Friday, 19 April 2024
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Fortalezas y debilidades de la economía mexicana
Este País | Francisco Gil Díaz | 17.04.2009 | 0 Comentarios

Con gusto colaboro con comentarios relacionados

con la crisis mundial y su impacto sobre México.

Este País me hace la invitación porque los responsables

de su política editorial desean que quienes

hemos participado en la instrumentación de políticas

públicas compartamos las lecciones que derivamos

de dichas experiencias. Aunque no me tocó

una crisis durante mi gestión en la Secretaría de

Hacienda, mi colaboración alternativa desde 1965

en el Banco de México y en la Secretaría de Hacienda

me pueden haber dado una perspectiva útil para

dicho propósito. La literatura económica

también es una fuente útil para tratar de entender

los acontecimientos de hoy.

Se ha vuelto un lugar común atribuir la crisis que

experimenta el mundo a los defectos de la economía

de mercado. Supuestamente ha quedado demostrado

que permitir el libre funcionamiento de

los mercados es un error. Para entender lo que

acontece conviene distinguir entre los vaivenes que

produce un ciclo económico y una depresión económica.

No enfrentamos al bache habitual característico

de los ciclos económicos. Dichos ciclos son

parte del devenir normal de una economía de mercado.

Las economías, como cualquier mercado, padecen

los efectos de desfases imposibles de predecir

con exactitud. Los inversionistas operan siempre

frente a la incertidumbre, tienen que comprometer

recursos sin saber si la capacidad que instalan se

usará en su totalidad, o si acaso será insuficiente.

El bache en un ciclo sucede cuando el agregado

de los inversionistas de un país anticipan una ca-

pacidad de compra que luego no se materializa.

Podemos confiar en que este fenómeno es y seguirá

siendo característico de las economías de mercado.

La consecuencia de haber invertido de más,

para un país o para un producto cualquiera es que

el consumo será transitoriamente insuficiente para

absorber la capacidad instalada. Habrá entonces

un exceso de capacidad ociosa, desempleo y la

economía tomará algún tiempo en absorber el exceso

acumulado.

Además de que hoy el mundo no se encuentra

en la parte baja de un ciclo normal, el problema

que vivimos nada tiene que ver con una crisis de la

economía de libre mercado. El ciclo económico es

un fenómeno natural y sin duda preferible a una

planeación central compatible con estabilidad perfecta

y miseria permanente. Pero si no estamos en

el bache de un ciclo, ¿cómo calificar el fenómeno

que padecemos? Pues no se trata de otra

cosa que de una falla colosal de políticas

públicas combinadas con la avaricia

de actores económicos que aprovecharon

los errores de quienes no supieron

supervisar el proceso de ahorro y préstamo

y de quienes promovieron una expansión

artificial del mercado de

vivienda en Estados Unidos.

Esta crisis no tiene apellido ideológico ni apellido

partidista en EU. Fueron varios los gobiernos

de nuestro vecino norteño los que fueron aportando

su tabique, que no su grano de arena:

Quizás el tabique más importante se encuentra

en los bancos de desarrollo Fannie Mae y Freddie

Mack. Fannie Mae creado por Roosevelt y Mack en

1970 por el Congreso de Estados Unidos.

El segundo tabique lo aportó Carter al promulgar

el Community Reinvestment Act (CRA) para obligar

a los bancos comerciales a relajar sus criterios (redlining)

cuando evalúan solicitudes de crédito. El remache

vino en 1995 cuando Clinton aprueba una

enmienda al CRA para crear los créditos sub par.

Fannie Mae y Freddy Mac, ahora totalmente en el

regazo del gobierno de EU, fueron creados por

él mismo para fomentar la adquisición de vivienda.

