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El brazo izquierdo del modernismo: la leyenda de Jesús F. Contreras
Becarios De La Fundación Para Las Letras Mexicanas | Cultura | Este País | Shanik Sánchez | 01.03.2014 | 0 Comentarios

Todo comienza en la Exposición Universal de París en 1900, evento al que Amado Nervo es enviado a cubrir por El Imparcial, periódico dirigido por Rafael Reyes Spíndola que cuenta nada menos que con el patrocinio de Porfirio Díaz. Este concede una beca al joven escultor Jesús Fructuoso Contreras (1866-1902) para ampliar sus estudios en el arte de la fundición en París de 1887 a 1889. Casi diez años más tarde, en 1898, lo nombra Comisionado General de Bellas Artes de México con motivo de la Exposición Universal de París en 1900. Aquí, el Gran Jurado Internacional de la Exposición le otorga a Contreras una serie de recompensas y premios en distintas categorías. Sus proyectos no edificados le valen una mención honorífica, mientras que por su intervención en la Sección Retrospectiva obtiene un diploma. Pero todas estas distinciones resultan insignificantes ante el Gran Premio de Escultura y la Cruz de la Legión de Honor de la República Francesa que recibe por Malgré tout (A pesar de todo, ca. 1898), así como una felicitación del propio Jules Claretié, presidente de la Academia Francesa, quien lo considera “el escultor más relevante de la escuela mexicana”.

Al llegar a la Ciudad Luz, Nervo conoce a Rubén Darío y ambos deciden compartir habitaciones en la casa del 29 Faubourg-Montmartre. Una vez instalado, se integra a la bohemia: asiste a los cafés y a las reuniones con artistas como Justo Sierra, Luis Quintanilla, Manuel Ugarte y Jesús F. Contreras, a quienes ya conoce gracias al Ateneo Mexicano Literario y Artístico, sociedad cultural que empezó a sesionar a partir del 25 de junio de 1892, y cuya sede se ubicaba en el mismo edificio que albergaba la Fundición Artística Mexicana, el taller de alfarería y el estudio del escultor.

Decíamos, pues, que en 1898 el gobierno porfirista nombra a Contreras comisionado General de Bellas Artes, con la encomienda de realizar un trabajo digno para la Exposición Universal de 1900 (y con la esperanza de curar el cáncer que se le había diagnosticado), el escultor parte de Veracruz el 14 mayo. Sin embargo, ya en París, la diagnosis del médico francés es terminante y procede a la amputación total del brazo derecho el 24 de ese mes.

De esta suerte, el origen del mito de la hazaña, actualmente desmentida, de que Jesús F. Contreras esculpe Malgré tout con un solo brazo, el izquierdo, se halla en las crónicas de Amado Nervo. El poeta, presa del entusiasmo y conmovido por el logro de su entrañable amigo —era la primera vez que un artista latinoamericano obtenía semejante galardón—, publica un panegírico en el periódico El Imparcial, donde celebra el triunfo, pero, al mismo tiempo, perpetúa la imagen del escultor manco, más tarde revestida de un aura trágica y forjada por sus contemporáneos a la manera del arquetipo del artista finisecular. Esta leyenda suscitada por Nervo resulta ad hoc para el ideario de la época. De inmediato es adoptada e inmortalizada en el medio literario y artístico mexicano.

El artista venía a París con el brazo derecho atormentado por terrible dolencia […] Contreras venía a operarse, a dejar un pedazo de sí mismo […] y acaso morir, con la mirada fija en las pizarras, azul como la ilusión, amparadora de aquella casa de otro tiempo… La ciencia empero acertó esta vez. Salvó al escultor, ¡pero de qué ruda manera!, pidiéndole como tributo el brazo derecho. ¡Qué ironía tan inmensa! A un enamorado de su arte, arrebatarle el supremo instrumento de ese arte. Otro cualquiera habría buscado la resolución del problema en el suicidio. Contreras fue superior a su desgracia. Su primer figura esculpida con una mano, y que representaba una enorme suma de trabajo, fue el Malgré tout, símbolo conmovedor de su orgullosa manquera.

 

De regreso al país, Contreras reanuda sus actividades y proyectos en la Fundición Artística Mexicana y en la Alfarería Artística, una muestra de ello sería Inocencia, primera obra modelada después de la amputación de su brazo derecho en París. No obstante, Jesús F. Contreras solo puede saborear el triunfo y los honores dos años: fallece en julio de 1902. Inmediatamente, Amado Nervo y José Juan Tablada pronuncian dos discursos en su honor, aparecidos en la Revista Moderna. Tablada, además, publica un poema en El Imparcial en memoria del escultor. En ese mismo año, Juan de Dios Peza declama su Loor al artista (“Boceto de un poema” a Jesús F. Contreras). A partir de aquí y hasta 1905, el Ateneo Mexicano Literario y Artístico sesiona bajo la presencia del escritor, antes presidida por el escultor.

