La cuenta satélite de cultura es un ejercicio inédito y de enormes alcances. México tiene por fin datos demostrados sobre el valor de la cultura en la economía, y bases para fomentar actividades que pueden contribuir, en pesos contantes y sonantes, al bienestar del país.
La cultura no es independiente
de las preocupaciones materiales
ni tampoco espera pacientemente
su turno detrás de ellas.
Amartya Sen
En los últimos años, el INEGI ha incursionado en la medición de realidades relevantes para nuestro país que estaban ausentes o poco representadas en las estadísticas oficiales. A este grupo pertenecen, entre otros, los siguientes proyectos: las encuestas de victimización en hogares y unidades económicas; los censos de gobierno; los censos y encuestas ambientales; las encuestas sobre activación física y deporte; demografía económica y bienestar subjetivo; el estudio sobre las características de las empresas exportadoras; las cuentas satélite de salud, de trabajo familiar no remunerado y de instituciones sin fines de lucro, y la cuenta satélite de la actividad económica de la cultura, a la que se refiere este artículo.
De los trabajos mencionados, la medición de la actividad económica de la cultura representó sin duda uno de los mayores desafíos, dada la dificultad para contar con una definición operativa de cultura, la poca información disponible sobre esta temática y la ausencia de lineamientos acordados internacionalmente sobre la construcción de la cuenta satélite de cultura.
La cuenta satélite de cultura
En materia de información estadística, existe normalmente un conjunto de recomendaciones para que en todos los países se midan de la misma forma las variables económicas y sociales. Dentro de estos esquemas, el Sistema de Cuentas Nacionales (SCN) representa el marco contable de mayor importancia para medir los fenómenos económicos; sin embargo, el sistema resulta demasiado rígido para medir realidades importantes como el medio ambiente, el trabajo familiar no remunerado y la cultura. No es factible, por ejemplo, medir de manera directa el PIB turístico, dado que se compone de bienes y servicios que se encuentran dispersos en diferentes clases de actividades, como los hoteles, los restaurantes, las agencias de viaje, el transporte, etcétera. Algo similar sucede con la cultura.
Para ampliar las posibilidades de medición de este tipo de actividades económicas, sociales y ambientales, se han diseñado herramientas estadísticas especiales dentro del propio sistema. Este modelo de medición se refiere a las cuentas satélite que, además de analizar detalladamente el sector estudiado, permiten establecer puentes con las principales variables macroeconómicas, como el PIB o el personal ocupado.
El análisis de las cuentas satélite, denominado así porque se vincula con el esquema central de la contabilidad nacional, es la propuesta más avanzada por parte de la comunidad estadística mundial para elaborar marcos conceptuales y de medición sobre diferentes temas emergentes que son necesarios para el diseño y la evaluación de políticas públicas.
La definición operativa de cultura
El proceso de construcción de una cuenta satélite inicia con la determinación de qué es lo que vamos a medir, qué vamos a entender por economía de la cultura y cómo vamos a hacer operativa esa definición. Si bien en todo el proceso de construcción de la cuenta satélite, encabezado por el Conaculta y el INEGI, se contó con la participación de funcionarios y académicos de instituciones como el INBA, el INAH, la UNAM, la UAM y el IPN, el tema es complejo y está sujeto a debate.
En este sentido, lo primero es reconocer que el fenómeno cultural tiene muchas dimensiones y manifestaciones, y que la cuenta satélite de la cultura solo toma en cuenta los flujos de valor asociados a las prácticas culturales, es decir, los aspectos económicos de la cultura.
Con estas consideraciones en mente, se buscó una definición que permitiera identificar cuestiones como la transferencia de contenidos simbólicos, la creatividad y las prácticas asociadas al fenómeno cultural. Un elemento fundamental en esta tarea fue tomar en cuenta que la recomendación de la Unesco para medir la contribución económica de las industrias creativas y culturales define cultura como el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.
Toda vez que el interés de la cuenta radica en la medición de los flujos de valor que derivan de las prácticas culturales, se consideró pertinente añadir a esta definición los términos de actividad social, transformación, producción y consumo, entre otros, con el objeto de identificar los valores económicos y no monetarios (en especie o en trabajo voluntario) del proceso de transferencia de los contenidos simbólicos.
