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Nuestras maestras y maestros españoles en escuelas públicas
Este País | Edmundo Berumen y Rosa María Rubalcava | 01.05.2014 | 4 Comentarios

A mediados del siglo XX, la educación pública en México se enriqueció con el trabajo de científicos e intelectuales del exilio republicano en nuestro país, quienes sembraron en muchos niños el amor por el conocimiento. El siguiente texto es un homenaje a aquellos maestros que, con su labor, contribuyeron a la formación de varias generaciones.

©iStockphoto.com/©Chuwy

Dos consejeros de la Fundación Este País, que tenemos en común haber elegido una carrera universitaria vinculada con las ciencias, iniciamos una conversación incidental sobre algunos de los maestros que tuvimos en la enseñanza básica. Ambos estudiamos en “escuelas de Gobierno”: primaria y secundaria en la década de los cincuenta y preparatoria a inicios de los años sesenta. Lo que es diferente en nuestro historial educativo es el lugar donde cursamos los estudios: Tijuana y la Ciudad de México, respectivamente.

La sorpresa fue grande al percatarnos de que nuestra elección profesional estuvo marcada desde muy temprano por profesoras y profesores españoles. Algunos de ellos fueron intelectuales distinguidos que vinieron a México como refugiados de la Guerra Civil, pero es claro que también hubo quienes llegaron antes de la Guerra y, por lo mismo, sus trayectorias son ignoradas o insuficientemente valoradas.

Nos llama la atención no saber de ningún reconocimiento que se haya hecho en nuestro país a esos guías inolvidables que, suponemos, fueron muchos y que iniciaron a tantas niñas y niños mexicanos de escuelas públicas en el gozo por la aritmética y la geometría, por el sistema métrico decimal, por plantear y resolver problemas, por razonar sistemáticamente, por expresarse mediante el lenguaje algebraico y, ya en la preparatoria, por acercarse a las demostraciones de la geometría analítica y el cálculo diferencial e integral.1 También recordamos a aquellos que con vehemencia, tesón, pasión y paciencia nos enamoraron de materias como Química, Geografía, Literatura, Etimologías Griegas y Latinas y Dibujo Constructivo, entre otras.

Creemos que es una cuestión de justicia tratar de reconocer al mayor número posible de esos maestros, recordar algunas de las escuelas públicas donde enseñaron, durante cuánto tiempo, en qué lugares de nuestro país pero, sobre todo, escudriñar en la memoria de quienes fuimos sus alumnos para tratar de rescatar lo muy valioso de sus estrategias docentes y recuperar las prácticas, sin duda exitosas, que a muchos nos encaminaron con determinación hacia el mundo fascinante de las matemáticas y sus aplicaciones. Ciertamente, intentar saldar esta deuda excede la capacidad de los autores de esta nota, pero esperamos que este primer paso permita convocar a los lectores de Este País, que también estudiaron en escuelas de Gobierno y atesoran recuerdos de educadores españoles inmigrados, a compartir sus recuerdos para reunir un acervo que conserve la memoria. La trascendencia que tienen como docentes reside en las huellas que dejaron en nuestras historias, hoy solo perceptibles en la significación que damos a los innumerables momentos en que nos animaron a enfrentar problemas cuya solución parecía inalcanzable y, al resolverlos, experimentar el incomparable placer de comprender.

En este espacio de la revista dedicado a la educación queremos honrar la memoria de quienes de tan lejos vinieron a México a enseñarnos a amar el conocimiento. Más que tratar de expresar nuestra gratitud hacia esos formadores de seres humanos, optamos por dedicar a cada uno un párrafo que menciona lo que hoy, después de más de medio siglo, nos parece esencial de todo aquello que cada uno nos legó en sus maravillosas clases. Daremos el nombre del profesor, la escuela, el lugar y el año en que fuimos sus alumnos.

