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Las elecciones de 2009 y su impacto a largo plazo
Este País | Rosa María Mirón Lince | 01.12.2009 | 2 Comentarios

El pasado 5 de julio se llevaron a cabo elecciones para elegir diputados federales y también hubo comicios en once estados de la República: Campeche, Colima, Distrito Federal, Guanajuato, Jalisco, México, Morelos, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y Sonora, donde se renovaron 433 diputaciones locales, 549 municipios, 16 jefaturas delegacionales y seis gubernaturas.

Los resultados de la jornada electoral de julio de 2009 trajeron sorpresas. El enorme avance del PRI en todo el país resultó mucho mayor de lo previsto por los estudios de opinión. Llama la atención la pérdida de la gubernatura priista de Sonora; las sonadas derrotas del PANen los gobiernos de San Luis Potosí y Querétaro, así como la reducción de la fuerza parlamentaria blanquiazul; y también, la dramática caída de la votación nacional del PRD y la merma de su presencia en el Distrito Federal.

De la actuación de las instituciones en un nuevo marco normativo se puede afirmar que pasaron la prueba de fuego que constituyeron las urnas, aun cuando había múltiples dudas, en particular, respecto de la capacidad del IFE y del TEPJF de salir avantes.

La participación ciudadana no fue tan baja como se preveía, pues alcanzó 45% a nivel nacional; y los votos nulos, si bien fueron muchos, no tantos como algunos suponían, se ubicaron cerca del 6% de la votación nacional; los ciudadanos también dejaron constancia de un voto diferenciado, más racional e informado.

Las elecciones de 2009 se constituyeron en el reflejo, a mediano plazo, de las circunstancias en las que se desahogó la contienda de 2006. Entre los grandes pendientes que dejaron aquellos comicios y su fase poselectoral se encuentran, entre otros, el desencanto del electorado, el reacomodo de las estructuras partidistas y sus mecanismos de operación en tiempos de elecciones, así como los problemas de rearticulación y recuperación de legitimidad por parte de la autoridad electoral.

El diseño, aprobación e instrumentación de una reforma electoral que lograra impactar positivamente en la percepción de la ciudadanía, en un mayor control de las instancias partidistas, y en el fortalecimiento de la autoridad electoral mediante la adopción de mecanismos que posibilitaran el desarrollo certero y equitativo de la competencia fue, en buena medida, lo que dio lugar a las transformaciones constitucionales aprobadas en 2007 y del Cofipe el año siguiente.

En ese renovado contexto se diseñó una nueva carta de navegación y, con ella, se presentaron diversos retos para los actores de la elección. Los partidos políticos, las instituciones y también los electores enfrentaron situaciones inéditas ante las cuales hubieron de reaccionar.

Los retos de los partidos. A los comicios federales y locales de 2009, los partidos llegaron con el desafío de rearticular sus espacios de influencia ante la conformación de una nueva legislatura y de dar la batalla en los espacios estatales y municipales que serían puestos en juego.

Para el PAN la mayor prueba consistiría en mantener o, mejor aún, aumentar el 41.3% conseguido en la elección de diputados federales de 2006; asegurar sus gubernaturas y su preeminencia en San Luis Potosí y Querétaro; intentar reconquistar la gubernatura de Nuevo León, y luchar por ampliar su presencia en los estados priistas donde habría comicios.

Para el PRI la tarea radicaba en redefinir su posición frente al Ejecutivo panista, a través de una estrategia que le permitiera conquistar reductos en todos los terrenos. Buscaría dejar su tercer sitio en el Legislativo para hacerse del liderazgo en la Cámara baja; intentaría mantener sus gobiernos estatales, arrebatar las gubernaturas panistas en juego, e incrementar su presencia legislativa y municipal.

Para el PRD, la labor consistía en atemperar los efectos de una caída en la votación como resultado de sus fracturas internas y, a lo mucho, tratar de asegurar sus espacios privilegiados en la capital del país.

Los retos institucionales. Los resultados electorales permearían sobre tres esferas clave en materia institucional. En primer término, la labor del Instituto Federal Electoral y las instancias resolutivas del contencioso electoral serían puestas a prueba durante el desahogo de la contienda; en segundo lugar, la configuración de nuevos equilibrios en el Congreso, que se traduciría en una relación renovada entre el Ejecutivo y el Legislativo federales y en una dinámica distinta en la toma de decisiones entre esferas de poder institucional; y, por último, la redefinición de los espacios de operación y confluencia política, así como los equilibrios construidos en relación con las entidades federativas.

Los retos de los electores. Para el electorado, la situación giraba en torno a una dicotomía entre participación y abstencionismo, planteando el añejo problema de hacer del voto una herramienta útil de comunicación de percepciones del cuerpo ciudadano hacia las instancias políticas de gobierno.

Resultados para los partidos

Los resultados de largo plazo para los partidos políticos se expresan en tres distintas dimensiones: 1) ganancias y pérdidas en los espacios de poder; 2) dinámica interna en los cuerpos partidistas y 3) tendencias del sistema de partidos a nivel nacional.

