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Razones, propuestas y desafíos
Este País | Carlos Navarrete | 03.10.2011 | 0 Comentarios

©istockphoto.com/brett lamb

El pasado lunes 5 de septiembre, Carlos Elizondo Mayer-Serra, Federico Reyes Heroles y Jesús Silva-Herzog Márquez entrevistaron en el programa Entre tres al senador Carlos Navarrete, quien ha manifestado su aspiración a gobernar el Distrito Federal. En el marco de una serie de charlas con personajes que han expresado abiertamente su deseo de llegar a dirigir el rumbo del país, han platicado también con los candidatos a ocupar la jefatura de gobierno de la Ciudad de México. A continuación, el senador expone sus puntos de vista, dice por qué quiere hacerse cargo de una de las ciudades más conflictivas del mundo y también más atractivas en términos de potencialidades, y comparte la visión con la que, desde la izquierda, encara los enormes retos y las posibles soluciones. El texto que sigue es una edición de esa conversación, donde se eliminan las preguntas y se hilvanan las respuestas en un discurso que aborda temas de indispensable discusión en estos momentos en nuestro país.

Primero he de decir que es un reto enorme aspirar a gobernar la Ciudad de México: 8 millones 700 mil habitantes. Si bien la ciudad se ha transformado, tiene desafíos enormes y el reto es muy atractivo. Creo que la izquierda ha ayudado a que la ciudad se haya transformado en los últimos 14 años, lo digo con franqueza: en muchos sentidos la ciudad no es como era entonces. En infraestructura urbana, en educación, en cobertura de salud, en programas sociales, en transporte público, en el clima de libertades que tenemos. La ciudad ha cambiado. Sin embargo hay retos fenomenales y muchas cosas que mejorar, evidentemente. El del agua, por ejemplo, es esencial. Después de las tremendas inundaciones recientes de agua contaminada, es obvio que allí hay un problema que atacar. El Valle de México en su conjunto tiene problemas por exceso de agua, por falta de agua y por distribución equitativa del agua, o sea, por todos lados. Yo creo que ahí tiene que hacerse mucho y empiezo por una definición: ningún gobierno local puede solo, ni el gobierno de la ciudad por su lado, ni el gobierno del Estado de México, ni el gobierno federal. O trazamos políticas metropolitanas de largo plazo, más allá de un sexenio, o nadie podrá. Ciertamente hay un escollo mayúsculo en la descoordinación actual porque no existen los espacios institucionales para establecer políticas, pero creo que si el problema es político, políticamente hay que arreglarlo.

Yo respeto a quienes fincan su aspiración a ser candidatos presidenciales desde el cargo del Distrito Federal, pero si me escogieran como candidato para que los electores votaran por mí, el primer compromiso que tendría es no aspirar a otro cargo, es decir, convertirme en jefe de gobierno por seis años y se acabó. Necesito romper con este desencuentro del jefe de gobierno y el presidente en turno. La Ciudad de México ha pagado un alto costo por el desencuentro político desde 2000 para acá. El último presidente que hizo una gira de trabajo por el Distrito Federal fue Zedillo, quien en 1999 visitó la Delegación Venustiano Carranza. Desde entonces ningún presidente se para por la ciudad, no va al metro, no va al drenaje profundo, no va a ninguna parte, pasa de los Pinos a Palacio Nacional y al Campo Marte y se acabó.

¿Qué significa esto en la realidad? En primer lugar ocho mil millones de pesos menos al año para la Ciudad de México y muchas obras federales que no aterrizan aquí; segundo, la necesidad de sentar al jefe de gobierno con el gobernador del Estado de México a pactar y a tratar un conjunto de temas (transporte, seguridad, medio ambiente, agua, basura). Si tú eres al mismo tiempo jefe de gobierno y aspirante, se te cruzan los cables. Es preferible decir “señores, si me eligen será por seis años y se acabó”.

