Wednesday, 25 December 2024
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El variado verso de José Alfredo Jiménez
Cultura | Eduardo Langagne | 17.04.2009 | 0 Comentarios

En Versos comunicantes III, volumen
que reúne entrevistas con poetas ibe-
roamericanos, encontramos un co-
mentario que Rubén Bonifaz Nuño
hace a José Ángel Leyva, compilador
del libro: “Si usted escribe con métri-
ca clásica, digamos endecasílabos clá-
sicos, va a ser muy difícil que diga
algo, ya no digamos mejor, algo distin-
to a lo que dijeron los grandes poetas
del Siglo de Oro español”.
Si bien las múltiples variantes rítmi-
cas usadas por Bonifaz son un sólido
soporte de su poesía, podemos recor-
dar que tres de nuestros poemas canó-
nicos de la pasada centuria fueron
escritos sobre la base rítmica del en-
decasílabo: “Suave Patria”, de López
Velarde, pinta ese intenso paisaje líri-
co a partir de una variedad de acen-
tuaciones del verso de once sílabas;
“Muerte sin fin”, de José Gorostiza, lo
combina con heptasílabos,
por ejemplo, y “Piedra de
sol”, de Octavio Paz, lo desa-
rrolla con maestría expresiva
y un ejemplar rigor formal.
En alguna ocasión escuché
decir que el himno nacional
mexicano está mal medido,
razón por la cual la melodía
debe completar los “endeca-
sílabos” alargándose en las
vocales: es decir, según aquel
comentario, la “falla rítmica”
debe corregirse cantando:
“tus sie-e-nes de oli-i-i-va” o
“de la pa-az el arcá-angel di-
vi-ino”. No es así: el himno
nuestro, muchos himnos, es-
tán construidos sobre el verso
de diez sílabas al que, por su
acentuación, Tomás Navarro Tomás denomina decasí-
labo heroico. La música de Jaime Nunó, compuesta
justamente para ser un himno, se acopló a la perfec-
ción con los versos de González Bocanegra, a pesar de
que no hayan realizado juntos la tarea creativa. El bor-
dado melódico hace que las vocales del texto se canten
con esa característica musical, extendiéndose. En el
“Ave María” de Schubert se escucha también cómo se
repiten las vocales del canto sobre una melodía emoti-
va y serena. Desde luego, la extensión de las vocales en
la melodía no es de ninguna manera un recurso para
hacer más larga la frase “Ave Maria, gratia plena”, sino
un adecuado bordado de notas sumamente conmove-
doras.
Quiero partir de estos dos antecedentes para trazar
un breve apunte a la diversidad rítmica que la lírica del
compositor popular mexicano José Alfredo Jiménez
nos propone. Estimo probable que la memoria
del lector pueda ayudar de manera interactiva a
recordar —y acaso a cantar— las melodías de
las letras que anoto. Sé muy bien que una letra
de canción no es poema, pero esa mitad del
producto estético sí puede producir una per-
cepción poética, si bien la fuerza de su emoción
toca inmediata, a veces superficialmente, la epi-
dermis de la sensibilidad colectiva. Estoy con-
vencido de que, de manera consciente o no, la
canción popular tiene una influencia anímica en
nuestras vidas. Y en este asunto de la diversidad
rítmica, que a veces no pareciera ser una preo-
cupación o empeño de la actualidad poética,
quiero apuntar algunas características de las le-
tras del compositor guanajuatense.
A partir de los testimonios que están a la ma-
no, me aventuro a pensar que José Alfredo Jimé-
nez componía preferentemente sus melodías
sobre una letra ya escrita; deduzco también que
ante la posibilidad de que letras con ritmos igua-
les dieran por consecuencia melodías demasiado
parecidas, el guanajuatense se esmeró intuitiva-
mente en darle variedad a sus acentuaciones y
métricas para lograr con ello la obtención de
melodías diferentes. Tal vez por ello el composi-
tor consigue combinaciones con cualidades in-
dudables. Por ejemplo, “Ando volando bajo” es una
letra lograda con cuatro medidas de verso distintas, de
siete, ocho, nueve y diez sílabas: “Ando volando bajo”
es un verso de siete sílabas; “mi amor está por los sue-
los” es de ocho. Más adelante, en el estribillo, canta:
“tú y las nubes me traen muy loco”, que resulta de
nueve; “tú y las nubes me van a matar”, de diez. No sé
si la intuición de José Alfredo lo llevaba a medir los
versos solamente en su oído, sin atender las diferen-
cias de medida entre versos con finales graves o agu-
dos, sin embargo el resultado es verdaderamente
interesante. Más allá de lo que puede comentarse aquí
de manera breve, sé que valdrá la pena un estudio más
profundo de su lírica, porque el compositor propone
en su obra un amplio catálogo de versos.