 

Maestras y maestros españoles de Edmundo Berumen2

 

Miguel Bargalló Ardevol nos enseñó Geografía Humana en tercero de secundaria y Lógica en segundo de prepa. Más allá de ubicaciones y atributos, siempre tenía a la mano épicas lugareñas que nos grabaron por siempre sus nombres y relevancias y, más tarde, nos enseñaron a adquirir el tan escaso sentido común que solo la lógica enseña.

María Luisa Bargalló Porrera, en Química General en secundaria y Química Inorgánica en primero y segundo de preparatoria. Entre probetas, matraces, alambiques, embudos, pipetas, etcétera, nos enseñó a descubrir maravillas en las reacciones químicas que nos convertían en traviesos magos cada clase. En una ocasión invitó a algunos compañeros aventajados a casa de su papá, el doctor Modesto Bargalló.

Modesto Bargalló, profesor emérito de la Facultad de Química; autor, entre otros, del libro de texto Química Inorgánica, y exrector de la Universidad de Alcalá de Henares. (Uno de sus descendientes fue rector de nuestra emérita unam, Francisco Barnés de Castro.) Ya casi ciego, compartió su selecta biblioteca y, en particular, un libro autografiado con una dedicatoria personal del Premio Nobel español Santiago Ramón y Cajal. Después de darnos sus consejos y entusiasmar al grupo para estudiar ciencias, en especial física, nos despidió ofreciendo un ambigú desconocido: caviar y champaña. Varios de esos estudiantes son hoy reconocidos doctores en Física, y lo que los hizo en su momento reír, hoy, al rememorarlo, los hace llorar.

Antonio Blanco Sánchez, con parquedad y formalismo, pero no con menos cultura, nos introdujo en su clase de Literatura Universal a lecturas desafiantes pero siempre épicas, como la Ilíada, la Odisea y varios clásicos españoles: “Tanto de corcova atrás / y adelante, Alarcón, tienes, / que saber es por demás / de dónde te corcovienes / o adonde te corcovas” (Calderón de la Barca a su acérrimo rival). Fuera del aula tenía una librería y vendía seguros a nuestros padres. De pronto recitaba: “Verde que te quiero verde… pausa…”, y continuaba sin vergüenza alguna reinventando a García Lorca. Al final del curso nos llevaba una vieja grabación en griego de la Ilíada; le gustaba detenerse para traducirnos: “Y así se celebraron los funerales de Héctor, el domador de caballos”.

Alfonso Vidal y Planas, caminante sin fin en nuestro segundo de preparatoria. Durante su clase de Literatura Hispanoamericana recitaba de memoria pasajes enteros de poemas, novelas, ensayos. “Para qué comió —para qué comió la primer casada— para qué comió la fruta vedada —la primer casada, ella y su marido— al mundo han traído en pobre posada —por haber comido la fruta vedada” (Misionero anónimo al catequizar indios).3

 

Maestras y maestros españoles de Rosa María Rubalcava

 

Virginia Planas García, profesora de quinto de primaria en 1955 en la escuela diurna para niñas Enrique de Olavarría y Ferrari, en Mixcoac, Distrito Federal. Una actividad cotidiana era efectuar operaciones aritméticas. En ese quehacer aprendimos que los cálculos se hacen con cuidado y se revisan con atención, se comprueban los resultados y, con suficiente práctica, se “mecanizan” (recuerdo que las alumnas hacíamos en silencio las operaciones y al terminar dejábamos el pupitre para ir con rapidez a formarnos en una fila; el objetivo de la competencia de “mecanizaciones” era calcular “rápido y bien”). En Geometría Elemental nos enseñó las principales líneas, superficies y cuerpos. Aprendimos a construir todos los poliedros regulares convexos con cartulina y a conocer las fórmulas de cálculo correspondientes. El sistema métrico decimal, quebrados, logaritmos, razones y proporciones, regla de tres (simple e inversa) y otros conocimientos se aplicaban en la solución de gran diversidad de problemas. Una vez a la semana, en la tarde, la maestra Planas invitaba a su casa a las alumnas que tuvieran interés para ver temas que no se tocarían en clase. Nos sentaba en dos escalones del pequeño patio delantero, con cuaderno cuadriculado y lápiz en mano, y nos explicaba, por ejemplo, cómo calcular la raíz cuadrada y la raíz cúbica (recuérdese que no había calculadoras de bolsillo), conocimientos “exóticos” que nadie más tenía (ni nuestros padres).