De esta manera, el sector económico de la cultura se definió como el conjunto de productos y actividades sociales basados en aspectos creativos y de carácter simbólico, para transformarse —a través de un proceso de creación, producción, transmisión, consumo, preservación y formación— en bienes y servicios.
¿Qué mide la cuenta satélite?
Los aspectos culturales que son objeto de cuantificación se describen de la siguiente manera:
• La creación de contenidos simbólicos se asocia con la actividad en todos los campos del arte y la expresión; es decir, la actividad de los escritores, escultores, autores, diseñadores, arquitectos, periodistas, etcétera, así como los productos que resultan de esa actividad.
• La producción se asocia con las formas culturales reproducibles, así como con las herramientas especializadas, la infraestructura y los procesos utilizados en su fabricación, tales como los instrumentos musicales o la impresión de publicaciones periódicas.
• La transmisión tiene lugar a través de las emisiones de radio y televisión, los espectáculos en vivo, el material escrito o las artes gráficas, por ejemplo.
• El consumo se refiere a la participación de los usuarios o beneficiarios en las actividades que proporcionan los bienes y servicios culturales finales, como adquirir libros, visitar espacios culturales o asistir a alguna festividad.
• El proceso de preservación se lleva a cabo a través del servicio de museos, investigadores sociales, antropólogos, arqueólogos, etcétera, que juegan un papel fundamental en el resguardo, estudio y conservación de las tradiciones y los ritos que constituyen la historia común de los grupos humanos.
• Finalmente, en este proceso cultural, la formación se refiere a la educación o capacitación, que permite continuar el ciclo a través de creadores, productores, restauradores y prestadores de servicios relacionados con la generación de bienes y servicios culturales.
Una dificultad adicional para el cálculo es identificar y medir aquellas actividades en las que no se observa una contrapartida o flujo monetario. Para determinar el flujo de valor de los servicios o productos gratuitos o que se venden a precios económicamente no significativos, se consideran los costos imputados, los precios de actividades equivalentes o los costos de oportunidad, entre otras técnicas empleadas en las cuentas nacionales.
Por su parte, los estudios de uso del tiempo y trabajo voluntario permiten identificar una actividad como productiva cuando su realización se puede delegar a una tercera persona y proporcionar con ello un bien o servicio, como el cuidado y aseo del hogar, la preparación de los alimentos, o el cuidado y atención de otras personas.
De esta manera, es posible explicar la frontera de medición de las prácticas culturales dentro de la cuenta satélite, que se refiere a actividades productivas. Por ejemplo, si una persona lleva a cabo alguna actividad creativa con el objetivo de satisfacer sus necesidades estéticas y, como consecuencia, realiza una “producción” para su propio disfrute o el de personas cercanas, entonces esa será una práctica cultural de tipo personal, no productiva en el sentido económico.
Cuando una actividad conlleva la posibilidad de una transacción económica y se realiza en un marco que supera el ámbito familiar y de amigos, se tiene un criterio básico para considerarla como una práctica cultural dentro de la esfera de la producción, según el SCN 2008.
Un paso indispensable en la construcción de la cuenta satélite es la clasificación de actividades. Por un lado, están aquellas que se encuentran ligadas directamente al sector estudiado (y sin las cuales este pudiera no existir), como la impresión de libros, los museos o los sitios históricos; a estas se las llama actividades características. Por el otro, se encuentran aquellas actividades que son de soporte para el sector y cuyo consumo no es solo para la producción cultural; se denominan actividades conexas, como la fabricación de tinta o artículos y accesorios para pintura y dibujo.
Además de la anterior clasificación económica, fue necesaria una clasificación funcional de las actividades que conforman el sector, con el fin de dimensionarlo en áreas generales, tales como artes plásticas y fotografía; artes escénicas y espectáculos; música y conciertos; libros, impresiones y prensa; medios audiovisuales; artesanías y juguetes tradicionales; diseño y servicios creativos, y patrimonio.
La medición de la cuenta satélite
Para cuantificar el valor de la actividad económica en este sector fue necesario recolectar información disponible en las diversas fuentes, como los censos económicos, las cuentas de bienes y servicios del SCN de México y los registros administrativos de las unidades del Estado, así como levantar una encuesta especial sobre el consumo y la producción culturales de los hogares.
