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Antes de la película
Cultura | Este País | Personajes Y Escenarios | Ana Cruz | 03.06.2012 | 0 Comentarios

Recientemente ha salido a la luz Antes de la película. Conversaciones alrededor de la escritura cinematográfica, libro de mi autoría editado por la Dirección de Publicaciones de Conaculta, bajo la coordinación del Imcine.

Publicar un libro siempre es motivo de satisfacción, especialmente cuando este es un homenaje a los autores con quienes mantengo una larga amistad y una profunda admiración: los escritores del cine nacional.

El propósito de este libro es llenar el vacío que existe dentro de la bibliografía cinematográfica dedicada al estudio de los procesos creativos de estos artistas del lenguaje audiovisual, que si bien pertenecen a la rama de la literatura, su formación y concepción de la obra es totalmente diferente a la escritura de la novela, el cuento o el ensayo. ¿Por qué? Porque un escritor de cine, conocido comúnmente como “el guionista”, al terminar de escribir aún no ha concluido su obra ya que esta deberá vivir el proceso de producción antes de llegar a la pantalla. En ese sentido, el guionista nunca sabe en qué se transformará su película en manos del director. Es decir, ignora cómo será la metamorfosis de su historia para llegar al espectador una vez encarnada por los actores y actrices que, gracias al trabajo de cientos de artistas y técnicos que participan en la preproducción, la producción y la posproducción del film, dan vida a los personajes creados por él.

El lenguaje del cine y la literatura son distintos en muchos niveles. Su narrativa, gramática, sintaxis, poética, estética y ritmo, pertenecen a dos formas de creación diversas. La literatura se expresa con palabras, el cine es el arte de las imágenes en movimiento.
Si bien es cierto que escribir es siempre un proceso lleno de riesgos, cuando entre el autor y el espectador existe un largo camino de interpretación y reinterpretación —como es el caso del séptimo arte—, la zozobra es mayúscula.

De esta manera, el libro en cuestión, además de un merecido reconocimiento a los escritores de cine —esos personajes anónimos que nadie recuerda ni conoce—, cumple con una tarea de investigación que permite al lector descubrir las ricas y variadas maneras en las que cerca de cuarenta colegas realizan sus obras.

Se trata de un libro-escaparate en donde jóvenes y consagrados exhiben sus ideas y pensamientos, al mismo tiempo que comparten muchos de sus secretos en el oficio. Un libro divertido, revelador y sugerente conformado con dos tipos de materiales: ensayos y entrevistas.
Para los ensayos invité a quince destacados guionistas a platicarnos su sentir frente a la experiencia de la escritura fílmica; para las entrevistas tuve el gusto de conversar con veintisiete creadores con quienes compartí muchas de mis inquietudes al escribir un guion.

Algunas plumas que me acompañan en este libro son Vicente Leñero, quien nos deleita con un texto titulado “Tips para jóvenes escritores sobre la estructura del guion cinematográfico”, un agasajo de recomendaciones que bien podrían llamarse “El decálogo del guionista”. Generoso como siempre, Vicente es muy puntual en los consejos basados en su propia experiencia.

Vicente Quirarte, Premio Nacional de Poesía y Ensayo, por su parte, nos ofrece “La piel del oso”, una maravillosa reflexión sobre “esa otra forma de soñar que es el cine”, sobre el cual afirma: “El texto es la piel del oso, pero debajo de ella palpita una suma de pasiones, entrañas, sangre, sudor y lágrimas.”
La escritora mexicana-uruguaya Laura Santullo, autora de La zona (2007) y Desierto adentro (2008), ambas cintas dirigidas por Rodrigo Plá, nos hace tomar conciencia como creadores de que “la película que nosotros imaginamos nunca será tal cual lo que verá nadie, ni siquiera el director, mucho menos los espectadores.”

Sabina Berman nos entrega un ejercicio lúdico que desde el título nos provoca: “¡Adoro tu guion, ahora cámbialo!”. En él detalla las vicisitudes de un escritor que debe someterse a la tiranía de un director.

Flavio González Mello nos revela “los caminos de la adaptación” cuando el viaje es del teatro al cine. En su ensayo, recuerda las lecciones de su maestro Juan Tovar, al señalar que entre el teatro y el cine “la principal diferencia radica en que el primero se basa en el diálogo y el segundo en la imagen”; pero también nos descubre que pocas cosas enseñan tanto en el proceso de la escritura que reelaborar el trabajo de otro autor, es decir, adaptar una obra ya escrita.