En 1903, Federico Gamboa, de quien el propio Contreras modela un busto, le dedica el proemio de su novela Santa. Tiempo atrás, Gamboa ya había registrado en su diario el estudio de Contreras en la Fundición Artística Mexicana. Tanta era su cercanía que, en una carta enviada el 8 de julio de 1901, le solicita algunos favores, entre ellos verificar si Julio Ruelas había terminado el diseño de la portada de Santa.

Sin duda, el pintor y grabador Julio Ruelas, inspirado en las palabras de Nervo “Aquello era tanto como romper a un águila un ala, como destrozar a un león una garra […] Contreras fue superior a su desgracia. ¿Le mutilaban un ala? Pues bien, ¡qué diablo!, volaría con la otra, aunque se desplomase como El Genio de Rodin […].”, representa al estatuario como un ave sin su ala derecha en el óleo Entrada de don Jesús Luján a la Revista Moderna (1904).

Manuel María Ponce, músico, compositor y también amigo de Contreras, decide componer una pieza para piano a una sola mano, a la cual intitula Malgré tout (Danza para la mano izquierda sola, 1900) como homenaje al escultor. Tal fuente de inspiración peculiariza esta suite habanera, pues la mayoría de las obras para una sola mano son escritas para algún pianista que ha perdido un brazo o sufrido algún accidente en su mano. En 1904, el mismo Ponce la interpreta en el marco de una velada poética musical organizada por don Nicolás Rangel en honor a Jesús F. Contreras con el propósito de recaudar fondos para erigir un monumento a su memoria. 

Finalmente, una serie de escritores como Junco de la Vega, Rubén M. Campos, Jesús E. Valenzuela y José F. Elizondo recitan poemas en su memoria.

Las imágenes y metáforas utilizadas por los miembros de su generación en numerosos escritos no se refieren a Contreras en sí, sino al arquetipo del artista moderno que venía fabricando gracias a su personalidad1 y estilo de vida que excitaron la imaginación poética de sus contemporáneos: el hombre de carne y hueso modela en arcilla Malgré tout antes de su amputación, pero es al artista romántico a quien se alaba por la hazaña de esculpir a pesar de su manquera. De esta suerte Malgré tout acaba simbolizando la lucha del escultor contra la adversidad.

Como advierte Patricia Pérez Walters, la atmósfera finisecular reclamaba un mártir y el caso de Jesús F. Contreras se prestó a toda suerte de exaltaciones. La idealización no fue una mentira: el sentimiento heroico vivía en este joven hombre, a quien por su intensa actividad laboral y franco arrojo a la vida parecía más bien sobrarle un brazo —y hasta una pierna, pues en 1885, durante la fundición de la estatua de Cuauhtémoc, había sufrido un accidente en el que estuvo a punto de perder una. Contreras cultivaba la religión del arte tan propia de su tiempo: era natural que considerara el trabajo como su única posible salvación. Así pues, con el brazo mermado por el cáncer, hizo profesión de fe al plasmar su lucha personal en el barro que conformó la doliente figura de Malgré tout. Aunque no estuviera mutilado, se sabía mortalmente herido; su redención se encontraba en el barro, material primigenio al que Dios confirió el aliento de vida, mostrando a los hombres el camino de la creación. Crear, lo sabía Jesús Contreras, quizá sea el único acto que trasciende la propia muerte. La leyenda de que había cincelado con su mano izquierda el mármol de Malgré tout se halla en la interpretación de Nervo, quien en su elogio al triunfo parisino del estatuario lo sumó a la lista de genios trágicos de México. ~

 

1 Incluso utilizó un nombre artístico. El año pasado, Carlos Contreras de Oteyza, bisnieto del estatuario, dio a conocer su verdadero nombre: José Sebastián Contreras. Este dato deja ver que Jesús Contreras, desde un principio y ex profeso, buscaba establecerse como un personaje heroico, sólo faltaba la chispa de Nervo para encender el fuego de la leyenda.

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SHANIK SÁNCHEZ es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Apasionada del siglo XIX, ha participado en diversos coloquios sobre literatura mexicana de esa centuria. Actualmente colabora con el proyecto de la Enciclopedia de la Literatura en México en la Fundación para las Letras Mexicanas.

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