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Procedencia y destino. La narrativa de Fernando del Paso
Cultura | Este País | Héctor Iván González | 01.08.2013 | 1 Comentario

Francisco Toledo, La madre de las tortugas, tinta y acuarela sobre papel, 24 x 34, 1983.

Francisco Toledo, La madre de las tortugas,
tinta y acuarela sobre papel,
24 x 34, 1983.

 

A pesar de ser uno de los mayores autores de nuestra literatura, Fernando del Paso (1935) no ha sido valorado siempre con la amplitud y la profundidad que merece. El autor de este ensayo nos acerca a la obra de este multifacético y magistral hombre de letras.

Fue en una cantina donde me orillaron a plantearme la escritura de este ensayo. Si hubiera sido en una tasca de Madrid diría que “me tiraron de la lengua” para escribirlo, pero no, fue en la Ciudad de México; sin embargo, siento que realmente “me tiraron de la lengua”, al punto de casi no poder resistir más. En medio de una plática de cantina, a la manera de las discusiones que se suscitan en Palinuro de México (1977), me vi en la necesidad —no por primera vez— de poner por escrito qué representa una obra como la de Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935) en nuestros días. Con tres novelas mayores y un divertimento: José Trigo (1966), Palinuro de México y Noticias del Imperio (1987), y posteriormente Linda 67: Historia de un crimen (1995) —y otras obras ensayísticas, históricas y poéticas que no abordaré—, este autor ha constituido un mural fenomenal por el que se puede conocer a México y su historia a fondo. Es coetáneo de una generación de escritores que aspiraban a emular las vanguardias europeas, la muerte de la trama a lo nouveau roman, la experimentación con temas que pusieran los pelos de punta a la burguesía europea o el uso de la memoria como un elemento que recreara las formas más avanzadas del roman (novela) o la nouvelle (noveleta) europeas. Estos autores privilegiaban el culteranismo más radical sin importar que hubiese una falta de comprensión por parte del lector promedio o que estas mismas ambiciones abrieran un abismo infranqueable para el lector avezado pero que repentinamente no era próximo a ese puñado de teorías. En medio de esos escritores —la célebre generación de Medio siglo— fue que Fernando del Paso practicó los primeros años de escritura, a la vez que era alumno y amigo de Juan Rulfo, un autor que ya había entregado sus dos obras ineludibles al público.

José Trigo

Fernando del Paso también se vio enfrascado en estas vanguardias —¿cómo no hacerlo?— y desde su primera novela, José Trigo, ambicionaba seguir en estas directrices intelectuales. Influido por las teorías y novelas del grupo que conformaban Marguerite Duras, Alain Robbe-Grillet, Nathalie Sarraute, Claude Simon y Michel Butor, Fernando del Paso introdujo en la estructura de su primera novela una concepción que trataba tanto la forma como el fondo; pues, aunque parezca verdad de Perogrullo, la forma o la técnica eran aspectos que no tenían una presencia tan sobresaliente como la que surgió en aquella época. De entrada, la constitución de los capítulos de José Trigo da la impresión de ser escalonada, tal como la pirámide de Nonoalco Tlatelolco, ya que la novela está estructurada en dos partes y en cada una de ellas se encuentra un capítulo que se corresponde con un capítulo espejo. Cito parte del índice:

uno ¿José Trigo?
dos Pero eso fue por las cabañuelas…
tres Como nada hay nuevo bajo el sol…
[…]
el puente (parte intermedia)
[…]
tres ¡Cuándo no! ¡Ya me lo imaginaba!
dos Amorosamente aturbonando las cosas más hermosas…
uno En espejos de agua, diáfanos…