Dolores Cantón, profesora de Álgebra en segundo, 1958, en la Escuela Secundaria núm. 8, Presidente Mazarik (diurna para mujeres), en San Pedro de los Pinos, Distrito Federal. Produjo en nosotras una fascinación indescriptible por el lenguaje algebraico que para mí fue decisiva. La posibilidad de plantear problemas —expresados en lenguaje común, mediante una ecuación “con letras, signos y números” (variables, coeficientes, exponentes y signos de operaciones combinados de acuerdo con una sintaxis nueva para nosotras)— y resolverlos para conocer el valor de la “incógnita” nos dejaba simplemente asombradas. También, como la maestra Planas en primaria, la maestra Cantón pedía que al concluir los ejercicios se revisaran con cuidado los términos del problema, la ecuación propuesta, las operaciones y el resultado. Esta disciplina fue fundamental para mis estudios posteriores y para mi vida profesional. A la hora del recreo, la maestra Cantón se quedaba en el salón con algunas de sus alumnas interesadas para enseñarnos cuestiones extracurriculares como el Triángulo de Pascal, que nos parecía magia pura por contener los coeficientes de todos los términos del desarrollo de un binomio elevado a cualquier potencia.4

Vicente Carbonell Chauré, profesor de Matemáticas en 1960 y 1961 en la Escuela Nacional Preparatoria núm. 4 diurna, de la unam, en Puente de Alvarado 50 (espléndido edificio de Manuel Tolsá, hoy Museo Nacional de San Carlos), colonia Tabacalera. En los dos años de preparatoria, por vez primera estudié en libros escritos por mi maestro geometría analítica y cálculo diferencial e integral. Mientras algunos amigos de otras escuelas odiaban temas como las derivadas por tener que memorizar muchas fórmulas, nosotros tuvimos el privilegio de aplicar la noción de límites para obtener las derivadas ¡sin una fórmula! Las integrales y diferenciales nos llevaban a los máximos grados de abstracción a que podíamos acceder para entenderlas y resolverlas. Además de las explicaciones magistrales del maestro, su libro fue un invaluable apoyo para estudiar en casa.

Luis Castillo Iglesias, profesor de Historia en 1960 en la Escuela Nacional Preparatoria núm. 4 diurna, de la unam. Puntualmente, a las siete de la mañana, el maestro Castillo estaba en el salón y lograba despertarnos con una “historia universal” presentada mediante maravillosos relatos y por la creativa manera como vinculaba hechos ocurridos en diversas épocas y latitudes.5 Quizá por la fuerza y pasión con que expuso las guerras mundiales, son temas que nos impresionaron vivamente; nunca he podido olvidar su detallada descripción de la Línea Maginot. Los estragos causados por las batallas fueron evidentes para nosotros, jóvenes muy lejanos a esas bélicas realidades. En mi caso, solamente años después pude advertir cuánto sufrimiento humano hubo en esos hechos de la historia reciente que nosotros estudiamos ya consignados en libros.

Agustín Mateos Muñoz, profesor de Latín en 1960 en la Escuela Nacional Preparatoria núm. 4 diurna, de la unam. El maestro Mateos impartía la materia de Etimologías Latinas del español. Nunca habíamos enfrentado algo tan difícil como las declinaciones. Al iniciar con “rosa, rosae, rosam”, etcétera, entrábamos a un terreno ignoto que, si bien nos hizo padecer, fue compensado con la satisfacción de poder traducir del latín algunos textos sencillos. También en esta materia tuvimos la fortuna de estudiar en un libro escrito por nuestro profesor (publicado, si no recuerdo mal, por la editorial Esfinge).