En fin, José Alfredo Jiménez intentó variadas exten-
siones del verso: hay en sus canciones ejemplos de seis
a dieciséis sílabas. Los versos de diez sílabas, que, co-
mo vimos antes, funcionan adecuadamente en la escri-
tura de los himnos y no son tan habituales fuera de
ellos, menos aun en la canción popular, le sirvieron a
José Alfredo para sus canciones. Estos versos decasíla-
bos del guanajuatense pueden cantarse con las melo-
días de muchos himnos del mundo, incluida “La
Marsellesa”: “Es inútil dejar de que-
rerte, / Ya no puedo vivir sin tu
amor”. O entonces: “Hoy que quiero
dejarla de amar, / No responden las
fuerzas del alma. / Yo no sé dónde
voy a acabar, / Pero yo ya no puedo
olvidarla”. En otro ejemplo conocido:
“Tómate esta botella conmigo / Y en
el último trago nos vamos”. He aquí
otro ritmo del verso de diez sílabas,
que podemos encontrar en Rubén
Darío, por supuesto: “Una gitana leyó
en mi mano / que con el tiempo me
adorarías; / esa gitana ha adivinado /
pero tu vida ya no es la mía”.
En una lectura del Carlos Pellicer
de “Horas de junio”, encontramos si-
militudes en la concepción del ritmo
del verso, en la manera de expresarlo:
“Si hay algo en mí que valga es la
amargura”, escribe el tabasqueño;
“Amanecí otra vez entre tus brazos”,
anota el guanajuatense. Los versos
alejandrinos aparecen también cuan-
do canta: “Y me iré con el sol cuando
muera la tarde”.
No sería fácil sostener que el com-
positor haya realizado sistemática-
mente lecturas de poetas, pero sí
encontramos en algunos momentos
coincidencias, o referencias más claras
y evidentes en otros, como cuando
Salvador Díaz Mirón está presente en
“El derrotado”: “Ya ves yo no renie-
go, / Y a todos tus insultos / Lo que
dijo el poeta / Te voy a repetir: / Exis-
ten aves que cruzan el pantano / Y no
se manchan, / Y tú sabes mujer / Que
mi plumaje es de ésos”.
Hay diferencias entre la letra de
una canción y un poema, desde lue-
go; el poema guarda su propia músi-
ca, su música ceñida a la acentuación,
al metro, etcétera; la canción tiene
otras posibilidades ya que la melodía
se elabora con alturas de sonido. En
un país como Brasil, donde la música
popular, denominada MPB(música
popular brasileña), tiene una enorme
relevancia como expresión de identi-
dad nacional, se han discutido las di-
ferencias entre letra y poema. Hace
poco leí en un diario brasileño que en
los textos hechos para música, la
palabra vive artificialmente la con-
dición de escrita. Es verdad que pa-
ra el lector de poesía muchos,
muchísimos textos de canción, sin
su música, son simplemente ina-
ceptables.
Los poetas y compositores de
Brasil han pensado, junto con los
críticos, en las diferencias. Ya se ha
dicho que el poema se completa
cuando es leído, y puede ser leído
en voz baja, interna, aural. La letra
en cambio se realiza en la canción,
pero la canción sólo se realiza cuando
es interpretada, cuando es bien can-
tada y cuando es escuchada… El
compositor Arnaldo Antunes sugiere
que un poema es un objeto autotéli-
co, tiene su fin en sí mismo, y una le-
tra de canción es heterotélica, puesto
que no tiene su fin en sí misma. Lo
cierto es que una letra es indisociable
de la melodía, y es verdad que existe
una especie de depreciación de la le-
tra sola en relación al poema escrito.
Pero lo poéticopuede estar presente en la can-
ción y en el poema. Un poeta tan influyente en su
generación como Vinicius de Moraes jugó en las
dos canchas con igual fortuna, y es que una orgu-
llosa victoria de la canción se da cuando la gente
sintetiza una situación vital con la frase: “Como
dice la canción”.