De tal suerte que hay una cara de la pirámide que sube; un puente, como parte intermedia, y una cara que desciende. El tren que llegaba a la estación Tlatelolco es el punto de partida para presentar a un personaje que está compuesto por muchos con voz y nombre, como diría Schulberg: un rostro formado por la multitud. Es un hombre que pudo ser muchos hombres; a decir verdad, es un personaje que responde por mucho a las exigencias del nouveau roman, ya que aspira más a formar parte del lenguaje, de la experimentación, que de una historia lineal o una testimonial: dos de los enemigos de esta escuela francesa. Otro de los elementos de la narrativa con el que intenta romper el nouveau roman es la acción o la anécdota detallada. Podemos pensar en La modification (1957) de Michel Butor, donde el personaje hace un viaje a Italia con el objetivo de encontrarse con su amante para finalmente vivir con ella y poner final así a un idilio de mucho tiempo; sin embargo, a diferencia del personaje Pozdnishev de La sonata a Kreutzer (1889), de León Tolstói, quien entabla conversación y relata lo que ha hecho por sus celos, el personaje de Butor no habla con nadie, no emprende ninguna acción y se limita a meditar sobre su futuro. Como conclusión, se rehúsa a formalizar la relación pues sabe que habría una “modificación” que mataría la pasión. Así que, en absoluto silencio, regresa a París para continuar esa relación furtiva y excitante durante el tiempo que sea posible. Aquí podemos ver que Butor rompe con la peripecia y se niega a establecer una estructura de inicio-nudo-desenlace; más bien opta por un desenlace que no desenlace nada: un círculo perfecto, tal como sucede en José Trigo. No tomar esto en cuenta en gran parte de las novelas de Del Paso es sorprenderse porque el peral dé peras y el naranjo, naranjas. Tratar de que en José Trigo haya un héroe es absurdo como lo sería no notar ni justipreciar cada detalle de esta obra. La historia está compuesta por varios personajes; incluso hay una desviación de la historia central pues parte de la familia de Buenaventura se va a Colima a seguir la lucha cristera. Cabe señalar que la voz de la gente está muy bien dimensionada; todos y cada uno de los personajes pueden ser percibidos a la manera de un vocinglero o un tenor al pie del escenario. Las voces de las mujeres, de los ferrocarrileros, de los niños y del indio que ahí aparecen forman parte de uno de los pilares que sostienen la novela. Nos podría hacer pensar en un John Dos Passos (1896-1970), quien supo atrapar en Manhattan Transfer los ritmos, las cadencias y los tonos cuyas voces representaban muy bien el espíritu de la ciudad. También podríamos pensar en la influencia de Rulfo o —¿por qué no decirlo?— de Edgar Lee Masters (1868-1950) con su Antología de Spoon River, que cuenta la historia de una comunidad extinta.
Asimismo, ahí tiene lugar, por primera vez, la inventiva que después causará una fuerte impresión en los lectores de sus siguientes novelas, pues Del Paso crea una geografía repleta de nombres santos: Meseta de Cristo Rey, Acantilado de la Divina Providencia, Despeñadero de Jesús Nazareno, etcétera. Con cada uno de estos nombres, impuestos por el ejército cristero, se trataba de hacer una fortaleza para avasallar a los enemigos del Señor. Una vez más, la lectura simple y llana de esta obra sería un despropósito, pues el lenguaje tiene un papel protagónico. La influencia de estos detalles no caerá en tierra infértil, pero aún es prematuro abordar el tema.