Se les dio la apariencia de instituciones privadas

con acciones en bolsa y un gobierno corporativo

sujeto a disposiciones del mercado de valores. No

obstante esos controles incurrieron en prácticas

contables opacas que les permitieron expandir considerablemente

su crédito hipotecario. Lo hicieron

con tanto éxito que aproximadamente la mitad de

las hipotecas para vivienda otorgadas en EU surgieron

de estas instituciones, con tan pobre calidad

que los dos bancos tuvieron que pasar finalmente

de manera explícita al gobierno.

El tercer tabique tiene que ver con la supervisión.

Hoy sabemos que conductas tan escandalosas como

la del señor Madoff le fueron advertidas a la

Securities and Exchange Commission (SEC) sin que

ésta haya actuado en consecuencia. Esta conducta

es un síntoma de su inacción frente: 1) el apalancamiento

descomunal que tomaron los fondos de

cobertura (hedge funds) y los bancos de inversión

(algunos de hecho convertidos en gigantescos hedge

funds); 2) la generación irresponsable de hipotecas

por instituciones no bancarias y su posterior

empaquetamiento y 3) la incapacidad de las autoridades

de advertir la pirámide de riesgos

involucrada en el empaquetamiento

de hipotecas disfrazadas de valores con

alta calificación.

La supervisión también tiene que ver

con la correspondiente a las instituciones

bancarias. Ni las autoridades supervisoras

de los estados ni las federales,

incluyendo el FED, advirtieron los riesgos

que se acumulaban en la cartera de los bancos

comerciales. Estos no pecaron tanto como

otros en la generación de hipotecas, pero acabaron

comprándolas en la forma de títulos envueltos

(“respaldados” por un supuesto colateral). Las

autoridades supervisoras tampoco repararon en

los “vehículos especiales” que los bancos crearon

“abajo de la línea”, yo diría debajo de la línea de

flotación, para captar ahorro del público e invertirlo

sin sujetarlo a requerimientos de capital. Las

cantidades también fueron considerables y los

bancos se vieron obligados a reconocerlas con el

consiguiente castigo a un capital ya maltrecho.

Casi todo mundo cayó en el espejismo de la supuesta

calidad o infalibilidad de las reglas de capitalización

del BIS (Bank for International Settlements

o Banco Liquidador Internacional de

Basilea, Suiza, el banco de los bancos centrales).

El cuarto tabique lo aportaron las agencias calificadoras.

Así como fallaron los supervisores, las calificadoras

contribuyeron a realzar la calidad del papel

que sin el sello de calidad de éstas nunca hubiera

acabado en la cartera de los fondos de cobertura, de

los bancos de inversión, de las instituciones aseguradoras

o de la banca comercial. El efecto combinado

de la conducta de las instituciones de seguros y

de las calificadoras, las primeras otorgando respaldos

que no tomaron en cuenta riesgos individuales,

ni riesgos de los paquetes de valores supuestamente

diversificados, ni menos considerando riesgos sistémicos;

las segundas al aceptar a valor facial el realce

al papel hipotecario que provino de los seguros sin

llevar a cabo una inspección profunda y cuidadosa

de lo que aseguraron. Ahora se ha vuelto notorio el

término “riesgo de contraparte” porque hemos caído

en la cuenta que en muchos casos el tenedor del

papel ni siquiera sabía o sabe quién es realmente la

contraparte de una inversión.

El quinto tabique se encuentra en el desenlace de

la crisis cuando el Tesoro de Estados Unidos llevó a cabo

acciones desordenadas y erráticas

que confundieron a los actores en los

mercados o que, por su gravedad, empeoraron

considerablemente una confianza

ya endeble. Sin duda que una

concatenación de políticas públicas

erróneas requiere de políticas públicas

correctivas. La inyección de liquidez del

FED y la capitalización de los bancos son

políticas obligadas si se quiere detener la hemorragia.

Lo que ha desconcertado a los actores en los

mercados es que un día se diga que por ningún

motivo se capitalizarán los bancos y que la medida

apropiada para restablecer el crédito consiste en

comprarles deuda para sanear su cartera. Poco después

se decide que sí se capitalizará a los bancos y

que no se comprará deuda. Finalmente las autoridades

de EU acabarán instrumentando ambas.

