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Elba Esther: se transformó
Este País | Gregorio Ortega Molina | 01.03.2013 | 0 Comentarios

En 1993 sostuve una larga conversación con Elba Esther Gordillo Morales. La charla fue en el Parque de los Espejos. Inició durante el crepúsculo, terminó con noche cerrada. La luz de los edificios de Polanco deslumbró e impidió anticipar lo que ocurriría 20 años después.

Considero de interés para el lector recuperar la esencia de esa entrevista -durante la cual habló de la necesidad de evitar caer en simulaciones- porque en 1993 se condujo como una maestra que prometía pero involucionó a lo largo de su liderazgo, hasta terminarlo tras la rejilla de prácticas. El poder la transformó en lo que es hoy, ¿o anidaba en ella la larva de la corrupción y las complicidades?

La educación debe ser transexenal

La entonces secretaria general del SNTE afirmó:

Hay voces del pasado que intentan regresar; el bajo salario de los maestros sigue siendo un problema fundamental, ya que estos necesitan de calidad de vida para enseñar con capacidad a los futuros mexicanos.

Lucho por un sindicato nacional fuerte, no para intervenir en conflictos postelectorales, pero sí para tener capacidad de negociación en lo fundamental.

Para los maestros, uno de los grandes honores y algo de lo que nos sentimos muy orgullosos es el tiempo de la escuela rural mexicana, del tiempo de esa mística que para asombro de propios y extraños movilizó al país. No necesariamente el maestro sale de una normal o de una institución de educación superior; usted recordará que cuando hay que alfabetizar aparecen esa mística y vocación de maestro. Esa fue una etapa importantísima de la escuela mexicana, pero está también la bellísima época de la fundación de la Secretaría de Educación Pública, con el secretario José Vasconcelos, y otra -que a mí particularmente me agrada y emociona mucho- es la del secretario Jaime Torres Bodet.

Creo que son momentos importantes, y como educadora, como maestra del aula, creo que los tiempos que añoro -y desearía poder rescatarlos- son aquellos de las discusiones en la escuela, es decir, las jornadas pedagógicas entre maestros, donde compartíamos experiencias. Un gran logro es el Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, que centró su labor en procurarle al maestro una mayor preparación.

Creo que si tuviésemos que revisar el Sistema Educativo Nacional, nuestra escuela pública en particular, encontraríamos que ha sido un sistema exitoso y ha dado beneficios; que la permeabilidad social de la escuela pública se ha demostrado, así como el éxito de nuestras instituciones; sin embargo, sus lados frágiles, sus puntos neurálgicos y los problemas que quedan pendientes también se van evidenciando en ese mismo éxito; hubo, en mi opinión, muchas actividades educativas importantes y que pudieron ser muy exitosas, pero de las que el maestro no se sintió protagonista real, y porque al cambio de Gobierno se establecieron otras estrategias, otras políticas educativas, que muchas veces han sido rupturas sexenales.

Yo diría que la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización del Sistema Educativo se inserta en la estrategia de la modernización del sistema mexicano, y me atrevería a afirmar que la federalización o descentralización no ha sido una demanda que esté en la sociedad como exigencia, pero que indiscutiblemente es un requerimiento administrativo que nos puede ayudar a hacer eficiente el servicio. Desde luego debemos ser cuidadosos y no generar más burocracia, sino realizar erogaciones necesarias en el ámbito de la investigación, de la producción de material didáctico, del salario del maestro, de nuevas tecnologías, de experimentar proyectos en algunas escuelas, en fin, en lo que es realmente una demanda de la sociedad.

Los padres de familia hacen el reclamo de un hombre mejor preparado en el ámbito de la ciencia, de la técnica, del conocimiento elemental, pero también en el desarrollo pleno del ser humano integral, como lo interpreta el artículo 3° constitucional. En este sentido tenemos que trabajar muchísimo todavía. Hay bases, hay un inicio de lo que se puede lograr, se están estableciendo los caminos, los acuerdos, los compromisos, también se están asignando responsabilidades, pero todavía falta mucho por hacer.

Para que el Acuerdo Nacional realmente tenga éxito tenemos que trascender el sexenio, no puede ser una política sexenal. Yo nunca lo vi así; considero que es un programa de largo alcance para que los gobiernos de los municipios y de las entidades federativas adquieran mayor responsabilidad en el ámbito administrativo, pero creo que los mexicanos debemos tener claridad de que necesitamos una educación nacional, y no estoy hablando de un gremio nacional.