Paula Marcovitch aborda uno de los puntos más sensibles para el escritor de cine: el despojo, y se pregunta “¿Quién es el autor de la película?”. A lo cual responde contundente: “si escribo un cuento es mi cuento, pero si escribo una obra para cine, no es considerada mía”.

Con referencia a este asunto de la autoría, el debate sigue abierto. Guillermo Arriaga, el único escritor de cine mexicano que ha recibido una Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes, y también participante del libro, puso el dedo en la llaga al afirmar que el texto cinematógrafo debe ser como una partitura, es decir, debe ser una obra intocable e inalterable en ninguna de sus notas, no importa quién sea responsable de dirigir a la orquesta.
Nicolás Echevarría, documentalista y director de ficción —géneros que bajo su batuta nos han ofrecido cintas como María Sabina, mujer espíritu o Cabeza de Vaca—, nos llama la atención sobre la “idea generadora”, esa idea que propicia una obra y que se parece a los primeros compases de una pieza musical que generalmente desaparecen de la partitura en la versión final.

La segunda parte del libro consta de veintisiete entrevistas a escritores, directores, productores y actores. Son conversaciones que nos brindan un amplísimo panorama de qué es un guion, qué significa el texto para cada una de las posiciones dentro de la producción cinematográfica y de qué manera este puede ser abordado. Entre ellos, hay nombres entrañables como los de Beatriz Novaro, Carolina Rivera, Jorge Fons, Gerardo Tort, Bertha Navarro, Juan Carlos Rulfo, Patricia Arriaga, Busi Cortés, Diana Bracho o Diego Luna. Las entrevistas sostenidas, además de amenas e inteligentes, nos dan información de primera mano sobre el trabajo que se genera alrededor del guion cinematográfico.

Los títulos de cada entrevista nos anticipan el contenido de la misma y el tono de su autor. “Me gusta la sangre en la pantalla”, encabeza el diálogo con Enrique Rentería, escritor amante del thriller de terror. Consuelo Garrido nos confiesa “Voy en busca de los personajes” y nos deleita a su manera contándonos cómo da vida a sus protagonistas. Cecilia Pérez-Grovas nos advierte “Uno ve al animal pero no sabe cómo es”, al hacer referencia al proceso de deslumbramiento que sufre el mismo escritor frente a su material humano. Everardo González, poeta del documental, evoca al jazz y al blues, géneros musicales de profunda nostalgia para describir su visión fílmica.

Laura Imperiale, Bertha Navarro y Luciana Cabarga, tres de las más grandes productoras con las que contamos en el cine nacional, disertan sobre su papel entre el guion y el director. Completan el elenco de entrevistas Paz Alicia Garciadiego, Víctor Ugalde, Mariana Chenillo, Julián Hernández, Roberto Fiesco, María Novaro, Alfredo Gurrola, Marcela Fernández Violante y Adriana Barraza.

Seguramente al lector, las veintisiete conversaciones lo sorprenderán tanto como a mí, ya que antes de emprender la gozosa aventura de este libro consideraba que encontraría consenso en la manera de pensar de muchos de mis colegas y que serían más las convergencias que las diferencias. Sin embargo, conforme fueron transcurriendo cada una de las charlas fui cambiando de opinión al constatar no solo diferencias sino posiciones totalmente opuestas entre muchos de mis interlocutores.

Así pues, despojada de todo prejuicio, me entregué a vivir una travesía en la que hallé viejos amigos, nuevos camaradas, ricas historias, anécdotas y mundos completamente nuevos.

Algunas de las conclusiones a las que llegué y que documento en este libro estriban en el hecho de que más allá de los manuales y catálogos existe una gran abundancia de métodos, sistemas y “maneras personales” de escribir libretos cinematográficos; que el abanico de voces, preocupaciones, arrebatos, obsesiones, recursos, acercamientos, trucos y misterios es infinito y constituye una riqueza invaluable para nuestra producción fílmica.

A través de las páginas de Antes de la película, muchos coincidieron en afirmar que en las últimas décadas las narrativas y recursos audiovisuales han desarrollado sus propias reglas y técnicas para comunicarse con los jóvenes espectadores, sin embargo, más allá del impacto de los efectos visuales y de la magnificación de los recursos digitales, en esta acelerada carrera cibernética, los valores dramáticos no han perdido su vigencia ante la creación de un personaje o el trazo de su destino.