Veo legítimo, absolutamente respetable, que alguien quiera hacer un buen papel en el cargo que tiene para aspirar a otro, calificado por los ciudadanos, pero tengo la convicción de que en la Ciudad de México hay un conjunto de decisiones que hay que tomar con valentía, con energía, sin autoritarismos pero con energía, y sobre todo sin pensar en cómo te va a redituar esto en un futuro inmediato.
El tema del agua requiere mucha inversión que no se ve, que no reditúa. Tiene que ver con las tarifas que cobras —hay que cobrarlas, y no cualquiera se anima a hacerlo. Tiene que ver con la redistribución del agua en la ciudad, tenemos zonas de la ciudad con tandeo, que un día tienen agua y dos no, hasta 150 litros por persona cuando mucho, y tenemos otras zonas de la ciudad que reciben hasta 800 litros por persona diario. Hay una distribución inequitativa del agua en la ciudad.
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Hay que darla en cantidad suficiente y cobrarla, no regalarla, hay que redistribuirla adecuadamente, hay que empezar obras que puede ser que tarden más de cuatro o cinco años, como todas las obras de infraestructura de magnitud mayor de contención. Eso no lo arreglas en dos o tres años. Tienes que hacerlo en todo el Valle de México con grandes obras de contención, procesamiento, reciclamiento, para garantizarle los próximos 40 ó 50 años a la ciudad. Si andas buscando aplausos y votos para el futuro, mejor te pones a hacer otras cosas más atractivas y vistosas, de las que salen en primera plana.

Treinta y cinco por ciento del volumen del agua que entra al Valle de México se pierde en fugas. Por eso tienes que cambiar y mejorar la red de distribución. Pero eso no se ve, supone una enorme inversión, causa muchas molestias y será muy poco a poco que la gente vea que recibe mayor cantidad de agua en su casa. Este esfuerzo no se traduce en popularidad para el futuro pero sí reditúa en un buen gobierno, por ejemplo. El segundo elemento que quiero proponerle en su momento a la ciudad es un rescate de las áreas y los espacios públicos. Me parece que el centro de la ciudad nos quedó muy bonito, muy atractivo, muy agradable y presumible, pero requerimos en la periferia —en Iztapalapa, en Iztacalco, en Gustavo A. Madero— rescatar plazas, jardines, explanadas, alamedas, todo, para convertirlos en algo digno, con agua potable, sanitarios, vigilancia policiaca, alumbrado público, lugares para obras de teatro y eventos deportivos juveniles, y ahí estoy seguro de que el gobierno no tiene recursos suficientes. Entonces hay que convocar al sector privado para que le entre. En mi partido esto suena medio hereje pero me parece que el sector privado debería también participar en eso: en el rescate de los espacios públicos como camino para enfrentar temas de vandalismo y delincuencia. Pongo un ejemplo polémico, y lo voy a decir con toda franqueza: el grafiteo. No es solamente [un asunto de] mala imagen pública, es también el reflejo de algo más. Los gobiernos de la Ciudad de México han tenido otras prioridades, y lo entiendo, pero me parece que llegó el momento de enfrentar ese tema con la participación social de los gobiernos delegacionales y los padres de familia, pero también con autoridad. El daño en propiedad ajena que está generando en comercios, escuelas, casas habitación, es terrible.

