Friday, 19 April 2024
Artículos relacionados
Tres momentos memorables
Este País | Gerardo Estrada | 02.07.2012 | 0 Comentarios

La ciudad

Supe de Carlos Fuentes a través de un hermano de mi madre que, enterado de mi afición a la lectura, llegó entusiasmado un día del año 1959, cuando yo tenía 13 años, a regalarme un ejemplar de La región más transparente, que devoré en un par de días.

©Vicente Rojo

En esos años estaba acostumbrado a recorrer la –entonces todavía de dimensiones humanas– Ciudad de México desde dos perspectivas: la del hijo del doctor Alfonso Estrada, que los domingos, en automóvil, visitaba a sus pacientes en los barrios más contrastantes de la ciudad, desde Tepito y La Merced hasta la Del Valle y las Lomas de Chapultepec. Los familiares de los pacientes me hacían pasar a sus casas o me llevaban refresco o helado al coche en el que esperaba a mi padre.

La otra, sabatina, era la del nieto del maestro Manuel, ebanista y carpintero, en los desde siempre destartalados autobuses del servicio público (Peralvillo-Cozumel) o sobre las plataformas de los camiones o camionetas que llevaban las maderas relucientes y olorosas que en sus manos se transformarían en hermosos muebles. Mientras él entraba a las casas de sus clientes, yo esperaba en la calle o a lo mucho sentado en el piso de los garajes. Debo decir que yo disfrutaba ambas perspectivas por igual: eran mis aventuras semanales.

La lectura de La región más transparente me hizo ver con nuevos ojos el paisaje urbano y sus habitantes; comencé a relacionar las colonias y los barrios con personas, todas ellas modeladas con las imágenes que yo rescataba de la novela. Me sentía una especie de Ixca Cienfuegos adolescente que descubría los secretos de la ciudad, aunque para desgracia de mi curiosidad la mayor parte de los sitios que se mencionaban me eran vedados por edad y condición social.

Desde entonces siempre que paso por el puente de Nonoalco busco a Gladis García “fumando su último cigarro de la noche…”.

La conocencia

Estudié en la entonces Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la unam, entre los años 1964 y 1969, y trabajé en ella de 1970 a 1975, años que fueron, sin duda alguna, excepcionales. La encabezaba una pléyade de maestros e intelectuales en sus mejores momentos, conformada por Pablo González Casanova, Enrique González Pedrero y Víctor Flores Olea, a quienes acompañaban, entre otros, Francisco López Cámara, Fernando Benítez, Henrique González Casanova y Arturo González Cosío, todos ellos compañeros y amigos universitarios de Carlos Fuentes.

Tuve la fortuna de tener a la mayoría de ellos como maestros y de iniciar mi carrera docente a su lado. Ello me permitía acompañarlos a diversas reuniones académicas primero y pronto a las sociales, en donde pude acercarme con timidez a personajes como el propio Fuentes, Carlos Monsiváis, José Luis Cuevas, etcétera. En otras palabras, al grupo entonces conocido como “La Mafia” de los intelectuales de México.

Así viví, cerca de ellos, los acontecimientos de 1968 y la tarde trágica del 10 de junio de 1971. Ese día en particular lo recuerdo como la fecha en la que realmente conocí a Carlos Fuentes. Como se recordará, esa tarde —siendo rector de la unam Pablo González Casanova— Octavio Paz regresaba a la unam después de su celebrada renuncia a la Embajada de México en la India, por los sucesos del 2 de octubre de 1968, e iba a dar una conferencia en el Auditorio Justo Sierra, cuando llegó la noticia de lo que sucedía en el barrio de San Cosme.

La conferencia se canceló y los intelectuales y académicos que ahí se encontraban se fueron a reunir a la oficina del rector. Más tarde algunos de ellos se dirigieron primero a la casa de Octavio Paz y después a la de Carlos Fuentes en la calle de Galeana, en San Ángel, donde él y Víctor Flores Olea –no recuerdo quién más– redactarían algún comunicado que yo sería el encargado de llevar a la redacción de Excélsior.

En lo que trabajaban, Carlos nos ofrecía whiskys y sándwiches que, junto con él, yo me encargaba de preparar. La figura del escritor que admiraba se transformaba en la de un amigo con el que compartía a la vez ideas y lecciones elementales de cocina rápida. Algo que contrastaba con la formalidad y la distancia con los asuntos de la cotidianidad doméstica de otros personajes.

Esa cercanía con Carlos acrecentó mi admiración y respeto y me hizo sentir, sin tener realmente un motivo para justificarlo, que me había hecho ya su amigo.

De guías de turistas

En esos años, uno de los atractivos mayores de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales eran los famosos cursos de invierno y verano a los que se solía invitar a los personalidades más granadas del mundo intelectual de la época. Así, por ejemplo, en 1967 tuvimos la oportunidad de escuchar y discutir con los mismos Herbert Marcuse y Erich Fromm, entre otros.

En el año de 1973 llegaron a estos cursos, entre otros, el politólogo Ralph Miliband, padre del actual líder del Partido Laborista inglés, y el historiador Eric Hobsbawm, también inglés.

Se cruzaba la Semana Santa y había que pasear a nuestros visitantes, así que el director de la ya entonces Facultad, Víctor Flores Olea, organizó sendas excursiones a Taxco y, otro día, a Puebla, con escala en Tonantzintla. Nos acompañó Carlos, quien ya desde entonces era el mejor cicerone para guiar a mexicanos y extranjeros en las rutas del arte mexicano: prehispánico, colonial o contemporáneo.

