Las instituciones de educación superior mexicanas han contribuido con tecnología al desarrollo del sector productivo del país, pero todavía queda mucho por hacer. La mayoría de las investigaciones científicas y tecnológicas que realizan no dan lugar a recursos que se usen apreciablemente en la industria nacional. Tampoco los resultados de todas las investigaciones son patentables.
Aun cuando la Universidad Nacional Autónoma de México (unam) realiza más del 50% de la investigación científica en el país, no registra un gran número de patentes. Al 3 de agosto de 2010, las patentes solicitadas al Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial por parte de instituciones de educación superior e investigación durante el periodo de 1999 a 2010 se distribuyen así: la unam) solicitó 75; el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (itesm), 71 (de 1999 a 2004 no solicitó ninguna); el Instituto Mexicano del Petróleo (imp), 157; el Instituto Politécnico Nacional (ipn), 98, y la Universidad Autónoma Metropolitana (uam), 36. En el mismo periodo fueron otorgadas 162 patentes al imp), 57 a la unam, 50 al ipn, 32 a la uam y cuatro al itesm. Cabe mencionar que el proceso para que una patente sea otorgada después de que se ha presentado una solicitud puede llevar varios años.
El hecho de que las instituciones de educación superior en México no generen un gran número de patentes podría indicar que el apoyo al sector productivo nacional no está entre sus prioridades y que este sector no contribuye sustancialmente al financiamiento de los proyectos de investigación de aquellas instituciones. El sector productivo nacional no espera que se desarrolle tecnología en el país y la compra directamente en el mercado internacional. Existe, pues, una marcada desvinculación entre las instituciones de educación superior nacionales y el sector productivo.
Asimismo, pareciera que para la mayoría de las instituciones de educación superior, lo más importante es el desarrollo de ciencia y la formación de recursos humanos a través de la docencia.
Las universidades e institutos de investigación nacionales generan conocimiento pero no prioritariamente aquel que se aplique a las necesidades nacionales en un plazo corto o mediano (como sí ocurre en otros países). Así, la investigación científica en las instituciones nacionales de educación superior públicas no necesariamente nos llevará a una independencia tecnológica. Lo anterior se debe en parte a las limitaciones del financiamiento que hay en México para el desarrollo científico y tecnológico. Ni siquiera en el supuesto de que toda la investigación científica nacional se encaminara a producir tecnología, podríamos competir con los mercados internacionales de tecnología. Así de grave es la situación actual.
Sirva para ilustrar lo anterior la historia del Instituto Mexicano del Petróleo en materia de desarrollos tecnológicos. A la falta de financiamiento y al desmantelamiento de que ha sido objeto el Instituto por parte del gobierno desde los años ochenta, se ha sumado la falta de visión o de conocimiento de sus directivos respecto a las necesidades de pemex, al menos hasta la administración anterior y desde la tercera década de vida del imp. El caso de pemex a lo largo de los últimos 30 años es aun más lamentable y no se vislumbra un cambio de rumbo en la actual administración de la empresa, ni siquiera después de que se aprobara la reforma energética de 2008, porque el propósito principal de pemex es encontrar petróleo, sacarlo y venderlo.
En estas circunstancias, el imp está elaborando una propuesta, avalada por la Secretaría de Energía, para el Congreso de la Unión, con el fin de obtener recursos presupuestales directos del gobierno que le permitan realizar investigación y desarrollo tecnológico. Implementará asimismo una estrategia para la comercialización de las patentes que tiene registradas.
El problema para alcanzar la independencia tecnológica se puede resumir así: en México, la gran mayoría de las empresas privadas no ha invertido apreciablemente en el desarrollo tecnológico del país; optan por comprar tecnología extranjera. Por su parte, las empresas trasnacionales desarrollan tecnología en sus propios países y traen a México sólo la que necesitan aquí.
¿Qué tan benéfico es que los gobiernos dejen al sector privado nacional y trasnacional casi todo el desarrollo en ciencia y tecnología? Creemos que no mucho, puesto que las corporaciones invertirán en el desarrollo de productos que aumenten su competitividad en el mercado, no en productos que ayuden a resolver los grandes problemas nacionales, tales como el desempleo, la pobreza, el alto costo de la energía, la prevención de epidemias y la contaminación.
Desde luego que en ciencia y tecnología, como lo dijo el Rector de la unam, José Narro Robles, seguir dependiendo de lo que viene del extranjero es condenarnos a la mediocridad, a ser una nación maquiladora y a sacrificar soberanía.
La independencia tecnológica no resulta solamente de la existencia de universidades públicas y privadas, sino del entretejido y la transferencia de conocimientos, habilidades, capacidades, tecnología e innovaciones entre las instituciones de educación superior, los laboratorios o institutos nacionales y la industria.
Si bien los países industrializados no son siempre independientes en materia de tecnología, sí lo son, en gran medida, en aquellas áreas consideradas como estratégicas o de alto beneficio. En México, el financiamiento de programas de investigación y tecnología auspiciado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología ha beneficiado mayormente a proyectos enfocados en ciencia. De manera similar, muchas instituciones de educación superior nacionales tienen coordinaciones de investigación mas no coordinaciones de investigación y desarrollo tecnológico. Así pues, es necesario que los proyectos de aplicación industrial se fortalezcan sin disminuir el apoyo al estudio científico.
Un caso semejante es el del Sistema Nacional de Investigadores (sni), a pesar de que el artículo tercero de su reglamento establece que este sistema tiene por objeto promover y fortalecer la calidad de la investigación científica y tecnológica y la innovación que se produce en el país.
Incluso se considera que el “sni inhibe la curiosidad intelectual, el alcance de las empresas científicas, la profundidad y la maduración de ideas”.1
Por todo ello, en los últimos diez años no ha variado el lugar que México ocupa entre los países del mundo en indicadores como el número de artículos científicos publicados anualmente, el gasto en investigación y desarrollo experimental per cápita, el número total de investigadores por cada 1,000 integrantes de la población económicamente activa, las ocasiones en que el país es citado en análisis quinquenales y el número de solicitudes de patente.
El Presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, Arturo Menchaca Rocha, aclara que la única manera de revertir el problema de la falta de entendimiento entre empresarios y científicos y tecnólogos consiste en que éstos últimos se coloquen por encima de los recelos y las animadversiones, en ocasiones justificados, y se sienten a dialogar con aquéllos a fin de demostrarles las ventajas de invertir en la generación de tecnología propia.2
Nosotros creemos que para desarrollar tecnología propia que pueda satisfacer al menos parte de las necesidades internas y que pueda comercializarse internacionalmente hace falta la formación de recursos humanos capaces de crear recursos tecnológicos y no sólo de operarlos, la creación de infraestructura, el financiamiento enfocado a la innovación, planes y programas de desarrollo tecnológico, el seguimiento y la evaluación de dichos programas y, por supuesto, una participación activa del gobierno para lograr una mejor comunicación entre las instituciones de investigación y la industria.
Referencias:
- Álvarez Mendiola, G., et al. Los efectos indeseables del sni y la necesidad de su transformación. http://educacionadebate.org/investigaciones/SNIEfectos.pdf
- “Importan empresas en México 96% de tecnología: Academia Mexicana de Ciencias”, Notimex, 5 de junio de 2010.