Nuestra artista invitada es un caso atípico de una migración y una ruta de exilio comunes. Su arte es testimonio y registro de ello. Alimentado de la tierra y la rica cultura michoacanas, donde pasa desde hace años largas temporadas, su trabajo se ha nutrido de raíces mexicanas, purépechas, morelianas —hispanas, indígenas y criollas, en resumen— pero también de la vida en ese continente de confluencia de tantos mexicanos y latinos que es Texas, donde Mercedes Fernández ha vivido las últimas cuatro décadas.
En Houston, convencida del poder de la cultura para propiciar cambios tanto individuales como sociales, se ha dedicado a generar proyectos en los que migrantes, y en general personas en diversas situaciones de vulnerabilidad, pueden acercarse a las artes plásticas y transformar en alguna medida sus vidas.
A sus versátiles manos llegan también los laboriosos y coloridos textiles bordados michoacanos, y Mercedes, a modo de homenaje, pinta sobre ellos, los reinterpreta y continúa la obra que otras manos iniciaron con hilo y aguja.
Para ilustrar estas páginas, presentamos a los lectores de EstePaís | cultura una serie titulada Rayitas, donde Fernández explora —en un formato pequeño e íntimo— los trazos que deja la pluma de gel sobre un papel negro poroso. En un ejercicio lúdico de gran libertad se reiteran deliberadamente escenas cotidianas: frutos, sillas, una mesa preparada para servir el té; colores brillantes que cubren prácticamente todo el espacio. Objetos que conocemos bien, que nos acompañan en nuestras actividades diarias —en la comida mexicana no puede faltar el limón que ilustra esta portada—, pero que cobran nueva dimensión sobre el fondo negro en el que están obsesiva, concentradamente dibujados. En la intensidad y minucia de esas líneas, que evocan sus puntadas/pinceladas sobre los bordados, se trastoca el realismo de los objetos y estos adquieren perfiles oníricos, densidades ilusorias.
Cada una de las piezas de estas Rayitas nos invita a ponernos cómodos, al disfrute de un jardín, al gozo de los suculentos frutos; nos invita a internarnos, como en un sueño, en los remansos de un imaginario personal que Mercedes Fernández generosamente nos comparte.
¡Qué bonito! ¡Te queremos Merce!
Felicidades de todo corazón. Merce.