Los economistas lo definen como “racionalidad limitada” (bounded rationality): miramos el mundo desde nuestra perspectiva y bajo las limitantes que ella ofrece. El mundo gira, por decirlo así, alrededor nuestro, y termina donde nuestro horizonte se dibuja. Sentado frente a la computadora, frente a esta computadora, México tiene conexión de banda ancha, sistemas operativos actualizados, una clase emprendedora cada vez más amplia y una sociedad civil activa que promueve el acceso a la información pública, integridad y control de la corrupción.
Desde esta computadora, que forma parte del primer decil de ingresos del país (toda la clase media mexicana convive con los hombres y mujeres más ricos del país en el primer decil de ingreso), pagar para que el camión recoja la basura cada semana es propina, nunca mordida; pagar en el Ministerio Público para que avance un asunto se llama impulso procesal y no soborno, y simular tres propuestas para una adjudicación directa en una licitación es competitividad, no colusión.
Al racionalizar la corrupción de la que somos parte y justificarla, agravamos el problema, y al mismo tiempo dejamos de mirar lo que vive el resto de la sociedad mexicana. Por eso, en un país afectado como el nuestro por la desigualdad, lo que piense o sienta ese decil puede afectar tan profundamente el diseño de nuestra sociedad.
Tomemos el ejemplo de apariencia más nimia, la recolección de basura. Para un hogar en el primer decil de ingreso, los 10 pesos que pagamos al camión cada semana representan 520 pesos al año. En términos del ingreso promedio de ese decil, 500 pesos representan un domingo familiar en el cine. Pero para los otros nueve deciles de la población, el otro 90% del país, la suma de los 10 pesitos pagados en corrupción representa el 28% de su ingreso.
De acuerdo con el Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno, un hogar con ingreso de un salario mínimo gasta la tercera parte de este en corrupción. No sobra recordarlo: la corrupción es el impuesto más regresivo que tenemos. Siempre paga más el que menos tiene.
La pobreza y la desigualdad imperantes en el país no son solo resultado de la corrupción en trámites y servicios. Esta afecta directamente a los hogares, pero claramente no es la única explicación del problema. La ausencia de controles efectivos en la administración pública y la opacidad en el gasto público hacen que los recursos fiscales del país se conviertan en un festín para gobiernos estatales, alcaldes, síndicos y todo aquel que quiera salirse con la suya.
Fue hasta hace 15 años que la sociedad civil empezó a exigir que se transparentaran los ramos federales de subsidio o los fondos de aportaciones a estados y municipios. Tenemos apenas una década de acceso a la información pública del Gobierno Federal, y resultados desiguales en términos de transparencia y rendición de cuentas.
Hay desigualdad, y mucha, en nuestra población, pero también amplias brechas en el desempeño de nuestros gobiernos. Ejemplos sobran: sobreprecios en medicamentos que no se explican por razones de distribución o mercado, municipios que aprueban programas de desarrollo urbano a modo o gobiernos estatales que aceleran pagos a proveedores a partir de diezmos.
Y aunque se trata de avanzar en antídotos y vacunas para la opacidad del país, los esfuerzos todavía no son suficientes y su implementación es heterogénea. Hace cinco años, por ejemplo, inició el proceso para armonizar la contabilidad gubernamental, un proceso para asegurarse que existiera una forma similar de registro contable en todas las administraciones del país. El avance en este tema ha sido marginal, por decir lo menos. Si las cuentas no cuadran, resulta imposible creer que realmente se rinden cuentas en todo el país.
Lo mismo puede decirse de las licitaciones públicas. Las brechas entre las distintas legislaciones del país son enormes y las diferencias en su calidad normativa también. Si una empresa quiere venderle al Gobierno, tiene que descifrar 33 maneras diferentes de hacerlo. No sorprende que muchas empresas hayan encontrado un atajo común a todas estas expresiones jurídicas. Corromper servidores públicos es una forma universal de hacer negocios.
Un capítulo especial merecen los programas sociales. Para resolver el problema de la pobreza, consideramos necesario crear nuevos programas sociales. Los tenemos de todos tipos. ¿Cuántos programas sociales hay en México? La verdad es que nadie lo sabe. Ni siquiera el Gobierno. En 2008, Transparencia Mexicana y Naciones Unidas se propusieron registrarlos. Como los gobiernos estatales tampoco sabían, se necesitaron años para inventariarlos. Tamaulipas fue el último estado en compartir su información al respecto. Para 2013, además de Oportunidades, se han identificado más de dos mil programas sociales, y más de la mitad no son apropiadamente evaluados. Casi 60% son programas institucionalmente débiles.
Cuando siglos atrás Humboldt reportaba las riquezas de México, no mentía. México no es un país pobre, es un país desigual. Nuestro patrimonio natural y cultural es enorme, pero es riqueza mal distribuida. Hay desigualdad entre entidades, entre municipios y dentro de los municipios. El Estado, la única fuerza social que puede resolver el problema, es institucionalmente débil. Corrupción y opacidad no son solo problemas morales. Son síntomas de debilidad institucional. Para enfrentar pobreza y desigualdad es indispensable que los recursos públicos sirvan el propósito de generar prosperidad en todo el territorio nacional: para eso se necesitan gobiernos abiertos, eficaces y eficientes, que cumplan con la ley y la hagan cumplir; gobiernos que rindan cuentas por cada peso que les entregamos para impulsar el desarrollo y reducir los niveles de pobreza y desigualdad.
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EDUARDO BOHÓRQUEZ es director de Transparencia Mexicana y miembro del Consejo Asesor del Informe Nacional sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas. En 2014, se incorporó al Consejo Técnico Asesor de la Agencia Mexicana para la Cooperación Internacional para el Desarrollo, Amexcid.
¿Qué pasó con la nueva versión del Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno? ¿Va a salir una versión 2014?