1 Para Acción Nacional el balance electoral evidencia una grave retracción, tanto en lo federal como en lo local. En efecto, el tamaño de su grupo parlamentario en la Cámara baja se contrajo considerablemente (143), debilitando su capacidad de negociación y el margen de maniobra del presidente ante el Congreso; a nivel local perdió dos gubernaturas, y aunque ganó Sonora, su presencia en los congresos locales y ayuntamientos también se vio mermada.

Si hubiera que designar un ganador global de los comicios de 2009 ése sería, sin ninguna duda, el Revolucionario Institucional. Las cifras muestran un contundente predominio del tricolor a lo largo y ancho del país. Se hizo de una gubernatura más, que se suma a las 18 que ya tenía, pues si bien reconquistó Querétaro y San Luis Potosí, perdió Sonora a manos del blanquiazul; ganó un buen número de municipios, y su fuerza en los congresos locales lo convierten, a través de sus gobernadores, en un factor determinante en la política nacional. Los más de doce millones de sufragios que obtuvo el PRI le permiten contar con la banca da más grande en la Cámara de Diputados (237), y en cuanto a la renovación de los congresos locales y la elección de alcaldes, los resultados también fueron positivos para los priistas.

En el PRD se hace patente la prevalencia de fracturas y constantes reacomodos de fuerzas internas. Desde aquel 1997 en que lograra constituirse como la segunda fuerza en la Cámara de Diputados, sus tendencias se han mantenido con un alto margen de volatilidad, y su desempeño electoral se ha caracterizado por ser atípico en las contiendas de carácter federal. En contraste con la consistencia de algunos de sus bastiones electorales como el Distrito Federal, el PRDen el nivel federal evidencia una fragilidad que se mantiene vigente en la consolidación de sus cuerpos de votantes. La base electoral perredista se encuentra concentrada en unas cuantas entidades federativas, encabezadas todavía por el DF, a pesar de la significativa caída de la votación en la ciudad capital, que lo llevó de 43% en 2006 a 28.2% en 2009.

1 En cuanto a la dinámica interna de los partidos, los resultados impactaron de manera directa en los equilibrios que sostienen en su interior las tres organizaciones partidistas de mayor protagonismo. En los tres casos, su desempeño electoral se tradujo en síntomas añejos de recomposición o descomposición.

En el PAN, las tensiones de larga cuña entre los grupos de tradición doctrinaria y pragmática se han visto exacerbadas como parte del reciente desempeño electoral del blanquiazul. Desde 2006, con la rearticulación panista que trajo consigo el fortalecimiento del grupo pragmático, en donde pueden ubicarse los actores cercanos al presidente Calderón, las fricciones con los sectores más tradicionales y recalcitrantes del blanquiazul se han traducido en una disputa abierta por el partido y los espacios de poder. Lo que sigue para el panismo en el largo plazo es apostar al pronto reacomodo de fuerzas en su interior, considerando que la presidencia del partido será desocupada de nueva cuenta en diciembre de 2010. Así, cerrado el capítulo 2009 como el año de la debacle electoral, para el panismo lo que debería estar en discusión es la definición de un proyecto partidista de mayor envergadura, capaz de trascender la hasta ahora previsible derrota en 2012 a manos tricolores.

Para el caso del Revolucionario Institucional, los muy buenos resultados no son completamente inesperados a la luz de la trayectoria que dicho partido ha venido construyendo sobre su desempeño. El PRI ha demostrado que se sostiene como el partido que posee la mayor capacidad para ganar elecciones; el trasfondo de su éxito electoral sin lugar a dudas se encuentra en la unidad interna que mantuvo el partido de cara a los comicios. De tal manera, el Revolucionario Institucional ha logrado mantenerse como el partido que gobierna más estados y, tras el descalabro de 2006, ha sabido lidiar con el reacomodo de sus grupos internos.

Para el más volátil de los partidos en cuanto a desempeño electoral se refiere, los escenarios en el largo plazo vienen acompañados de riesgos inherentes a la falta de disciplina y al descontrol de los grupos que históricamente se han mantenido en pugna. El del sol azteca hoy carga a cuestas las dificultades de un partido político que, tras sufrir en 2006 la derrota en la mejor de sus contiendas, no supo aprovechar su capital electoral y reacomodarlo para ensanchar sus filas de militantes, adherentes, bases y simpatizantes. Así pues, lejos de lograr definir un proyecto político de largo alcance, el PRDpadece los síntomas de un partido con escasa disciplina de sus miembros y grupos, y la implantación explícita de dos grandes corrientes en confrontación. Una, que bajo el recurso institucional busca imponer su propia visión pragmática para lograr el acceso al poder; y otra, que bajo la búsqueda de una defensa de principios es capaz de cuestionar la lógica orgánica partidista, sin necesariamente lograr una renovación efectiva de los mecanismos y planteamientos que tanto requiere el perredismo.

1 Durante décadas, el sistema de partidos en México estuvo caracterizado por la existencia de un partido hegemónico y la presencia de otras fuerzas políticas menores que jugaban un papel más bien testimonial y, desde luego, legitimador.

