Friday, 19 April 2024
Artículos relacionados
El DF en un abrir y cerrar de agua
Crónicas Del Asombro | Cultura | Mónica Lavín | 01.03.2011 | 0 Comentarios

Co­ra­zón de agua
Abro la lla­ve y no el gri­fo, co­mo lo lla­man en otros paí­ses, pues no­so­tros le he­mos ad­ju­di­ca­do otros atri­bu­tos a esa pa­la­bra. Y an­dar gri­fo tie­ne que ver con es­ta­dos al­te­ra­dos de la con­cien­cia, to­do lo cual ca­be en la ac­ción que em­pren­do. Abro la lla­ve, qué pa­la­bra más pun­tual pa­ra atar­me a mi ciu­dad, y la ciu­dad de­men­cial e iman­ta­da en la que vi­vo se me vier­te de a po­co en la tar­ja de la co­ci­na. Es­co­jo la co­ci­na por­que se acos­tum­bran ven­ta­nas pa­ra la­var los pla­tos su­cios y co­mo és­tos se de­ben la­var en ca­sa, co­mo los tra­pos, aquí en­tre nos les cuen­to que la abro con cul­pa. Ya no pue­do de­jar­la co­rrer co­mo so­lía cuan­do to­do so­bra­ba en nues­tro ina­ca­ba­ble Va­lle de Mé­xi­co: ho­ri­zon­te con vol­ca­nes, bos­ques cir­cun­dan­tes y sis­te­mas Ler­ma y Cut­za­ma­la y po­si­bi­li­da­des de re­car­ga del man­to acuí­fe­ro, que por cier­to es un bi­no­mio ver­bal que me en­can­ta por su su­ge­ren­cia de co­bi­jo.

agua-flickr-cc-emrank
Foto tomada de Flickr/CC/emrank

Por eso abro la lla­ve y se me des­pa­rra­ma ese co­bi­jo-sus­ten­to-ori­gen de la ciu­dad la­cus­tre que ya no lo es, la ciu­dad de los ca­na­les que se eva­po­ró y que se vol­vió, en el me­jor de los ca­sos, ciu­dad de ave­ni­das, edi­fi­ca­cio­nes con gra­cia, par­ques, pla­zas, ca­me­llo­nes con ár­bo­les; en el peor, plan­chas de ce­men­to, cons­truc­cio­nes de ado­cre­to, vi­gas su­pli­can­tes, bo­te­llas co­mo tor­ni­que­tes en las pun­tas de ese me­tal es­pe­ran­za­do en el se­gun­do pi­so. Ciu­dad de se­gun­do pi­so, de sub­te­rrá­neo lo­do­so ho­ra­da­do por un Me­tro, de aguas dre­nan­do cu­ya pro­fun­di­dad se re­be­la en días de agua in­con­tro­la­ble. Ciu­dad se­ca, ciu­dad inun­da­da: pa­ra­do­ja que la con­tie­ne.

Abro la lla­ve y el Río Mag­da­le­na, que es el más cer­ca­no a la zo­na sur don­de yo vi­vo, ba­ja can­ta­ri­no y su­cio des­de los Di­na­mos. Que se aper­so­ne así, con el sim­ple he­cho de dar vuel­ta a una lla­ve re­don­da o den­ta­da o apa­lan­ca­da, co­mo aho­ra las di­se­ñan, me con­fir­ma la con­di­ción mon­ta­ño­sa de es­te va­lle con más de tres mil años de his­to­ria: el Ajus­co, “flor de agua” en ná­huatl, pa­ra más se­ñas; la Sie­rra de Chi­hi­naut­zin al sur; el Ce­rro de la Es­tre­lla y la Sie­rra de San­ta Ca­ta­ri­na en el orien­te; la Sie­rra de las Cru­ces y el mon­te del Te­pe­yac al nor­te, y el de Cha­pul­te­pec en el po­nien­te. Agua de al­tu­ra por­que no en va­no la mi­ro caer en es­tos 2,200 me­tros que nos dan el cli­ma que to­dos de­sea­rían, no im­por­ta cuán­to ca­lor se al­can­ce du­ran­te la pri­ma­ve­ra, ni cuán­to llue­va en el ve­ra­no, ni qué tan frío ama­nez­ca en el in­vier­no. El cli­ma tem­pla­do, que el pri­vi­le­gio de nues­tra al­ti­tud en fran­ja tro­pi­cal nos otor­ga, es ex­cep­cio­nal. ¿Quién se quie­re ir de aquí? Ciu­dad que nun­ca pa­ra, co­mo me lo hi­zo pen­sar mi hi­ja que cuan­do pe­que­ña pre­gun­tó en el Pe­ri­fé­ri­co: “¿Cuál es el pri­mer co­che, ma­má?”. Se­gu­ra­men­te se re­fe­ría al pri­me­ro que arran­ca, al que va ade­lan­te, co­mo si hu­bie­ra un mo­men­to pre­ci­so en que la ciu­dad se echa a an­dar.

