Arquitecto de talla universal, artista polifacético, hombre cabal… el colombiano Rogelio Salmona (1929-
2007) fue un ser extraordinario desde muchos puntos de vista.
En este mundo marcado por la discrepancia, asombra el consenso gozoso que suscita: nadie que haya
visitado sus edificios, habitado sus casas, recorrido sus espacios, percibido su manejo de la luz; nadie que
haya tenido la experiencia de vivir su arquitectura duda de la condición sobresaliente de la obra de Salmona.
Y en este mundo de rivalidades reconforta la admiración
unánime que despierta: nadie que se haya contado entre
sus afectos cercanos deja de reconocer su excepcional
calidad humana.
Salmona se entregó en su obra, se volcó al punto que sus
espacios son espacios para la felicidad.
En nuestro país, sin embargo, poca gente fuera del
ámbito de los arquitectos sabe que se trata de uno de los
pilares de la arquitectura latinoamericana del siglo XX.
Pocos en México están enterados de la magnitud y la
generosidad de su legado.
Esta entrega de EstePaís |cultura tiene por ello un doble
cometido: rendir homenaje a Rogelio Salmona en este 2009,
a ochenta años de su nacimiento, y ofrecer a los lectores
mexicanos una pequeña muestra de su enorme trabajo.
Para ello el suplemento despliega una serie de dibujos
que dan cuenta del acucioso observador que fue Salmona,
de su dominio del lápiz y el papel y de cómo —atrás de su
concepción arquitectónica— hay un bagaje cultural rico y
variado, una forma singular de percibir el mundo y una suma
de viajes y vivencias que nutre su producción creativa con
nobles linajes. Estas páginas consignan también algunos textos en torno a su figura y
su trabajo, y dedican el Mirador a la fotografía de la que es su edificación póstuma,
emblemática por muchos motivos: la librería del Fondo de Cultura Económica de
Bogotá —que constituye todo un proyecto cultural de México en Colombia y fue
atinadamente bautizada como Centro Cultural Gabriel García Márquez.
En virtud de que este espacio presenta habitualmente la obra gráfica en blanco y
negro —y por su propia personalidad restringe el color a la fotografía del Mirador—,
no nos es dado albergar una representación de la arquitectura de Salmona como tal,
por lo que sabemos que con esta muestra nos quedamos cortos. No obstante, a través
de sus dibujos, de sus propias palabras seleccionadas por Francisco de Valdenebro y
de las notas sobre él que acompañan sus trazos, esperamos que este número despierte
en nuestros lectores un deseo de adentrarse en el asunto. Queremos que estas páginas
sean una ventana abierta a un futuro descubrimiento, una invitación a un viaje, un
acicate a la curiosidad… Y sabemos que el curioso lector se dejará tentar.
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