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México en la década de los noventa
Este País | Histórico | Servitje Lorenzo | 29.09.2009 | 0 Comentarios

LA EVOLUCIÓN de México en la década de los 90 estará determinada por una intrincada interacción de lo económico y lo político.

 

Las medidas que deben seguirse, tomando para corregir los errores en el terreno económico de los regímenes anteriores y conseguir reiniciar la recuperación esperada, requerirán, por una parte, que no haya alteraciones serias del clima político. Y por la otra, el éxito de estas medidas es indispensable para asegurar en el mediano y largo plazo un funcionamiento político estable y a tono con las exigencias de la época.

 

La situación económica de México y su evolución próxima tienen más luces que sombras:

 

• La inflación es todavía alta y parece muy difícil que para 1991 baje a un dígito, aunque debe llegar a niveles próximos a los de los Estados Unidos para los años siguientes.

• El poder adquisitivo del salario mínimo ha bajado muchísimo y no alcanzará durante el sexenio su nivel alto anterior.

• Es de esperarse que continúe la política de suprimir subsidios generalizados a bienes y servicios tanto públicos como privados. Continuará no obstante, de algún modo, el apoyo a los grupos más necesitados.

 

• En la mitad norte del país puede decirse que hay muy poco desempleo, al contrario de lo que ocurre en el resto. Según avance la recuperación económica el desempleo irá disminuyendo, con la consiguiente escasez de trabajadores en muchas zonas.

 

• La producción agropecuaria en muchos renglones es deficitaria y su mejoramiento se demorará por la dificultad existente de llevar a cabo cambios estructurales en el campo. Sin embargo es previsible que estos cambios lleguen a realizarse porque el incremento de la producción en el campo es indispensable para la recuperación económica del país.

 

• En los años próximos el crecimiento económico será lento, no sólo porque los planes de inversión nacional y extranjera toman tiempo, sino porque todavía muchos inversionistas esperan ver más clara la situación económica y política. No obstante es de esperarse una verdadera explosión de la inversión un poco antes de la segunda mitad de la década, si se dan las condiciones de estabilidad de la economía que se esperan y el clima político mejora.

 

• Como consecuencia de los años de crisis, el rezago en el gasto de inversión del gobierno dará lugar sin duda a cuellos de botella en la producción, como pueden ser en la generación de energéticos, carreteras, ferrocarriles y puertos. Esto limitará seriamente los planes de inversión de las empresas.

 

• Un elemento clave en la evolución económica del país, no sólo en la década sino para el futuro a largo plazo, es el que se lleve a cabo y con éxito el Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos. Este acuerdo abre enormes posibilidades de progreso para ambos países y debemos aplicar a nuestros mejores hombres y recursos para su acertada negociación.

 

• La apertura comercial actual y el Acuerdo de Libre Comercio con los Estados Unidos, si cristalizan, habrán de producir un cambio fundamental en todas las actividades económicas de los mexicanos. Sin duda tendremos contratiempos y ajustes dolorosos, pero nuestra competitividad tendrá que aumentar mediante el mejoramiento de nuestra productividad, calidad y capacidad exportadora.

 

• Aunque los pactos para la estabilización han sido muy útiles, cada día se ven más comprometidos. En el momento en que la inflación llegue a un dígito habrán de desaparecer.

• Continuará la política gubernamental de desregulación y simplificación administrativa para hacer más ágiles y eficientes las actividades económicas.

 

• Para contar con los recursos que requiere la economía nacional se seguirá impulsando la inversión extranjera de manera importante, la privatización de las empresas estatales, la inversión nacional privada, la repatriación de capitales, el ahorro interno y el endeudamiento selectivo tanto público como privado.

 

• La balanza comercial y la cuenta corriente serán deficitarias, lo que es inevitable en una economía como la nuestra que debe crecer, pero se espera que la balanza de pagos no lo sea, merced a las medidas arriba citadas.

• El impulso al ahorro será también muy importante, ya que la falta de él puede ser una de las principales limitantes para nuestro desarrollo. La promoción de planes privados de pensiones y del seguro en general va en esta dirección.

