Hace veinte años nos enteramos de que un grupo clandestino, el EZLN, acababa de declararle la guerra al Estado mexicano. Integrado por indígenas chiapanecos, lo subcomandaba un joven que desentonaba entre los milicianos: ellos eran “del color de la tierra”; él, de la cal. Sus pobres huestes desfilaban en uniformes y botas de hule de la Ruta 100 [¿Por qué, precisamente en 1994, un organismo del Gobierno del DF?] “armados” con carabinas de Ambrosio.1
Como sabía de semiótica y de posmodernidad, sincretizó en su atuendo el México profundo y el santoral revolucionario: de Emiliano Zapata tomó el nombre y las cananas entrecruzadas;2 chinelos, Blue Demon y etainspiraron su icónico pasamontañas;3 de Mao, la gorra con estrella; de Rambo, el battle–dress desaliñado y la diadema de radiotransmisor; la gabardina de Cantinflas encarnó en jirones con reminiscencias palestinas; el legendario puro del Che se tornó pipa coyoacanense; como emblema: una obvia bandera rojinegra. Pero lo más importante del personaje no era su disfraz sino su discurso.
Si bien se presentaba él como “la voz de los sin voz” mayas, no dominaba ninguna de sus variantes. Convirtió entonces su idiolecto4 en lengua y la dotó de una morfosintaxis compleja. Aun si aceptáramos que haya calcado algunos giros mayas al español, el resultado es tan ridículo como decir en inglés: *with money dances the dog o bien *for if the flies. De tan opaco, su discurso alborotó hormonas por doquier y resultó deslumbrante: “Los primeros más antiguos nos hablaron en la boca de nuestros últimos muertos […] nos dijeron que […] era el momento para llegarse a la tierra que se crece hacia arriba”.5 Este es un ejemplo de enálage (cambiar la función gramatical de las palabras). Otro, acompañado de una hipérbole (aumento desproporcionado):
El mundo que queremos es uno donde quepan muchos mundos. La patria que construimos es una donde quepan todos los pueblos y sus lenguas, que todos los pasos la caminen, que todos la rían, que la amanezcan todos.
Al comienzo el discurso era menos rebuscado aunque igual de incoherente y, gracias a ello, luminosamente revelador. El generoso dicho: “Para todos, todo; para nosotros, nada” era un contrasentido ya que si a un todo se le resta una parte deja de ser todo. Como se supone,además, que por nosotros se entendía once millones de indígenas, resultaría absurdo hacer una revolución para que ellos siguieran sin tener nada. Ahora bien, si nosotros se refería a los jefes guerrilleros (tal parece ser el caso) entonces nada quiere decir todo, como ocurre en sus modelos castrista y norcoreano cuyo lema, en la práctica, es: “Para todos, nada; para nosotros, todo”.
La prosa neozapatista era, pues, un muestrario de figuras de la retórica clásica. Algunos párrafos eran un popurrí de tropos:
Hermanos y hermanas,6 durante muchos años, quienes gobierno tomaron y de él se sirvieron,7 trataron de destruir la sangre primera de estas tierras.8 Viendo que como quiera abundaba la semilla9 más primera,10 se cansaron de pelearnos con sus muertes más terribles, y entonces […] quisieron matarnos con olvido.11
Abundaban las paradojas: “Para que nos vieran, nos tapamos el rostro; para que nos nombraran, nos negamos el nombre; apostamos el presente para tener futuro; y para vivir… morimos”. También las anáforas (repetición de palabras al comienzo de enunciados): “Son los mismos que trajeron a un príncipe extranjero […]. Son los mismos que formaron la dictadura […]. Son los mismos que…”. Las antítesis (dos sintagmas con ideas opuestas) adoban la prosa: “Los que mandan obedeciendo contra los que mandan mandando…”. Sus manifiestos solían terminar con epifonemas (conclusiones exclamativas), como desplegado de abajofirmantes: “¡No nos rendimos! ¡Resistimos! ¡La dignidad no se rinde! ¡La dignidad resiste!”. Había también sarcasmos: “Disculpen las molestias, esto es una revolución”. Algunos aforismos escupían al cielo: “Aquel que usa las armas para hacer valer sus ideas es muy pobre en ideas”.
“No nos quieren indios. Muertos nos quieren” es una epanadiplosis: empezar y terminar una idea con las mismas palabras (según esto solo los indígenas están vivos). El concepto mismo de guerrilla pacifista, adoptado después, es un oxímoron (dos palabras o expresiones de significado opuesto), otro de sus recursos poéticos de batalla: “El día que fue el día era noche, y noche será el día que será día”. Por su parte, “un mil ciento once veces miró nuestra mirada a la soledad por fin derrotada” es una prosopopeya (atribución de elementos propios de seres humanos a animales, objetos o ideas abstractas). Es el caso de Durito. Y proliferaban los retruécanos (inversión de términos en dos oraciones contiguas): “El poderoso nunca podrá sacar razón de su fuerza, pero nosotros siempre podremos obtener fuerza de la razón”. Otro tropo era la anfibología (palabras con doble sentido): “Nos quieren quitar la tierra para que no tenga suelo nuestro paso”. El habla de El Viejo Antonio representa la lírica y sabiduría indígenas.
Con el correr de los años fue quedando claro que el locuaz redentor era solo un manipulador más. Lo antecedieron caciques, intermediarios, alcaldes, terratenientes, ediles, párrocos, transnacionales, comisarios ejidales y abarroteros. Y, antes, encomenderos y misioneros.
Dos décadas después, empachados de tanto dicharacho, dentro y fuera de los territorios del EZLN los indígenas permanecen en la indigencia. ~
1 Semejante irresponsabilidad fue minimizada con una gracejada: “Sí puedes aplastar a una guerrilla bien armada, pero a unos indígenas mal armados no”.
2 Contenían cartuchos de escopeta, incompatibles con su fusil semiautomático.
3 La máscara —dice Paz— oculta nuestra fragilidad.
4 Rasgos propios en la expresión de un individuo.
5 La mayoría de las citas provienen de las Declaraciones de la Selva Lacandona; las más alambicadas corresponden a la cuarta de la serie.
6 Apóstrofe: dirigirse a alguien.
7 Hipérbaton: invertir el orden; y paráfrasis: ampliar el modelo simple.
8 Sinécdoque: nombrar el todo por la parte.
9 Metáfora.
10 Pleonasmo: añadir vocablos innecesarios.
11 Adínaton: enumerar hechos impracticables.
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Profesor de literatura francesa en la Facultad de Filosofía y Letras y de español superior en el CEPE de la UNAM, RICARDO ANCIRA (Mante, Tamaulipas, 1955) obtuvo un premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo 2001, que organiza Radio Francia Internacional, por el relato “…y Dios creó los USATM”.