Para mí, la canción y el poema son simplemen-
te dos productos estéticos diferentes. Me interesa
la poesía en todas sus significaciones y posibilida-
des: por una parte los poemas escritos, una inde-
leble huella cultural; por otra parte la poesía
sonora, el poema elaborado y producido con la
ayuda de recursos tecnológicos de vanguardia; y
sin duda alguna, la indispensable poesía popular, in-
cluido el verso improvisado que los trovadores de to-
da Iberoamérica organizan con maestría envidiable.
Estoy seguro de que la búsqueda rítmica representa
una característica reconocible y singular en la enorme
y emocionada obra de José Alfredo Jiménez. No pro-
pongo que sus canciones se incluyan en las antologías
poéticas, pues siempre haría falta la música y una es-
tructura del texto tal vez más concentrada y connota-
tiva, menos oral, pero supongo que los poemas que
escribimos en este tiempo podrían seguir experimen-
tando las amplias posibilidades de nuestro verso en
español y tal vez no anclarse demasiado en el conoci-
do endecasílabo. ~

10
E
s
te
Pa
ís
cu
ltu
ra
• Versos hexasílabos (de seis sílabas): “Qué bonito
amor, / Qué bonito cielo, / Qué bonita luna, /
Qué bonito sol”. O bien otra acentuación usada
en nuestra tradición de lengua española: “Tú sa-
bes que mi alma / Vivió entre tus brazos / La his-
toria de amores / Que tanto soñé. / Tú sabes
paloma / Que me haces pedazos / Si el día de ma-
ñana / Me pierdes la fe”.
• Versos heptasílabos (de siete sílabas): “Dame un
poco de ti, / No te vayas así, / Te lo estoy supli-
cando”. Y además: “Cuando llegue el momento /
De decirnos adiós”.
• Versos octosílabos (de ocho sílabas): “Tú sabes
que soy parejo, / Ya te lo dije una vez: / Si yo no
te causo penas, / No quiero que me las des” (con
pareados agudos). O la muy conocida “Camino
de Guanajuato”: “No vale nada la vida, / La vida
no vale nada”. Y otra variante rítmica del propio
verso octosílabo que aparece en “Cuando el desti-
no”: “No vengo a pedirte amores, / Ya no quiero
tu cariño. / Si una vez te amé en la vida, / No lo
vuelvas a decir”.
• Versos eneasílabos (de nueve sílabas): en este ca-
so, combinados con versos de diez sílabas, a causa
del final agudo de los versos pares: “Despacito,
muy despacito, / Se fue metiendo en mi corazón.
/ Con mentiras y cariñitos, / La fui queriendo con
mucho amor”.
• Versos decasílabos (de diez sílabas): Además de los
ya citados en el cuerpo de la nota, aquí tenemos
otro ritmo del verso de diez sílabas, del que podría-
mos además sugerir que los versos nones proponen
combinaciones pentasílabas: “Ando borracho, /
Ando tomando, / Porque el destino cambió mi
suerte. / […] / Una gitana / Leyó en mi mano /
Que con el tiempo me adorarías; / Esa gitana / Ha
adivinado, / Pero tu vida ya no es la mía”.
• Versos endecasílabos (de once sílabas): “Amanecí
otra vez entre tus brazos / Y desperté llorando de
alegría. / Me cobijé la cara con tus manos / Para
seguirte amando todavía”.
• Versos dodecasílabos (de doce sílabas): “Éste es el
corrido del caballo blanco / Que en un día do-
mingo feliz arrancara. / Iba con la mira de llegar
al norte / Habiendo salido de Guadalajara”. Y en
otra conocida canción: “Por tu amor que tanto
quiero y tanto extraño, / Que me sirvan una copa
y muchas más”.
• Versos tridecasílabos (de trece sílabas): “Se me
acabó la fuerza de mi mano izquierda. / Vas a te-
ner el mundo para ti solita”.
• Versos tetradecasílabos (de catorce sílabas, alejan-
drinos): “Y me iré con el sol cuando muera la tar-
de”.
• Versos pentadecasílabos (de quince sílabas): “La
distancia entre los dos / Es cada día más grande”.
Las constantes combinaciones de versos octosíla-
bos y heptasílabos dan por resultado las quince sí-
labas.
• Versos hexadecasílabos (de dieciséis sílabas): Se
localizan en la menos conocida canción “El deses-
perado”: “Yo no sé si tú me quieres o tal vez me
hayas querido, / Pero lo que sí te digo es que soy
un hombre fiel. / Tú serás siempre mi dueña, mo-
riré por tu cariño, / Y a salud de tus recuerdos no
he dejado de beber”.
Breve catálogo de versos
de las canciones de José Alfredo Jiménez


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