Palinuro de México

El segundo proyecto de Del Paso constituye una apuesta más amplia; sus capítulos son mucho mayores, convoca de la misma manera el juego lingüístico, la historia de aventuras al puro estilo del siglo xix, la poesía en prosa donde las imágenes, los tropos, los monólogos interiores, los flujos de conciencia o la conciencia en flujo (stream of consciousness), los ejercicios de retórica tienen un lugar central. Sin embargo, en esta novela hay un nuevo aspecto, la introducción de elementos clásicos que en su libro anterior no había. Desde el título se sabe que aquí se adoptará algo que los académicos llaman “hipotexto”, un texto clásico que sirva como base a la concepción y a la estructura de la nueva obra; es como dibujar en un papel de china sobrepuesto en un dibujo previamente elegido. Como proyecto es igualmente arriesgado, y puede serlo aún más debido a que es una responsabilidad y un reto sugerirle al lector contemporáneo que eche un ojo a su libro al mismo tiempo que trae a cuento algunos pasajes de un texto clásico. Obras como La muerte de Virgilio (1958), de Hermann Broch; Ulises (1922), de James Joyce, o Doctor Faustus (1947), de Thomas Mann son ejemplos considerables de lo que estamos hablando.
De tal suerte que Del Paso introduce este ingrediente al mencionar a Palinuro, médico de la Eneida, de Virgilio, que es abandonado por la tripulación y que muere dejando una tumba sin sosiego. Los espectros de Dante y James Joyce también son convocados por Del Paso, pues en este libro se intenta dar lugar a algo que en José Trigo solo se vislumbró: la historia de amor de dos jóvenes. En el caso de su primera novela, Dulce Nombre y Guadalupe serán los amantes condenados al fracaso; en Palinuro de México, el personaje epónimo y su prima Estefanía. Sin embargo, en Palinuro… los personajes correrán mejor suerte durante un largo trecho del libro, habrán de compartir las duras y las maduras, se enredarán en situaciones eróticas y hasta un tanto obscenas que hacen pensar irremediablemente en el humor de Joyce y su capacidad de picardía, tan escandalosa para conciencias como las de Paul Claudel o Virginia Woolf. También las cantinas, la vida en aquella extinta Ciudad de México y en la Facultad de Medicina y el lenguaje tabernario tendrán un papel en la historia. Sin embargo, dicho lenguaje no es de puro aparador, como ocurre de pronto en páginas de Carlos Fuentes, sino que realmente llega a transgredir lo que podríamos llamar un registro elevado, soportable para la gente bien; hay un fragmento donde un personaje alburea a una prostituta espetándole esta joya de albañal: “Yo sí le almidono los oxiuros”. Espero que nadie se sobresalte ni aviente este ensayo por la ventana; tan solo fue una muestra del respeto que Del Paso tenía por la precisión de retratar la ciudad y sus cantinas o pulquerías.
En Palinuro de México hay una secuencia —como la hay en Ulises—; sin embargo, existe también la posibilidad de leer todos los capítulos en un orden diferente —como en Ulises—, casi como si fueran noveletas independientes. El lector sentirá que a cada página la fuerte personalidad del narrador se va imponiendo. La historia de la medicina, el mundo de las agencias de publicidad, la historia cotidiana, los personajes históricos o literarios y la enumeración de distintos elementos se van acumulando como cuando se lee a un enciclopedista, a un estudioso infatigable, a un investigador