Tomada de Flickr/CC/prind1m

Se trata de medidas potencialmente impopulares, pero hay que tomarlas. Y cuestan dinero. En materia de tributación, no estoy seguro de eliminar la tenencia, lo digo con claridad, porque el boquete económico puede ser fenomenal. Parto de algo que es de primero de primaria: no se puede gastar más en política social recaudando menos dinero. Por todas las colonias que recorro en la ciudad me piden más becas, más apoyo para las madres solteras y los adultos mayores, más política social, más atención médica y mejor calidad de medicinas en los centros de salud y hospitales. Estoy seguro de que hay que darlo, pero ese apoyo requiere inversión. El gobierno tiene que cobrar y cobrar bien los impuestos, no cobrar menos, ése es un giro también. Sé que los impuestos a nadie le gusta pagarlos pero el gobierno tiene la obligación de cobrarlos, claro, a cambio de buenos servicios. En mi opinión hay que hacer un conjunto de ajustes en la ciudad después de 15 años de gobierno perredista. Tengo la impresión de que debe culminar un ciclo y de que debemos comenzar un ciclo nuevo en 2012, amarillo también. Estamos pensando en un ciclo amarillo pero con un nuevo planteamiento, diferente, que complemente lo que hemos hecho bien, que ajuste lo que hemos hecho regular y que cambie lo que hemos hecho mal, que también hay de eso.

Es verdad que existe la posibilidad de que el PRD pierda su principal bastión porque hoy las elecciones son muy competidas en todo el país, y en la capital también. No ignoro que la elección de 2012 se va a parecer un poco a la del 2000, nada más que no con el pan (con Fox y con Creel) de contrincante, sino con el pri, con Peña Nieto y con quien ellos manden de candidato al DF. El PRD no tiene escriturada la ciudad para siempre. Si nos dividimos, si cometemos errores, si mandamos una candidatura que sea producto de un acuerdo interno pero que no sea bien vista por los ciudadanos, podemos perder la ciudad. Por eso [la candidatura del PRD] no puede ser, no debe ser producto de un acuerdo interno entre corrientes y personalidades repartiéndose delegaciones a cambio de una jefatura de gobierno. Eso sería un grave error. Hay que voltear a ver el rostro de los electores y hay que ganarse su voluntad.

Para tener la mejor carta en 2012 ya decidimos en el Congreso Nacional del PRD que vamos a hacer un conjunto de mediciones y estudios de opinión en el país —aceptado por los que vayan a participar— a fin de elegir el candidato a presidente de la República. Luego el Consejo General designará el candidato. Veo difícil que en el Distrito Federal tengamos un método diferente. Yo seré respetuoso de lo que el PRD decida y espero que no nos equivoquemos. Creo que el nuevo ciclo que el PRD debe enfrentar en 2012 como partido gobernante es convocar a una coalición partidaria y social que gane la elección y, luego de ganarla, impulsar y concretar una coalición de gobierno.

La alianza no la veo con el PAN sino de manera natural como PT, PRD y Convergencia, pero creo que llegó el momento de ampliarla. Veo una coalición social, con agrupamientos y organizaciones más allá de las tradicionales del perredismo (que las conozco muy bien). Creo que el PRD tiene que convocar a muchos que no son perredistas y están agrupados en colegios, organizaciones, asociaciones, para que participen, pero no solamente en las elecciones. Yo le diría a la ciudad: “Queremos el gobierno de los mejores, de los más capaces”. Un gobierno de cuotas —según ha impulsado las cosas mi partido hasta ahora—, un gobierno de “tú me apoyaste, yo te doy una delegación, una subdelegación, una dirección”, en donde no importa el perfil, eso no. Yo prefiero plantear un gobierno de coalición en donde estén representadas las fuerzas que participaron, no sólo con perfiles sino también con personajes: hombres o mujeres de la capital que no pertenezcan a los partidos pero que se puedan hacer cargo de áreas específicas, y donde el jefe de gobierno tenga la facultad de convocarlos porque lo dijo y lo avaló el entorno. Esto también rompe la presión interna de tu partido de quererse compartir el gobierno por cuotas. Me parece que vale la pena.

¿Estaría dispuesto a abrir la coalición a un pan colocado en el tercer lugar, dado el régimen de una sola vuelta? Dependería de cómo nos fuera en la Asamblea Legislativa. Creo que facilita mucho tener mayoría legislativa, lo he visto en el senado durante cinco años. Si el PRD y sus aliados no lograran la mayoría en la Asamblea, eso dificultaría enormemente [las cosas] y necesariamente tendrías que ampliar la coalición a otro partido que te ayudara a construir la mayoría legislativa y te diera bases para la gobernabilidad.

