por el que marchan las primeras generaciones de personas con sida.
Como era de esperarse, las puertas se cierran con doble llave para Therese y su cámara fotográfica, pero sigue insistiendo. En la Pater Noster House, un hospice1 para personas con sida en Columbus, Ohio, también le dicen no a las tomas fotográficas, pero la invitan a realizar trabajo voluntario en el lugar. Therese acepta, colaborando con ello, mansa e inconscientemente, con lo que el destino le tenía reservado.
Tiempo después, en el hospice deciden mostrar en televisión las actividades que realizan. Por suerte para Therese, la difusión mediática del trabajo de la Pater Noster House provoca que sus directivos reconsideren su posición. De ahí en adelante podrá tomar fotografías.
II
Therese Frare entabla dos amistades fundamentales en la Pater Noster House. La primera con el activista gay —y fundador de la Stafford Ohio Aids Foundation— David Kirby, quien había contraído el VIH en California y luchaba por todos los medios para crear conciencia de la situación que enfrentaban las personas con sida. La segunda con Peta (Patrick Church), un ser calado por las dualidades: era “native american” —sioux— y “blanco”, era cuidador y paciente, era hombre y era mujer.
Therese propone a David que se deje fotografiar en el hospice. Él, con sagaz conciencia de que esas imágenes se convertirían en parte de su lucha de los últimos años, acepta. Unas semanas más tarde, cuando la muerte de David es ya inminente, Therese y Peta irán a despedirse de él ahí donde decidió que quería morir: la casa de sus padres.
III
Es 5 de mayo de 1990, el día de la muerte de David Kirby. Therese espera afuera de la habitación donde morirá —a los treinta y dos años— mientras sus familiares y amigos cercanos le dicen adiós. Katy Kirby, madre de David, sale y le pide a Therese algo que cambiará radicalmente su vida: ¿querría fotografiar los últimos instantes de David y la despedida de sus seres queridos? Therese se coloca en un rincón del cuarto y dispara no más de diez veces. Uno de esos disparos registra el momento en que David muere y la conmoción familiar que suscita.
Así es como este “instante decisivo”—concepto creado por Henri Cartier-Bresson y dogma fundamental de su obra— se convierte en el centro de este relato.
IV
La fotografía de Therese Frare del instante en que David Kirby pierde la vida se publica en la revista Life en noviembre de 1990 y en 1991 gana un premio de la fundación World Press Photo. La publicación y la obtención del premio fueron en cierta medida inesperados para Therese, pero la historia no termina aquí. Oliviero Toscani —fotógrafo unánimemente reconocido en el mundo por crear las campañas publicitarias de la marca italiana de ropa United Colors of Benetton entre 1982 y 2000— se acerca a la familia Kirby dos años después del “instante decisivo” y hace una petición insólita: ¿le permitirían utilizar la foto para una de sus campañas? La intención era crear conciencia —a través de una abierta provocación diseminada con técnicas publicitarias— alrededor del problema económico, social y sanitario que el sida empezaba a generar en el mundo.
V
En 1992 empieza a circular en los mass media la imagen agónica de David Kirby, pero ahora a color y acompañada del logo de Benetton. Para que no quedara duda de que se trataba de un desafío mediático, Toscani apoda a la fotografía intervenida “La Piedad”. Revistas como Elle, Vogue y Marie Claire, y periódicos como el Sunday Times, llaman a un inmediato saboteo a Benetton. Los voceros del Vaticano se solazan en ademanes perfectamente calculados por Toscani. Incluso algunos grupos organizados de personas con sida rechazan expresamente la campaña. No obstante, hoy en día nadie duda de que se trató del primer gran ejercicio de concientización global sobre el sida y las devastadoras consecuencias que tiene sobre quienes la padecen y sus familias.
1Así llama el mundo anglosajón a los centros que brindan cuidados paliativos a enfermos terminales.
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RODOLFO OMAR MONTERO (Ciudad de México, 1978) es narrador y editor.