Creció en mi frente un árbol.
Creció hacia dentro.
Sus raíces son venas,
nervios sus ramas,
sus confusos follajes pensamientos.
“Árbol adentro”, Octavio Paz
Este poema de Paz resulta una atinada descripción de la obra de Israel Nazario porque, si bien los lienzos muestran paisajes habitados por árboles, cerros, hierba, espigas y cactus, en realidad cada uno de ellos es un espejo de la humanidad entera.
Cualquiera que se haya parado en un valle oaxaqueño sabe que no hay mejor lugar para saberse hombre en la Tierra. El suelo firme y caliente bajo los pies, la sombra de los árboles cubriéndonos, el viento que recorre el cuerpo, son el mejor testimonio de nuestra existencia.
Sabemos que uno de los principales maestros de Israel es Shinzaburo Takeda. Tal vez por eso percibimos en estas imágenes la liviandad del arte japonés. En Nazario la sencillez es solo apariencia, en realidad conlleva un arduo trabajo y una depurada técnica: encontrar y plasmar la luz precisa, ser profuso en los detalles, sustraer elementos a la composición para obtener una robusta carga de significado que apela directamente al espectador.
Nuestro artista invitado, quien desde niño supo que sería pintor, sabe también que más allá de la academia, la técnica y el arte está la vida y que, como habitantes de este mundo, tenemos la fortuna de poder apreciar la pródiga belleza que inunda nuestros sentidos. Los invitamos a disfrutar de la diáfana luz y las frescas sombras de este oaxaqueño universal. ~