El verdadero cambio sería a nivel nacional, pero para ese esquema veo mucha resistencia. En el PRI, el PAN y el PRD, a los personajes que están buscando la presidencia no les gusta ningún esquema que dé la impresión de que comparten el poder, lo quieren para sí y están convencidos de que lo último que falta en este país es que ellos lleguen para cambiar todo. Sin embargo, sí he platicado la idea de las alianzas con algunos líderes partidarios y figuras públicas para la capital, y aquí tiene mucho mayor aceptabilidad. ¿Por qué razón? Porque hoy por hoy el PRD tiene una mayoría un poco artificial en la Asamblea, salvó apenas el 31% de los votos y con eso se asignó la mayoría. Hay problemas fenomenales en la Asamblea para poder conducir adecuadamente las cosas. Cualquier jefe de gobierno que entre en 2012 requiere estabilidad en la Asamblea, para pasar presupuestos, programas y reformas importantes. Si la fuerza partidaria que ganó la elección no tiene mayoría, es ahí donde podría abrirse la posibilidad, por primera ocasión, de convocar formalmente una coalición legislativa con un programa común y luego convertirla en coalición de gobierno.

En cuanto a la inauguración de un nuevo ciclo en el PRD, parto de una caracterización: todo partido que prolonga por 15 años su permanencia en el poder sufre un desgaste, eso es algo natural. Se acumula un conjunto de fallas y de vicios que ya se notan en la ciudad: baja la calidad de la gestión pública, se hace un núcleo de poder alrededor de cada delegación y del propio gobierno de la ciudad. Hay que romper eso. Me parece que un cuarto gobierno no podría continuar con esa dinámica: 21 años es una cantidad demasiado grande. ¿Cómo lograrlo? Con la apertura del gobierno a nuevas expresiones y nuevas personalidades, primero. Por otra parte, veo que mi partido tiene una asignatura pendiente: la participación ciudadana. Con cierta frecuencia observo que en la Ciudad de México mi partido ha sustituido la participación ciudadana por la participación corporativa. Lo veo en los programas de vivienda, sociales, de obra pública. Hay una disminución de la participación del sector común y corriente y ese hueco lo llenan las organizaciones; hay una disputa por cada programa social en cada delegación y se observa una disminución de la calidad de la gestión pública. La única manera de romper [con esto], desde mi punto de vista, es que irrumpan los ciudadanos.

Una trayectoria alejada de la administración capitalina es desventaja para poder ser candidato y es ventaja para ser jefe de gobierno. Estoy consciente de la dificultad de pasar del terreno legislativo y la vida partidista a la administración pública. Con frecuencia observo la complejidad administrativa de esta ciudad, las decisiones que hay que tomar y los temas tan complejos que hay que enfrentar. Tengo que empezar por reconocer mis propias limitaciones y mi falta de experiencia. Yo no soy ni todólogo ni administrador. No he sido jefe delegacional ni secretario de la ciudad, por lo tanto creo que la salida está en convocar a los mejores sabiendo que saben más del gobierno. Eso no me importa reconocerlo, porque no creo que ningún gobernante sea todólogo. Tú tienes que convocar a los que saben y aceptar lo que te proponen o sugieren, no imponer tus criterios. Tengo una ventaja: soy hombre de colectivos, sé escuchar, sé convencer y acepto que me convenzan. No tengo el famoso principio de autoridad desarrollado como muchos priistas —priistas del PRI y priistas refugiados en el prd, que de todos tenemos—; no tengo esa formación, es decir, yo mando, el jefe ordena y nadie le dice que no. La mía es una formación diferente, puedo reunirme con especialistas para ver el problema del agua, de la seguridad, del ambulantaje; para diseñar políticas y aplicarlas. Pienso que mi vocación política tiene que aflorar de la formación y conducción de equipos.

