Audrey
El encantador, primer acto
Fade in:
He terminado el guión, la escena de nuestro beso. Ahora quiero que te desprendas de
la fotografía. Lo vas a hacer. Seguirás tus pasos. Así lo he dispuesto. Esta vez yo dirijo,
soy el escritor. Casi todos los del filme se han ido. Vendrás a mí, hacia el cinéfilo triste
que aprendió a quererte tarde, demasiado tarde. Sólo yo he quedado. Espera. No hay
que apresurarnos. Pronto volverás a la vida. Quiero que estés tranquila. El despertar
será apacible. Así lo he ordenado. A tu regreso, cambiaremos el final. Arreglaremos
juntos el tercer acto. Volveremos a la calle de Nueva York. Lloverá para nosotros. Por
nuestro beso lloverá. Esta vez, le enseñaremos al público (también al imbécil de
Edwards) que la película no acaba. Que a ti te pertenece la eternidad en la pantalla,
tus finales felices son para siempre. Ahora sé que sólo las estrellas te merecen. Por
eso, esta vez, no valdrán la pena los diamantes. Olvídate de Tiffany’s. Pronto volverás.
Estaré entre las sombras, con el gato en brazos, bajo la farola del parque que he des-
crito antes del corte. Como Paul, también visto una gabardina café. No quiero que el
mundo te parezca tan extraño. Requiero tu dulzura. Y ahora me adelanto. Camina,
rompe la foto, sigue tus pasos. He terminado el guión. Voy a esperarte, Holly.
Despierta.
Corte
Grace
Tu reino, segundo acto
Abre en:
Plano a plano te recorreremos. Tus ojos tienen edicto,
princesa. Acaso con un simple guiño, sin alterar tu
voz de cuento, que deje de soplar al viento ordena-
rías. El peinado, tu rostro, la escena del inicio no de-
be estropearse. Ya sabemos que bajo tu pecho un mar
gobernado descansa. Eso, lo montaremos diez minu-
tos antes del final. Ahora mismo, nos interesa el ama-
necer de tu cuerpo, fotografiarlo. Por eso, el segundo
punto de inflexión será saber de cierto si en tu boca
hay carnavales. Ya han encendido las luces. Antes de
empezar, debemos confesarte algo. Cuando ofrecimos
el guión, exigimos que en tus diálogos no hubiera tre-
gua de poesía. Y sólo los juglares levantaron la mano.
Las cámaras están encendidas, prepárate. El filme se-
rá tu cuerpo, el verdadero reino. Luces divina, Grace.
Escucha, ni siquiera hemos tenido que pedir silencio
en el estudio. Ésos son los mandatos de tu belleza.
Estamos listos.
¡Acción!
Corte
Juez y parte, tercer acto
Abre en:
Por salirte perfectas las posecitas vulgares.
Por llegar siempre tarde. Por tu lápiz de
labios siempre de un rojo común. Por no
saber con certeza si cantabas. Por siempre
portarte como una empleadita de tienda.
Por jamás dejarte de poner nerviosa ante
la cámara. Por nunca creértela. Por tu in-
genuidad. Por tu boquita lengua larga.
Porque todos te vieron la cara. Por tu
siempre eterno cuerpecito de adolescente
con las glándulas desbocadas, que segura-
mente, y más de una vez, te salvó de repe-
tir la toma. Por intentar tomar clases de
arte. Por tus diálogos que no recordamos
y por tus piernas inolvidables. Por el cua-
dro de Warhol. Por tu sonrisita ingenua.
Por eso te amamos.
Fade out
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