Después de asombrarnos con su rica e informada descripción de los tesoros de Santa María Tonantzintla, en el camino a Puebla comenzó a hablar del pulque y sus virtudes. En un paraje, alejado de todo, nos hizo detenernos y, luego de preguntar al primer caminante, nos condujo ante un vendedor de la –para nuestros visitantes– exótica y alucinante bebida, y ordenó de inmediato tarros para todos, ante la escéptica y casi horrorizada reacción de nuestros flemáticos invitados.

Más por cortesía que por curiosidad, y haciendo honor a su afinidad con las causas populares, Mr. Hobsbawm lo probó, sin ocultar su rechazo al olor, mientras que el profesor Miliband de plano rechazó el brindis, lo que al menos a mí me obligó a acompañar a Carlos, con las náuseas en la boca del estómago.

Por supuesto que todo se convirtió en una deliciosa anécdota que para ellos no empañaba para nada el privilegio de conocer México de la mano de uno de sus mayores conocedores y, para mí, de vivir uno de los mejores momentos de mi vida académica y personal.

___________________

GERARDO ESTRADA es doctor por la Universidad de París. Ha sido director general del Instituto Nacional de Bellas Artes y de Asuntos Culturales de la Secretaría de Relaciones Exteriores, y coordinador de Difusión Cultural de la UNAM. Actualmente se desempeña como director general de fmx – Festival de México. Es autor de 1968: Estado y universidad y de numerosos artículos y capítulos de libros.

Dejar un comentario



¡No quiero que me recuerden!
Luis Villoro Toranzo
Este texto estará disponible en el transcurso del mes. Por favor, visite el sumario general o el sumario del suplemento de Cultura regularmente. Los títulos subrayados indican que el artículo completo ya está disponible. Suscríbase a Este País y reciba la versión impresa cada mes a la puerta de su casa o cómprela con su […]
Veinticinco años de fomento cultural: un balance
Conocedor como pocos de las instituciones culturales del país, de sus hitos históricos y también de sus entrañas, el autor aquilata los que, desde su perspectiva, constituyen los principales logros de una entidad como el Conaculta a lo largo de 25 años. Antes de empezar esta reflexión pública sobre los 25 años de existencia del […]
Curso: Carlos Fuentes, su época, su literatura
Fuentes en la UNAM. Curso: Carlos Fuentes, su época, su literatura. Coordina: Dra. Georgina García Gutiérrez Vélez, Martes y Jueves de 17 a 19 hrs. Aula Magna del IIFL.  Inicio de clases 6 de agosto. Informes e inscripciones: Instituto de Investigaciones Filológicas, 5622 7494 / [email protected].         www. iifilologicas.unam.mx   
Sobre Carlos Fuentes y Sergio Pitol
Lo otro y lo continuo en un cuento de Carlos Fuentes Shanik Sánchez Además de ironizar el consumismo, “El que inventó la pólvora”, último cuento de Los días enmascarados, también nos recuerda a Leonia, una de “las ciudades invisibles” de Italo Calvino. Se trata de dos ciudades que se rehacen a sí mismas cada veinticuatro […]
Fuentes para el mundo
Me da una pena indecible decirles para siempre adiós a las palabras Eduardo Mitre Escribir para darle la vuelta al mundo encontrar a Bernard Shaw en una calle de Londres a Octavio Paz columpiando su Libertad bajo palabra en un rincón del Taj Mahal. Escribir con sueños en busca de la Región más transparente hurgando […]
Más leídos
Más comentados
Los grandes problemas actuales de México (144.769)
...

La economía mexicana del siglo xx: entre milagros y crisis (59.574)
...

Con toda la barba (38.180)
...

¿Por qué es un problema la lectura? (27.191)
Desarrollar el gusto por la lectura no es cuestión meramente de voluntad individual. El interés por los libros aparece sólo en ciertas circunstancias.

La distribución del ingreso en México (23.052)
...

Presunto culpable: ¿Por qué nuestro sistema de justicia condena inocentes de forma rutinaria?
Bas­tan­te han es­cri­to y di­cho ter­ce­ros so­bre Pre­sun­to cul­pa­ble....

Los grandes problemas actuales de México
Se dice que el país está sobrediagnosticado, pero en plenas campañas y ante...

I7P5N: la fórmula
Homenaje al ipn con motivo de su 75 aniversario, este ensayo es también una...

China – EUA. ¿Nuevo escenario bipolar?
No hace mucho que regresé de viaje del continente asiático, con el propósito...

La sofocracia y la política científica
Con el cambio de Gobierno, se han escuchado voces que proponen la creación...

1
Foro de Indicadores
Debates que concluyen antes de iniciarse
El proceso legislativo reciente y sus números

Eduardo Bohórquez y Javier Berain

Factofilia: Programas sociales y pobreza, ¿existe relación?
Eduardo Bohórquez y Paola Palacios

Migración de México a Estados Unidos, ¿un éxodo en reversa?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Donar no es deducir, donar es invertir. Las donaciones en el marco de la reforma fiscal
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Impuestos, gasto público y confianza, ¿una relación improbable?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Los titanes mundiales del petróleo y el gas
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La pobreza en perspectiva histórica ¿Veinte años no son nada?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

La firme marcha de la desigualdad
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia. 2015: hacia una nueva agenda global de desarrollo
Roberto Castellanos y Eduardo Bohórquez

¿Qué medimos en la lucha contra el hambre?
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Bicicletas, autos eléctricos y oficinas-hotel. El verdadero umbral del siglo XXI
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Parquímetros y franeleros: de cómo diez pesitos se convierten en tres mil millones de pesos
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Una radiografía de la desigualdad en México
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: Más allá de la partícula divina
Eduardo Bohórquez y Roberto Castellanos

Factofilia: El acento está en las ciudades. Algunos resultados de la base de datos ECCA 2012
Suhayla Bazbaz y Eduardo Bohórquez