Cultura | Este País |
Guadalupe Alonso | 01.06.2013 | 0 Comentarios
Claudio Isaac, Regreso al sueño: Poemas reunidos 1993-2011,
Juan Pablos Editor,
México, 2011.
El tercer deseo,
Juan Pablos Editor,
México, 2012.
No es frecuente que un escritor publique dos libros a la vez. Claudio Isaac lo hizo. Regreso al sueño —poesía— y El tercer deseo —narrativa— son libros hermanos en varios sentidos. El segundo, la novela, es su primer ejercicio de ficción. La poesía, entretanto, es un género al que se ha acercado constantemente. En estos dos libros se cifra la versátil actividad creativa de Isaac. En ellos conviven la imagen, la palabra y la pintura. Me refiero a la imagen desde la mirada cinematográfica en tanto Claudio, desde muy joven, comenzó su trayectoria en el cine. Fue su padre, Alberto Isaac, quien lo impulsó hacia esa profesión que desempeñó con una mirada poética. Su literatura, por tanto, es alegórica y se enriquece con secuencias que revelan la agudeza visual de alguien que ha educado el ojo, alguien que procura cuidar sus encuadres. En cuanto a la pintura, también ejercicio visual, se trata de una disciplina por la que Claudio ha transitado con la libertad que le confiere el ser autodidacta. Sus cuadros son relatos sugeridos por los personajes y las atmósferas que los envuelven. Trazos que, a su vez, se alimentan de la literatura. Ahí están Rilke, Joyce, Paz, Valéry, entre un nutrido inventario de autores que lo acompañan e inspiran el paisaje de sus óleos y acuarelas. Además, algunos de los rostros de estos personajes han sido recreados por Claudio de una forma realmente excepcional y con gran originalidad, captando los rasgos más distintivos de cada uno de ellos. Un gesto, una mirada, una sonrisa o la forma de unos anteojos, nos permiten dar el golpe a Samuel Beckett, Alberto Moravia, Malcolm Lowry, Jorge F. Hernández y muchos más. Todos ellos dialogan entre decenas de piedras de río en las que Claudio ha delineado sus rostros. Sin embargo, es en el caballete donde las historias —narrativa, poesía o simplemente un guiño— se adivinan mientras, digamos, una mujer de espaldas mira a lo lejos el Mar de Cortés. Claudio logra, pues, transitar entre estas tres disciplinas, alternando entre una y otra, pero también fundiéndolas.
Al aproximarse el viaje, elegimos ante todo un punto de partida: una costa o una escena, un puerto o un suceso, un periplo o un cuento. Luego, ya no importa tanto de dónde hayamos salido, cuenta más hasta dónde hemos llegado, qué hemos visto y cómo lo hemos visto.1
A lo largo de su proceso creativo, Claudio ha emprendido también un viaje de fuera hacia dentro: el desplazamiento por distintas zonas de la imaginación y el viaje íntimo hacia el encuentro consigo mismo. Abrir y cerrar. “Salir de mí, buscarme entre los otros”,2 entrar en mí, descubrirme. Este doble viaje está presente en su obra literaria y plástica, lo mismo que en su producción cinematográfica. Claudio Isaac entra y sale, va del centro hacia la orilla en un ejercicio de introspección que marca y define su quehacer. Otra forma del viaje es la de una literatura que parte de la memoria: “El viajero lee y anota nombres en las estaciones que deja atrás con su tren, en las esquinas de las calles adonde lo llevan sus pasos, entre los objetos de una habitación, y avanza un poco aliviado”,3 mientras se reencuentra a sí mismo en las aguas de su propia memoria recreada y transfigurada en la poesía y la ficción.
En su primera novela, El tercer deseo, no sorprende que la trama se desarrolle durante un viaje. Carmen Segura, la protagonista, se embarca en el viaje geográfico hacia la Ciudad de México para “enderezar varios renglones de su vida”, entre los que figuran Miguel, su compañero, y Lázaro, su padre; al mismo tiempo se sumerge en un viaje interior hacia sus miedos, sus debilidades y carencias. Casi como si fuera su álter ego, Claudio Isaac cambia de piel para entrar en el ámbito de lo femenino. Y como si tuviera a Ítaca en su mente, no apresura el viaje, va surcando entre aguas agitadas, calando en lo profundo, librando batallas, pues llegar ahí es su destino. Abrir y cerrar la puerta, alejarse y regresar, he ahí el tercer deseo: “volver al estado de cosas original”, escribe Claudio Isaac, quien se ocupó de incluir una serie de viñetas que ilustran pasajes de la novela. Así, el dibujo y la palabra alternan en un diálogo que le añade matices al relato.