 

• El descenso de la inflación a un dígito debe conducir a una reducción drástica de las tasas de interés, condición indispensable para mejorar nuestra competitividad interna y externa y para el fortalecimiento de las finanzas públicas.

• Al mejorar la situación económica es probable que se establezca un tipo de cambio fijo, que desde muchos puntos de vista es deseable. Sin embargo quizás, se adopte una política de desliz flexible para evitar el fantasma de las devaluaciones bruscas.

 

• Hay una gran incertidumbre respecto a las relaciones laborales. Los cambios en el liderazgo sindical traerán trastornos, pero es posible que se desarrolle un nuevo clima de trabajo que propicie el entendimiento y la colaboración.

• Continuará por muchos años una grave insuficiencia de viviendas para renta, hasta que no se establezcan medidas de seguridad para los propietarios y un régimen favorable de impuestos que promueva su construcción.

 

Hay algunos obstáculos que pueden demorar o entorpecer el logro de las metas arriba citadas, como serían la inestabilidad política, la desconfianza del público en general, la disminución de los precios del petróleo y la contracción de la economía de los Estados Unidos.

 

En los aspectos sociales, durante la década de los 90 es previsible lo siguiente:

• Continuará el descenso del crecimiento demográfico.

• Al aumentar la productividad en el campo se acentuará la migración de la población rural a las ciudades, con el consiguiente fenómeno de la presión sobre los servicios públicos y la formación de colonias proletarias y cinturones de miseria.

 

• Se acentuarán las tendencias hacia un concepto materialista de la vida, consumismo y exigencias y expectativas de un mayor bienestar generalizado.

• La internacionalización de nuestra economía producirá un impacto que lesionará nuestra identidad cultural y moral.

• Continuarán debilitándose los valores familiares tradicionales.

• Mejorarán las relaciones Iglesia-Estado, orientándose en el sentido moderno del reconocimiento de la pluralidad social y la tolerancia.

• Crecerá el papel de los distintos grupos y sectores sociales que pugnan porque exista una mayor participación de la sociedad en actividades hasta hoy relegadas al gobierno o a los partidos políticos.

• Aunque no se ve probable, tendrá que haber un mejor desempeño de las actividades educativas, no sólo para hacer frente a las necesidades de un desarrollo económico moderno, sino también por las exigencias de una convivencia social más civilizada.

• Continuará el problema del narcotráfico y se avanzará muy poco en su solución.

 

• No cederá la corrupción, mal endémico de nuestra sociedad.

En los aspectos políticos pueden hacerse estas consideraciones:

• Se confirmará la decisión de llevar a cabo una política económica no populista en favor de una economía de mercado, pero en la que no disminuirá el papel rector del Estado. El Estado continuará atendiendo especialmente las necesidades de los grupos más desprotegidos de la sociedad por razones electorales y de conservación de la paz social.

 

• Los procesos electorales se llevarán a cabo con mayor claridad y sus resultados se comunicarán más oportunamente.

 

• Se anticipan serios conflictos en el interior del PRI. Es difícil predecir si logrará transformarse en un partido moderno, con una nueva estructura y con capacidad para ganar elecciones en forma generalizada.

 

• Con elecciones escrupulosamente limpias es predecible la pérdida para el PRI de varias gubernaturas y numerosas presidencias municipales.

• El éxito de la recuperación económica y el prestigio político del licenciado Carlos Salinas de Gortari es posible que ayuden mucho al PRI en las elecciones de 1994, pero puede haber desenlaces imprevistos. En una democracia sin adjetivos la decisión de los electores es impredecible.

 

• Continuará en la mayoría de la población la tendencia a favor de soluciones prácticas a sus más inmediatos problemas. Seguirán debilitándose las ideologías radicales y afirmándose las conservadoras, con el riesgo a un plazo medio de una nueva radicalización.

 

• En casos de inconformidad política, justificada o no, habrá mayores muestras de resistencia civil como manifestaciones, plantones y ocupación de edificios.

 

• Los estados y la provincia en general afirmarán más su propósito de autonomía dentro del pacto federal y demandarán una mayor descentralización política y administrativa.

 

 

 

El presente artículo fue escrito en agosto de 1990, y es lo que en ese entonces su autor pensaba que sucedería durante la década.

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