Después de haber pasado revista a las expresiones que se relacionan con la casa y el vestido, nos interesan aquí las que aluden al sustento y que integran dos grandes grupos: aquellas donde el ser humano funge como comida y las que involucran alimentos reales en contextos extragastronómicos. Ejemplos de las primeras son botanear/agarrar a alguien de botana, ser ajonjolí de todos los moles, no cocerse al primer hervor, estar salado o no ser (una) perita en dulce. Entre las segundas se puede citar: echar (toda) la carne al asador, ser pan comido, “este arroz ya se coció” y no estar el horno para bollos.
Una persona, entonces, puede ser un pan, pichón o flan (inexperto), plato de segunda mesa; o bien pasarse de tueste, ser insípida, sosa y su contrario: salerosa; es posible merendarse a alguien (vencerlo, dominarlo) y tener atole en las venas. También uno puede estarse asando, estar frito o “como agua para chocolate”.
Hay locuciones machistas, además de antropófagas: es posible hablar de una mujer suculenta, rica, sabrosa. Comer a besos, lamer, mamar, chupar, mordisquear, etcétera, son pruebas en español de una concepción universal que equipara las relaciones sexuales con la ingesta de alimentos. Por ello, el carnaval es la fiesta de la carne en ambos sentidos.1 Con un sentido opuesto, no tragar a alguien implica no soportarlo/tolerarlo. Hay dos locuciones paradójicas: dar (una) mordida y echarse un taco de ojo. Ambas son incluso aberrantes, la primera porque el que muerde (quien obtiene un soborno) es el policía/burócrata y no obstante —por eso es “mordelón”— pide mordida que el ciudadano le da: entonces, ¿quién muerde a quién? La segunda es absurda porque lo que se ingiere no es la parte del cuerpo ajeno que se admira sino los ojos con los cuales se ve: sería más lógico echarse un taco de pecho, piernas, hombros, nalgas, etcétera. Pero recordemos que la lengua muy a menudo tiene razones inescrutables, tanto como la liturgia católica: los feligreses son invitados a “comer” el cuerpo de Cristo.2
Se comen la torta antes del recreo los novios adolescentes poco precavidos; a los impacientes “se les cuecen las habas”; riega el tepache el que comete un error imperdonable; es “más mexicana que el mole” una persona nacionalista.3 El plato fuerte es un acontecimiento central; la cereza del pastel, un sutil detalle final. Un éxito se paladea.
Habrá que dedicar un próximo apunte a las distintas —y numerosas— formas de frasear las nociones de engañar, de engaño, omnipresentes en nuestra cultura. Por ahora nos contentamos con aludir a aquellas relacionadas con la comida: una esposa infiel “le hace de chivo los tamales” a su marido (da a luz hijos de otro hombre); en ocasiones “se da gato por liebre” (remembranza de los hostales de siglos pasados); dan atole con el dedo los políticos y otros demagogos (al parecer esta expresión se refiere a entretener al bebé mientras vuelve la madre para amamantarlo). Una locución vecina es echarle demasiada/mucha crema a (tus/sus) tacos, es decir alardear, ser presumido. Antes, se creía “la divina envuelta en huevo” una persona pretenciosa.
Gracias a la llamada sabiduría popular sabemos que a veces sale más caro el caldo que las albóndigas;4 que las fortunas se amasan, que se puede agarrar a un sinvergüenza con las manos —también— en la masa. Dar puras habas es no dar nada/no acceder a nada.5 Muchas veces se intenta endulzar las malas noticias, mientras que otros prefieren proferir “ajos y cebollas”, es decir, improperios. Un buen chisme es la comidilla del día.
Se evalúa una situación al “medirle el agua a los camotes”. Es posible tener sed de justicia y hambre de triunfo:6 en caso contrario “se rumia” la derrota. Tiene la mesa puesta aquel a quien la coyuntura favorece; está de manteles largos alguien que celebra a lo grande o que recibe a una personalidad en sus terrenos. Es un horno un lugar con alta temperatura. Reza un refrán fatalista: “Al que nace para tamal del cielo le caen las hojas”.
A algunas entidades inanimadas se les atribuyen verbos relacionados con la alimentación: “(a alguien/a algo) se lo tragó la tierra”, “el fuego devoró todo”, la economía u otro ente abstracto “aún no digiere los cambios”, “los diputados destazaron el proyecto de ley”. Ciertos términos culinarios tienen usos alternos. Así, un proyecto/negocio “se cocina/se está cocinando” o “está en la estufa/el horno”; ser un hervidero y estar en plena ebullición aluden a agitación, muchedumbre y también a la calentura de una situación; “refritean”/“hacen un refrito” las personas de ética laxa que publican, con algunas modificaciones, varios escritos a partir de un texto de origen.
Existen cientos de refranes que se refieren a salir del comal para caer en las brasas, al pan duro cuando hay hambre, al mejoramiento con el paso de los años, como el vino, etcétera. Algunas expresiones no tienen nada que pedirle a la poética surrealista: hacer(se) agua la boca, ser (algo) la sal de la vida, salpimentar, por ejemplo, una conversación, tragarse una mentira. Ganarse la chuleta/sacar para el chivo son variantes de la sentencia bíblica: ganarse el pan (con el sudor de la frente). Algo magnífico “está a pedir de boca”.
Que todo el mundo quiera su tajada de pastel es harina de otro costal: en todos los contextos sociales y profesionales suele ser solo uno quien parte el queso.
1En una de sus películas, Tin Tan utiliza el eufemismo “calabacitas tiernas” en vez de “¡qué bonitas piernas!”. Con un sentido semejante existe otro piropo procaz: “Con esas tortas, ni chesco pido”.
2Simbolismos aparte, la civilización judeocristiana hizo un tabú del canibalismo, práctica común en otras culturas de la antigüedad.
3Pero dar/estar en (mi/tu/su) mero mole significa acertar, satisfacer, gozar.
4Tiene su equivalente en una metáfora médica: salir peor el remedio que la enfermedad.
5“Un plato de lentejas” o bien “cacahuates”, por su parte, significan “casi nada”, refiriéndose generalmente a dinero.
6En el medio futbolero son muy apreciados los jugadores “con hambre de gol”.
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Profesor de literatura francesa en la Facultad de Filosofía y Letras y de Español Superior en el CEPE de la UNAM, RICARDO ANCIRA (Mante, Tamaulipas, 1955) obtuvo un premio en el Concurso Internacional de Cuento Juan Rulfo 2001, que organiza Radio Francia Internacional, por el relato “…y Dios creó los USATM”. Es autor del libro de relatos Agosto tiene la culpa (Samsara, 2014).