BRUNO BARTRA
12 de noviembre de 1999
Anda pachuco king, señorita linda / Mi coche echa lumbre, mi corazón cosas bonitas / Soy el hombre de la noche, soy la sombra de la vida / Mi sangre es la comida que te hace estar dormida / Pero no me hagas caritas, sólo busco otra salida / Bailando y cantando es tu castigo por ser viva / Soy el verdugo de tus sueños / No soy malo soy veneno […]. Ya tenía tiempo que había terminado mi carrera en la UNAM, pero aplaudía que quien encarnaba la idea de imponer cuotas a los estudiantes de la institución pública, hubiera renunciado. Aunque, a decir verdad, desde meses atrás, cuando había anunciado que echaría para atrás su propuesta, ya había estallado en júbilo. Cómo hubiera deseado un triunfo tan contundente en 1987. Pero la huelga se había alargado, y hoy, los líderes estudiantiles anunciaban que seguirían en pie de lucha. Cada día salía algo nuevo por qué luchar y, de pronto, parecía que esta generación intentaba vivir en un estado policial como el de cuarenta años atrás. Por momentos se diría que incluso lo deseaban, a veces parecía que su objetivo era el escándalo mediático y no la derogación de las cuotas. Para el país, era un momento claramente distinto de 1968, y más semejante a 1987, sólo que sin la posibilidad de fraude: la alternancia política añorada por décadas parecía acercarse. ¿Quién diablos quería regresar al 68 o al 87, si gracias a los movimientos de esos dos años es que habíamos logrado llegar hasta donde estábamos? Quizá por escapar de una realidad que de pronto se tornaba absurda es que se me clavaba tanto en la cabeza la letra de la canción del novel grupo Plastilina Mosh.
11 de septiembre de 2001
Esta vez somos de papel / Somos la corteza de un árbol / Que nada tiene que ver / Con el sudar del viento / Somos servilleta / Y el recibo de luz / Esta vez somos de papel / Somos las infracciones / Y las hojas de la Biblia / Esta vez somos honestos […]. Estoy seguro de que miles de millones de personas estaban tan asombradas como yo al ver, a través de la pantalla, lo que sucedía. Algunos lo tomaban como un triunfo contra el imperialismo, pero otros, quizá la mayoría, lo tomamos con cierta tristeza, al ver que los asuntos políticos y religiosos acababan con tantas vidas inocentes. Quizá la tristeza fue más profunda porque, además, sabíamos que en esas dos torres había gente de todo el mundo. Inmigrantes que habían dado su vida por llegar a trabajar, aunque fuera limpiando los vidrios o los pisos de las Torres Gemelas de Nueva York. Realmente, en ese momento todos nos sentimos tan frágiles como el papel, como lo cantaba Julieta Venegas, roquera tijuanense que se había instalado recientemente en la capital del país. Si con la caída del Muro de Berlín y el fin del mundo bipolar no había quedado claro, con el derrumbe de estos dos edificios era evidente que estábamos en una nueva era.
30 de julio de 2006
Si eres del norte machaca con huevo / Si eres del centro tacos del metro / Tacos de perro, buche y maciza / Lengua y sesos, también longaniza / Bien calientito con doble tortilla / Flor de calabaza es la quesadilla / Gorditas, molletes de chicharrón / Salsita verde y requesón […]. Soy mexicano que adora a su panza / Tortillas de masa y cena en su casa. Me había dado tristeza que la izquierda no ganara las elecciones, pero no por ello creía que se debía defender una causa con medios que, al final de cuentas, iban contra la propia causa. Lo peor era el clima de polarización que se había detonado tras la elección de hacía casi un mes: el bloqueo de Reforma era sólo una expresión de las diferencias políticas traspasadas al odio y a la intolerancia. Me consolaba escuchando “Lupita’s Taco Shop” de MC Luka, figura destacada del hip hop chilango; quizá detalles tan sencillos como los tacos “de perro” que todos habíamos comido en la calle nos podrían llevar a recordar que los conflictos se pueden llevar a las mesas de discusión y debate. Era doloroso, tras años de defender una causa, de pronto tener que alejarse de ella porque había convertido a uno justo en lo que más criticaba de los demás.
15 de septiembre de 2008
Gasolina, inyéctame adrenalina / Gasolina, no te vayas todavía / Gasolina, te necesito todo el día / Gasolina, no te vayas de mi vida / Oye Gasolina, no te vayas, no seas fría / Pues yo necesito que alimentes mi motor / Mis pistones gozan, gozan, gozan de alegría / Al tener tu compañía se retuercen por tu amor. Cada día me sorprende más la violencia. La rola de “Gasolina” de Los Nuevos Lunáticos, que retoman el rock and roll de la década de 1950, resuena en mi cabeza mientras observo, estupefacto, las noticias en la televisión, y me entero de que acaban de atacar con granadas el centro de Morelia, durante la celebración del Grito de Independencia. Al escucharlo, de pronto siento que me quedo sin “Gasolina”. ¿Hasta cuándo dejarán de sentirse las secuelas y pestilencias que se añejaron en las cloacas durante siete décadas, antes de que fueran destapadas? Ya no sólo las letras de las canciones de rock han dejado atrás los temas políticos, ya no sólo se refugian en el surrealismo para escapar de un entorno violento. De pronto, parece que para alejar los malos espíritus hay que hacer como lo hace esta nueva generación: tocar como se tocaba hace más de cincuenta años, retomar la estética y costumbres de esa época; en una de ésas, así recobramos la paz que reinaba en ese entonces en la urbe. Borrón y cuenta nueva; mientras no retomemos, claro, la costumbre de elegir a quienes siembran la corrupción. ~
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