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México: país de maíz
Este País | Carlos Elizondo Mayer-Serra | Federico Reyes Heroles | Jesús Silva-Herzog Márquez | 08.11.2010 | 0 Comentarios

Entrevista con Francisco Bolívar Zapata y José Sarukhán

Francisco Bolívar Zapata y José Sarukhán son miembros de El Colegio Nacional e investigadores de reconocido prestigio. El primero es director del Instituto de Biotecnología de la UNAMy el segundo encabeza la Comisión Nacional para el Conocimiento y el Uso de la Biodiversidad (CONABIO).

Maíz, Daniela Parra, tomada de Flickr Creative Commons

Manos de maíz, Daniela Parra, foto tomada de Flickr Creative Commons License

Federico Reyes Heroles (FRH): Este planeta lo habitamos alrededor de 6,500 millones de seres humanos. Se calcula que al terminar el siglo seremos entre 9 y 10 mil millones. Hoy, más o menos un tercio de la población pasa hambre, lo cual significa que hay un terrible rezago tanto en ámbitos de primera necesidad —agua potable y alimentos— como en cuestiones de desarrollo y bienestar social—justicia, educación y otros asuntos. De unos años para acá se han ideado los llamados organismos genéticamente modificados y es un hecho que a través de estas modificaciones se han producido más alimentos. Todo esto suena bien, pero encierra un debate delicado porque se trata de un tema que podría traer consecuencias graves para el ser humano. ¿Qué hacer?

Francisco Bolívar Zapata (FBZ): Hace mucho tiempo que utilizamos los organismos genéticamente modificados para obtener mejores organismos, con el objeto de contender con diferentes problemas. La “revolución verde”, que empezó hace algunos años en México, permitió que gracias a esos organismos se multiplicara la producción de alimentos. Tenemos ahora la posibilidad de producir de manera más eficiente, en comparación con los organismos originales. Los organismos genéticamente modificados, insisto, se han usado desde hace muchos años. Por otro lado, las técnicas modernas de la ingeniería genética han permitido un nuevo paradigma: la posibilidad de diseñar los organismos genéticamente modificados de acuerdo con nuestras necesidades.

Jesús Silva-Herzog Márquez (JSHM): También hay una prehistoria de la tecnología genética. Uno de los datos que me parece fascinante en el libro de José Sarukhán, Las musas de Darwin, es que el maíz que conocemos es producto de la intervención humana, dehace miles de años, que transformó una planta flacucha en la mazorca que hoy podemos morder.

José Sarukhán (JS): Históricamente se han modificado tanto organismos vegetales como animales para adaptarlos a las necesidades, a los requerimientos y a los gustos de la gente. La modificación genética es un proceso muy largo. Lo que es reciente es en concreto la introducción de genes específicos y particularmente de genes provenientes de organismos diferentes a aquel en el que se están introduciendo. Ésa es la ingeniería genética. Hay que separar ambas cosas.

Carlos Elizondo Mayer-Serra (CEMS): Pero han sido benéficos, se han utilizado con mucho éxito.

JS: Sí y no. Hay gente que piensa que esto es una cuestión un tanto anormal; de ahí salió el nombre de “cultivos Frankenstein”, por ejemplo. Pero se trata de una nueva tecnología (particularmente aplicada a organismos superiores, plantas y animales) y estamos aprendiendo de ella. Hay factores de riesgo que todavía no conocemos. Como con toda nueva tecnología hay que ir con cuidado, paso a paso y caso por caso, como sugieren las normas internacionales. Empiezan los conflictos cuando las compañías que han sacado unos cuantos productos quieren moverse rápido para recuperar sus inversiones y apresuran el proceso. Muchos no estamos de acuerdo en que haya esa prisa si no tenemos toda la evidencia que debemos tener.

CEMS: Pero ahora ya hay cultivos. La soya y el maíz en Estados Unidos, por ejemplo, en Brasil también…

FBZ: Así es. Europa estableció una moratoria hasta hace unos cuantos meses pero ya acaba de resolver que se pueden sembrar algunas variedades de maíz y papa transgénicos.

