Hemos olvidado lo evidente. Reyes comprendió que sin moral no hay educación civilizatoria posible. Sintetizamos su decálogo ético como un urgente recordatorio.
Lección I
El hombre debe educarse para el bien. Esta educación, y las doctrinas en que ella se inspiran, constituyen la moral […].
El creyente hereda […] con su religión, una moral ya hecha. Pero el bien no solo es obligatorio para el creyente, sino para todos los hombres […]. El bien no solo se funda en una recompensa que el religioso espera recibir en el cielo. Se funda también en razones que pertenecen a este mundo. Por eso la moral debe estudiarse y aprenderse como una disciplina aparte. […]
El bien no debe confundirse con nuestro interés particular en este o en el otro momento de nuestra vida. No debe confundírselo con nuestro provecho, nuestro gusto o nuestro deseo. […]
Algunos han pensado que el bien se conoce solo a través de la razón, y que, en consecuencia, no se puede ser bueno si, al mismo tiempo, no se es sabio. Según ellos, el malo lo es por ignorancia. Necesita educación.
Otros consideran que el bien se conoce por el camino del sentimiento y, como la caridad, es un impulso del buen corazón, compatible aun con la ignorancia. Según ellos, el malo lo es por mala inclinación. Necesita redención.
La verdad es que ambos puntos de vista son verdaderos en parte, y uno a otro se completan. […]
Aquí, como en todo, la naturaleza y la educación se completan. […]
Lección II
[…] Estamos acostumbrados a designar lo uno y lo otro, de cierta manera fácil, con los nombres de cuerpo y alma, respectivamente. Al cuerpo pertenece cuanto en el hombre es naturaleza; y al alma, cuanto en el hombre es espíritu. […]
Luego se ve que la obra de la moral consiste en llevarnos desde lo animal hasta lo puramente humano. Pero hay que entenderlo bien. No se trata de negar lo que hay de material y de natural en nosotros, para sacrificarlo de modo completo en aras de lo que tenemos de espíritu y de inteligencia. […]
Lo que debe procurarse es una prudente armonía entre cuerpo y alma. La tarea de la moral consiste en dar a la naturaleza lo suyo sin exceso, y sin perder de vista los ideales dictados por la conciencia. […]
De modo que estos dos gemelos que llevamos con nosotros, cuerpo y alma, deben aprender a entenderse bien. […]
Añádase que todo acto de nuestra conducta se nos presenta como “disyuntiva”, es decir: hacer esto o hacer lo otro. Y ahora entenderemos lo que quiso decir Platón, el filósofo griego, cuando comparaba al hombre con un cochero obligado a poner de acuerdo el trote de dos caballos.
Lección III
La voluntad moral trabaja por humanizar más y más al hombre, levantándolo sobre la bestia […].
En la realidad, el progreso humano no siempre se logra, o solo se consigue de modo aproximado. Pero ese progreso humano es el ideal a que todos debemos aspirar, como individuos y como pueblos. […]
Cuando pierden de vista la moral, civilización y cultura degeneran y se destruyen a sí mismas. […]
Se puede haber adelantado en muchas cosas y, sin embargo, no haber alcanzado la verdadera cultura. Así sucede siempre que se olvida la moral. En los individuos y en los pueblos, el no perder de vista la moral significa dar a todas las cosas su verdadero valor, dentro del conjunto de los fines humanos. Y el fin de los fines es el bien, el blanco definitivo a que todas nuestras acciones apuntan. […]
Lección IV
La apreciación del bien, objeto de la moral, supone el acatamiento de una serie de respetos […].
Su cumplimiento trae consigo una satisfacción moral, que es la verdadera compensación en el caso.
Ahora bien, la humanidad no podría subsistir sin obediencia a los respetos morales. […]
Lección V
Los respetos que hemos considerado como mandamientos de la moral pueden enumerarse de muchos modos. […] Podemos imaginarlos como una serie de círculos concéntricos. Comenzamos por el interior y cada vez vamos tocando otro círculo más amplio.
Lo primero es el respeto que cada ser humano se debe a sí mismo, en cuanto es cuerpo y en cuanto es alma. A esto se refiere el sentimiento de la dignidad de la persona. Todos los hombres son igualmente dignos, en cuanto a su condición de hombres, así como todos deben ser iguales ante la ley. […]
Los antiguos griegos, creadores del mundo cultural y moral en que todavía vivimos, llamaban aidós a este sentimiento de la propia dignidad; y le llamaban némesis al sentimiento de justa indignación ante las indignidades ajenas […]. Estos dos principios del aidós y la némesis son el fundamento exterior de las sociedades. Si esto conduce a la necesidad de la ley y sus sanciones, aquello conduce al sentimiento de la vergüenza. […]
Lección VI
Después del respeto a la propia persona, corresponde examinar el respeto a la familia […].
Con la vida en común de la familia comienzan a aparecer las obligaciones recíprocas entre las personas, las relaciones sociales; los derechos por un lado y, por el otro, los deberes correspondientes. […]
El hogar es la primera escuela. Si los padres, que son nuestros primeros y nuestros constantes maestros, se portan indignamente a nuestros ojos, faltan a su deber […].