Respecto al costo silencioso de las reivindicaciones que toman la vía pública para expresarse, creo que es uno de los problemas más sentidos de la ciudad. Parto de la base de que la ciudad es de todos los que la habitamos. Sí, no es de mayorías ni de minorías o de gente de Iztapalapa o de gente de Polanco, es de todos, y hasta hoy se ha priorizado el derecho de expresión o manifestación sobre el derecho de tránsito. Lo que pasó en 68 y en 71 ha marcado a los gobiernos de izquierda desde 1997: nada de autoritarismos, nada de mano dura. Yo lo comparto, pero creo que se nos ha pasado la mano. Me parece que ya es indispensable un nuevo pacto de convivencia para dar garantías al mismo tiempo a quien desea protestar y exigir sus derechos y a quien desea circular con libertad. Se puede hacer. Lo he visto en París, lo he visto en Santiago de Chile, lo he visto en varios países del mundo donde el derecho de manifestación se garantiza por ciertas rutas, sin bloquear las avenidas. Cuando hay un acuerdo y una ley que lo establece, hay que aplicar la ley.

En la norma constitucional está dado que una manifestación tiene que ser educada, que no puedes bloquear calles, pero no así [en la norma de] la Ciudad de México a detalle. Por ejemplo, las manifestaciones son muy comunes en Paseo de la Reforma, y cuando Reforma se bloquea hay una onda expansiva que bloquea varias partes de la ciudad. Pero Reforma es muy ancha, pueden perfectamente combinarse los carriles centrales para circulación con los carriles laterales para manifestación. Yo mismo impulsé que la Plaza Luis Pasteur, que está afuera del Senado, la dedicáramos para manifestaciones. Y la estamos arreglando para que haya agua potable, sanitarios, hasta sonido, y que los manifestantes, en vez de ocupar Reforma, se vayan a la Plaza y expresen todo lo que tengan que expresar. El bloqueo como forma de presión no se puede permitir, no, porque mil, 2 mil o 5 mil no pueden afectar a 300 mil. Ahí me parece que la autoridad tiene que ejercer la ley. Hay un acuerdo y una ley. A muchos compañeros del PRD puede no gustarles que la Asamblea sancione, porque son organizadores entre otras cosas de muchas manifestaciones, pero yo escucho a los ciudadanos; escucho a la clase media, a la gente que usa transporte público. Se nos ha trastocado la vida cotidiana de la ciudad y a veces hasta lo vemos normal: “Oye, mañana hay manifestación, no vayas al Centro, mejor no salgas”. Tenemos que poner orden en eso.

Mi posición respecto a la clase media es categórica. Esta ciudad requiere que quien esté en el gobierno atienda a los de menores ingresos, hasta cinco salarios mínimos, que es la mayoría de la población. Programas sociales, vivienda, salud, educación, becas, seguridad, un montón de cosas, hay que irlas haciendo. Yo soy partidario de la red de protección social que hemos construido, pero me parece que llegó el momento de visualizar, llamar, hacer participar a la clase media de la ciudad —que es una gran clase media, por cierto, una clase media del esfuerzo, del trabajo, que responde muy bien a los programas de seguridad, de basura, de alumbrado público, de mejoramiento de las viviendas, que trabaja, que se empeña, que lleva los hijos a la escuela, que quiere tener una vida mejor. Hay que incorporarla. Pero digo también algo con toda franqueza: esta ciudad no es viable sin la inversión de los sectores altos. La ciudad quiere inversión del más diverso tipo porque necesita empleos, y sería una falacia que el gobierno dijera: “Yo voy a crear empleo, yo voy a dar empleo”. Eso no es cierto, el empleo lo crea el sector privado. Entonces, necesitamos desarrollar los nichos de oportunidad. En la ciudad del conocimiento, por ejemplo, hay grandes oportunidades: la hotelería, los restaurantes, las tiendas, el turismo, hay que desarrollarlos, hay que dar condiciones a los inversionistas privados nacionales y extranjeros. Andrés Manuel lo hizo, Marcelo Ebrard lo ha hecho también, hay que profundizar eso, y me parece que por lo tanto un jefe de gobierno tiene que serlo de todos: atender a los sectores de menos ingresos, atender a la clase media y también atender al sector alto, desde luego.