CEMS: México en cambio tiene una legislación muy restringida. Se ha avanzado poco en el intento de introducir estas variedades.

«Creo que esta salvaguarda tiene
 un valor en sí misma,
que va más allá
de la rentabilidad inmediata y tiene que ver
con un cálculo de preservación
de un patrimonio genético y cultural.»

FBZ: Creo que no. Tenemos una legislación que nos llevó tres años de discusión con el Congreso de la Unión, en donde participó la Academia Mexicana de Ciencias. El doctor Sarukhán y un servidor trabajamos, entre otras cosas, en la definición de algunos de los principios que debía contener esta legislación, tales como el uso particular caso por caso —asegurando la salud humana, la salud animal y la biodiversidad con mecanismos adecuados de detección y muestreo de estos organismos a corto y mediano plazos. Como toda legislación, la nuestra no es perfecta, pero contempla un conjunto de normas para ir avanzando. Todos estos organismos deben analizarse caso por caso para, en su momento, ver cuál es el sustento de tener este organismo en vez de otras tecnologías; cuáles son las otras tecnologías para contender con un problema, y si éstas generan más riesgo o más daño.

JSHM: Pero en cualquier caso el tiempo es un factor que debe considerarse. Durante años los pesticidas eran vistos como una maravilla que solucionaba grandes problemas y sólo fue después de mucho cuando se vieron las secuelas ecológicas negativas. En este tema me parece que también es sensato congelar ciertas decisiones para ver qué consecuencias tienen.

JS: Yo siempre he usado el ejemplo de los rayos X. Suena raro pero es una tecnología. Algunos de nosotros nos acordamos todavía —los que tenemos más juventud acumulada en la mesa—, que cuando íbamos al centro, a las zapaterías, había unos aparatos altos en donde uno metía los pies para ver si los zapatos le quedaban bien porque se veían los dedos. Era una irresponsabilidad brutal porque eran exposiciones a rayos X totalmente indebidas. Ahora sabemos que con eso no se juega y que hay que ir con cuidado. Es lo mismo con este tipo de nuevas tecnologías; tenemos que aprender. Tienen potenciales muy grandes, eso es innegable, pero también pueden suponer riesgos muy grandes. Las dos caras de la moneda están ahí. El mayor componente de la controversia en México es el maíz. Si no hubiera maíz transgénico no estaríamos aquí porque no habría discusión. En México hay sembradas 100 mil hectáreas de algodón transgénico. ¿Quién alza la ceja por eso? Absolutamente nadie. El problema se da alrededor del maíz.

JSHM: ¿Por qué es un asunto que no genera controversia el caso del algodón? ¿Por qué podríamos decir que se trata de un caso de éxito tecnológico y económico?

JS: Todavía no está muy claro que sea un éxito tecnológico. La revista Science publicó un artículo sobre los efectos del algodón transgénico en China en donde se dice que están generando plagas, por ejemplo. Ésas son las cosas que tenemos que estudiar y ver con cuidado. Pero el algodón no es un problema; primero porque México no es un país de algodón, es un país de maíz, y segundo porque no te comes el algodón, te lo pones. Y eso es distinto. Por otra parte, el elemento cultural y social del maíz juega un papel enorme que las empresas que están empujando estas cosas no consideran. En ocasiones, algunos de los entusiastas de los transgénicos dicen: “yo hablo de los aspectos científicos, en los terrenos sociales y económicos no tengo nada que ver”. Pero no se puede hacer eso con la agricultura. La agricultura es un quehacer eminen temente social y económico que trabaja con un organismo vivo.