de todos y cada uno de los elementos de la vida. Por otra parte, esta novela tiende hacia una realidad mexicana muy distinta de aquella que algunos novelistas querían ver, donde el pasado prehispánico estaría muy vigente. En la obra de Del Paso este mito no es difundido; es un hecho que la vida del hombre del siglo xx en México tiene una relación con ese pasado, pero no es tan preponderante como creen los turistas. Su situación es la del hombre que se enfrenta a una cultura capitalista, individualista, que puede pasar días, meses o años sin caer en el arrobamiento de pensarse proveniente de un imperio caído. Es una realidad que, para el mundo que quiere representar Del Paso, la modernidad guarda tantas experiencias, tantas situaciones que influyen en su devenir, que está mucho más próximo a las problemáticas del año de 1968 en las distintas ciudades donde hubo protestas estudiantiles que buscaban la democracia. Esa era la realidad digna de ser novelada, más que la de una conquista mitológica. Por lo tanto, Palinuro… da una visión más objetiva de lo que era México como población que como idea o como acervo de mitos.
A su vez, el lenguaje se va conformando de distintas maneras, las frases son cada vez más complejas, pero no abstrusas o difusas; se trata de una obra donde el español está expuesto a una gran plasticidad, como en muy pocas novelas del siglo xx. No necesita recurrir a estructuras de otros idiomas a la manera de un pastiche que lo único que logra es ensombrecer al español, una lengua que tiende a la especificación e incluso a la redundancia por su afán de claridad. Sus descripciones no son una retahíla o enumeración caótica sin ton ni son, al contrario, el lector se sentirá fascinado con la cantidad de recursos lingüísticos con los que cuenta Del Paso para plasmar un mural; algo similar podríamos ver en Canto general (1950) de Pablo Neruda. Ya es un novelista maduro, pero sobre todo se muestra como uno de los mejores prosistas que hayan nacido en México. Para quienes el verso es el arte mayor del lenguaje, la prosa de Del Paso proporciona una experiencia inigualable ya que parece no perder por ningún momento la veta poética, un fuelle de donde sale una cantidad infatigable de metáforas, símiles e imágenes. No exagero al decir que Del Paso logra una suerte de experiencia aparte con la prosa. No se trata de llenar páginas para después jactarse de haber hecho un libro con grosores descomunales, pues la hondura de su prosa, la estructuración de las descripciones, las anécdotas y las escenificaciones lindan con lo más ambicioso de un José Lezama Lima, un Pérez Galdós o un Alfonso Reyes. A veces se nos olvida que la importancia de autores consagrados como García Márquez o Cortázar depende mucho de su estilo; pues el de Del Paso es uno de los más sólidos de la lengua y está entre ellos. Los hallazgos que Del Paso consigue en el lenguaje, en México, solo se podrán presenciar en dos autores, uno contemporáneo suyo, José de la Colina (1934), y otro más joven, Daniel Sada (1953-2011). En ellos hay una tensión, una expresividad y una capacidad de decir mucho con muy poco, al grado de que su lectura se podría considerar un punto de referencia. No sobra recomendar la lectura de unas páginas de estos autores, como lo sugería Rulfo en alguna ocasión, antes de emprender el trabajo de escribir cualquier texto, a la manera de calentar el brazo, como diría un beisbolista.