Claudio Isaac parte de su propia intimidad. Lo ha hecho en esta primera novela y, antes, en otros textos como Alma húmeda y Cenizas de mi padre. Se abre camino como si fuera deshaciéndose de algunas prendas que le vienen muy ceñidas y, una vez liberado de estas, descubrir su propio rostro. Si abrimos la lente para mirar en panorámica la obra de Isaac es posible comprender ciertas claves que nos permiten descifrarla y adivinar dónde se quiebra la delgada línea entre realidad y ficción. “Tal vez no existe la ficción, dice en El tercer deseo, sino solo grados de distancia con que se narran las cosas”.
Se ha dicho que el escritor vuelca sus fantasmas y obsesiones en la literatura. Y no solo por lo que toca a la ficción, también vale para la poesía, la forma más sublime de aproximarse a la palabra y, a través de esta, traducir sensiblemente la realidad. “Ah, quién fuera poeta para encontrar símbolos en la penumbra y producir música de abstracciones”.4 En este sentido, la poesía es revelación, llega como una ráfaga que cimbra el cuerpo, abre la puerta:
Cerrar el poema, la puerta
Abrirlo, abrirla y dejar
que un suspiro recorra
y cimbre el cuerpo,
que penetre la ráfaga
con viento de vida.5
Regreso al sueño reúne ocho años del trabajo de Claudio Isaac. Entre sus capítulos el lector se encuentra con distintos modos de acercarse a la poesía, ya sea en prosa o verso, en poemas largos o tan breves como un haikú:
Setenta y cinco pericos de pecho rojo
entre las ramas de un árbol nevado:
tiritan porque han perdido el rumbo.6
Claudio se acerca a la palabra con espontaneidad y armonía; la suya es una escritura acogedora que fluye entre sus distintos derroteros, quizá porque este género le permite “tomar aire sin detenerse, tomar camino, a donde sea”7: de lo cotidiano a lo onírico, de lo metafísico a lo personal. También aquí emprende ese ir y venir donde conviven narrativas diversas entre la palabra, la secuencia de imágenes y la plasticidad. Dice Issac en el poema “Madrugada”: “La habitación vibra en la penumbra como un boceto puntillista de grafito espeso”.
Aquí también la memoria es un detonador: “Memoria punitiva como expedición sin clemencia, seremos astillas soterradas hasta que el soplo de nueva vida nos absuelva”.8 Adentrarse en la poesía de Claudio Isaac es participar del misterio, de la ráfaga que cimbra el cuerpo y abre las puertas del sueño en la calidez de una madrugada cuando una palabra o una frase o un recuerdo adquieren la forma de un poema. Y tras haber encontrado los símbolos en la penumbra y producir música de abstracciones, el poeta advierte: “Me voy por el corredor de regreso al sueño”.9 ~
1 Matvejevic Predrag, Breviario mediterráneo.
2 Octavio Paz, Piedra de sol.
3 Elías Canetti.
4 Claudio Isaac, Regreso al sueño, fragmento de “Interrupción del sueño”.
5 Ibíd., fragmento de “Abrir y cerrar”.
6 Ibíd., “Hyde Park, Chicago”.
7 Ibíd., fragmento de “Propósitos del año”.
8 Ibíd., fragmento de “Astillas”.
9 Ibíd., fragmento de “Interrupción del sueño”. ___________ GUADALUPE ALONSO CORATELLA(Ciudad de México, 1963) es licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Iberoamericana. Es periodista cultural y productora de televisión. Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo del Club de Periodistas 2005 por la entrevista “Raquel Tibol, una mirada en el arte”. Actualmente se desempeña como subdirectora de información de TV UNAM. Es autora de: Mássimo Bontempelli: Una vida intensa (UAM, 2005), El león y el arcángel: Antología de cuentos italianos del siglo XX (UNAM/Seix Barral, 2008) y Vías alternas: Conversaciones sobre literatura, periodismo y humanidades (UNAM, 2009).
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