FBZ: Estoy de acuerdo: si no fuera por el problema del maíz transgénico no habría tanta tela para cortar, porque ya hay gente que ha entendido que el uso de estos organismos genéticamente modificados ha beneficiado de manera muy importante a numerosos sectores. Por ejemplo, en la industria farmacéutica hay muchos productos de origen transgénico que se usan para el tratamiento de diferentes enfermedades, desde hace ya 30 años, como la insulina, la hormona de crecimiento, el interferón, etcétera. Y no ha habido ninguna demanda por estos productos que son de origen transgénico. Por otro lado, la Organización Mundial de la Salud señala que a la fecha no hay daño reportado con sustento científico a la salud humana ni animal por utilizar estos alimentos. Se ha avanzado y se entiende que esta tecnología no sólo tiene potencial sino una gran derrama de productos importantes y de beneficios.

Además, la alimentación debe plantearse de una manera más inteligente para contender tanto con la demanda del usuario como con el problema de las plagas, que es fundamental. Estos organismos genéticamente modificados, en particular las plantas transgénicas y en concreto el maíz, fueron diseñados para matar las plagas. No hay que olvidar que las estábamos matando fundamentalmente con pesticidas químicos, muchos de los cuales sabemos hoy que son recalcitrantes, es decir, que no se degradan en el medio ambiente y generan daño a la salud, a los animales y a la biodiversidad (en especial cuando se agrega DDT que ataca no nada más a la plaga sino a  muchísimos organismos). Los biotecnólogos que trabajamos en ello sabemos que toda tecnología entraña un riesgo, pero hemos tratado de utilizar el material genético natural que existe en la tierra como parte de las herramientas para contender con las plagas.

JS: No soy partidario de los transgénicos como se están usando ahora, es cierto, pero debo decir que no hay una evidencia clara y convincente de que esto produce daños a la salud. Como todos los alimentos los productos transgénicos pueden producir alergias, pero también producen alergias los cacahuates naturales y los kiwis naturales.

CEMS: En la comunidad científica, ¿no hay una controversia al respecto?

JS: No quiero trivializar el punto pero en realidad ése no es el problema. La cuestión es de otra índole. En el caso de México el problema es el pushing, la presión de las compañías transnacionales que son monopolios productores de semillas y que las quieren colocar a como dé lugar en nuestro país. Creo que esto es un error.

FRH: Hago un poco de abogado del diablo. Entiendo que hay una cuestión de ritmos, que debe haber una cadencia que permita dar seguimiento científico a las consecuencias.

JSHM: Primero saber qué consecuencias hay desde un punto de vista ambiental y ecológico. En el caso del maíz, México es el centro de origen.

CEMS: ¿Cuáles son las implicaciones de eso?

JS: Las implicaciones son que tenemos alrededor de cincuenta y tantas razas nativas de maíz que han sido producto de miles de años de selección, llevada a cabo por diferentes grupos étnicos para diferentes fines, y que constituyen una riqueza genética enorme para futuras necesidades de mejoramiento genético del maíz.

CEMS: Está bien esa diversidad, pero el productor de Estados Unidos no tiene que preocuparse por cuidarla; siembra la semilla modificada, obtiene unos rendimientos fantásticos, y el agricultor de Sonora no puede tener esa variedad mucho más productiva porque está cuidando un acervo ahí. ¿Por qué no lo guarda en una bodega?

JS: No. Porque es un error pensar que los transgénicos son más productivos, ningún transgénico de maíz ahora disponible es más productivo que las líneas normales.

CEMS: Entonces no importa. Si son menos productivos entonces nadie lo adoptará y no será un tema.

JS: Es que sí es un tema cuando te lo pasan con tal de hacer dinero. La ganancia con algunos de estos maíces transgénicos consiste en que si tienes agricultura altamente tecnificada, con agua, con fertilizantes, con herbicidas, etcétera, te ahorras los insecticidas y eso es lo que te da tu margen de ganancia. En México el 80 % del cultivo de maíz no es altamente tecnificado, y lo que vamos a hacer es introducir estos maíces que van a contaminar todas las razas nativas y tendremos un material que ya no será el de antes.

JSHM: Pero el que las especies sean nativas tiene que ver con una cierta responsabilidad de custodiar un patrimonio genético del mundo. A México sí le corresponde una obligación con el planeta distinta que a los agricultores de Estados Unidos. Creo que esta salvaguarda tiene un valor en sí misma, que va más allá de la rentabilidad inmediata y tiene que ver con un cálculo de preservación de un patrimonio genético y cultural.

