¿Qué es un poeta? No pretendo responder aquí. Sólo quiero apuntar que la manera en la que las lenguas cumplen con una de sus funciones, la poética, es distinta en cada una y en cada tiempo. Lo que en la tradición occidental se llama poesía es sólo una manera entre muchas y el poeta es tan son sólo un tipo de ejercedor de tal función, bautizada y descrita por el lingüista ruso Roman Jakobson. ¿Bajo qué condiciones puedes convertirte en el ejercedor de la función poética de tu lengua? Las respuestas también son múltiples pero puedo decir que la publicación de tu creación en formato de libro no es un requisito indispensable, ni siquiera deseado, para ejercer el lenguaje poético en la mayoría de las lenguas mexicanas.
En muchas lenguas mexicanas, el lenguaje poético es una creación colectiva que se guarda en la memoria y que, cada vez que se oraliza, cada vez que sucede, cada performance en el que es “actuado” recibe la impronta del que lo recita, del que lo oraliza, del que lo actúa. No es de extrañarse que muchos de los ejercedores de la función poética sean chamanes, ancianos o cantores: personas que en muchos casos están ligados al ritual y al mundo de lo sagrado, al mundo de lo extra ordinario, al mundo de la ebriedad de los sentidos. Aunque no siempre es así, la obra poética, en estos casos, es necesariamente una creación colectiva, una obra que fluye y que se transforma de memoria en memoria y que cambia siempre.
¿Cómo dar cuenta de una obra de esa naturaleza? ¿Cómo compartirla y traducirla? Cualquier recopilación de este tipo de lenguaje poético supone siempre una fotografía de la obra en un momento dado, en la versión de un ejercedor específico de la función poética. En la tradición oral, una pieza poética es como una película, es la misma pero cambiante siempre: publicarla supone tomarle una foto fija, estática, una sola escena. Publicar piezas poéticas de la tradición oral del tzotzil o del tzeltal supone una doble traducción, de la lengua original al español, de la tradición oral a la escrita. Y ya lo dijo el dicho, donde hay doble traducción, hay doble traición y doble ofrecimiento. Tres capas de creación: la versión en las lenguas originales, la creación en español y la creación en letras, en escritura.
Hoy quiero hablar de dos ejercicios que transmiten una fotografía de las obras poéticas siempre cambiantes en dos lenguas mayas: tzotzil y tzeltal. Estas dos obras ofrecen extraordinarias muestras de lo mejor de la función poética en el panorama de las lenguas de México. El primero es el libro Conjuros y ebriedades. Cantos de mujeres mayas del Taller de Leñateros (http://www.tallerlenateros.com/) que coordina Ámbar Past en San Cristóbal de las Casas, Chiapas. La primera edición de este libro es de 1988 y es bilingüe. Cada libro está elaborado a mano: el papel, la portada que representa a la diosa Kaxail, las ilustraciones y las tintas. Las ejercedoras de la función poética en tzotzil que ofrecen estas creaciones son “conjuradoras que nacen con el don” y a las cuáles estos cantos fueron entregados a ellas por sus antepasados. Estas mujeres son “autoras, videntes, macheteras, conjureras, planchadoras, pintoras, tejedoras, comadronas, escultoras, abuelas, rezanderas…” Los conjuros son palabras que actúan, palabras que salen del tiempo ordinario con fines sólo comunicativos, característica principal del lenguaje poético. Dentro de este libro, se encuentra el terrible e impactante “Hechizo para matar al hombre infiel” , el fundamental “Para que el perro no ladre al novio” y el elocuente conjuro “Para que no venga el ejército” y muchos otros que nos permiten disfrutar del tiempo extraordinario de la palabra tzotzil.
“Como tantas otras culturas indígenas, los tzeltales dividen los géneros del lenguaje en ‘palabras antiguas’ y ‘palabras nuevas’” explica Pedro Pitarch en la presentación del libro La palabra fragante. Cantos chamánicos tzeltales editado por Artes de México y CONACULTA. Las ‘palabras antiguas’ a las que se refiere Pitarch son el resultado de ejercer la función poética, son el equivalente en tzeltal de lo que llamamos literatura. Este libro es una muestra de los largos cantos que los chamanes pronuncian en las ceremonias de protección de vida y en el tratamiento de las enfermedades. No todos pueden ser chamanes, no todos pueden pronucniar estos cantos, no todos pueden ser “poetas” o más bien, ejercedores de la función poética que toda lengua posee. En La palabra fragante. Cantos chamánicos tzeltales el antropólogo Pedro Pitarch recoge 6 textos poéticos/chamánicos en versión bilingüe: cantos curativos para el cuerpo enfermo, cantos para el espíritu y cantos “dirigidos a recuperar un alma que se ha perdido”.
Estos dos libros, instantáneas de obras siempre en movimiento, evidencian con fuerza esperanzadora que las formas del lenguaje poético son múltiples y existen siempre más allá de la literatura y la poesía tal y como se conciben en la tradición occidental. Cada libro nos dejan contemplar otros modos de ser “poetas” en los que la escritura pierde importancia y nos deja claro que, al menos en estas lenguas, un poeta nace, no se hace.
Maravilloso este texto. Me lo envió mi amiga desde REnnes, la mexicana Sandrita Zapata. Qué escrito amoroso de la lenga poética «desobediente» a Occidente, lo que Occidente marca como poesía. Más que agradecida. Mirian.