Ahora el sexto tabique. La reducción de las tasas

de interés que cobra el FED que tuvieron temporalmente

el efecto de depreciar el dólar y con ello aumentar

el precio internacional del petróleo. El

aumento astronómico del precio del petróleo contribuyó

a debilitar la economía de EU al restar una

capacidad importante de gasto a la ya maltrecha

economía de los consumidores. Este impacto se

dio cuando la economía padecía de una gran debilidad

y sirvió para remachar los efectos perniciosos

de la crisis crediticia. La medida del FED sirvió para

transferirle recursos a los bancos que en buena parte

tomaron el dinero para invertirlo en papel del

Tesoro de EU, no para prestar. Esto ayudó un poco

para capitalizarlos. Los bancos no prestaron porque

los particulares no tienen capacidad de endeudamiento

y porque las tasas activas siguieron

elevadas. Los bancos centrales no tienen capacidad

de incidir sobre las tasas de préstamos a largo plazo.

También hubo aumentos transitorios sobre el

nivel general de precios, ahora revertidos con el

desplome del precio del petróleo que la depresión

mundial ha acarreado.

La crisis bancaria y la depresión han tenido un

efecto paradójico sobre la economía de EU: los particulares

de todo el mundo consideran que el dólar

es un refugio ante la incertidumbre no obstante el

endeudamiento en curso y el programado para el

Tesoro de EU y para el FED. Este fenómeno le permite

al gobierno de EU aumentar su déficit sin empeorar

el costo de su financiamiento. No sé si

alguien entienda el porqué. Se ha dado

un conjunto de intentos de interpretación:

1) EU como un lugar con menores

riesgos geopolíticos; 2) los demás gobiernos

se endeudan a partir de relaciones

deuda/PIB sumamente elevadas

mientras que esta relación en EU es aún

baja; 3) los fondos soberanos, el chino,

los de los países petroleros y otros, intentan

cuidar el valor en dólares de sus cuantiosas

inversiones en valores del Tesoro de EU. Cualquiera

que sea la explicación el hecho es que EU tiene la

situación singular y privilegiada de poder financiar

un aumento importante de su déficit presupuestario

sin incidir en el costo de su financiamiento.

Es claro que desembarazar a los bancos de cartera

sirve para darles liquidez pero no mejora su capacidad

de otorgar crédito cuando su problema es

insuficiencia de capital. Pero tampoco es evidente

que las dos medidas, la inyección de capital público

y la compra de cartera, de hecho recomendables

simultáneamente, basten para reactivar el crédito.

Son útiles, junto con las líneas de crédito del FED

en el mercado interbancario, para restablecer confianza

y evitar corridas sobre los bancos, pero no

para reactivar el crédito, por una razón elemental:

no hay demanda. Los consumidores no tomarán

más deuda en tanto no hayan purgado la deuda asfixiante

que contrataron. Para que esto suceda tendrán

que transcurrir muchos meses, no importa

qué tan sano se deje al sector financiero.

Dentro de este capítulo también destaca la inconsistencia

para impedir el colapso del valor de

activos que entramaban al sector financiero. Se dejó

correctamente sufrir a los accionistas de entidades

(banca de inversión o más propiamente

fondos de cobertura) como Bear & Stearns, así como

a los accionistas de los bancos, pero cuidando

que el valor de sus pasivos no se desplomara provocando

pánico. Sin embargo, cuando se presentó

el quebranto de Lehman Brothers se tomó la decisión

incomprensible de permitir su colapso con un

perjuicio enorme para la confianza del sistema financiero

mundial y, por lo tanto, con repercusiones

sistémicas.

Estas experiencias encierran lecciones importantes

para entender lo que hoy acontece y para anticipar

lo que puede suceder si se repiten los errores

proteccionistas de la tercera década del siglo pasado

que llevaron al mundo a la Gran Depresión.