Me gustaría mucho que quedara claro que estoy hablando de un Sistema Educativo Nacional perfectamente vertebrado, integrador, que va desde la educación inicial hasta la educación superior, que obligue a revisar vocaciones, actitudes, capacidades, así como los requerimientos de la planta productiva, para garantizar que el individuo destinado a una institución educativa, además de contar con una formación académica, desarrolle armonicamente como ser humano, puesto que también se estudia para tener calidad de vida.

El caciquismo, un riesgo

Necesitamos un maestro que tenga calidad de vida en el terreno salarial; necesitamos, para lograr esa calidad de vida, programas de actualización, de superación profesional real, en serio, porque tal vez el maestro resuelve su problema material, pero no está informado de la firma del acuerdo de paz entre Israel y los palestinos. Y esto lo debe saber, es él quien debe estar informado para saber reflexionar sobre los cambios que se están dando.

Este planteamiento de la actualización y superación profesional no es para pretender que el maestro reúna más títulos, porque podría ser un maestro con muchos títulos, pero quién sabe si esté vinculado a lo que cotidianamente hace, a su labor docente. Hay que estimularlo ahí; si retrocediéramos un poco veríamos que uno de los grandes retos, que en mi opinión todavía no está resuelto, es el de la formación de maestros.

¿Cómo es el maestro? ¿Qué requerimos hoy, cuando ya estamos formando al hombre del siglo XXI? ¿Va a ser un industrial, un intelectual, un político, un empresario, un literato, un periodista? El niño de hoy es la responsabilidad de la formación de los maestros. Estos aspectos que algunos podrían ver como una visión gremialista y que es legítima -para eso fui elegida, para luchar por esas necesidades de mis compañeros- también tiene mucho que ver con la calidad de la educación.

Otro problema que debemos resolver para que la educación tenga éxito es el de la vinculación real, la participación efectiva de los padres de familia con la escuela. Cuando yo fui maestra pintábamos con ellos las bardas, los salones: los sábados y los domingos íbamos a lijar. Los padres de familia y los maestros convivíamos, pero a eso se limitaban. Hoy no, hoy sí requerimos que nos ayuden, con ellos necesitamos discutir más los problemas cotidianos de la educación, del proceso enseñanza-aprendizaje, del estado sicológico del niño, de su estado emocional.

Siempre he dicho que un buen maestro no es el que hace de su alumno un buen receptor, sino el que logra despertar en el niño el deseo de saber, porque él solo, poco a poco, lo irá descubriendo, y qué mejor si hay un buen maestro cerca, pero qué espléndido si la primera instancia que educa -la familia- se preocupa más por estas cosas. Nuestras escuelas se han convertido en simples guarderías.

Otro de los riesgos que yo observo es el caciquismo. No queríamos, no queremos un cacique nacional, pero sí queremos tantos buenos representantes como entidades federativas tenemos. A ver cómo logramos eso. Creo que de alguna manera con la reforma estatutaria del SNTE le estamos haciendo frente al asunto creando el Instituto de Formación de Cuadros. Lo estamos haciendo con los dirigentes, pero no estamos exentos de equivocaciones. Podría decirle que he tenido una preocupación muy clara: con la ley tenemos que vigilar y no permitir que el Gobierno Federal se desentienda de lo que es su responsabilidad, pues es obligación del Estado garantizar la educación al pueblo mexicano.

A nadie hace daño un sindicato nacional

A nadie hace daño un sindicato nacional, al contrario, los maestros lo quieren, lo sienten, nuestra lucha es por un sindicato nacional, aunque no está resuelto el aspecto -que me preocupa fundamentalmente- que quedó en el transitorio de la Ley de Educación.

Le diría que la exigencia son sindicatos fuertes, pero no pesados, no inmovilizados. Fuertes pero no para la disputa política poselectoral, sino para la discusión de lo que es la materia de trabajo, fuertes para apoyar todo aquello que beneficie a la educación, fuertes para que realmente tengan legitimidad y representatividad, para que haya interlocución. Lo peor que le puede pasar a cualquier movimiento social es no tener interlocución. La interrogante es: ¿cómo debe ser la interlocución? Digo que la interlocución debe tener legitimidad, representatividad y estar por el camino al que hoy todos aspiramos y estamos esforzándonos en seguir, que es la democracia, la pluralidad.

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