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Manual para zurdos
Cultura | Este País | Manual Para Zurdos | Claudio Isaac | 01.07.2013 | 0 Comentarios

De antemano
Cuando la gente habla de que un reto requeriría “disciplina férrea”, “rigor ascético” o bien “sabiduría oriental” suele ser porque —desdeñosamente o no— está clasificando la empresa en puerta como inasequible y se está disculpando de antemano por no tener la templanza, por ni siquiera intentar acopiarla.

Jools y su tábula rasa
Más allá de constituirse en un escaparate para conocer a algunos de los mejores exponentes de la música popular de hoy, el Show de Jools Holland, producido por la BBC, es un ejemplo deslumbrante de verídica democracia: el formato del programa televisivo capitaliza el espíritu de camaradería que espontáneamente puede surgir entre los que ejercen el oficio de la música y, apoyándose en ello, coloca simultáneamente a los ocho o nueve grupos invitados en el mismo foro muy amplio, de tal suerte que leyendas vivientes como Peter Gabriel pueden encontrarse coreando o llevándole el ritmo a jóvenes promesas, en gestos de compañerismo y humildad. Debutantes y eméritos, jóvenes promesas y viejos consentidos del auditorio dejan que lo sagrado se quede en la música y no en las vacas. Así, el programa se desarrolla de forma idílica, en una atmósfera de tábula rasa que solo entre los bendecidos músicos parece concebible.

Extrañas predicciones
En un capítulo breve de su estudio Iconografía romántica del mar titulado “El oasis-isla romántico”, el poeta W.H. Auden hace referencia a las interpretaciones posibles del poema “El viaje de Maeldune” de Alfred Tennyson, y establece una serie de relaciones simbólicas entre un puñado de islas recorridas dentro de la acción del texto romántico. De este modo, hace una lista en la que a “La isla silenciosa” corresponde el rubro de “introversión”, a “La isla hermosa” el rubro de “ocio” y así hasta llegar, al final, a “La isla de las Torres Gemelas”, que asocia a “fanatismo religioso y político”. No comento más, ni me extenderé en cuestiones relacionadas a Bin Laden y Bush, solo apunto el escalofrío que produce constatar en un escrito crítico de 1948 la interpretación de un poema fechado en 1880 a su vez basado en una leyenda irlandesa del año 700 que el poder profético de la poesía no es invento de los poetas mismos, sino un asunto palpable.

Más de predicciones
Recientemente, vi una muy eficaz entrevista a Salman Rushdie en la que confiesa que, en tanto producto de la mentalidad de los años sesenta, jamás se le ocurrió que esa forma del totalitarismo que se halla en la línea dura religiosa fuese a hacer efervescencia décadas después. Curiosamente, esta posibilidad ya la predecía Elías Trabulse desde su perspectiva científica de la historia, para desconcierto de tantos de sus contemporáneos en plena euforia sesentera.

De vuelta a Auden
En el prólogo de su portentoso libro de ensayos La mano del teñidor, Auden establece dos tipos de escritores según si son esclavos del estilo personal o no. Partiendo de un diálogo de Alicia en el país de las maravillas donde la protagonista declara: “¿Era yo la misma esta mañana al levantarme? Pero si no soy la misma, la pregunta siguiente es ¿quién soy yo? […] Estoy segura de no ser Mabel, pues yo sé toda clase de cosas y ella, ¡oh, sabe tan pocas!”. Auden cataloga a dieciocho autores diversos en dos categorías, “Alicia” o “Mabel”. Así, Montaigne, Jane Austen y Virginia Woolf le parecen cercanos al temperamento de Alicia mientras juzga que Pascal, Dickens y Dostoievski corresponden al temple más impersonal de Mabel. Basándonos en esa tipología básica, podríamos hacer el ejercicio de confrontar a Apócrifo con Anónimo. Aunque la producción de ambos solía ser impersonal y muy variada, en últimas fechas la del primero se ha tornado muy homogénea en cuanto a estilo, sobre todo parecerá así si nos remitimos a dos ejemplos: los poemas “Instantes”, atribuido a Borges, y “La marioneta”, atribuido a García Márquez. No se necesita leerlos con demasiado detenimiento para detectar dicciones asombrosamente parecidas, que estarían denotando que Apócrifo se ha vuelto esclavo del estilo personal. Y más allá de eso, padece de fijaciones con temas baladíes, como los helados y la dieta, se repite una extraña obsesión por el postre que, tanto en el caso de “La marioneta” como en “Instantes”, se convierten en el símbolo del arrepentimiento de un hombre viejo por no haber llevado una vida más libre: “Cómo disfrutaría un buen helado de chocolate”, dice Apócrifo disfrazado del colombiano, mientras que, haciéndose pasar por el argentino, confiesa: “Comería más helados y menos habas”.

A diferencia de algunos notables a quienes el actual poeta Apócrifo les entusiasma tanto o más que el Borges verídico, yo prefiero a aquel que redactara los Rollos del Mar Muerto o los Evangelios de Tomás y Nicodemo.

Misterios
Las cosas no siempre se encuentran donde uno esperaría. Por caso, podremos hallar mayor grado de iluminación mística en la sucesión de Hugo Chávez que en la de Benedicto XVI, mucho más teñida de rasgos terrenales.