Ya se atisban problemas serios

cuando políticos importantes hablan

nuevamente de proteccionismo. Por

otra parte, haber identificado el error

del FED cuando la Gran Depresión, clásico

ya, sirvió para que ahora en todo el

mundo se den inyecciones de liquidez y

aportes de capital a instituciones financieras

por las autoridades presupuestarias y los

bancos centrales. Esto ha evitado que las economías

se precipiten en la forma que lo hicieron en

aquella época.1

Finalmente, para cerrar los comentarios sobre la

economía de EU, el nuevo gobierno sólo tiene como

palanca inmediata de estímulo la política fiscal.

El aumento en el déficit presupuestario en

curso y el que quiere impulsar el presidente Obama

ayudarán a paliar la crisis porque los inversionistas

del resto del mundo están dispuestos a

financiar la simultaneidad de déficit de balanza de

pagos y de presupuesto de EU. De no ser así, la

emisión de deuda pública estadounidense incidiría

al alza sobre las tasas de interés y sólo le restaría financiamiento

a los particulares. Hacia delante habrá

que observar cómo evoluciona la acumulación

de deuda pública.

El entorno económico mundial es el de un debilitamiento

generalizado y de franca depresión en

muchos países. Éste es el problema que enfrenta

nuestro gobierno. Se trata de un hecho superveniente

fuera de nuestro control que requiere de diversas

palancas de política pública. Ninguna, ni su

suma previsible, es suficiente para evitar por completo

el impacto negativo que experimentamos,

pero sí para disminuirlo y aprovechar la coyuntura

e introducir cambios con visión de mayor plazo.

Las medidas que anunció el presidente Calderón y

otras que el gobierno instrumentó recientemente

apuntan en la dirección adecuada.

Las fortalezas de nuestra economía al encarar la

crisis son el libre tipo de cambio; el reducido porcentaje

de su deuda externa; una sana política presupuestaria;

banca comercial y de desarrollo sanas;

ingresos petroleros fiscales cubiertos; apertura comercial

y recursos públicos cuantiosos para infraestructura.

Nuestros tratados son un privilegio,

pero nuestro estrecho vínculo comercial con EU

nos hace más vulnerables que otras naciones a la

caída de su economía.

El gobierno programa un aumento en

el gasto público financiado, en parte,

con un incremento razonable y justificado

en el déficit público. Igual que el de

EU, el mayor endeudamiento tendrá un

impacto positivo sobre la demanda porque

se financiará con recursos externos

proveídos por la banca multilateral internacional,

es decir, recursos que no tendrán que

obtenerse a través de la colocación de papel. Tenemos,

sin duda, una política acertada porque la

deuda con estos organismos ha casi desaparecido,

lo que nos da capacidad de crédito. La colocación

de deuda en los mercados internacionales en este

momento no es oportuna. Aunque el diferencial

(el riesgo país) del costo de financiamiento externo

de México sobre la tasa de interés de los bonos

del Tesoro de EU es de las más bajas entre los países

emergentes, cuesta menos financiarse con los

organismos multilaterales.

El destino que se dará a la inversión en infraestructura,

en proyectos que se han preparado o realizado

parcialmente a lo largo de los años, servirá

para mejorar la capacidad productiva del país porque

se refiere principalmente a infraestructura de

comunicaciones. No se trata de improvisación o

invento de destinos para el gasto que suelen ser un

desperdicio de recursos. La inversión en capacidad

de producción de petróleo es también otra prioridad

que está siendo atendida.

