Afirmar algo sobre el mundo, con esa lógica irresponsable y polémica, parece aterrarnos; difícilmente se transgreden ya los límites de la corrección política y, cuando sucede, nunca así en un foro público o en un ámbito de discusión. Se mira con desdén a quien se ubica por la búsqueda de alguna suerte de evolución y progreso (la idea de lo “rizomático” nos ha encerrado en un impasse intelectual que terminará por convertirnos en limítrofes), de lucha jerárquica por la revolución de las formas y el pensamiento. Lo que es más, esto no resulta más que por el engaño: el “fin de la historia” no es más que una Historia acelerada, carente de atención, perdida en su propio mito, pero Historia a fin de cuentas – lo “posmoderno” no es más que el hijo confundido y desorientado de la Modernidad; así como Ortega y Gasset señalaba que en algún momento del camino olvidamos a los Griegos y comenzamos a moldearnos a partir de nuestra idea de los Griegos, muchos de los que se dicen “creativos” en mi generación se han obsesionado por la Modernidad sin aceptarla como eso: si lo hicieran, no serían lo suficientemente Modernos.
Esto resuena no solo en la inocuidad e intrascendencia de su obra, sino en el propio terreno de la discusión y la inteligencia antes descrita. No hay para la gente de mi generación una figura relativamente cercana que pueda fungir como digna de polémica o de referencia cultural. Y no es porque exista una brecha generacional evidente entre la clase “intelectual” y cualquier otra (léase: “es que las grandes mentes de nuestra generación no saben usar Twitter”), sino porque la clase intelectual se ha quedado muy chica ante las situaciones del mundo y esta generación la mía… también.
¿Entiende el poeta de la actualidad que existe lo político y tiene una historia y un sentido? ¿Puede el historiador entender la importancia de los espacios cibernéticos como espacios post-geográficos? ¿Existe algún ensayista en México que resalte la importancia de Vasconcelos y la pueda canalizar a esta estructura aparente de los post-histórico? Si es así, ¿por qué no aparecen en el ojo público? ¿No tiene ya valor este arquetipo, el del Hombre de Letras?
El miedo a la Modernidad, el miedo a la afirmación, el miedo al Conservadurismo y la vorágine de la información nos han convertido, intelectualmente, en aparatos mínimos con muchas luchas perdidas de antemano, infinitamente más conservadores, pre-modernos e infantiles de lo que creemos y nos hacemos creer.
Intelectualmente, se tiene ya que madurar. Que voltear al pasado y al presente y pensar, sin miedo, en el futuro; en una misma conversación, que leo ahora y que fue publicada hace más de treinta años, Octavio Paz habla con mucha confianza y soltura tanto de John Cage como de la Conquista, de la figura antropológica del juglar y de los parámetros religiosos en los que se mueve el capitalismo y el mundo.
Un muy, muy desprestigiado Octavio Paz, por los nuevos defensores de la indefinición.