Me­jor ce­rrar la lla­ve mien­tras en­ja­bo­no los pla­tos y vuel­ta a dar­le cuan­do ne­ce­si­to que esa agua fil­tra­da gra­cias a bos­ques, sie­rras, re­ser­vo­rios, pre­sas, sis­te­mas de con­duc­ción la lle­van a mí. Agua que no has de be­ber no la de­jes co­rrer. Ya Ne­za­hual­có­yotl en sus tiem­pos se preo­cu­pó de con­du­cir­la vía el acue­duc­to de Cha­pul­te­pec y el al­bar­dón que sal­va­ba de que agua dul­ce y sa­la­da se mez­cla­ran. Se vier­te en mis ma­nos el asom­bro de los fun­da­do­res le­gen­da­rios fren­te al is­lo­te don­de el águi­la de­vo­ra­ba la ser­pien­te so­bre el no­pal y de­ci­die­ron, a la vis­ta de los cin­co la­gos, que­dar­se pa­ra siem­pre. Pri­vi­le­gio de pri­vi­le­gios, dón­de iban a en­con­trar me­jor sus­tra­to que es­ta cuen­ca vol­cá­ni­ca y mon­ta­ño­sa, que es­te póquer la­cus­tre de aguas dul­ces y sa­la­das. Las unas pro­ve­yen­do de pe­ces blan­cos y pa­tos; las otras de cha­ra­les, ajo­lo­tes y mos­cos. Las unas apla­can­do la sed, las otras ofre­cien­do el mi­ne­ral. Co­me­to el hur­to al que me in­vi­ta el cho­rro del agua y, re­te­ni­da en la cuen­ca de mis ma­nos, la acer­co a la ca­ra pa­ra sos­pe­char el olor acuá­ti­co que des­pren­día Te­noch­ti­tlan con sus ave­ni­das car­di­na­les, con su trán­si­to de ca­noas, y lle­ga el aro­ma azu­fro­so del Po­po­ca­té­petl, cuan­do Cor­tés y sus hom­bres mi­ra­ron des­de Tla­ma­yas el ful­gor azul pie­dra del va­lle. Hom­bres he­chos a la ve­ra de los ríos, no ima­gi­na­ban que aquí el im­pe­rio se hi­zo en la­gos, is­lo­tes, ca­noas, una suer­te de ciu­dad flo­tan­te a pe­sar de la abru­ma­do­ra mo­li­cie de los tem­plos. Suel­to aquel pu­ño de agua por­que pre­sien­to el olor a san­gre an­ti­gua: sa­cri­fi­cios y sa­cri­fi­ca­dos por una gue­rra de do­mi­nio. Y por­que tam­bién sé que esa agua lle­va san­gre de muer­tes se­cre­tas en las ca­ña­das de los ce­rros, cuer­pos arro­ja­dos al ca­nal del de­sa­güe, lí­bra­nos se­ñor de esa agua mal­di­ta, vol­va­mos al man­to freá­ti­co, a las re­mi­nis­cen­cias flu­via­les en los nom­bres de las ca­lles. Gi­ro de nue­vo la lla­ve y se vier­te un Río Chu­ru­bus­co, La Pie­dad, Los Re­me­dios, Con­su­la­do y los ves­ti­gios la­cus­tres de la ciu­dad hoy: Xo­chi­mil­co, la más cla­ra me­mo­ria de quié­nes fui­mos, te­ji­da la tie­rra so­bre el agua, los rá­ba­nos cre­cien­do de­sa­fo­ra­dos en­tre el de­tri­to or­gá­ni­co de se­me­jan­te cal­do; Cue­man­co y sus mil ve­re­das; los hu­me­da­les de Tlá­huac y Mix­quic; Tex­co­co y su re­co­bra­do es­pe­jo de agua, el más asom­bro­so tal vez, por cuán­to a la ve­ra de su ba­jo y trans­pa­ren­te fon­do po­día cre­cer en la sa­li­ni­dad de sus aguas, por el ca­pri­cho cu­li­na­rio que se des­pren­dió de los mos­cos que lo ha­bi­tan, de los pe­ces pe­que­ños que en esas con­di­cio­nes cre­cen, del pas­to co­rreo­so que en sus la­de­ras se da de to­pes con el ro­me­ro oca­sio­nal y fes­ti­vo; Cha­pul­te­pec con su me­mo­ria de ma­nan­tial pri­me­ro. Veo en la cas­ca­da de agua que lle­na la tar­ja a Ma­xi­mi­lia­no re­co­rrer a na­do ese la­go ver­de que era el tras­pa­tio de su cas­ti­llo y lue­go a los ni­ños que fui­mos a in­ten­tar el re­mo y son­reír an­te la sor­pre­sa de te­ner un co­ra­zón de agua.