Coincido con el diagnóstico de que la ciudad está mejor que más de 20 estados de la República. La red de protección social que hemos construido aquí explica mucho de eso; el hecho de que hayamos cuidado a la policía es fundamental. Yo puedo hacer una declaración categórica: los policías de la ciudad no están en las nóminas de los delincuentes. Es una gran ventaja, se les han mejorado el salario, las prestaciones, las becas para sus hijos.

Pero está claro que lo que hemos hecho bien no nos blinda totalmente para evitar un brote de violencia en cualquier momento. Es más, siento que tenemos a la delincuencia allá en las fronteras de la ciudad. No puede ser de otra manera si estamos rodeados de los estados de Guerrero, Morelos, de México, Michoacán, donde la delincuencia se ha desbordado. Me parece que la ciudad tiene que tomar medidas extraordinarias para mantener los niveles de seguridad que tenemos. Lo que la policía está haciendo va bien, y hay que profundizarlo. El hecho de que mandemos mensajes de que no hay una actitud como la que hay en otros estados, y que aquí no se les va a dejar pasar, ni se les va a dejar hacer, es importante. El sistema de cámaras ha funcionado, las cámaras que tenemos en puntos estratégicos de la ciudad permiten tener una valoración de lo que está ocurriendo, incluso captando rostros y placas de vehículos, y esto es un golpe contra la impunidad porque aquí el que la hace puede pagarla con alta probabilidad. Ahora bien, no podemos confiarnos. El diagnóstico de las bandas tiene que profundizarse y [hay que] ir sobre ellas. En la ciudad hemos hecho algo que no se dice con frecuencia: hay una tarea de inteligencia y de localización, no vamos a una zona o a una colonia con un despliegue de mil, dos mil, tres mil policías a tratar a balazos de agarrar una banda; se está haciendo más bien tarea de saber quiénes son, quiénes los dirigen, dónde actúan. Y se están dando golpes certeros.

Es verdad que esta ciudad es también la del presunto culpable y los delitos menores castigados con penas inusualmente fuertes. Hace unos días el rector de la unam nos presentó el documento que se construyó desde la Universidad. Varias de las medidas que están ahí son totalmente aplicables al Distrito Federal. Una de ellas es precisamente que no podemos castigar con una alta penalidad delitos menores. Es evidente que tenemos que hacer una reforma de la justicia en el Distrito Federal, junto con una reforma administrativa integral, por cierto. Todavía tenemos varias áreas de la administración en las que estamos como en una oficina del gobierno de Cuba, oficinas con escritorios verdes metálicos con expedientes arriba y abajo, con gente en los pasillos y la burocracia de hace 40 años. Marcelo ha avanzado mucho al agilizar varios trámites en línea, pero hay terrenos como el Registro Público de la Propiedad que hay que modernizar a toda costa, así como la Junta de Conciliación. Hay cosas que huelen a naftalina.

Es cierto que la Ciudad de México se ha convertido en un referente de izquierda y que yo vengo de la izquierda, de hecho tengo una historia de 36 años en la izquierda y me asumo públicamente como un político socialdemócrata. Lo asumo claramente y puedo argumentar porqué. Soy un político de izquierda que ha venido evolucionando en los últimos 20 años, porque el mundo cambió y nuestro país cambió con él. Tengo una convivencia a veces un poco áspera con mi partido, con visiones de los años setenta del siglo xx en economía y en muchas áreas más, pero me parece que Marcelo ha logrado ponerle un sello socialdemócrata a su gobierno, aunque no lo diga así. El de Ebrard es un gobierno de izquierda avanzada, de izquierda de siglo xxi, que yo quiero continuar, ahí no tengo ninguna duda. Profundizar en las libertades, derechos de tercera generación, apertura, convivencia con el capital privado, exportación, comercio, visión moderna, sector privado que invierte, etcétera. No soy estatista, ya no lo soy, lo fui en mi juventud pero ya no lo soy.

