En El proceso, de Franz Kafka, se narra la historia de Josef K. un oficinista arrestado, acusado y condenado por un crimen del que no se entera nunca. La narración está construida de tal manera que el protagonista tiene que enfrentar un juicio que no entiende, no entiende de qué se le acusa, no entiende por qué. A lo largo del proceso su angustia crece (como la del lector) y llega a tal punto que comienza a dudar sobre su culpabilidad aunque no deja de declararse inocente, inocente de un crimen del que nadie le ha informado siquiera. Una y otra vez Josef K. lucha y choca contra un sistema de justicia que se anticipa inexpugnable, inaccesible.
A esta situación que parece tan absurda se enfrentan en este país las personas que hablan lenguas indígenas cuando se ven involucradas en un proceso judicial. Según un estudio del Centro Profesional Indígena de Defensa, Asesoría y Traducción A.C. (Cepiadet), a finales de 2011, más de 90% de la población presa en el estado de Oaxaca que habla algunas de las muchas lenguas indígenas del estado no había contado con un intérprete durante el desarrollo de su juicio. Si el sistema de justicia del país es ya de por sí kafkiano, hay que agregar además las dificultades que implica enfrentarse a él cuando no se garantizan los derechos lingüísticos básicos. Imagine que enfrenta un juicio del que no puede participar ni enterarse del delito del que se le acusa porque el sistema no le puede ofrecer un intérprete adecuado. Esto podría explicarse, tal vez, porque el acusado se encuentra lejos de su área lingüística pero no es así, incluso en nuestros propios territorios, en muchos casos, el sistema de justicia envía a jueces y funcionarios que no hablan ni aprenden la lengua de la población sobre la que pretenden impartir justicia. Es como si algún sistema de justicia pretendiera impartirla en checo en una ciudad mexicana de hispanoparlantes y luego se narrara que el problema es de los que no hablan checo. Así de absurdo. A pesar de esta situación, las sentencias continúan dictándose.
Al igual que Josef K., cuya condena parece el castigo simbólico de una culpa abstracta, el sistema parece culpar a los hablantes de lenguas indígenas por no hablar la lengua que utiliza el Estado mexicano. ¿Cómo se puede garantizar un juicio justo si el acusado no cuenta con un intérprete? ¿Cómo enterarse de qué se le acusa y los detalles de su proceso? Por fortuna, diversos actores han comenzado a trabajar activamente para cambiar la situación e intentar que el sistema judicial entienda que el acceso a la justicia no está garantizado mientras no se respeten los derechos lingüísticos básicos. Se debería exigir, creo yo, que el estado revise los casos de ese 90% de la población presa que se convirtió, sin el asombro de casi nadie, en versiones mixes, mixtecas o zapotecas de Josef K.
Como parte de las acciones para cambiar esta situación, Cepiadet A.C. y otros organismos organizaron el año pasado el Primer Encuentro Nacional de Intérpretes en el ámbito de la impartición de justicia. Las mesas de trabajo arrojaron resultados sorprendentes y lamentables. La desesperada situación que enfrenta un acusado hablante de lenguas como el chinanteco no dista mucho de la situación que tienen que atravesar los intérpretes para hacer su trabajo. La falta de capacitación adecuada y constante, las resistencias de jueces y funcionarios, la falta de pago, el trato que reciben, las llamadas de atención cuando se toman el tiempo necesario para traducir en muchas palabras lo que en español equivale a una sola son sólo algunos problemas cotidianos con los que hay que lidiar.
Como un contrapunto de esperanza, abogados indígenas que trabajan en organismos como el Cepiadet, en coordinación con aliados como el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, han organizado encuentros, talleres de capacitación, mesas de diálogo con miembros del sistema judicial y campañas de sensiblización, entre otras acciones. A diferencia de la época colonial en la que existía un sistema de intérpretes en lenguas indígenas y los documentos escritos en éstas eran válidos en el sistema judicial, la situación actual aún tiene que enfrentar muchos retos.
Además del sistema de justicia del Estado mexicano, existen otros muchos sistemas de justicia propios de los pueblos indígenas en los que las concepciones de delito, crimen y castigo son distintas. No existe un solo sistema de justicia en el país. Una persona de una cultura que entiende la transgresión y el castigo de manera distinta es juzgado en otro sistema con otras concepciones y no puede acceder a un juicio justo si no hay un intérprete que, además de traducirle las palabras, traduzca los conceptos e implicaciones de un sistema a otro. Es un trabajo arduo.
Hay tanto por hacer. Hay que comenzar por hablar de ello sea cual sea tu lengua materna. La justicia no llega sólo con la aplicación estricta de la ley, la justicia está atravesada por narraciones, lenguas, culturas, historias y todas ellas se actualizan en múltiples lenguas en este país. Y no, la culpa no es de Josef K.