La curiosidad satisfecha del espectador, la alfombra roja, los premios, los abrazos y las sonrisas de los protagonistas y, desde luego, las ganancias millonarias pueden ser prueba de éxito pero no de exactitud, sobre todo en temas que conciernen a la ciencia. ¿Qué leyes de la física fueron pasadas por alto en la película Gravity?
La relación desavenida entre Hollywood y la ciencia es legendaria. Esa tradicional enemistad no se funda, como muchos pensarían, en el desdén por la ciencia de parte de quienes se dedican al séptimo arte, sino al hecho más trivial de que el mundo del cine no cree que se pueda congeniar su espectáculo con la realidad. Hoy nos tocó a nosotros la alegría que ese distanciamiento puede, a veces, generar. A todos nos complace que dos de los nuestros se llevaran el Oscar por la dirección y la fotografía de la película Gravity.
Ganadora de siete premios de la Academia, Gravity se estrenó en 2013 en Estados Unidos. En ella, la doctora Ryan Stone viaja al espacio en el transbordador Explorer, acompañada del experimentado astronauta Matt Kowalski, al mando de la misión. En pleno proceso de reparación del telescopio Hubble, reciben la noticia de la destrucción de un satélite ruso, que origina una cascada de devastación al producir una gran cantidad de fragmentos que, al orbitar, amenazan todo cuanto se encuentra a su paso. La comunicación con Houston se pierde y se inicia así una aventura de supervivencia a 600 kilómetros de altura.
La película fue nominada a 10 premios Oscar y recibió muchos otros galardones en numerosos festivales de cine en el mundo entero. De particular impacto en México fueron los premios Oscar en las categorías de mejor director, para Alfonso Cuarón; mejor fotografía, para Emmanuel Lubezki, y mejor montaje, para Alfonso Cuarón y Mark Sanger.
Hay muestras de espectáculos que no violan las leyes de la física; el circo es uno de ellos. La carpa itinerante demuestra, en tiempo real, que las maravillas de la perseverancia, el entrenamiento, la destreza y la imaginación pueden hacer las delicias del espectador. Por otro lado, los ilusionistas, magos y prestidigitadores engañan a los sentidos haciendo creer que han burlado los principios de la naturaleza. Sin embargo, si de mentir se trata, el cine tiene la palabra. La industria de la gran pantalla tiene todos los recursos para hacerlo, y sería un desperdicio no aprovecharlos. “Sin mentiras, la humanidad moriría de desesperación y aburrimiento”, decía Anatole France.
Muchos quisieran que la imaginación no se pervirtiera transfigurándose en un capricho sin ton ni son. Algunos quisieran que la imaginación conservara un vínculo con la realidad. Pero en la pantalla grande cabe mucho y, ahí, la realidad puede llegar a ocupar un lugar, pero nunca mayor del necesario.
Tener objetos que circulan alrededor de nuestro planeta a una velocidad tal que alcanzan a otros en la misma órbita, para volver 90 minutos más tarde a golpearlos nuevamente después de haber dado la vuelta a la Tierra, es algo que viola las leyes de la gravedad con flagrancia. Si un objeto orbita a mayor velocidad, entonces el radio de su órbita será menor que el de aquel que lo hace con lentitud. Esta falacia central de la película es lo que más lastima y es, quizás, un disparate mayor que casi llega a entorpecer la atención a las escenas que siguen. La trama se tambalea pero no se cae. Se recupera pronto con las maravillosas imágenes, el sonido impecable y la fascinación por el espacio.
Lo que se ha dado en llamar “la ciencia de Hollywood” es muy distinta de la que se hace en los laboratorios, universidades y centros de investigación, pero eso no debe lastimar a nadie. La industria cinematográfica tiene sus propios códigos y su propio savoir faire, que está refrendado por un éxito financiero incuestionable. Marilyn Monroe decía: “En Hollywood te pueden pagar mil dólares por un beso pero solo 50 centavos por tu alma”.
¡Un Oscar para la muerte más inexplicable en la historia del cine! La doctora Ryan Stone y el veterano Matt Kowalski se encuentran ya en la Estación Espacial Internacional después de viajar cientos de kilómetros con sus propulsores personales. Llegan con muy poco combustible pero consiguen una velocidad relativa igual a cero respecto de la estación. ¿Qué misteriosa fuerza jala a Kowalski hacia la muerte? ¿Por qué de pronto la cuerda se tensa y el avezado astronauta debe soltarla para morir con resignación? Entendemos que debe morir, porque un poco de tragedia nunca está de más y porque no esperaríamos menos de George Clooney. Sin embargo, morir por una breve excepción de las leyes físicas que uno obedeció sumisamente toda la vida no es el tipo de muerte más divertido. Menos aún si uno tuvo un profesor estricto en la secundaria.
Para dar una muerte más apropiada y, sobre todo, de más altura a Kowalski, un especialista habría ideado una explosión en la que el efecto propulsor llevara una parte de la estación espacial en una dirección y a Kowalski en la otra. Este es el mecanismo que mueve a las naves en el espacio. Las turbinas hacen uso de la tercera ley de Newton para empujar cohetes en dirección opuesta a la expulsión de gases en combustión. Una posición conveniente pondría a salvo a la doctora Stone. Sin embargo, los especialistas obsesivos no ven que esta posibilidad razonada —que no recurre a fuerzas misteriosas que tiran de la cuerda— no le daría unos segundos a la pareja para una conversación dramática que es central en la historia. Peor aún, una explosión es un accidente y no la decisión de un hombre que da la vida por salvar a una mujer.