Como don Fernando
A menudo me descubro haciendo comentarios cuyo tono podría compararse al de don Fernando Soler ante jóvenes bailando el twist en películas de Angélica María. Me pregunto si mis reacciones son acartonadas o moralistas. En esa línea de pensamiento, tras escuchar con azoro a las juventudes que intercalan el término güey cada tres palabras, se me ha ocurrido que quizá se trata de individuos que sufren del Síndrome de Tourette pero que carecen de inventiva verbal, y de ahí la insistencia en esa palabra preponderante, que resultaba tan sabrosa antes de la epidemia actual, cuando uno podía soltar la frase: “No te hagas güey”, e invocar infinitas complicidades.

Proyecto
Por medio de la presente, anuncio que me abocaré a la confección de un libro de aquellos que los anglosajones llaman “coffee table book”, que se habrá de titular El libro del pelo postizo, y cuyo título en inglés permitirá un juego de palabras: Hair pieces. Se tratará de un estudio sobre las celebridades que han usado peluquines, y sus posturas al respecto. Por supuesto, incluiría episodios como aquel de John Wayne, a quien un grupo de estudiantes rebeldes le espetó: “Ese ni siquiera es su propio pelo”. A lo que el rey de las películas de vaqueros contestó: “Claro que es mío, pagué por él quinientos dólares”.

En las costas de Utopía
La infancia de Jesús, nueva novela de J.M. Coetzee, se desarrolla en un país indeterminado que los personajes llaman España pero que puede visualizarse como un lugar afín a los paisajes urbanos de la pintura metafísica de Giorgio de Chirico. La descripción es austera pero la atmósfera se asienta y pesa desde la primera página, se respira su aire inusual, quizá solo comparable al de las parábolas kafkianas. En alguna entrevista actual, el habitualmente elusivo Coetzee declaró, enigmáticamente para muchos, que su trabajo cobra su verdadera veta humorística cuando es traducido al holandés (cabe aquí recordar que el escritor nacido en Sudáfrica es descendiente del explorador holandés Jacobus Coetzee, 1730-1767). Aunque se equilibra entre nociones platónicas y alegorías cristianas, y transcurre en una especie de época utópica, desde su mismo título (pues el niño Jesús no se asoma por página alguna), el libro está cargado de un humor delicado, a veces poético, a veces emparentado con las lecciones de la fábula clásica. Una novela desconcertante, perturbadora y de sencilla hermosura.

Correspondencia
En su Libro de Monelle, Marcel Schwob sentencia que una verdad que perdura se convierte en mentira. Esa radical idea sería aplicable al caso del escritor Coetzee, a quien recién llamé elusivo pues, paralelamente a la publicación de su novela, apareció una extensa biografía suya —obra del experto en literatura africana J.C. Kannemeyer (fallecido hace apenas un par de años)— y un epistolario con Paul Auster que cubre de 2008 a 2011. En el caso de la biografía, no solo se trata de un texto autorizado por Coetzee, sino que él mismo se prestó a “contribuir con todos los datos sustanciales que le fueran solicitados”. En cuanto al libro Aquí y ahora, compuesto por su correspondencia con Auster, el supuestamente gélido y socialmente incapacitado autor de Esperando a los bárbaros se muestra cordial, amigable, a veces casi jocoso: fue él mismo quien propuso el ejercicio epistolar con miras a una eventual publicación. Aun así, la fuerza cohesiva se acaba debiendo a un obsequioso Auster, que se comporta sabiamente dócil y flexible con tal de mantener el juego fluyendo. Un libro sin duda valioso por el diálogo en sí pero, sobre todo, en términos humanos, por lo que denota de la disposición de dos mentes lúcidas a sostener una comunicación hasta sus últimas consecuencias.

Frase del mes
“Anduve borracho mucho tiempo,
y luego
me morí.”

F. Scott Fitzgerald

Más de apócrifo
En el libro Getting even, que fuera su primer título publicado, el celebrado cómico Woody Allen concibió a manera de parodia de un ensayo académico un escrito de tono docto que analizaba las listas de tintorería de un autor apócrifo de nombre Metterling. Más allá de la intención humorística, parecería acertado pensar que todo detalle mundano y aparentemente trivial puede resultar revelador de aspectos esenciales de un personaje. Tal será, supongo, el ánimo que lleva a la Universidad de Carolina del Sur a difundir públicamente los cuadernos de contabilidad de F. Scott Fitzgerald, en los que más allá de confirmarse su mala ortografía (sumándole sus dudosas habilidades aritméticas), queda claro que el hombre estaba más organizado de lo que su leyenda etílica permitiría suponer. Están los ejemplos de las colegiaturas de su hija Scottie, pagadas a distancia, o las cuotas del hospital psiquiátrico de Zelda, su mujer, que no permiten dudar de su alto sentido de responsabilidad. El cuaderno no deja de conmovernos: un hombre deprimido y envuelto en una espiral autodestructiva, pero que jamás dejó de pensar en las necesidades de los suyos. ~

__________
Escritor, artista plástico y cineasta, CLAUDIO ISAAC (1957) es autor de Alma húmeda; Otro enero; Luis Buñuel: a mediodía; Cenizas de mi padre, y Regreso al sueño. Su novela más reciente se titula El tercer deseo (Juan Pablos Editor, 2012).

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