JS: La “revolución verde” se hizo basada en esa diversidad genética en trigo y maíz. Si no hubiera habido esa diversidad en las razas nativas de maíz no se hubieran tenido los grandes avances en productividad que, claro, también tuvieron sus costos…

CEMS: Todo tiene un costo…

JS: Pero éstos son muy grandes, son costos globales: de contaminación de aguas, suelos, lagos, mares y ríos; de uso de pesticidas en cantidades brutales y de un consumo de agua verdaderamente bestial.

CEMS: ¿No se puede preservar este patrimonio e introducir al mismo tiempo otras especies?

JS: No, porque lo que se tiene que preservar es el proceso. No es cosa de tomar las semillas y meterlas a un con-
gelador y decir “ahí las tenemos”. Estas variedades, como cualquier otra variedad nativa —por ejemplo de trigo, de
frijol, de lo que se quiera— son producto de un proceso permanente de selección hecho por los campesinos año con año, en el que van escogiendo, van intercambiando semillas, van probando. Ellos son espléndidos experimentadores. Ese proceso se tiene que mantener y se tiene que hacer de buena manera. El otro asunto importante de señalar es que no obtienes un kilo más de rendimiento con estos maíces. La ganancia es puramente económica.

FBZ: La ganancia es económica, no de rendimiento, es cierto. Se ahorran el pesticida y los costos que el pesticida tiene en la salud humana y en la limpieza de los terrenos. Estamos de acuerdo con el doctor Sarukhán en lo que ha dicho respecto a preservar la biodiversidad. Pero el hecho es que tenemos que producir más alimentos.

CEMS: ¿Y cómo se puede hacer?

FBZ: Una de las cosas que hacen más atractiva esta tecnología es su menor riesgo e inocuidad; esta tecnología es algo que está ocurriendo naturalmente todos los días en la biosfera. Hay transferencia horizontal entre las especies, y los virus y las bacterias son vectores para llevar esto. Cuando construimos un transgénico tomamos un gen de unorganismo y se lo transferimos a otro y construimos un organismo modificado genéticamente a través de esta transferencia horizontal, que no es de padre a hijo sino entre especies. Hay evidencia abundante de que la transferencia horizontal ha jugado un papel importante en todos estos procesos de la organización del genoma. Estos procesos transgénicos, que algunos piensan que son antinaturales, ocurren todos los días. En muchos países
del mundo se están cultivando y se han reducido los pesticidas químicos. Tenemos que seguir contendiendo con la producción masiva de alimentos y tenemos que encontrar maneras más respetuosas para contrarrestar algunas plagas. Podemos contender contra ellas con estrategias biológicas, no químicas. Y estas estrategias incluyen los
transgénicos, aunque hay otras.

JS: Y el control biológico es claramente una de ellas. Control que se ha usado mucho, que se sigue usando en muchas partes y que consiste en encontrar los bichos que matan a los indeseables. Es un poco más latoso pero tiene una ventaja enorme: no está monopolizado. Hay que tener presente este asunto porque siempre se mete debajo de la alfombra y eso es un error. El país, de cierta manera, ha renegado de la capacidad de tener con-
trol sobre estas cosas y realmente generar conocimiento por sí mismo y para sí mismo. Detrás del tema de los pesticidas y el daño a la salud hay algo muchísimo más grande. En un país con la diversidad ecológica del nuestro, para resolver el problema de la producción de los alimentos que necesitamos para la mitad de este siglo no hay una sola fórmula, son muchas.

«La única alternativa que tenemos a 
mediano y largo plazos es producir investigación
y generar nuestra propia biotecnología acá.»

JSHM: Además de lo ecológico y de las consecuencias que puede tener en la salud hay otro elemento, relativo a la propiedad intelectual, al hecho de que una gran empresa sea la propietaria del maíz que tenemos en un país y se convierta en dueña de la especie nueva que alimenta a millones de mexicanos. Es un asunto delicadísimo.