La Encuesta Nacional de Consumo Cultural fue diseñada con el objetivo de cubrir las dimensiones y manifestaciones del fenómeno cultural no identificadas en otras fuentes de información, como las festividades o la adquisición de productos culturales en vía pública o por medio de internet.
Para este ejercicio se tuvo una muestra de 14 mil 420 viviendas en poblaciones de 15 mil habitantes y más, por medio de la cual se seleccionaron informantes de seis o más años de edad; se eligieron personas que cumplieran años inmediatamente después de la fecha de la entrevista, y se entrevistó al responsable o tutor del pequeño cuando este era menor de 12 años.
Para la armonización de la información disponible se utilizó el Sistema de Clasificación Industrial de América del Norte (SCIAN), así como la clasificación funcional propuesta por la Unesco.
A su vez, y con base en recomendaciones internacionales como las del SCN 2008 (“Cuentas satélite y otras extensiones”) y el “Marco para Estadísticas de Cultura” de la Unesco, se ordenó y clasificó la información para obtener resultados plasmados en cuadros de oferta y utilización, cuentas de producción e indicadores no monetarios, propios de la estructura de las cuentas satélite.
Adicionalmente, se hizo un diagnóstico de las experiencias nacionales e internacionales en torno a la medición del sector de la cultura, el cual consistió en la revisión de trabajos de investigación, realizados tanto en México como en el extranjero, que permitieran identificar y enriquecer la experiencia en el manejo de las diferentes variables de estudio.
Con todo lo anterior se elaboró una serie estadística de la cuenta satélite para los años 2008-2011, a precios corrientes, cuyos resultados se pueden observar a continuación.
Los números de la cultura
Con base en la metodología del SCN, el valor bruto de la producción para el año 2011 ascendió a 562 mil 748 millones de pesos, y el PIB del sector, que es la suma del valor agregado durante el proceso una vez que se deducen los insumos requeridos para generar tal producción, alcanzó una cifra de 379 mil 907 millones de pesos, que representan 2.7% del PIB nacional. Aunado a ello, se registraron 778 mil 958 puestos de trabajo ocupados remunerados.
De ese 2.7%, la iniciativa privada aporta 2%, el sector de los hogares aporta un valor agregado de 0.6% y la participación del Gobierno en actividades culturales, como gestión y difusión, representa 0.1% (ver la Figura).
De acuerdo con la Encuesta de Consumo Cultural, mencionada anteriormente, se estima que en 2012 los hogares realizaron gastos por un monto de 122 mil 269 millones de pesos para la adquisición de bienes y servicios culturales seleccionados, lo que representa 3.8% de su consumo total en bienes y servicios (ver la Tabla).
Esta cifra adquiere otra dimensión al ser comparada con el gasto realizado por el hogar en electricidad, que asciende a 2.8%, o en los servicios telefónicos móvil y fijo, que representa 3.4% (ver la Gráfica).
Reflexiones finales
La cuenta satélite de cultura es el ejercicio más acabado que se ha realizado en el país para cuantificar los aspectos económicos de la cultura, pero es solo un primer paso. Esta primera versión de la cuenta debe fortalecerse para incorporar en versiones posteriores los resultados expresados en valores constantes, el gasto en cultura efectuado por los municipios del país y el análisis consolidado de las transferencias efectuadas por el Gobierno Federal a los gobiernos locales en materia de cultura, entre otros aspectos.
De igual manera, deseamos que la cuenta satélite contribuya al conocimiento del sector y que sea de utilidad a los investigadores. Nos interesa su retroalimentación para ir mejorando la medición y para que, a partir de la cuenta, identifiquemos los faltantes en materia de información cultural e impulsemos proyectos estadísticos en la materia.
También hemos iniciado los contactos con el Instituto de Estadística de la Unesco para promover, en el marco de la Comisión de Estadística de las Naciones Unidas, la creación de un grupo de trabajo que tenga como objetivo contar con un manual o con lineamientos para construir de manera homogénea cuentas satélite de cultura a nivel internacional.
Finalmente, queremos agradecer a los investigadores que desde distintas trincheras motivaron la construcción de la cuenta satélite, y a las autoridades anteriores y actuales del Conaculta por su liderazgo y por el interés de contar con mayor información para diseñar y evaluar las políticas públicas de cultura.
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EDUARDO SOJO es presidente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.