Dejar un comentario



Cuestionario urbano: Rosana Fuentes, Joaquín López Dóriga y Carlos Puig
“Es un mito, la ciudad, los cuartos y ventanas, las calles que escupen vapor; para cualquiera, todo el mundo, un mito diferente, una cabeza de ídolo con ojos de semáforo que hacen un guiño verde, un cínico rojo”, escribe Truman Capote en 1946 sobre Nueva York. La ciudad es una representación deformada o idealizada para […]
La transición inconclusa.
Entrevista con Sergio Aguayo Quezada
Por lo general, las revisiones que se han hecho del proceso democratizador que ha vivido el país han puesto el acento en los protagonistas políticos: los presidentes, el Congreso y los partidos. Sin embargo, también han comenzado a publicarse trabajos en los que se reconoce la importante participación de la sociedad, sus movimientos y organizaciones […]
Más leídos
Más comentados
Los grandes problemas actuales de México (144.760)
...

La economía mexicana del siglo xx: entre milagros y crisis (59.567)
...

Con toda la barba (38.055)
...

¿Por qué es un problema la lectura? (27.188)
Desarrollar el gusto por la lectura no es cuestión meramente de voluntad individual. El interés por los libros aparece sólo en ciertas circunstancias.

La distribución del ingreso en México (23.049)
...

Presunto culpable: ¿Por qué nuestro sistema de justicia condena inocentes de forma rutinaria?
Bas­tan­te han es­cri­to y di­cho ter­ce­ros so­bre Pre­sun­to cul­pa­ble....

Los grandes problemas actuales de México
Se dice que el país está sobrediagnosticado, pero en plenas campañas y ante...

I7P5N: la fórmula
Homenaje al ipn con motivo de su 75 aniversario, este ensayo es también una...

China – EUA. ¿Nuevo escenario bipolar?
No hace mucho que regresé de viaje del continente asiático, con el propósito...

La sofocracia y la política científica
Con el cambio de Gobierno, se han escuchado voces que proponen la creación...

1
Foro de Indicadores
Debates que concluyen antes de iniciarse
El proceso legislativo reciente y sus números

Eduardo Bohórquez y Javier Berain

Factofilia: Programas sociales y pobreza, ¿existe relación?
Eduardo Bohórquez y Paola Palacios

Migración de México a Estados Unidos, ¿un éxodo en reversa?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Donar no es deducir, donar es invertir. Las donaciones en el marco de la reforma fiscal
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Impuestos, gasto público y confianza, ¿una relación improbable?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Los titanes mundiales del petróleo y el gas
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La pobreza en perspectiva histórica ¿Veinte años no son nada?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La firme marcha de la desigualdad
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia. 2015: hacia una nueva agenda global de desarrollo
Roberto Castellanos y Eduardo Bohórquez

¿Qué medimos en la lucha contra el hambre?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Bicicletas, autos eléctricos y oficinas-hotel. El verdadero umbral del siglo XXI
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Parquímetros y franeleros: de cómo diez pesitos se convierten en tres mil millones de pesos
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Una radiografía de la desigualdad en México
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Más allá de la partícula divina
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: El acento está en las ciudades. Algunos resultados de la base de datos ECCA 2012
Suhayla Bazbaz y Eduardo Bohórquez