La familia es una escuela de mutuo perfeccionamiento. […]
Lección VII
[…] En torno al círculo del respeto familiar se extiende el círculo del respeto a mi sociedad. Y lo que se dice de mi sociedad puede decirse del círculo más vasto de la sociedad humana en general. Mi respeto a la sociedad, y el de cada uno de sus miembros para los demás, es lo que hace posible la convivencia de los seres humanos.
El problema de la política es lograr que esta convivencia sea lo más justa y feliz, tanto dentro de cada nación como entre unas y otras naciones. […]
La subsistencia de la sociedad es indispensable a la subsistencia de cada ser humano y de la especie humana en general. Los respetos sociales son de varias categorías, según sean más o menos indispensables a la subsistencia de la sociedad. Se procura, pues, impedir las violaciones contra esos respetos; y si las violaciones ya han acontecido se las castiga para que no se repitan. Esto establece, frente al sistema de respetos, un sistema de sanciones en caso de violación. Y solo así se logra la confianza en los respetos, sin la cual la sociedad sería imposible.
El primer grado o categoría del respeto social nos obliga a la urbanidad y a la cortesía. […]
Lección VIII
[…] El segundo grado del respeto social se refiere ya a la sociedad organizada en Estado, en Gobierno con sus leyes propias.
Este grado es el respeto a la ley. […] Las sanciones contra las violaciones respectivas ya no se dejan a la mera opinión pública. Son verdaderos castigos: indemnización, multa, destitución, destierro, prisión, trabajos forzados, pena de muerte, etcétera […].
Este es el campo del derecho, o de la vida jurídica. El derecho procura establecer la justicia en todos los tratos y compromisos entre los hombres.
La igualdad ante el derecho es una de las más nobles conquistas del hombre. El que comete una falta o un delito debe sufrir igual pena, sea débil o poderoso, pobre o rico. […]
El campo de la ley puede imaginarse como un grado más solemne del campo de la conducta. Un descuido en las buenas formas nada más causa disgusto. La falta de amor y respeto entre los miembros de una familia es, para estos, una desgracia, y para los extraños, un motivo de repugnancia; nada más. Pero una agresión física, un robo, un asesinato, son ya objeto de castigos y penas. En este sentido, toda violación de la ley […].
Lección IX
La nación, la patria, no se confunde del todo con el Estado. El Estado mexicano, desde la independencia, ha cambiado varias veces de forma o de Constitución. Y siempre ha sido la misma patria. El respeto a la patria va acompañado de ese sentimiento que […] se llama patriotismo: amor a nuestro país, deseo de mejorarlo, confianza en sus futuros destinos. […]
Al procurar nuestras legítimas ventajas personales no hemos de perder de vista lo que debemos al país, ni a la sociedad humana en conjunto. Y en caso de conflicto, el bien más amplio debe triunfar sobre el bien más particular y limitado. […]
El progreso moral de la humanidad será mayor cuanto mayor sea la armonía entre todos los pueblos. La paz es el sumo ideal moral. […]
Mientras haya un solo país que tenga ambiciones sobre los demás y se arme con miras a la conquista, el verdadero pacifismo consiste en crear alianzas y armarse para evitar semejantes delitos internacionales.
De modo parecido, cuando, en el seno de un país libre, los enemigos de la libertad atacan esta libertad valiéndose de las mismas leyes que les permiten expresar sus ideas aviesas, el espíritu de la libertad exige que se les castigue. […]
Lección X
Todos los respetos de que hemos hablado, mandamientos de la moral, significan un vaivén de influencias que se resume en aquel eterno principio: “No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan”. […]
Lección XI
El más impersonal de los respetos morales, el círculo más exterior de los círculos concéntricos que acabamos de recorrer, es el respeto a la naturaleza. […]
El amor a la morada humana es una garantía moral, es una prenda de que la persona ha alcanzado un apreciable nivel del bien: aquel en que se confunden el bien y la belleza, la obediencia al mandamiento moral y el deleite en la contemplación estética. Este punto es el más alto que puede alcanzar, en el mundo, el ser humano.
Lección XII
Hay un sentimiento que acompaña la existencia humana y del cual ningún espíritu claro puede desprenderse. Hay cosas que dependen de nosotros y hay cosas que no dependen de nosotros. […] Se trata de lo que escapa al poder de los hombres todos, de cualquier hombre. […]
En esta dependencia de algo ajeno y superior a nosotros, el creyente funda su religión; el filósofo, según la doctrina que profese, ve la mano del destino o la ley del universo […] el escéptico ve en ello la obra del azar. […]
Sin una dosis de respeto para lo que escapa a la voluntad humana, nuestra vida sería imposible. […]
Tal resignación es una parte de la virtud. El compenetrarse de tal respeto es conquistar el valor moral y la serenidad entre las desgracias y los contratiempos.
* Tomado de Alfonso Reyes, Cartilla moral, colección Centzontle, FCE, México, 2004.
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ALFONSO REYES (1899-1959) es uno de los mayores escritores y humanistas mexicanos del siglo XX.