Se lee:
“’TOY FURIOSO: Otra ‘invitación-e’ que me llega con ¡TÍTULO EN INGLÉS!, para una disque «expo» nada menos que en La Merced, en el Centro Histórico de Ciudad de México. Esos pinchis pochos a la inversa no tienen madre. ¿Pos ónde creen que viven!! Pirrurritos con ínfulas, wannabees del cosmopolitismo trasnochado, maiameros encubiertos… ¡¡gusanos! en pocas palabras. Han de ser diseñadores gráficos pretendiendo ser artistas concernidos. Serían risibles si no fuera porque tienen la capacidad de copar espacios que podrían (deberían) ser dinamizados para usos más sustanciosos. Me dan pena ajena, la neta. Pero güeno, seguimos permitiéndoselos, así que…”
El texto remata:
“Y le puedo seguir: turistas de zonas marginadas, oportunistas con discursos desgastados. Para muestra, un botón: ‘ON ICE es la reacción al enrarecimiento de este espacio, que aun en su visible deterioro incita necesariamente al movimiento; a la respuesta. Se trata del resultado de distribuir y doblar con ligereza las fuerzas que confluyen en la actualidad del lugar y que a través de nuestra observación en conjunto, hemos destilado a placer.’ ¡¡Chale! Ya Chole…”
Las palabras son de Felipe Ehrenberg, mítico gestor y artista mexicano que actualmente radica en Brasil. Uno de los nombres más importantes en la historia reciente del arte moderno en México, sus esfuerzos de reivindicación y fortificación del proceso artístico de nuestro país solamente podrían olvidarse por el crítico irresponsable o el atacante injusto desde una trinchera hundida por la ideología o los intereses de grupo.
Un personaje sin duda vehemente en sus actitudes políticas y en sus posiciones estéricas (mismas que se han virado radicalmente de una época a la otra), pero cuya opinión interesa por lo nutrido de su trayectoria y la importancia de muchos de sus actos: con solo revisar los proyectos editoriales, ricos y experimentales, que realizó durante su estancia en Europa (injerto, además, en un México completamente volcado a sí mismo, o al menos así es como lo detalla el mito oficial) valen para renombrar el esfuerzo.
Ehrenberg hablaba de una exposición, curada por una camada de jóvenes tanto mexicanos como extranjeros, a inaugurarse (como bien apunta) en La Merced de la Ciudad de México. Como título para la muestra, “ON ICE”.
Así responder Gabriel Mestre, artista mexicano desvinculado a la exposición, a sus palabras:
“Lo siento Felipe, pero en esto no comparto tu disgusto. Mis denuncias se producen por el malestar que me genera el trinomio mexicano de acción y que continúe teniendo gran aceptación. La colusión, corrupción e impunidad, están a la orden del día en cualquier círculo de poder y el arte contemporáneo, no es la excepción. Observar las estrategias de visibilidad y validación que artistas y curadores locales utilizan a través de la institución, es primero que nada aburrido, después patético, pero ciertamente, también perverso. Tu preocupación sobre la selección de la lengua en los títulos de las exposiciones, me parece bastante frívola, parece olvidar que en la actualidad la paleta de medios del artista contemporáneo es muy amplia, la escritura es forma y, por lo tanto: arte. Cualquier esfuerzo por llevar acabo una distinción cualitativa entre estas dos debe fracasar. Luego esos discursos de identidad nacional y territorio, también me parecen bastante chovinistas. Ciertamente, la realidad nacional, no corresponde a la del arte contemporáneo en general, pero eso siempre ha sido así, y quizá este sea el verdadero cuerpo para una discusión más profunda ¿cuál es la verdadera operación detrás de la cortina de humo que forma el arte contemporáneo en nuestra sociedad?.”
Las autoridades, de esto, nada se han enterado.