En la gran mayoría de mis colegas pude constatar una enorme pasión por su trabajo, pero también cierta frustración al encontrarse en un país en donde la industria cinematográfica no existe y los esfuerzos individuales y los conjuntos no alcanzan para consolidar una plataforma de producción nacional, ya que en la carrera de muchos guionistas hay un cúmulo de talento desaprovechado por circunstancias ajenas a su trabajo y voluntad.

Durante el tiempo que me llevó elaborar este libro me emocionó mucho escuchar cómo los escritores de cine contenidos en esta obra se expresaron con una sinceridad que no todos los artistas suelen tener al abrir su universo privado al espacio público. Ni mucho menos al contar intimidades y secretos que los han llevado al éxito o al fracaso de sus películas.

Al leer este libro, los lectores descubrirán con curiosidad que los guionistas son seres peculiares: que se inspiran con un ruido, un color, una luz o un suceso fugaz; se reconcilian con la trama con la misma facilidad con la que se desilusionan de ella; se apegan a sus personajes como si fueran de carne y hueso; recitan sus diálogos de memoria; sufren sus conflictos por años; asesinan y salvan amores; llevan sus historias hasta sus últimas consecuencias, sueñan despiertos y escriben dormidos.

Las fotografías que acompañan cada una de las colaboraciones son obra de la aguda mirada de Greg Allen, artista de la lente que rescata del anonimato a los escritores al mostrarnos su rostro exterior e interior. El talento de Greg capta en cada retrato el alma de quienes tímidamente nos colocamos delante de su cámara.

El prólogo de Marcela Fuentes-Berain nos conduce por los íntimos laberintos del quehacer del escritor confirmando una convicción absoluta: el don de la palabra escrita es un privilegio que nos ofrece la vida. En su texto, cita un fragmento de la conferencia que David Grossman ofreció en el Festival del Pen Club Internacional celebrado en Nueva York en 2007, palabras que me han fascinado y por eso las comparto:

Tras muchos años de vivir en la situación extrema y violenta de un conflicto político, militar y religioso, puedo decirles, con tristeza, que el ratón de Kafka tenía razón: efectivamente el mundo se estrecha y se reduce de día en día.

Pero cuando escribimos, sentimos que el mundo se mueve, es flexible y está lleno de posibilidades. Ciertamente no está congelado. Dondequiera que haya existencia humana no hay congelación, ni paralización… Escribo y el mundo no se cierra sobre mí ni se estrecha: hace movimiento de apertura hacia un futuro posible… Imagino. El simple acto de imaginar me hace revivir… Escribo. Siento la profusión de posibilidades que existen en cualquier situación humana. Percibo mi capacidad de elegir. La dulzura de la libertad que creía haber perdido. Escribo y siento cómo el uso correcto y preciso de las palabras a veces cura una enfermedad. Que es un medio para purificar el aire que respiro de la suciedad y de las manifestaciones de los timadores y violadores del lenguaje. He aquí el gran misterio de la alquimia de nuestras acciones: en cierto sentido, desde el instante en que cogemos la pluma o pulsamos las teclas del ordenador, dejamos de ser la víctima indefensa de todo lo que nos sometía y restringía antes de ponernos a escribir.

Escribimos. Somos muy afortunados: el mundo no se cierra sobre nosotros. El mundo no se estrecha.

Deseo profundamente que este libro sea un valioso instrumento para los jóvenes que se inician en la carrera fílmica, pero estoy convencida de que así como el cine es un arte que todos disfrutamos como simples espectadores, las páginas de esta obra no son solo para especialistas, ni para aquellos que escriben o desean incursionar en la tarea cinematográfica. La curiosidad de conocer el proceso creativo de los responsables de tantas historias del cine mexicano se verá satisfecha al leer, Antes de la película. Conversaciones alrededor de la escritura cinematográfica, libro de la Colección Arte e Imagen del Conaculta y de venta en las Librerías Educal.

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Licenciada en Comunicación por la UIA, ANA CRUZ estudió cine en la University of Southern California en Los Ángeles y televisión en la BBC de Londres. Es guionista, productora y directora de cine, radio y televisión, y ha ocupado diversos cargos en los medios públicos. Como periodista, ha colaborado en diarios y revistas especializadas y es autora de Testigos de nuestro tiempo, obra que reúne entrevistas a grandes personalidades de la cultura mexicana. Si deseas contactar a la autora escribe a .

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