Hoy, en cambio, se vive en México un escenario bifurcado de competencia donde tres fuerzas políticas luchan por la conquista del poder a nivel federal, mientras a nivel estatal y municipal, esos mismos tres protagonistas se reparten sus espacios de influencia a lo largo del territorio nacional, casi siempre en condiciones de competencia bipartidista. Así, el sistema de partidos en México cambió para dejar atrás la hegemonía de un partido y dar paso a una diversidad de fuerzas. El avance hacia una auténtica pluralidad se fue manifestando precisamente en procesos comiciales desde donde las distintas expresiones políticas han logrado conquistar posiciones tanto a nivel federal como local. Los resultados comiciales dieron cuenta de equilibrios de poder verdaderamente novedosos.

Resultados en el ámbito institucional

En materia institucional, un gran eje de impacto está relacionado con las instancias de carácter electoral como lo son los institutos electorales y los tribunales de lo contencioso electoral. Para el caso del IFE, los comicios 2009 garantizaron la recuperación de una legitimidad institucional mermada como consecuencia de los desajustes de la contienda de 2006. Por su parte, los tribunales se consolidan como instancias resolutivas de la más alta preponderancia, pues participan, cada vez más, en el arbitrio electoral.

Otro resultado de largo plazo en el ámbito institucional es una tendencia confirmada, y que parece podría mantenerse durante los próximos años, referida a la condición prevaleciente de gobiernos de minoría o gobiernos divididos.

En el ámbito federal, las tendencias de prevalencia del voto diferenciado parecen sugerir la configuración de equilibrios con fuerzas distintas en el Ejecutivo y en el Legislativo. Hoy, el Legislativo mexicano tiene la oportunidad de convertirse en un órgano moderno, a la altura de la complexión democrática de nuestra realidad que, como sugieren Copeland y Patterson,1sea capaz de establecer decisiones plurales, deliberadas y autónomas, en apego a las reglas y los procedimientos de orden institucional, desempeñándose de manera uniforme, y haciendo de la complejidad organizacional un reflejo del compromiso representativo que se mantiene con la ciudadanía.

Resultados en el ámbito de los electores

Los resultados en el largo plazo arrojan conclusiones interesantes por cuanto la propensión al abstencionismo mantiene una relación más o menos estable, tendiendo a disminuir en los contextos de elección presidencial y a aumentar en coyunturas de elecciones intermedias.

No obstante, la tendencia generalizada que reporta un voto corporativo más o menos erosionado, hoy se traduce en un voto de construcción más compleja, en donde destacan dos factores: el primero, vinculado con una propensión a ejercer el sufragio de forma diferenciada; y el segundo, vinculado a la reflexión sobre la participación, la abstención o la anulación del voto en México.

Relacionado directamente con la articulación de preferencias electorales, es claro que el electorado tiende a volverse cada vez más intrincado. Así, los síntomas de voto diferenciado hablan de un elector que aún se comporta de manera irregular en el horizonte del largo plazo, sin lograr definir del todo preferencias acotadas y estables para el futuro.

De acuerdo con algunos especialistas sobre el tema del realineamiento electoral como Clubb, Flanigan y Zingale, (2) lo que podría esperarse es que aquellos partidos que posean una base más estable de votantes sean quienes sobrevivan ante una estabilización en las tendencias de participación y abstención.

Clubb, J., W. Flannigan y N. Zingale (1980), Partisan realignment: voters, parties and government in American history, Sage, California.

Consulta Mitofsky (2006), “Evaluando al árbitro2, boletín 0263, noviembre, http://72.52.156.225/Estudio.aspx?Estudio=confianza-instituciones

Copeland, G. y S. Patterson (1994), Parliaments in the modern World, University Press, Ann Arbor.

IFE (2009), Análisis comparativo de la reforma electoral, constitucional y legal 2007-2008, México.

IFE (2008), Histórico estadístico de participación electoral, http://www.ife.org.mx/portal/site/ifev2

IMOCORP(2009), Estadística de resultados electorales nacionales y estatales 2009, http://www.imocorp.com.mx/

Sartori, G. (1980), Partidos y sistemas de partidos. Marco para un análisis, Alianza Editorial, Madrid.

Schumpeter, J. (1972). Capitalismo, socialismo y democracia, Aguilar, Madrid.

TEPJF (2009), Estadísticas judiciales, http://www.trife.org.mx/todo2.asp?menu=10

1 Copeland, G. y S. Patterson (1994), Parliaments in the modern World, Michigan University Press, Ann Arbor.

2 Clubb, J., W. Flannigan y N. Zingale (1980), Partisan realignment: voters, parties and government in American history, Sage, California.

Rosa María Mirón Lince

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2 Respuestas para “Las elecciones de 2009 y su impacto a largo plazo”
  1. adrian dice:

    alguien puede hacer el favor de decirme, cuantas elecciones hay en un año, en la republica Mexicana
    gracias!!

  2. Aldo dice:

    Muy buen texto, pero vale la pena tener en cuenta que los triunfos del PRI, en buena medida se obtuvieron con la compra del voto y con las viejas prácticas clientelares. De todos modos, felicidades, el análisis es muy serio y completo.

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