Los detalles imprescindibles del espectáculo escapan pues a los especialistas aburridos, que con certeza insistirán en que el pelo también obedece a las leyes de la física y que no podríamos tener a Sandra Bullock flotando en la ingravidez de su nave pero con el pelo en su lugar para dar la imagen que siempre queremos ver de Sandy.
La órbita de la Estación Espacial Internacional y la del telescopio Hubble son tan diferentes que ir de una a la otra sería imposible pero, ¿deben estas nimiedades detener la filmación de una película? No, las películas son espectáculo y no material educativo donde se transmite la ficha técnica con la información del ángulo de las órbitas, la altitud y la excentricidad de los satélites. El púbico sabrá detener por un momento sus exigencias de precisión y acompañará en una aventura imaginaria a Sandra Bullock, sobre todo si en lugar de usar el pañal de un astronauta hace uso de unas bragas ceñidas y una blusa verde que cuando se moja se pone azul.
El asesor científico de la película, el doctor Kevin Grazier —astrofísico especializado en dinámica computacional de órbitas y asesor de otras producciones cinematográficas y televisivas—, decía que su recomendación, ante la imposibilidad de ir de una órbita a la otra, fue la de mejor crear un satélite ficticio que remplazara al Hubble. Él mismo llegó a sugerir el telescopio espacial Cannon en honor —así lo planteó— al astrónomo Annie Jump Cannon. El doctor Kevin comenta que Cuarón le dijo en esa ocasión: “Perdiste una llamada en la vida. Debiste ser productor”. Sin embargo, la película fue fiel a la historia original, con el Hubble como objeto de la misión.
Las estancias en el espacio, sin gravedad, implican que el flujo sanguíneo sufra cambios importantes. Así, por ejemplo, una cantidad de sangre mayor de lo normal se va a la cabeza, produciendo cefalea y mareos. Cuando los astronautas regresan a la Tierra, el súbito efecto de la gravedad hace que el flujo de sangre se vaya a los pies nuevamente, ocasionando desmayos y trastornos de todo tipo. Es por eso que, cuando aterrizan, los astronautas deben salir acostados y permanecer así por un tiempo, para que el flujo de la sangre se normalice paulatinamente. En cambio, la doctora Ryan Stone sale caminando del lago donde afortunadamente cayó su nave. Es verdad que muestra una cierta dificultad para caminar, pero no le toma mucho hacerlo después de una semana en el espacio exterior.
La especialización convierte a las personas en balanzas de precisión, incapaces ya de tolerar perturbaciones mínimas. Víctimas de su formación, los físicos y los ingenieros deben acostumbrarse a ver cómo James Bond, en caída libre, alcanza un carro —también en caída libre— para ponerse a salvo. Gravity no quiso dejar de mostrar el fenómeno que descarta a Galileo de la historia del pensamiento, y por eso podemos ver cómo, hacia el final de la película, un pedazo de la nave alcanza en caída libre a los demás.
Ya nadie se desconcierta, con las palomitas frente a la boca abierta que espera y espera la llegada del bocado, mientras los ojos ven cómo la protagonista se salva de una larga caída gracias a que, justo antes del suelo, encuentra un lugar de dónde asirse.
También los historiadores, los médicos y hasta los tiburones han sobrevivido los excesos y desproporciones de Hollywood en películas memorables. En cambio, el más realista de los gremios, el de los políticos, disfruta la función a todo lo largo y ancho de la pantalla grande, la cual nos seguirá ofreciendo fantasía y final feliz.
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GERARDO HERRERA CORRAL es investigador del Cinvestav. Ha colaborado en Ginebra con el grupo científico encargado del acelerador de partículas en el proyecto ALICE del CERN (Centro Europeo de Investigaciones Nucleares).
Será Ficción, pero eso no excluye la posibilidad de debate, seria muy barato aceptar ese tipo de situaciones, cuando tenemos la oportunidad de hacer mejor nuestro trabajo, hemos alabado demasiado a Cuarón por el tan solo hecho de haber ganado un oscar en Hollywood, pero eso no le quita la falta de profesionalismo, al tener un asesor y no hacerle caso. A eso se le llama “ARROGANCIA”, el talento y la calidad demeritan mucho ante esa “Arrogancia”, recordemos que, en Hollywood, ese “Talento” es solo pasajero, el “talento Hollywoodense” es el que genera mas dinero, al fin de cuentas es solo un negocio.
Es ficción. Por lo tanto, no hay debate.
La colaboración del Dr. Herrera me pareció interesante e ilustrativa. Sin soslayar el gran talento y trabajo de nuestros paisanos Alfonso Cuarón y Emmanuel Lubezki ,no cabe duda que en Hollywood impera el negocio del espectáculo, por arriba de lo que sucede en el mundo real o cuantos menos a lo que llamamos verosímil. Son contadas las ocasiones en que el espectador puede apreciar un apego a la realidad por ejemplo, la obra maestra de la ciencia ficción “Odisea del Espacio 2001″ de los afamados Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick. Película que sin dejar de ver hacia el futuro, está muy apegada hechos técnicos y científicos.