La disminución de aranceles, recientemente decretada,

aporta un alivio importante al elevado

proteccionismo que caracterizó la política de comercio

exterior de nuestro país poco después de

entrar en vigor el TLC. No obstante, persisten decretos

de privilegio y distorsiones. La fuerte depreciación

en el tipo de cambio brinda una oportunidad

para instrumentar una medida de mayor fondo: establecer

un arancel cero a todas las importaciones,

sin distingo. Así, desaparecerían los problemas de

control y corrupción asociados al complejo problema

de la clasificación arancelaria; se volverían innecesarios

los certificados de origen; disminuiría

sensiblemente el costo de las transacciones de comercio

exterior; pero de mayor trascendencia, se

daría un nuevo ímpetu a los estímulos a la productividad.

Se trata de una medida que contribuirá a

presionar menos el nivel de precios y ayudará en la

lucha en contra de la inflación. Menor

inflación puede permitir bajas en las tasas

de interés.

Otra política que con el tiempo aprendimos

es la adecuada para México en

cualquier circunstancia, pero más en

momentos difíciles como el actual, consiste

en permitir la libre flotación de la

moneda. El régimen de flotación del peso

ajusta el valor de la moneda al nivel de equilibrio

necesario para contar con una balanza de

pagos equilibrada y proteger la competitividad de

nuestras exportaciones. Esta flexibilidad es un fuelle

crucial para evitar mayores daños a nuestra economía.

Está bien documentado cómo al principio del

desplome internacional de la demanda durante la

Gran Depresión, México pudo aislarse gracias a que

su bimetalismo se tradujo de facto en un régimen de

flotación pero también que, cuando en aquel entonces

se optó por un tipo fijo, la Depresión se volcó

sobre el país.

Dentro de las herramientas de política económica,

la cambiaria tiene un papel central. Ante un huracán

económico, juega un papel crítico,

particularmente su flexibilidad. Que el tipo de cambio

pueda moverse libremente tiene implicaciones

que van más allá de sus efectos sobre la balanza comercial.

Tiene que ver también con la movilidad de

los capitales internacionales. Con el tipo de cambio

libre los inversionistas entran sin la promesa de

conversión que da un tipo determinado, toman un

riesgo pero sus pérdidas son parte de las reglas del

juego. No sólo eso, toda vez que un elevado porcentaje

de la captación financiera en pesos proviene

de residentes del exterior, éstos contribuirán a evitar

depreciaciones excesivas. En contraste, con un tipo

de cambio fijo, en este caso cuesta especular contra

la moneda. En un régimen así el gobierno no le da

la salida al inversionista, éste tiene que decidir si

permanece o toma sus pérdidas.

Nuestras autoridades han aprendido que para

evitar que el país sea rehén de movimientos especulativos

es menester un tipo de cambio que flote

libremente. Han sido abundantes e infalibles los

colapsos asociados a tipos de cambio predeterminados

no vinculados a una caja de conversión estricta

(Hong Kong): Argentina, Asia emergente,

México y Rusia son ejemplos de desastres asociados

a la terquedad de un tipo de cambio no vinculado

con otras medidas.

Hoy la depreciación de nuestro tipo de

cambio es una consecuencia inevitable

del desfonde de la economía de EU y de

la debilidad de monedas de países que

concurren con nosotros al mercado internacional.

La libertad de movimiento

de la relación peso/monedas extranjeras

es, entonces, imperativa para defender

nuestro aparato productivo. De todas las políticas

frente a la crisis, ésta es, quizás, la más trascendente.

Las dificultades que enfrentamos nos brindan

también la oportunidad de concentrar esfuerzos

para agilizar procedimientos burocráticos; propiciar

la apertura inmediata de empresas; mejorar la

impartición de justicia; fortalecer el estado de derecho;

llevar a cabo reformas estructurales tales como

interconectar los ferrocarriles a costos

razonables, abrir nuestros cielos, liberalizar el terreno

competitivo de las telecomunicaciones, entre

otras. Éstas son medidas que aumentarán gradualmente

la productividad, que se asimilarán a lo largo

de los años, pero atraerán de inmediato

mayores inversiones productivas.

