(nocturna materia)
Esfera negra de irreparable augurio,
¿sabes qué sucede cuando se rompe el cántaro?
Un mecanismo de maldiciones.
Ten cuidado cuando vayas de aquí para allá
pues llevas en tus manos el embrión del universo,
amasado por un viejo de pensamiento incomprensible,
como el canto de los grillos una madrugada sin luna.
Incesante latido de la forma inerte
que sólo escuchan los que no duermen.
(figura azul)
Mi gracia es hacer manar la sangre enferma,
reconozco el olor de la piel magra,
mi mano es una flor de púas
que abre la oscuridad de los cuerpos
y desata tempestades…
Desconfío de la dulzura de las voces,
tengo oculto un sabor de grana añeja
y corre por mis venas el fresco murmullo
de la belladona…
sonido abrupto hiere mis recuerdos
trozos de barro dispersos
en la sombra del pasado
su oscuridad conserva las canciones
que mis labios moldean:
aroma de cielo endrino
rumor creciente del cántaro
tierra preñada que habita
en cada fragmento
(círculo negro)
…conozco un remedio antiguo,
pino y hojas de artemisia,
la amargura es la savia de la planta…
Noche y jardín: sagrada comunión
de la mano y la espina.
Restos de flores cubren el suelo
y sus aromas embriagantes conducen mis sentidos
por un viejo laberinto de tierra húmeda
de suaves prolongaciones…
cicatriz epicentro
barro y hueso
arterias rotas
por las que la vasija
deja ir en su lluvia secreta
el aliento de los pinos
la mirada transparente de los ojos de gato
y el relámpago que agrieta
el cielo de mis sueños
(líneas esgrafiadas)
Espinas y palabras
inciden en la carne:
precisas… lentas… amargas…
amorosas… humillantes…
maduras… antiguas… rojas…
hay orquídeas que se cierran
cuando sienten que las miran
y geranios salpicados
de la tinta que fermenta
las ofrendo entre mis manos
y hacen florecer el cántaro
costras o esperas
hojas cortadas
trazan mi calle
pasos cautivos
que no me llevan
cada una dobla
todas las niñas
en otra esquina
y entre raíces
junto sus restos
y me moldeo
(motivo difuso)
“Ya desde niño me había hecho a la mar
aun antes de haber pisado un barco,
señalaba el horizonte y surcaba las horas
rumbo a las tierras del atardecer…
Sólo muy tarde descubrí que no tienen lugar…”
…la flor de San Pedro
que sólo abre de noche
con su olor a luna
la untan los viajeros en sus articulaciones
en una noche de mi infancia
mi carne se quebró
viví desde entonces el mundo al revés
enterrada en un momento que no olvido
huella sobrepuesta
en un cuerpo sin bruñir
los ojos secos
y la saliva de niña amarga
que invadieron mi corazón
(vaso de espinas)
Tiendo un manto de humo,
las velas se iluminan.
Sus largos dedos recorren mi sombra
surcada de cicatrices
que el moho mantiene vivas
esa tarde descubrí
mi memoria rota
entre las fisuras sombría materia
unía las voces
de una secreta melodía ~
• Diana del Ángel estudió la Licenciatura en Letras Hispánicas y la Maestría en Letras (mexicanas) en la unam. Ha publicado algunos artículos sobre retórica. Ha trabajado desde el 2002 en el taller de “Poesía y Silencio”. Actualmente es becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el área de poesía.