En medio de lo que ha ocurrido en los últimos 12 o 15 años, la Ciudad de México se ha caracterizado por estar a la vanguardia en muchos temas. Pongo algunos ejemplos: tenemos un desempleo de la mitad de la media nacional; tenemos un acceso a la educación media superior por encima del resto del país; tenemos actividad económica y una capacidad de recuperación extraordinaria, que se nota; tenemos nichos económicos muy importantes, es decir, la ciudad sí ha hecho su esfuerzo por estar en la vanguardia.

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Flickr/CC/LWY


El presidente de la República que tome posesión el 1 de diciembre del 2012 deberá gobernar para los 31 estados, pero también para la capital de la República. De eso tiene que encargarse el jefe de gobierno próximo. El conjunto de proyectos encaminados a consolidar la ciudad del conocimiento tiene que ir de la mano con el gobierno de la República. Me parece que tendríamos que hacer un estudio, no solamente el de convivencia, obligado, sino de colaboración y de proyectos conjuntos en muy diversos rubros. Por mi parte, asumo que la ciudad no tiene capacidad ni recursos para enfrentar proyectos de largo plazo. Tenemos que hacerlo conjuntamente. Ya que somos 8 millones 700 mil habitantes aquí no puede ser que digamos: “Nosotros podemos solos”. No, no podemos solos, y no es pedirle un favor al presidente. Vamos a ver cómo va a ser atendida esta parte de la población mexicana por el gobierno federal, en muchas áreas: educación, salud, manejo de la basura, vivienda, renovación de la red eléctrica, por ejemplo, que son inversiones mayores que requerimos. El tema económico tenemos que enfrentarlo juntos.

Espero que no se dé el fenómeno de 2006 de cuestionamiento de la elección. La ciudad no puede quedar presa de un desencuentro político. Me parece que el costo ha sido alto. No quiero decir quién tuvo la culpa. El hecho concreto es que desde 1999 no hay un presidente haciendo giras por la ciudad.

En cuanto a mis posibilidades de ganar y las condiciones de la próxima contienda, no cabe duda de que sí, a veces tengo destellos de audacia porque le estoy apostando a convencer a los ciudadanos. A muchos hoy les parece una cosa absurda, pero no lo es. Yo sé muy bien que los que hacen que se pierda o se gane una elección son los ciudadanos independientes, no los votos duros. Cuando el candidato del PRD, del PRI o del PAN ha perdido elecciones estatales en los últimos tres años, es porque ha creído que el gobernador que pone el candidato le gana la elección. Eso no ha ocurrido en varios órganos del país y creo que aquí en la capital no va a ocurrir. 51% de los electores del Distrito Federal son independientes, no votan por un mismo partido siempre sino que pueden virar su voto a favor de uno u otro. Yo estoy tratando de buscarle el rostro a esos electores. Sé que si logro ser visible para ellos y esto se refleja en las encuestas —como se está reflejando, lo quieran o no—, en mi partido van a tener que voltear a verme y tomarme en cuenta. Ahí baso mi posibilidad, a lo mejor no es suficiente pero por lo pronto estoy haciendo un esfuerzo de comunicación, de contacto, de plantear con toda apertura esos temas. Voy a hacer mi esfuerzo de aquí a diciembre —que es cuando calculo que tendremos candidato. Seguiré hablando con muchos sectores, con muchos ciudadanos, mostrándome como lo que soy y diciendo lo que pienso. Si logro entusiasmar a los electores, mi partido seguramente lo va a valorar. Y si consigo ser candidato acepto el reto de volver a esta mesa.

Entrevista completa en video Programa Entre 3 – Carlos Navarrete

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