Es imposible predecir con precisión la trayectoria

de la producción, del empleo y de otras variables

económicas clave. Sin embargo, podemos confiar

que se avecina una temporada extraordinariamente

difícil y complicada que habrá de requerir de solidaridad,

de colaboración entre los grupos políticos,

entre los legisladores, entre los gobernadores y

entre la población para tomar medidas que frecuentemente

parecerán dolorosas, pero que lo serán

menos que la alternativa: un impacto

económico negativo mayor asociado a la inacción

o a medidas mal orientadas.

Finalmente, toda vez que se me invitó por creer

que aprendí algo de nuestras crisis anteriores, no

resisto la tentación de mencionar algunos de los

numerosos paralelos entre nuestra crisis de 1994-

95 y la de Estados Unidos.

En ambos casos se produjo primero una gran expansión

de crédito hipotecario de mala calidad.

Los dos países contaron con bancos de desarrollo

que contribuyeron con un crecimiento ingente

de su financiamiento otorgado a deudores de mala

calidad.

A México se le criticó duramente el supuesto

mantenimiento de tasas de interés artificialmente

bajas durante 1994 y parte de 95. En EU

las tasas también fueron desusadamente

bajas pero, además, la reducción adicional

de tasas por el FED en medio de la

crisis contribuyó a depreciar fuertemente

el dólar y a subir el precio internacional

del petróleo, agravando todavía más

el problema del desempleo y creando

presiones inflacionarias sin estimular su

economía, porque las tasas activas de los bancos

subieron en lugar de bajar.

Recientemente, continúan bajas las tasas de interés,

ahora sin consecuencias inmediatas negativas

porque, como mencioné antes, por alguna razón

los recursos financieros internacionales se quieren

refugiar en EU. Sin embargo, vale la pena recordar

cómo se criticó duramente, por parte de las autoridades

de EU, que las tasas de interés en México estuviesen,

según ellas, artificialmente bajas.

En ambos países los acreditados no pudieron pagar

sus créditos al despegar las tasas de interés.

En los dos países las autoridades tuvieron que

enfrentar la situación con soluciones ad hoc ante

la falta de un marco jurídico y ante las fuertes críticas

y cuestionamientos sobre el uso de los recursos

públicos.

En ambos también hubo que intervenir y capitalizar

bancos y alentar o forzar el cierre de algunas

instituciones.

En ambos el resultado fiscal neto de las intervenciones

dependerá de la recuperación de los activos

de los bancos y de la economía misma.

En los dos la crisis tuvo efectos políticos de consideración.

A México se le criticó que honrara los vencimientos

de los Tesobonos en poder de inversionistas residentes

en el extranjero. En EU el secretario

Paulsen anunció que parte de la justificación de sus

intervenciones fue conservar la confianza de los tenedores

extranjeros de bonos del tesoro de EU.

En ambos países las crisis se incubaron, en parte,

por fallas severas de las autoridades y de

los organismos responsables de la supervisión.

Hay otros paralelos, pero además de

lo interesante de las similitudes, vale la

pena recordar que las críticas a nuestro

manejo de la crisis provinieron de las

autoridades del gobierno de EU que, al

tener que padecer en cabeza propia un

fenómeno similar, han tenido que abandonar posiciones

dogmáticas rígidas. Regreso con esto al

principio de esta nota: la necesidad de intervenir se

da porque son los mismos gobiernos los que crean

el riesgo moral. No porque el mundo se desenvuelva

dentro de una economía de mercado inherentemente

inestable.

1 Antes de que naciera el FED el Tesoro de los EU cometió

errores similares cuando la crisis de 1907.

Aclaración:

En nuestra edición anterior, en la presentación de La crisis: testimonios y perspectivas, en la página 5, donde dice “Se nombró Secretario

de Hacienda a Jesús Silva Herzog y a Carlos Tello, como gobernador del Banco de México”, debió decir: “Se nombró

Secretario de Hacienda a Jesús Silva Herzog y a Miguel Mancera, como gobernador del Banco de México”.


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