Noticias del Imperio

En sentido estricto, Noticias del Imperio es la consecución de uno de los proyectos más ambiciosos que haya tenido la literatura hispánica. Por medio de una estructura que alterna los monólogos de Carlota de Habsburgo con fragmentos imaginativos que fingen ser históricos, la novela se erige como una catedral narrativa sólida y compacta. Retomando un aliento poético de gran vigor, Fernando del Paso da voz a Carlota, a Louis Bonaparte, a Maximiliano, a Juárez, a un hombre de letras de la época, al jardinero José Sedano y a una multitud que se aglomera en las páginas de esta obra y constituye, sobre todo, un coro de los hechos de aquella terrible intervención que sufrió México. Su aportación es tan destacable en el ámbito literario como lo es en el histórico, en lo lingüístico y en lo imaginativo; su capacidad de investigación solo es comparable con la entereza que se necesita para concluir un trabajo que le tomó diez años. A pesar de estar involucrado en un ambiente literario, como antes hemos dicho, que descartaba cualquier tinte nacionalista y se negaba a ver que en todo, hasta en el nacionalismo, se pueden encontrar matices, Del Paso supo evadir el engaño de querer ser un cronista objetivo de una intervención nada justa y absolutamente contraria a los intereses de los mexicanos; así queda constancia en cada página de esta obra que aporta la mayor documentación acerca de los argumentos falaces de la alianza conservadora que, arguyendo deudas de México con sus capitalistas, intentó violar la soberanía de nuestro país. Pero no es para espantarse, que Noticias… no es un libelo que pueda asustar a los nostálgicos de lo que pudo ser la victoria de aquella invasión, sino que es un trabajo hecho a conciencia, pero una conciencia lúdica, poética y sobre todo de una imaginación inusitada. Con guiños a las novelas mayores del siglo xix, el narrador despliega un caudal de recursos avasalladores, como la dramatización, la descripción geográfica, la reminiscencia erudita y la prosa de altos vuelos. En esta ocasión, más cercana a las novelas de Hugo o Dumas que a las de Joyce, a pesar de que el monólogo es de cuño joyciano o proustiano, la profundidad de la prosa suscita evocaciones de las páginas más sólidas y mejor terminadas del romanticismo francés; la presencia de la aventura, la representación de la maldad despiadada o la exhibición de lo peor de la Europa racista-imperialista tiene lugar en estas páginas. No se puede soslayar la crítica que Dumas emprendía hacia Europa por medrar con la esclavitud, ni se puede eludir la narración que Hugo elabora de la batalla de Waterloo, donde se lee su inmejorable frase: “Perdió el malo, pero ganó el peor”. Con una investigación y un proceso de escritura producto de una década, no puede sorprender que Noticias… sea una obra tan valiosa para los europeos, quienes la recibieron con sumo interés. Incluso yo me preguntaría si un europeo habría de reunir tanta información y aun así no conformarse con crear simplemente un ensayo o un libro de historia y ambicionar, en cambio, una obra que mezclara la imaginación con la investigación. Podemos dejar de lado algunos datos para centrarnos en que cada capítulo “histórico” es una nueva apuesta narrativa que incluye fiestas de disfraces donde se fraguan invasiones; una lotería donde la pieza con que se aparta el animal en el cartoncillo es una zirconia, una gema, una perla o un diamante; la descripción de la batalla de Puebla y la repercusión anímica que tuvo en los mexicanos que se sintieron capaces de derrotar al invasor; la narración de la sensación de impotencia que sufrió José Sedano al saber que Maximiliano quería hacer de su esposa su amante y, lo peor de todo, que ella también lo quería, así como los interminables delirios de una Carlota que fuera contemporánea del “Pequeño” Napoleón pero también de Charles Lindbergh, y de las mujeres más ricas del planeta. Todos estos elementos logran esa cumbre de la literatura.
No podemos dejar de lado el aspecto del trabajo de escritura infatigable que debió implicar hacer una novela donde los demonios de Carlota pudieran lograr metáforas desmesuradas o mostrar lo más hondo del dolor al sentirse humillada por las innúmeras infidelidades de Maximiliano. Por su parte, Del Paso mantiene una sana distancia de la figura de Benito Juárez, aunque no regala un ápice a las urgencias de quienes quisieran ver en el presidente a una figura digna de escarnio. La frase “no mato al hombre, mato la idea” es puesta en contexto y todas y cada una de las acciones emprendidas por Juárez, como aquella de no entregarse porque la capital había caído, a pesar de que las leyes internacionales argumentaran que así debía hacerse, tienen una lectura histórica objetiva y sustentada. Es difícil definir esta obra con dos o tres ideas cuando se sabe que de cada uno de sus numerosos aspectos se han emprendido tesis académicas. Si acaso habría de enfatizar algo es la forma en que la fuerza poética de Del Paso en esta obra fue influenciada por algunos autores franceses como Francis Ponge o novelistas como Dumas, quien pensaba que era válido servirse de la historia —a la manera en que un carpintero se sirve de un clavo— para sostener su narración. Tengo la certeza de que pasar por Noticias del Imperio es una de las experiencias literarias cruciales de nuestra época, y que será uno de los libros que represente, como creía Daniel Sada, lo mejor de la literatura que se escribió en el siglo xx.  ~

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HÉCTOR IVÁN GONZÁLEZ (Ciudad de México, 1980) es escritor y traductor. Colabora en distintas publicaciones. Coordinó y prologó La escritura poliédrica: Ensayos sobre Daniel Sada (Tierra Adentro, 2012) y mantiene el blog hombresdeagua1.blogspot.com. Actualmente es becario del Fonca en el género de novela.

Una respuesta para “Procedencia y destino. La narrativa de Fernando del Paso
  1. Raúl Gutiérrez C. dice:

    Fernando Del Paso, es un escritor fuera de serie, de una capacidad narrativa, poco común.Su novela Palinuro
    de México, es un parte-aguas,de la literatura mexicana.
    La presentación en Berlín(de Palinuro) tuvo una gratísima acogida, por la crítica literaria.Muy semejante al fenómeno que causó R. Bolaño en Nueva York.Felicitaciones para Héctor I. González

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