Ramón Pontones, profesor de Dibujo en 1961 en la Escuela Nacional Preparatoria núm. 4 diurna, de la unam. El maestro Pontones era muy sobrio y siempre llegaba a clase con traje oscuro, camisa blanca y corbata. El curso de Dibujo Constructivo que impartía fue para sus alumnos un verdadero descubrimiento acerca de cómo los cortes, traslaciones, rotaciones y proyecciones de los cuerpos sólidos producían curvas, superficies y hasta figuras tridimensionales en el plano. Para trabajar en la clase solo requeríamos un tablero-block de dibujo de papel (¿marquilla?), una escuadra, un cartabón y un lápiz. Eso sí, la pulcritud que se nos exigía era absoluta (lo que nos llevaba a tener que rehacer las láminas varias veces). Hasta las letras del título de la lámina, nuestro nombre y la identificación del grupo debían dibujarse con limpieza mediante trazos claros, precisos y, obligadamente, tener “patines” (si no recuerdo mal, ese era el término que usaba el maestro para referirse a los remates de las líneas que forman las letras mayúsculas de molde y de los números romanos, pero no está incluido en el diccionario de la RAE).6   

________

EDUARDO BERUMEN es licenciado en Matemáticas por el San Diego State College y maestro y candidato a doctor en Estadística por la Universidad de Michigan. Fue director general de Estadística en el INEGI y asesor técnico internacional para la Oficina de Estadística de la ONU. ROSA MARÍA RUBALCAVA fue profesora-investigadora de tiempo completo en El Colegio de México (1969-1999). Es consejera de la Fundación Este País.

 

 

1 Un maestro de la Facultad de Ciencias de la UNAM iniciaba su curso advirtiendo: “En matemáticas las verdades se demuestran”.

2 Secundaria se refiere a la Escuela Secundaria Federal núm. 7 Agua Caliente, circa 1957–1960 (en las instalaciones del casino expropiadas por el presidente Lázaro Cárdenas en 1937; ya en 1938 empezó a operar el antecedente de nuestra secundaria, el Instituto Técnico Industrial), la más antigua del estado de Baja California. Los recuerdos e imágenes del célebre predio de la escuela perduraban como aventuras de exploradores a la Indiana Jones; descubríamos pasadizos secretos, subterráneos, que unían el casino con el hipódromo, con salas de juego a todo lujo, para continuar sub-terra mientras los inspectores paseaban por salones vacíos en medio de jardines con frondosos árboles traídos de todo el mundo, y una alberca con azulejos italianos y fuentes. Gracias nostalgia que todo lo embelleces. La Preparatoria fue la Álvaro Obregón en la colonia Altamira, circa 1960–1962 (Preparatoria Federal de Baja California, por cooperación, adonde nos mudaron en mayo de 1961, para luego regresarnos al campus de Agua Caliente en septiembre de 1962). Mi más recurrente recuerdo es la maravillosa panorámica que desde sus escalones y colina nos proporcionaba de la tortuosa Tijuana, con sus cañones, polvaredas y bajadas de lodo cuando llovía, y en lontananza casi un planeta impoluto que permitía en días claros atisbos de San Diego, California. Seguro hubo muchos más ilustres maestros de esa generación que tocaron e inspiraron otras tantas juventudes aún moldeables. ¡Gracias a todos ellos!

3 El lector curioso y con suerte podrá encontrar breves reseñas de varios de estos ilustres maestros en enciclopedias o, con sus “asegunes”, en Wikipedia.