CEMS: Incluso se dice que no sólo el que la compra sino el que la usa, así fuera por error, tendría que pagar el derecho de propiedad.

FBZ: Es igual que en los medicamentos. La única alternativa que tenemos a mediano y largo plazos es producir investigación y generar nuestra propia biotecnología acá. En México tenemos capacidad para desarrollar organismos genéticamente modificados en diferentes áreas, en particular en plantas. A fin de cuentas no veo porqué no tener posibilidades ad hoc para ciertos cultivos en México, para contender con problemas de contaminación, como el de la alta salinidad, con variedades para limpiar las tierras que están contaminadas con petróleo, con metales, etcétera. Hay plantas con capacidades para absorber y remediar muchos de estos problemas.

JS: Ése fue uno de los trenes que ya se nos fue en México; el haber tenido un centro muy grande de biotecnología hace veintitantos años. No se aprovechó el ofrecimiento de Naciones Unidas para que en México se estableciera un centro internacional de desarrollo biotecnológico. Insisto en que debe haber una relación seria en este asunto. La investigación agrícola en nuestro país se ha reducido severísimamente; se ha perdido gente de calidad; hay muchas limitaciones para trabajar; muy poca influencia; pocas posibilidades de desarrollos trascendentes; se está trabajando fundamentalmente para los agricultores ricos.

FBZ: En la parte farmacéutica hemos avanzado un poco más porque hay algunas empresas mexicanas que están usando la tecnología recombinante para producir varias proteínas que se usan en diferentes problemáticas clínicas. También en la UNAM, en el Instituto de Biotecnología, acabamos de crear cinco nuevas empresas de
alta tecnología, entre otras una de diagnóstico para la detección de transgénicos y de enfermedades genéticas.

JS: Pero volviendo a la propiedad intelectual. Me parece muy bien que quien ha invertido en cosas de este tipo tenga los réditos correspondientes, sobre todo con investigaciones grandes. Pero hay un punto en donde entran en juego elementos éticos de gran trascendencia: no es lo mismo patentar un chip para que tu aparato de televisión se vea mejor, o patentar cosas cuyos usos no son necesariamente vitales, que patentar alimentos básicos para la nutrición de la gente o medicinas que son absolutamente fundamentales para salvar vidas.

CEMS: Los tiempos de las patentes cada vez se alargan más…

FBZ: A veces se alargan mediante la introducción de pequeñas modificaciones.

CEMS: Brasil e India han sido mucho más capaces de acotar estos márgenes de las grandes farmacéuticas, de suerte tal que queden en el dominio público más rápido.

JS: Porque están mucho menos influidos por Estados Unidos.

FBZ: Tenemos que movernos para patentar ciertas áreas estratégicas, como alimentos y medicamentos. Porque indudablemente hay un asunto de propiedad pero, por otro lado, podemos poner en riesgo muchas cosas.

FRH: Al final de cuentas esos dineros para la investigación desgraciadamente no los tiene el Estado.

FBZ: Creo que sí los tiene pero no los usa.

FRH: Los usa en otras cosas. No hemos visto crecer el presupuesto de ciencia y tecnología sino decrecer. Habría
que intentar quedarse en el mejor de los mundos posibles: usufructuar la investigación privada pero modificar, hasta donde esto sea viable los plazos para utilizar estos productos en términos razonables.

FBZ: Y desarrollar lo nuestro.

JS: En mi opinión hay tres temas que no pueden estar sino en la rectoría del Estado: el ambiente, la alimentación y la salud. Son tres temas cuya responsabilidad nadie va a asumir. Si la industria privada lo hace será para hacer dinero con la gente pero no para beneficiar a la sociedad. Si esa rectoría del Estado se elimina, estaremos perdiendo un elemento importantísimo para un sentimiento colectivo a futuro: de sociedad, de Estado…

Fragmentos de la entrevista realizada para el programa Entre tres, transmitido por TV Azteca el lunes 9 de agosto pasado.

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