4 Una amiga, compañera de aquellos años con quien mantengo comunicación, me envió, en respuesta a mi pregunta expresa, una reflexión que transcribo textualmente: “La imagen de la maestra Cantón la tengo presente desde hace 55 años (1958), así que no creo que la vaya a olvidar. Fue en mi vida un ejemplo de entereza, de honestidad; siempre puntual, cumplida y haciéndonos cumplir; siempre propia, discreta, con su pelo entrecano. Estoy segura de que lo que irradiaba provenía de una luz y un equilibrio que había alcanzado en su interior. Se me quedó hasta ahora, creo que sin alterarse, que el binomio cuadrado perfecto es: “El cuadrado del primero más dos veces el primero por el segundo más el cuadrado del segundo”. Qué tiempos aquellos, en que la maestra enseñaba álgebra a un grupo de 52 señoritas adolescentes cuyas cabecitas tendían a pensar en muchas otras cosas más que en el álgebra”.

5 No considero irreverente recordar que una parte de ese “despertar”, para quienes nos sentábamos en las primeras filas del salón, estaba asociada al “aroma” del infaltable puro del profesor Castillo, cuya memoria es evocada automáticamente cuando percibo que alguien fuma uno igual (creo que el olor era a maple). Eran otras épocas.

6 Al buscar en la red de redes encontré el nombre del maestro Ramón Pontones con alguna información biográfica; llama la atención que en 1931, a los 20 años de edad, ya había expuesto obra pictórica en el Círculo de Bellas Artes de Murcia, su ciudad natal.

4 Respuestas para “Nuestras maestras y maestros españoles en escuelas públicas
  1. Pedro Hoth dice:

    ¡Gracias por compartir son los lectores de ‘Éste País’ éstos estupendos testimonios personales, queridos Rosa María y Edmundo! Ya avisé a algunos amigos míos vinculados a Ateneo Español que compren la revista para que se deleiten con ésta lectura. ¡Un abrazo! Pedro

  2. Gracias al autor de este artículo, Sr. Edmundo Berumen hemos hecho un viaje virtual al pasado, nos ha hecho rebuscar antiguas fotografías de la época, apreciar lo que tuvimos y que desgraciadamente ha desaparecido, aquellos jardines hermosos, fuentes maravillosas, y sobretodo la convivencia que desde 1957 hasta haber culminado con nuestra formación profesional. Que desilusión regresar a nuestra ciudad, visitar nuestra antigua escuela y verla destruida, con un cerco que divide a tres centros de estudio resultado de una repartición de terreno. Ya nada quedo, sólo la nostalgia y lo que ahora se cuenta por el Dr. Ernesto García Noriega.

  3. Gabriel E. García Noriega dice:

    Nuestros maestros tanto extranjeros como mexicanos, y nosotros sus alumnos durante los 5 años que convivimos y aprendimos de ellos, tuvimos además la fortuna de recibir nuestra enseñanza de secundaria y preparatoria, en un entorno privilegiado, aislado del bullicio citadino y rodeado de palmeras, pirules prados y jardines, canchas deportivas y hasta un «estadio» para pista y campo. Había pasillos sombreados con portales y arcos, adornados con fuentes y mosaicos, se disponía de un salón de baile y un teatro. Para nosotros todo eso, en su momento pasó desapercibido, sin embargo dejo imborrables recuerdos que se agregan a la nostalgia de esa época , que hizo de nosotros hombres y mujeres con una base académica sólida y que nos permitió y nos inclino hacia diversas profesiones. Reciban todos un afectuoso saludo.

  4. Maria de la Paz Lopez dice:

    Celebro artículos como este; recordar a estos y otros maestros y maestras que dejan huella en nosotros es revalorar su papel; compartir sus enseñanzas contribuye a que otros también podamos traer a la memoria a quienes nos abrieron otros horizontes. No me extraña que los autores del texto hayan hecho este registro de memorias; ambos son dos generosos maestros de quienes tuvimos el privilegio de contar con sus enseñanzas.

  5. ENRIQUE MARTINEZ SARABIA dice:

    TODO ES MUY INTERESANTE A PESAR DE QUE IGNORO LOS MAESTROS DE LA COMNPAÑERA ROSAMA.RUVALCABA.PERO TITO LO UQ TU MENCIONAS SI ME TIENTA…AUQUE ES PASADO..UN ASBRAZO A AMBOS!!!!

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